miércoles, 30 de noviembre de 2011

El peletero/La Naturaleza


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

7. La naturaleza.

En la novela erótica francesa más famosa del siglo XVIII, (“Thérèse philosophe”, de Jean Baptiste Boyer, Marquis d’Argens (1703-1771)), la protagonista afirma que la Naturaleza es una quimera y que todo es una invención de Dios, así será, pero Él no construye quimeras, ellas son obra exclusivamente de los humanos que a través de sus máquinas y artefactos describen y explican el mundo y así mismos entre tempestades, muerte y enfermedades. Todas esas calamidades siempre han sido un buen motivo poético del amor y de sus remedos, el hombre es un rayo y la mente de la mujer es un viento que constantemente apunta hacia otro lado.

« Oui, ignorants ! la nature est une chimère, tout est l’ouvrage de Dieu. C’est de lui que nous tenons les besoins de manger, de boire et de jouir des plaisirs. Pourquoi donc rougir en remplissant ses desseins? Pourquoi craindre de contribuer au bonheur des humains en leur apprêtant des ragoûts variés propres à contenter avec sensualité ces divers appétits ? Pourrai-je appréhender de déplaire à Dieu et aux hommes en annonçant des vérités qui ne peuvent qu’éclairer sans nuire? (« Thérèse philosophe », Jean Baptiste Boyer, Marquis d’Argens (1703-1771))

Aunque en Sade muchos han destacado su humor escondido, la ironía de la desmesura, el despropósito cómico, otros han visto en él el vuelo sin alas y sin red, el deseo absoluto de libertad, el desafío, cuentan algunos, de Babel. El exilio permanente quiere finalizar en el cuerpo, hallar en él su casa, y encontrar esa lengua primordial que hablábamos antes de la maldición que nos dispersó por el mundo.

¿Qué es la Naturaleza? Rüdiger Safranski, en su excelente ensayo sobre “El Mal” (2000), se pregunta y nos pregunta: ¿Qué manda la “naturaleza”? Como en el caso de Rousseau a quien Goethe también se remite, la naturaleza exige que se retire el crédito a las reglas morales de la civilización, que cada uno se escuche a sí mismo y se guíe por el amor a sí mismo, que haga suya la propia naturaleza, en contraposición a la civilización alienada”.

¿La Naturaleza es el sexo o lo es la muerte?

-------------------------------------------------

“La señora de L era una de esas diosas cuya fortuna se debía a un bello rostro y a una conducta muy airada. Sus cabellos eran de un leve tono castaño, su figura era hermosa, poseía ojos de una singular expresión, y hacía gala de esa ingenuidad tan a la moda que, al conferir una gracia adicional a las pasiones, hace que se busquen cuidadosamente las mujeres de quienes se sospecha que la posee. Ella era además un poco malvada, en realidad totalmente desprovista de principios y, a pesar de esto, su corazón no estaba lo bastante colmado de depravación como para haber perdido toda la sensibilidad. Arrogante y libertina, así era la Señora de L.” (“Justine o las desdichas de la Virtud”, Marqués de Sade. (1740-1814))

-------------------------

“Ahora, ¡querido lector!, debo preparar tu corazón y tu entendimiento para el relato más inmoral que jamás se ha dado desde que el mundo existe. Semejante libro no se encuentra ni entre los antiguos ni entre los modernos. Hazte a la idea de que todo placer decente..., de que todo tipo de disfrute honesto está excluido a propósito de este libro, y si por casualidad encontraras alguno, lo encontrarás siempre acompañado de algún delito, o teñido de alguna depravación”. (“Las ciento veinte jornadas de Sodoma” (1785), Donatien Alphonse François de Sade, Marqués de Sade)

lunes, 28 de noviembre de 2011

El peletero/Imitar y retratar


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

6. Imitar y retratar.

Francisco Calvo Serraller, al que ya hemos citado, destaca, basándose en Panofsky y citando a Carducho, que la distinción manierista entre imitación y retrato (imitare y ritrarre) se fundamenta en la dicotomía entre sujeto y objeto. Así es, la polémica sobre la ficción artística es falsa pues nunca hay tal, siempre se dice la verdad incluso cuando se miente, y mucho más en el arte, cuanto más se miente más verdadero es. El dilema es otro que tiene que ver con la copia y el original, original en el sentido de origen, principio y comienzo, la pintura es verdadera cuando ella misma es el origen y el final, pero no el desenlace, aunque para ello necesite de ese modelo, que más que un hecho externo a la propia pintura es solamente un recuerdo.

Recordemos entonces que: lo que no se puede pintar de memoria no se puede pintar”, (Max Liebermann hablando de un profesor suyo citado por Ernst H. Gombrticn en “La imagen y el ojo”), la pintura pues, es una manera de recordar. “La copia, la imitación, la reproducción, el duplicado, el calco, la falsificación o el simulacro no existen entre la imagen y el supuesto modelo, la primera no es ni el doble ni la sombra del segundo porque las imágenes solamente se calcan entre ellas mismas. Se copian otras pinturas, las unas a las otras, nunca el modelo que se pinta, sea una persona o un árbol, una idea o un instante, la expresión de un sentimiento o el relato de unos hechos acontecidos”.

La pintura Barroca es fiel al discurso literario que la sustenta, a las histories que pretenden siempre elaborar y proponer un juicio moral y filosófico y que contienen todas las “imágenes” mentales y físicas de su civilización. Sólo a partir de la modernidad se querrá mirar de una manera desnuda, aislando el significado del significante, ignorando y eludiendo la tradición y la memoria, la pretensión será ver mejor, fundir arte y vida, pero tal propósito es una quimera, como los retratos de El Fayum, el silencio siempre multiplica los ecos. En algunos casos parece lograrse esa primera mirada cuando se cambia de paradigma cultural, como cuando se hace limpieza y se redecora una casa, con los nuevos muebles parece que todo cambie y, lo peor, es que en muchos casos es así, todo cambia.

