lunes, 11 de mayo de 2009

El peletero/El blog apócrifo de María (y 7)



16 Marzo 2008

Creo que debo algo a alguien, pero no sé exactamente a quién, bueno, sí lo sé, me asusta decirlo, siento mucho respeto por ellos y me cuesta pronunciar sus nombres, pero para eso son los blogs secretos, donde todos los nombres son falsos, pero los sentimientos son verdaderos.

En primer lugar me debo a mi misma, a mi esfuerzo, a mi locura, a mi valentía, a mi irresponsabilidad, a mis errores, a todo el daño que he causado y todo el bien que he prodigado, con mis palabras y con mis manos, con mis caricias y con mi dinero.

Siempre pensamos que el bien debe de ser eterno, durar siempre, y no es cierto. El bien apenas puede durar unos segundos con una sonrisa, unos días o unos meses.

También debo mucho a Enrique, a mi esposo, al que eché de casa llenando con sus pertenencias unas cuantas bolsas de basura. Solamente así entendió que debía irse. Ahora es mi compañía perfecta y también el destino ideal de mi amor. Más que mis hijos.

Debo a mi padre, lo cito ahora, pero él es comida aparte. No debo mezclarlo con mi vida, él pertenece a otra, a otra vida en la que yo me asomé durante un tiempo.

También debo algo a ese fantasma de las cartas que me atormenta con dulzura cada vez que bebo más de la cuenta.

Quizás se lo deba también a ese otro que es demasiado gordo y al que un día pagué con dinero para que me ayudara.

Seguro que debo a muchos más que ahora no recuerdo, algo a mis hijos, pero poco. Y también a todos mis amantes, a los de antes, a los de ahora, y a todos los que vendrán.

Todo eso que cuento en este blog secreto puede parecer raro y extraño. Y morbosa la parte del sexo, esa peculiar necesidad de él y al mismo tiempo ese distanciamiento necesario y desprendido.

Todo el mundo habla de sexo, básicamente los que no lo practican o lo practican poco o mal. Eso debe ser lo que me sucede a mí, que lo practico poco y seguramente no muy bien, aunque eso sí, me acuesto con quien me da la gana. No siempre es buen sexo, pero es variado y eso palia muchas de las deficiencias que pueda haber, especialmente una de muy importante, la rutina y el aburrimiento. Además, como le sucede a mi esposo, irse a la cama con gente diferente mejora el amor propio, es una bobada psicológica, pero es así.

Yo nunca pago mi sexo, pero exhibo el dinero que tengo. No pago pero “estimulo”. Sí lo hago con las jóvenes que pongo en bandeja de plata a Enrique sin que él lo sepa. Para mí solamente necesito abrir el billetero y dejar que asome un poco el fajo de billetes, apenas he de hacer más, con eso es suficiente. Es tan fácil que no puedo evitar tener una opinión cada día más decepcionante de hombres y mujeres. Es así, “is not my fault”, el dinero es la miel, ellos y ellas son las abejas, las moscas y las avispas también, y yo, solamente soy el tarro. No hay más.

Bien, en realidad sí, hay algo más. ¿Qué?, ¿el amor?

Mi hijo creo que me odia, en cambio mi hija me adora aunque no termina de comprenderme. Enrique dice de mí que soy una mujer bondadosa, me ama porque no trata de comprenderme, al fin lo ha entendido, no pregunta.

Pero si necesita algo me lo pide, y yo se lo doy.

Creo que es un buen trato.

Ni él ni yo nos arrepentimos de nada.

Los auténticos paradigmas son difíciles de encontrar. La mayoría de las veces, todo acaba siendo una mera dificultad psicológica. Yo no sé cómo se construyen paradigmas, pero un camino para ello, es crear un poco de misterio a través de alguna escena onírica que trate de explicar el sentido de los sucesos meramente descritos. Es la misma lógica de las casualidades poéticas. Ésa también es una manera de no contarlo todo y dejar abierto el texto para que cada cual lo termine según le convenga. En los relatos tan cortos todo hay que decirlo con brevedad, precisión, y una sola vez.

Yo esta noche me quedaré en casa, (…) Me dedicaré a leer a mis filósofos de cabecera y a pensar en ti. Eso es lo que voy hacer, pensar en ti todo el rato hasta que me llegue el sueño, entonces te soñaré y te amaré desde el fondo de aquella penumbra que había en la (…).

Te amo mi cielo. Lejos o cerca te amo. Vestida o desnuda te amo. Despierta o dormida te amo. Lista o tonta te amo. Valiente o asustada te amo.

Aunque no me quieras te amo, aunque quieras a otros te amo y te amaré siempre.

Te amo.


-Dos “Dry Martini”, por favor.

-Agitados y no revueltos, ¿verdad?

-Eso es, Juan, dos verdaderas “balas de plata”.

-Enseguida.