Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
96. Millet.
La pintura, con su poder técnico y mental, nos muestra aquello que siempre había estado presente esperando que alguien le diera el realce de convertirlo en imagen, la vida cotidiana de las personas, su entorno, sus tareas y su dignidad.
En pleno siglo XIX, como contrapunto a la dictadura icónica y estilística que las Academias de pintura ejercían con los artistas y con el público interesado, se teorizó el valor de lo humilde, lo natural y lo sencillo. Así nacieron, entre otros, Courbet y Millet que trastocaron y modelaron el gusto pictórico de muchas generaciones de pintores y de futuros aficionados al arte. Con ellos se revalorizó algo que nunca se había olvidado, la fuerza de la tierra y la vida de la gente ordinaria pintada. Hombres del norte llevaron al Mediterráneo el detalle y la claridad de su luz tamizada. Sus escenas sencillas, domésticas y campesinas, están llenas de nobleza y gracia, valor y dignidad como las grandes gestas heroicas que otros pintaban.
El nuestro es un mundo y un tiempo que siempre quiere ver bondad en la Naturaleza y sus consecuencias, pero ni ella ni ellas son clementes ni misericordiosas.
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96H
-“Dos actores no simulan darse un beso, se lo dan. Los sentimientos se pueden esconder, los hechos no. Por eso no tengo celos de los hombres que amaste y sí de los que solamente te llevaste a la cama para tu placer. ¿Cuándo mentiste, amor mío?, ¿cuando fuiste sincera con unos o cuando tu cuerpo dijo la verdad a los otros? Con los primeros no lo sé, pero con los segundos estoy seguro que sí.” (El hilo. Cartas a una amiga.)
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96M
-“Sí, querido Víctor, aunque haces medio trampa al convertir la mentira en un sinónimo de sentimiento, tienes razón, amar es una manera de mentir sin engañar, en cambio, fornicar es todo lo contrario, aunque engañes nunca mientes. En el amor no nos importa que nos mientan, lo que nos duele es que nos engañen. Yo nunca te mentí, sin embargo ahora desearía no poder engañarte si tú quisieras, pero no quieres. No me engañes tú entonces, amado mío, y dime, aunque sea mentira, que me quieres.” (La madeja. Cartas a un amigo.)