“El pintor está ligeramente alejado del cuadro. Lanza una mirada sobre el modelo; quizá se trata de añadir un último toque, pero también puede ser que no haya dado aún la primera pincelada. El brazo que sostiene el pincel está replegado sobre la izquierda, en dirección de la paleta; está por un momento, inmóvil entre la tela y los colores. Esta mano hábil depende de la vista; y la vista, a su vez, descansa sobre el gesto suspendido. Entre la fina punta del pincel y el acero de la mirada, el espectáculo va a desplegar su volumen”.

(...)

“Quizá haya, en este cuadro de Velázquez, una representación de la representación clásica y la definición del espacio que ella abre. En efecto, intenta representar todos sus elementos, con sus imágenes, las miradas a las que se ofrece, los rostros que hace visibles, los gestos que la hacen nacer. Pero allí, en esta dispersión que aquella recoge y despliega en conjunto, se señala imperiosamente, por doquier, un vacío esencial: la desaparición necesaria de lo que la fundamenta –de aquel a quien se asemeja y de aquel a cuyos ojos no es sino semejanza. Este sujeto mismo –que es el mismo- ha sido suprimido. Y libre al fin de esta relación que la encadenaba, la representación puede darse como pura representación.” (“Las palabras y las cosas – Las Meninas”, Michel Foucault)

La pintura y el arte contemporáneos, con algunas excepciones como el surrealismo, rechazan el juicio moral porque no son capaces de elaborar ninguno, o piensan que juicio y moral son dos hechos contraproducentes y hasta perniciosos, su mirada es siempre un vuelo bajo y corto, son un gallo de granja, un teatro de gestos, una simple ironía o un alarde de color y malabarismo como esos circos solares sin caballos ni leones que domesticar.

En esa arena los hombres pájaro intentarán escapar del Minotauro y su acrobacia será siempre poner en peligro el propio cuerpo. A veces no hay red.

-------------------------------------------------

Concilio de Trento (1545-1563) XIX concilio ecumenico. Papa Paulo III. Julio III. Pío IV. Contra los errores del protestantismo y por la disciplina eclesiástica  

LA INVOCACIÓN, VENERACIÓN Y RELIQUIAS DE LOS SANTOS,Y DE LAS SAGRADAS IMÁGENES

Manda el santo Concilio a todos los Obispos, y demás personas que tienen el cargo y obligación de enseñar, que instruyan con exactitud a los fieles ante todas cosas, sobre la intercesión e invocación de los santos, honor de las reliquias, y uso legítimo de las imágenes, según la costumbre de la Iglesia Católica y Apostólica, recibida desde los tiempos primitivos de la religión cristiana, y según el consentimiento de los santos Padres, y los decretos de los sagrados concilios; enseñándoles que los santos que reinan juntamente con Cristo, ruegan a Dios por los hombres; que es bueno y útil invocarlos humildemente, y recurrir a sus oraciones, intercesión y auxilio para alcanzar de Dios los beneficios por Jesucristo su hijo, nuestro Señor, que es el único redentor y salvador nuestro; y que piensan impíamente los que niegan que se deben invocar los santos que gozan en el cielo de eterna felicidad; o los que afirman que los santos no ruegan por los hombres; o que es idolatría invocarlos, para que rueguen por nosotros, aun por cada uno en particular; o que repugna a la palabra de Dios, y se opone al honor de Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres; o que es necedad suplicar verbal o mentalmente a los que reinan en el cielo.
Instruyan también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo, que fueron miembros vivos del mismo Cristo, y templos del Espíritu Santo, por quien han de resucitar a la vida eterna para ser glorificados, y por los cuales concede Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que deben ser absolutamente condenados, como antiquísimamente los condenó, y ahora también los condena la Iglesia, los que afirman que no se deben honrar, ni venerar las reliquias de los santos; o que es en vano la adoración que estas y otros monumentos sagrados reciben de los fieles; y que son inútiles las frecuentes visitas a las capillas dedicadas a los santos con el fin de alcanzar su socorro. Además de esto, declara que se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, como hacían en otros tiempos los gentiles, que colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a los santos, cuya semejanza tienen: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes.

Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que se saca mucho fruto de todas las sagradas imágenes, no sólo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, sino también porque se exponen a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, con el fin de que den gracias a Dios por ellos, y arreglen su vida y costumbres a los ejemplos de los mismos santos; así como para que se exciten a adorar, y amar a Dios, y practicar la piedad. Y si alguno enseñare, o sintiere lo contrario a estos decretos, sea excomulgado.

Mas si se hubieren introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. Y si aconteciere que se expresen y figuren en alguna ocasión historias y narraciones de la sagrada Escritura, por ser estas convenientes a la instrucción de la ignorante plebe; enséñese al pueblo que esto no es copiar la divinidad, como si fuera posible que se viese esta con ojos corporales, o pudiese expresarse con colores o figuras. Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces: como si el lujo y lascivia fuese el culto con que deban celebrar los días de fiesta en honor de los santos.

Finalmente pongan los Obispos tanto cuidado y diligencia en este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo. Tampoco se han de admitir nuevos milagros, ni adoptar nuevas reliquias, a no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo. Y este luego que se certifique en algún punto perteneciente a ellas, consulte algunos teólogos y otras personas piadosas, y haga lo que juzgare convenir a la verdad y piedad. En caso de deberse extirpar algún abuso, que sea dudoso o de difícil resolución, o absolutamente ocurra alguna grave dificultad sobre estas materias, aguarde el Obispo antes de resolver la controversia, la sentencia del Metropolitano y de los Obispos comprovinciales en concilio provincial; de suerte no obstante que no se decrete ninguna cosa nueva o no usada en la Iglesia hasta el presente, sin consultar al Romano Pontífice.

