martes, 24 de junio de 2008
El peletero realista
21 de junio de 2006
En tiempos antiguos había que escoger entre racionalidad y realismo. La realidad siempre tenía todas las de perder, la experiencia no era nunca un motivo que pudiera contradecir un buen argumento racional o un deslumbrante artilugio mental. En tiempos muy antiguos era así y desgraciadamente también lo ha sido en tiempos modernos, millones de muertos en todo el planeta lo atestiguan hasta el día de hoy. Las utopías son hijas de esta racionalidad asesina. Los muertos no cesan de aumentar y la sangre no deja de fertilizar la tierra, el rencor y el odio.
En tiempos antiguos la razón prevalecía a la realidad, y además se sometía al dogma. Así ha sido hasta que el ser humano inventó la ciencia, desterró al dogma a su propio infierno y armonizó razón y realidad sin violentar ninguna de las dos.
¿Qué tiene todo esto que ver con los peleteros? Los peleteros, como todo el mundo, no hacemos nada partiendo de la nada, construimos objetos -en este caso físicos y no mentales- a partir de una materia preexistente, la piel y la persona que ha de llevarla. Podemos diseñar lo que nos venga en gana, pero siempre habremos de utilizar la realidad y saber que lo que hacemos no está pensado para ser mostrado, en principio, en ningún museo. Una manga bien planteada habrá de ser retocada en una prueba. Un largo muy estudiado de un abrigo tendrá que ser cambiado, o no, al ver a la persona vestida con él.
El peletero, como muchos otros, es por necesidad realista, parte de hechos. La construcción de artefactos y la necesidad de sobrevivir obligan a convivir con la realidad y no a huir de ella. Incluso aunque el peletero se vuelva loco y crea que unos extraterrestres lo han abducido, a pesar de ello, si su locura le permite trabajar tendrá que vérselas con la realidad.
En tiempos muy antiguos Zenón de Elea demostró que el movimiento era ilusorio, que el atleta no sólo no llegaba a la meta sino que ni siquiera corría. Sus ojos le decían lo contrario, pero sus argumentos en aquel entonces eran demasiado buenos como para despreciarlos por la realidad. La famosa paradoja de Zenón ya ha sido demostrada y resuelta, y lo ha sido de la siguiente forma: la suma de una serie infinita de término general uno partido por dos elevado a n, (1/2)n, no es igual a infinito como creían los griegos, sino igual a la unidad. Gracias a esta solución el atleta deja de ser un paralítico y empieza a correr desesperadamente para ganar la prueba. Y el peletero puede cortar y coser sus pieles y el carpintero hacer sus mesas.
Eso es así aunque el mundo siga empeñado muchas veces en no creérselo. Mientras tanto, entre los dogmáticos y los racionalistas utópicos los muertos van aumentando.
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