Fuente: http://www.es.catholic.net/

viernes, 25 de noviembre de 2011

El peletero/El cuerpo


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

5. El cuerpo.

Falte o sobre realidad en una obra de arte, de Velázquez siempre se ha dicho que no nos muestra la Naturaleza, y sí solamente una pintura, eso es lo que él quiere que veamos y lo que busca el Barroco, encontrar su especificidad como hecho óptico que se exhibe y que al hacerlo forma y conduce la mirada del que lo contempla, sus telas, y las construcciones arquitectónicas barrocas, son una representación, una nueva realidad que quiere ser original en su “mismidad” y no una simple copia de algo externo a ella. La realidad (la Naturaleza) no es una imagen, si bien, una imagen es real.

“El cuerpo del hombre es siempre la mitad posible de un atlas universal. Sabemos que Pierre Belon trazó, hasta el más mínimo detalle, la primera lámina comparativa del esqueleto humano y el de las aves: se ve ahí “el alón llamado apéndice que está en proporción en el ala, en lugar del pulgar de la mano; la extremidad del alón que es como los dedos en nosotros” (“Histoire de la nature des oiseaux”, París 1555, p. 37, P. Belon) Toda esta precisión sólo puede ser anatomía comparada para quien la ve armado con los conocimientos del siglo XIX. Sucede que la reja a través de la cual dejamos llegar hasta nuestro saber las figuras de la semejanza, corta de nuevo en este punto (y casi sólo en él) lo que había dispuesto sobre las cosas el saber del siglo XVI.” (“Las palabras y las cosas – Las cuatro similitudes, la analogía”, Michel Foucault)

La fidelidad de una imagen, su naturalidad, es, en último término, una virtud psicológica y cultural, la cuestión básica pues, no radica en el grado de veracidad ni de verosimilitud y sí en el poder de evocación que una imagen posee. No obstante, el pintor Barroco, y después el pintor moderno, con Manet y Cézanne en su cabecera, pretende “desconectar” las imágenes de su inevitable “naturalismo” y de sus histories y conseguir que en una pipa dibujada no veamos ninguna pipa y sí y solamente una pipa dibujada, algo así como mirar igual que lo hace un recién nacido, o un moribundo, mirar por primera vez.

“Si bien Manet se encuentra todavía en el ámbito del naturalismo renacentista, aunque sólo sea como estrategia para desmontarlo, a partir de Manet los valores pictóricos puros van a substituir a los discursos legitimadores como fundamento de la pintura. (...) Manet hace enmudecer el discurso erótico y sensualista que presenta el desnudo femenino como un objeto de contemplación, en igualdad con cualquier otro objeto de la naturaleza. La Olympia de Manet no fue pintada para la recreación imaginaria de la forma de un cuerpo femenino en calidad de objeto natural, sino con el propósito de que ese cuerpo pasara a segundo término. Es la pintura misma la que ahí usurpa el protagonismo del cuerpo, no como “admirable habilidad” en la reproducción de un objeto perceptible, sino en tanto que ejemplo de pensamiento. Y es que Olympia no es una mujer: es una teoría de la pintura”. (“Manet le quita la palabra a Goya”, Félix de Azúa)

El cuerpo, y con él el resto de la realidad, comienza a “desdibujarse” y no se detendrá hasta su absoluta disolución en un fundido en negro cinematográfico que nadie, ni siquiera Malevitch, supo no dibujar. Ese “no dibujo” es también natural pues un ser “natural” lo ha concebido.

-------------------------------------------------

Da la simetría ojos, como dijimos, la anatomía vista: entra, pues, ahora la perspectiva a encaminar a su fin, que es el objeto; porque el que mira cosas de arte sin él, aunque tenga ojos y vista, no mira bien, porque mira atravesado, este vicio lo purga la perspectiva... por falta de este conocimiento he hallado hombres de mucha opinión y práctica que han hecho sus historias amontonándose unas con otras las figuras... y ciertos se ha de maravillar que, siendo tan principal este estudio, y no dificultoso de aprender, no se hayan dado a él, habiendo pasado por mayores dificultades, cuando en este ejercicio, con sólo compás y regla y una buena elección, se puede ejecutar diestra y seguramente, colocando todos los cuerpos de su obra en su término debido"

"Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura" (1675), Jusepe Martínez (1601-1682).

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El peletero/Lo mismo


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

4. Lo mismo.

La pintura moderna, que nace en el Barroco, se sustenta en la quimera del imán monopolar, de la cuerda de un solo cabo como si fuera la metáfora de un cadáver más que el de una naturaleza muerta.

La palabra clave es “mismidad”, expresión posmoderna aporística que tampoco dice nada fuera de parecer que dice algo (M. Bunge en su crítica a Heidegger) al decirlo de manera oscura y poco clara cuando en realidad se refiere a la ruptura de la relación entre sujeto y objeto al igual, pero al revés, que la que existe entre significado y significante, en la primera se elimina la distancia que los separa y en la segunda la que los unía.

Carducho (1576/1578-1638), en sus “Diálogos de la pintura”, formuló la teoría barroca de la “restitución” y aunque en apariencia sólo tenga que ver con una cuestión técnica y manual, la pintura pone y la escultura quita, incide claramente en la discusión sobre el naturalismo y el consecuente papel de la Naturaleza en el arte, y el del arte en la Naturaleza, sobre la legitimidad o el deber de simplemente imitarla o el de completarla, darle el sentido que no tiene por sí misma pues según parece carece de él. Pierre Bonnard (1867-1947) afirmaba lo mismo al decir que: “Para empezar un cuadro debe de haber un vacío en medio”. Sin embargo, Wallace Stevens (1879-1955) afirmó también, en uno de sus famosos aforismos, que un poema produce una ausencia en lo real”.

Con todo, todavía el tema polémico por excelencia de la doctrina artística de Carducho es su reflexión crítica acerca del naturalismo o, más precisa­mente, acerca del naturalismo caravaggista. Respecto a este asunto, se puede en principio decir lo que se quiera, menos que no apasionó a nuestro autor, ya que, de una u otra manera, lo trata a lo largo de tres diálogos consecuti­vos. Recordemos también que la postura de Carducho, si tomamos como modelo la interpretación canónica que hiciera Panofsky del significado del clasicismo, se aproxima mucho a lo que escribió Bellori, el cual también des­arrolló su sistema a partir de fuentes doctrinales del manierismo final (Lo-mazzo y Zuccaro). De hecho, en el tema clave de la necesidad de una imita­ción selectiva, que ya estableciera L. B. Alberti con valor de paradigma, vemos coincidir a Carducho y Bellori: «Todo lo criado debaxo del concavo de la luna se destempla y corrompe», escribe el primero, mientras que el segundo afirma, por su parte, que los cuerpos sublunares «soggetti alie alte-razioni e dalla brutezza... per l'inequalitá della materia, si alterano le forme, e particularmente l'umana bellezza si confonde, come vediamo nell'infinita deformitá e sproporzioni che sonó in noi». Pero, entremedias, ya se pronunciaron de forma similar Pino, Dolce, V. Danti, F. Zuccaro, etc. Más sin­gular es, sin embargo, la coincidencia entre Carducho y Bellori, cuando nues­tro tratadista formula que «el interior Pintor pinta en la memoria, o en la imaginativa los objetos que le dan los sentidos exteriores...», que es exac­tamente lo mismo que esa «ruptura imprevista», que resalta Panofsky, en el Bellori que declara que «la Idea artística en cuanto tal proviene de la con­templación de lo sensible». (El problema del naturalismo en la crítica del siglo de Oro, Francisco Calvo Serraller)

En este sentido es pertinente señalar la cita que nos proporciona Fernando Checa Y José Miguel Morán que sigue siendo plenamente válida en nuestros tiempos:

“Todo el mal actual proviene de una perniciosa costumbre, generalmente aceptada, que es la de trabajar a partir de la imaginación sin haber aprendido primero cómo dibujar según unos buenos modelos y componer de acuerdo según buenos principios. Ya no se ve a los jóvenes artistas estudiando la antigüedad; por el contrario, hemos llegado a un punto en el que es tal estudio es desechado por inútil y desagradable”. A. Balesta, díscipulo de Carlo Maratta (1625-1713), citado por Rudolf Wittkower (1901-1971) y recogido de “El Barroco”, de Fernando Checa, José Miguel Moran

Con todo, lo más interesante es la distinción entre imitar y retratar, los dos ejes o polos en los que habita el buen y el mal Arte.

De todo este complejo asunto, que concierne revolucionariamente las rela­ciones sujeto-objeto en la creación artística, quiero entresacar ya una curiosa formulación de Carducho que, con bastante originalidad, desvía un tópico tradicional al campo mismo de la polémica del naturalismo. Me refiero a la teoría de la restitución. Pero para plantear este tema es preciso previamente recordar ese «dualismo interior», característico del manierismo; esa oposición entre sujeto y objeto, que, a partir del precedente clásico de una imitación «icástica» y otra «fantástica», establece la diferencia entre el imitare y el ritrarre. (Ibid, Francisco Calvo Serraller)

A fin de cuentas es necesario resaltar, como contrapunto irónico, en esta polémica eterna que envuelve al naturalismo, la cita siguiente que certifica el volumen físico de la obra de Carducho y su precio de venta, doscientos cuarenta y siete maravedís, más naturalismo imposible.

-------------------------------------------------

Tassa.

Yo Lazaro de Rios Angulo Secretario del Rei nuestro señor, que por su mandado hago oficio de Escrivano de Camara de los que en su Consejo residen. Certifico que aviendole visto por los Señores del dicho Real consejo un libro intitulado, Dialogos de la Pintura, y excelencias della, compuesto por Vicencio Carduchi, Pintor de su Magestad, que con licencia de los dichos Señores fue impresso, tasaron cada pliego de los del dicho libro a quatro maravedis y medio, y parece tener ciencuenta y cinco pliegos, sin principios ni tablas, que al dicho respeto anota ducientos y cuarenta y siete maravedis: y a este precio y no mas mandaron se venda, y que esta imprimieren. Y para que dello conste de su pedimiento doi la presente. En Madrid a 17. del mes de Diziembre de 1633. años

Lazaro de Rios.

Diálogos de la pintura: su defensa, origen, esencia, definición, modos y diferencias” (1632), Vicente Carducho (1576/1578-1638).

lunes, 21 de noviembre de 2011

El peletero/Lo visto



Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

3. Lo visto.

Siempre hemos pensado que el verdadero paisaje es el paisaje pintado aunque el rostro de una persona no sea su retrato.

La realidad si no invisible carece de sentido, para dotarla de significado deberemos primero describirla de manera que la descripción la secuestre del magma amorfo en el que vive, la libere y le dé la autonomía necesaria, una identidad que todos puedan reconocer, volver a ver, que emerja del fondo opaco.

La pintura, y cualquier otra imagen artificial, exigen un “pie de foto” que, vaga o precisamente, sucinta o extensamente, la describa de una manera convencional para que cualquiera pueda identificarla como si de un bautizo se tratara.

Se ve lo que ya se ha visto, y lo que se ha llegado a ver es mucho pues vemos con los ojos de todos los que han mirado antes y al mismo tiempo que nosotros, juntos construimos una memoria colectiva que nos permite ver lo que miramos.

Pero, como ya hemos dicho, el rostro no es el retrato y en el misterio del primero queremos hallar el secreto del segundo: la imagen libre, su naturalidad, esa extraña desnudez que se revela sin palabras ni recuerdos.

“Esa consideración de lo natural como lo visto antes que como “lo especulado” se desarrolla definitivamente en Frans Hals, Vermeer, Rembrandt, Poussin y Velázquez. Abandonando por completo preceptos como el de Jusepe Martínez para el que “los contornos en lo que imitaren” han de ser “la principal ocupación del pintor”, fundan su pintura en la supremacía de los valores visuales sobre cualquiera otros. El ojo se constituye así como el órgano esencial del sistema Barroco de conocimiento y, de esa manera, Gracián podrá calificarlo de “miembro divino” que “obra con una cierta universalidad que parece omnipotencia” (...) La idea gracianesca del mundo-ojo explica a la perfección lo que puede denominarse experiencia de la pintura de Velázquez, que no es otra cosa que un estudio acerca de las posibilidades y propiedades de representación del fenómeno de la visión”. (“El Barroco”, Checa-Morán)

Quizás por ello, siglos más tarde, Wallace Stevens (1879-1955) escribió en sus “Trece maneras de mirar a un mirlo” que:

“Entre veinte montañas nevadas,
lo único en moverse
era el ojo del mirlo.”

-------------------------------------------------

Aviendo de tratar de la Pintura, es cosa conveniente para mayor claridad de lo que cerca della se dixere començar de su definición, i esplicarla en este primer capitulo: para que sirva de fundamento à la grandeza de sus excelencias, i disponga el animo de sus aficionados, a la atenta cosideracion de lo que en este discurso se tratare. I porque el Maestro Francisco de Medina (en cuya muerte perdieron las buenas letras gran parte de su valor) no hallando satisfecho de ninguna de las definiciones que de la Pintura avia visto a instancia mia, escrivio una, con su explicación, me parecio justa cosa ponerla aquí: por onrar este discurso con la autoridad de varon tan docto, i por el gusto q suele causar la diferencia, dize desta manera.

Pintura es Arte que con variedad de lineas, i colores representa perfetamente a la vista, lo que ella puede percibir de los cuerpos.

La vista percibe de los cuerpos el tamaño, la proporcion, la distancia, los perfiles, los colores, sombras, i luzes: el relievo, las figuras, i posturas; i los varios gestos, ademanes, i semblantes que aparecen; según son varios los movimientos, acciones, i pasiones del cuerpo, i del alma.

Los cuerpos, cuyas imagines representa la Pintura son de tres generos, naturales, artificiales, o formados con el pensamiento, i consideración de l’alma.

Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas” (1649), Francisco Pacheco (1564-1644).

viernes, 18 de noviembre de 2011

El peletero/La isla

Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

2. La isla.

Al mismo tiempo que John Donne (1572-1631) afirmaba en sus “Devociones para ocasiones emergentes” que: Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.” Porque cada uno “es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.

...Descartes (1596–1650) discurría y sólo estaba seguro de que pensaba, todo el resto eran dudas, los sentidos no son, según le parecía, fiables. Para él la experiencia básica del pensar, y del ser, sobre la que no se pueden tener dudas era la misma duda. Sus reflexiones, sin embargo, lo individualizaban y lo convertían, al revés que al poeta inglés, en una isla cuyos límites, quieras que no, eran los de su propio cuerpo.

“Mientras quería pensar que todo era falso, era preciso necesariamente que yo, que lo pensaba, fuera algo, y observando que esta verdad, pienso, luego existo, era tan sólida y tan cierta que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos eran incapaces de derribarla, consideré que podía admitirla sin escrúpulo como primer principio de la filosofía que buscaba” (“El discurso del método”, Parte IV, (1637), René Descartes)

Cada época construye la máquina que es nuestro organismo, en el saber y en el hacer cotidianos, y en los artilugios que fabricamos, la encontramos, y también al pensarla, pintarla y vestirla la vemos, pero en la enfermedad y en la muerte, en su nacimiento y deterioro, en la necesidad de dar destino a sus inútiles despojos es como mejor se narra su historia.

Philippe Ariès nos cuenta en su “Essais sur l’histoire de la mort en Occident”, que de la familiaridad de la muerte y de los muertos que se vive en la Edad Media se pasa, al final del siglo XVIII, a considerar la muerte de la misma manera que el acto sexual. Son numerosas desde el siglo XVI en adelante las imágenes eróticas de la muerte rompiéndose el hábito y la intimidad que con ella se tenía. El Sr. Ariés cita a Rochefoucauld (1613-1680), cuando afirma que: “el hombre no puede mirar más de cara ni al sol ni a la muerte.” Y nos recuerda que: “A partir del siglo XIX, las imágenes de la muerte son cada vez más raras y ellas desaparecen completamente en el curso del siglo XX, y el silencio que se extiende ahora sobre la muerte significa que ella ha roto sus cadenas y se ha convertido en una fuerza salvaje e incomprensible.”

Es difícil estar de acuerdo con las frases anteriores teniendo en cuenta las guerras del siglo XX, pero bien podríamos soslayar nuestras discrepancias afirmando que las imágenes son de los muertos y no de la muerte misma a la que se rehúye y aparta de nuestros pensamientos.

Sin embargo, ella, la muerte, es la otra experiencia básica de nuestro ser sobre la que, paradójicamente, no dudamos aunque no la podamos pensar pues no se puede pensar estando muerto. Sólo pensamos las muertes de los demás que es una manera de hacerlo igualmente de sus vidas. Por ello John Donne afirma también en sus “Devociones…” que: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti. "

-------------------------------------------------

“Cerró con esto el testamento, y, tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo. Andaba la casa alborotada; pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto.

En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos, y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.”

“El Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha”, Capítulo LXXIV: De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte. (1615). Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El peletero/El centro


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

-------------------------------------------------

1. El centro.

La base de cualquier análisis de una obra de arte debe ser la que expuso en su día E. Wölfflin (1864-1945) en: “Prolegómenos para una filosofía de la arquitectura”, (1866) y que más tarde reiteró el célebre historiador alemán en su posterior y famoso ensayo: “Renacimiento y Barroco” (1888), cuando escribió que: “la organización de nuestro cuerpo es la forma bajo la que comprendemos las formas corporales del arte”; (...) “las leyes de la estética formal no son sino las condiciones de posibilidad de nuestro bienestar orgánico”.

Ambas afirmaciones las recogemos de la Presentación que realizó, para el segundo de los libros citados, Bernard Teyssèdre, tesis que nos recuerda él mismo ya fue expresada también por Jacob Buckhardt (1818-1897) al afirmar: “el sentido determinado de la forma (que implica la génesis de un estilo expresa) el ser físico del hombre”, “en una palabra el sentido vital de una época”.

En 1600 nuestro corazón se encontraba, igual que hoy, a nuestra izquierda, nuestros genitales entre nuestras piernas, y aunque todavía pertenecieran ambos a las simas desconocidas de las fantasías su forma empezaba a emerger, cada vez más nítida, de un fondo oscuro y antiguo.

Copérnico (1473-1543) cedió el centro del Universo a un sol que Josué no pudo haber parado, Galileo (1564-1642) lo certificó un siglo después, pero Calvino (1509-1564) quemó por hereje a Miguel Servet (1511-1553) en la hoguera de la muy puritana ciudad de Ginebra.

Ignoramos si el verdadero centro es una pira, un astro incandescente, el corazón que late bajo nuestro pecho o si, en cambio, lo son los órganos sexuales que nos acompañan tanto como nos importunan, pero, sin duda, sí lo son nuestros ojos que pueden incluso mirarse en los ojos de los demás.

-------------------------------------------------

“Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.

Por estas y otras razones te condenamos, Miguel Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo.”

(Sentencia contra Miguel Servet dictada por el Petit Counseil de Ginebra, 1553)

José Baron, “Miguel Servet: Su vida y su obra”, Austral, publicado por Patricia Damiano en “Ignoria” el 15 de agosto de 2010 ·


---------

viernes, 11 de noviembre de 2011

El peletero/Marco (y 5)

Y 5.
Mi curtidor, al que compro las pieles que pinto, afirma que morimos igual que fornicamos, como conejos asustados, tiene razón, mis clientes me lo demuestran cada día al querer parar el tiempo. Los más ancianos afirman que la vida transcurre demasiado rápida, aciertan también en ello, pero ignoran que los acontecimientos ocurren deprisa porque todo ha sucedido ya y no volverá a repetirse, el azar es fugaz y escurridizo, no es jamás un cuento vuelto a contar.

Solamente podemos pintar el pasado, el presente es invisible y el fututo no se puede recordar. Gala y yo, al hablar, lo hemos convocado y en nuestras palabras se ha encarnado como si hubiéramos construido un ídolo, una casa común, un abrazo.

Gala está enferma, se muere, y quizás por ello me ha pedido, por primera vez, que decore sus habitaciones en las que nunca he estado, que dibuje en ellas alguna escenografía arquitectónica que ensanche su casa ya que no puede ampliar el tiempo que le queda.

Las simulaciones arquitectónicas pintadas decoran un espacio vacío como si fueran el escenario de un teatro griego, como él, ellas también, están elevadas por encima de la línea del suelo y del horizonte gracias a un zócalo que nos hace levantar la mirada. El entablado es una cama y un altar en el que ocurren los acontecimientos y por ello el poder es esencialmente teatro, un drama, trágico o cómico, que representa una recreación en la que no siempre están claras las reglas del juego porque la casualidad, como en la arena del circo, mata a quien le parece y no solamente al que nos disgusta. En el circo y en el anfiteatro la vida transcurre por encima de ese zócalo, más allá de nuestros ojos.

------------

El juego erótico es igualmente una guerra y un simulacro, una disputa y un divertimento sangriento o banal en el que la pasión no debe de someternos más que el deslumbramiento fugaz o la tristeza momentánea, el tedio que sobreviene después del coito. Las personas hemos de sobrevivir tras las máscaras que nos protegen de la realidad, pero la pasión siempre nos atrapa, nos ciega, es una niebla y como si fuera un parásito que vive a nuestra costa nos encadena, una rémora que se desplaza a nuestro paso y que por sí misma, al igual que el deseo, no distingue ni rostros ni identidades, o somos célibes y ascetas o nos convertimos en promiscuos y en unos adúlteros permanentes aunque sólo sea de pensamiento, pero sin duda hay otra alternativa: la muerte de los amantes en el mismo instante, un final trágico, necesario y, sin duda, feliz al convertirlos en virtuosos a la fuerza y en el que la belleza, de cuerpo y de alma, se reviste, como una caricia erótica, de heroísmo al derrotar a la soledad.

¿Se gobierna como lo hace el capitán con su nave o el caballero con su caballo?, Eros y Venus más parecen el segundo y Marte el primero o viceversa. ¿Se da calor o sombra?, ¿damos o cogemos?, ¿miramos hacia arriba o buscamos el centro? Sin lugar a dudas el sexo de los amantes es un foco, un ónfalos aunque uno de ellos esté arriba y el otro debajo; es un animal salvaje, un potro o, quizás, un escualo, un delfín también, una ola que debemos cabalgar, que va y viene y que viene y va. El deseo, más que el placer, es una rara sabiduría, una extraña verdad que nos cuenta de manera descarnada que representamos al mismo tiempo al asesino y a su víctima, porque todos somos Edipo que no sabía lo que se hacía porque deseaba los deseos de los demás, estaba ciego aunque todavía no se hubiera arrancado los ojos. Dejar sus cuencas vacías al descubrir la verdad fue un símbolo, una manera de liberarse de unos recuerdos que ya no podía permitirse tener, una forma de castrarse.

Gala venia y se iba de mi estudio como una ola, pero se marchaba con una tableta pintada debajo del brazo que yo le pintaba y en la que dos parecían fornicar sin demasiados miramientos, es decir, ciegos, aturdidos, que es cómo se debe de yacer si se quiere copular bien y de la forma correcta, mirando sin ver si la que está contigo es una desconocida o tu madre, un pasavolante o tu hijo.

El retrato es silencio y ausencia, es un umbral y como toda pintura una frontera. Los retratos visten a sus fantasmas igual que los sudarios a los muertos, pero ellos no son, como en la vida que llamamos real, ninguna máscara. Todos, tarde o temprano, deberemos atravesar un valle silencioso acompañados de una mujer predispuesta a cortar “lo que salga”, y saber, como dijo Anaxágoras, que los fenómenos son lo visible de las cosas desconocidas.

Algunos han pintado en mansiones secretas los Misterios, esos derechos de paso, esas guías para no perderse y encontrar las estrellas que nos señalan la otra orilla. Mis arquitecturas no llevan a ninguna parte, ni al otro lado ni a nuestra casa ni son reales ni mentirosas tampoco, en ellas no hay nadie, ni figuras ni animales, ni plantas ni flores, aunque algunas veces pinto, medio escondido al fondo del jardín, algún ciprés.

¿Por qué cerramos los ojos a los cadáveres?, porque la luz proviene de ellos, de los ojos y no del sol ni del fuego, sus rayos son unos puentes entre islas que nos permiten viajar de la misma manera que lo hacen los pájaros y las palabras, las mías y las de Gala que me dice que su esposo la gira de espaldas desnuda y le besa la nuca al levantarle sus cabellos oscuros mientras sus manos le acarician los senos, ella siente su falo clavarse en su espalda, allí donde empiezan las nalgas y buscar ansioso su ano estrecho y angosto, Gala pretende girarse y besarlo, me cuenta que quiere hundir su lengua en su boca, apresar la de él y asirle el miembro con sus manos untadas en aceite, pero su esposo no la deja para que así aumente, y crezca sin fin, su celo de él, ese ardor que quema y no consume. Eso me dice que hace para que yo lo imagine, lo vea y lo pueda pintar para ella.

¿Y qué le hacéis vos a él, le pregunto a mi vez sin pestañear?

Con parsimonia y sin apartar la vista de la mía me lo cuenta también, pero yo, aquí, no lo revelaré pues para ello, quién quisiera saberlo, habría de pagarme lo que le pidiera que es mucho, pero que no es más que lo que me merezco por pintar, con tantos pelos como señales, lo que hay dentro de mi, en la luz de mis ojos y de mi cráneo hueco, y eso, la verdad, no hay rico ni mendigo que lo pueda pagar.

Su encargo de pintura arquitectónica para su casa es una especie de invitación, cuando me presente, con mis bártulos de pintor, encontraré y descubriré lo que ya sé, su soledad irreparable, que es igual que la mía, por eso le regalaré el retrato que le he pintado durante todos estos largos años en una fina y pequeña tabla de madera envuelta en un paño blanco y limpio de algodón, así sabrá que ni ella ni yo hemos estado solos desde el día en que nos vimos por primera vez. Nos observarán celosos, desde el Hades, su esposo y mi Esther, y nos pedirán, una vez más, que no los olvidemos.

No lo haremos, pintaré una barca y traspasaremos las columnas de Hércules, nos acompañarán los delfines y, al igual que hacen los guerreros celtas, perseguiremos al sol en busca de unos ojos negros que siempre nos mirarán.

jueves, 10 de noviembre de 2011

El peletero/Marco (4 de 5)

4.
Entre palabra y palabra se desgrana nuestra conversación, ese diálogo tranquilo y tan estimulante como lo es hablar de lo que ya se sabe con alguien desconocido, una relación de cliente a orfebre que casi es una metáfora; entre ambos se establece una analogía mientras la escucho, pinto, dibujo y coloreo lo que me dice procurando ser el mejor alumno de un aula en la que sólo estamos ella y yo.

A veces sus pesos y medidas, sus palancas y sus apoyos me recuerdan a los de un arquitecto o a las de un fino ingeniero, pero en otras ocasiones creo estar entre las cucharas y las ollas de una cocinera voluptuosa que sonriendo da a probar a su comensal una muestra de la mejor sopa de pescado.

En ocasiones señala su propio cuerpo resaltando con sus manos sus volúmenes y me manifiesta la falta de arrugas y verrugas, y en una ocasión me mostró, incluso, su sexo abierto únicamente para que lo viera y lo pudiera oler y dibujar mejor, igual que si fuera, decía, las flores de Venus, el origen del mundo, allá donde su marido quiere regresar cuando muera porque cuenta que antes del feto hubo un coito, el de sus padres queridos que ya han fallecido y que, como todos, copularon como cualquiera.

No poda esa flor, la deja crecer y reverberar, no se depila ese centro del universo como la mayoría, en eso su señor es anticuado y prefiere la exhuberancia de los impenetrables y profundos bosques germanos, llenos de pinos y castaños, que los desiertos de los caldeos más llenos de pozos secos que de oasis húmedos y fragantes.

Le gusta que la mujer se pose encima, y asegura, sin atisbo de duda, que ellas cabalgan mejor al no tener nada que les cuelgue entre las piernas. No le digo que no, respondo, pero las ubres bailan si no se las aprisiona, sueltas pueden desequilibrar al más estancado. Me dice que sí riéndose, que los pechos sueltos de una mujer, bailando como peonzas, desequilibran al más pintado, parsimonioso y desapasionado. Pero también prefiere la postura del perro y entrar y salir de dentro de cualquier agujero aunque sea la famosa cueva de los vientos y ella misma la parte masculina y su esposo una pobrecita virgen asustada. 

En esa clase de disertaciones y diálogos se desarrolla nuestra relación artística y pornógrafa en la que trato siempre de satisfacer a la señora usando solamente la plática y la maestría de mi corta lengua hablada y mis pobres manos que exclusivamente retienen, entre su índice y su pulgar, un sencillo pincel o, también, un tosco y grueso carbón negro, más negro que el negro que se pueda pintar o imaginar en esas entrepiernas que escupen rayos, truenos y el fuego de más de mil vesubios, calderas y fogones.

------------

Dicen que el mundo no se puede explicar y que la lengua que usamos para describirlo es una invención, una quimera, siempre se habla sobre lo que no existe, se cuenta lo que no sucedió, se pintan los sueños y se describe solamente un universo irreal, por ello Gala y yo repetimos lo mismo, hablamos del sexo de su matrimonio, una excusa, algo que sólo vive para nosotros en esa pequeña estancia íntima de mi estudio, un coto vedado, nuestra particular anacoresis común.

Han ido pasando los años, le he pintado decenas de tablas y advierto, de una manera simple y sencilla, que he visto a Gala tan desnuda como la podría haber contemplado si yo hubiera sido su esposo o su amante diario. Ella y yo, aunque no nos conocemos ni nos conoceremos jamás, hemos estado jugando a conocernos hablando de una extraña fontanería que no conduce el agua a ninguna parte como afirmaban, en sus famosos diálogos estoicos, Augustus y Fidelius, padre e hijo, que igualmente conversaban sobre amores no consumados como lo hacemos Gala y yo, platicando solamente.

Hablando de los otros hablamos de nosotros, y... Gala me ha estado mintiendo, no me ha contado la verdad, o al menos no de una forma correcta, su esposo murió unos años antes de venir a verme el primer día, y sus dos hijos fallecieron al poco de nacer. Vive sola con unos pocos esclavos viejos.

Conmigo ha construido una sencilla farsa a medias, revivir a su marido en nuestras entrevistas cuando de él sólo queda una máscara mortuoria de cera. Tampoco tuvo ninguna juventud disipada ni le gusta el teatro ni la música especialmente más que lo que gusta a cualquiera, no yace ahora ni lo hizo antes con ninguna mujer ni con ningún esclavo ni amante ocasional.

Todo ha sido una simulación para continuar viviendo a su lado gracias a mí.

La única realidad es que sólo ha tenido, y ha conocido, a un hombre en su vida, él, su esposo que la desposó; es cierto también que le fue absolutamente fiel y que siempre lo amó como siempre ha dicho, con ternura y pasión, con dulzura y energía, con absoluta decisión.

Podría parecer, entonces, que sólo habla de oídas, que las fantasías que me pide en mis pinturas las ha escuchado, o visto, en otros, pero no es cierto, sabe bien lo que cuenta y conoce perfectamente y por sí misma cada uno de los detalles que describe mucho mejor que mis putas que no recuerdan ni siquiera una décima parte de la mitad de lo que han hecho con los hombres con los que han estado durante el día.

Así es, Gala es viuda y lo es desde hace mucho, la mujer de un solo hombre; su esposo murió en las guerras de los emperadores hispanos y ella lo añora y lo revive conmigo en mis dibujos, lo sé desde casi el principio y ella sabe que lo sé, su amor y su devoción la traicionaron, y sus palabras la delataron, en ellas encontré la verdad.

Yo, Marco, sólo soy un pretexto, un instrumento, su mejor espejo, no me importa, ¡qué más da!, yo también tengo a mi cocinera, a mi Esther, a la única mujer de mi vida y a la que siempre he sido fiel igualmente, a mi niña que recuerdo cada día y cada noche de cada día sin olvidarme de ninguna.

Gala y yo no nos hemos tocado ni rozado nunca, hemos, en cambio, conversado y nos hemos contemplado en mis tabletas de madera que he pintado y de las que emergen unas imágenes que hacen realidad nuestros pensamientos igual que si un dios, al apiadarse de nosotros, abriera una ventana para juzgar nuestros corazones, simples manzanas de un jardín secreto, verdes y maduras, que habremos de comer como caníbales para poder sobrevivir.

Noli me tangere”, dicen que le dijo Jesús a Magdalena cuando le vio resucitado, no soy el que era, no debes ni puedes tocarme.

Durante este largo tiempo he ido dibujando en secreto su retrato, su bello rostro de ojos almendrados y de sonrisa esbozada que da a entrever que sabe aquello que ha de saber y que es únicamente lo que de nosotros depende. A ese deber nos hemos sometido los dos porque siempre hemos sabido que el daño del mundo es consecuencia de alguna clase de traición y de promesa no cumplida, en los tratos y en las infidelidades y lealtades rotas nace el rencor y la venganza, ella patricia y yo liberto hemos sido como dos hermanos o dos hermanastros, los tratos siempre justos y creo que, a pesar del teatro que nos hemos ofrecido, jamás nos hemos mentido.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El peletero/Marco (3 de 5)

3.
Gala es una patricia de mediana edad, casada y con dos hijos que se enaltece de la virtud que en otros tiempos revistió a su clase y que, según ella, engrandeció a Roma llevándola a dominar el mundo.

Está muy orgullosa del amor y de la devoción que siente por su esposo al que le proporciona esas pinturas de amores casi prohibidos entre humanos como si fueran entre animales.

Su vida transcurre tranquila, viven ambos una existencia retirada y medio solitaria en el campo en una pequeña hacienda austera y sin adornos; a sus años no le gustan las multitudes ni los banquetes, detesta las relaciones sociales que exigen a todos ser educados y amables sin desearlo, un esfuerzo por el que ya no se siente obligada y que rehúsa siempre que puede.

Cuenta que tuvo una juventud algo desordenada que recuerda con una mezcla de excitación y nostalgia, una época lejana que, en el fondo, añora, unos años demasiado llenos de bullicio y de esos invitados que en las fiestas comen demasiado, de amigos y de familia, de desconocidos y de pasavolantes, de actores y profesionales de la escena y de las artes, o de cualquier otra cosa que sirviera para dar espectáculo y servir de modelo a los demás. El más pintado aseguraba ser un flautista, un bailarín y el mejor amante del mundo o la más bella muñeca para usar y romper, un recuerdo de ayer. Músicos y saltimbanquis, acróbatas y engañabobos, iluminadores de cárceles y de estancias oscuras con fogatas que terminaban incendiando castillos de arena que habían creído estar construidos con roca compacta.

Pero después de las risas siempre vienen los llantos, el resultado es irremediablemente feo, zafio y antiestético, pero, lo reconoce Gala también, extrañamente seductor y atractivo, el regusto es amargo como el vinagre o la cerveza caliente que emborracha a pesar de su mal sabor.

Como describió Petronio en su Sutura, dentro de los cerdos asados algunos necesitan encontrar palomas vivas, efebos lujuriosos y vírgenes listas para desflorar.

Luego, es inevitable, hay que limpiar, tirar la basura y la porquería y comportarse con los demás como si nada hubiera ocurrido, que el recuerdo no nos estropee el presente, y aunque la primera labor la realicen los esclavos, la segunda solamente es cosa nuestra.

No se puede vivir permanentemente como si fuera el último día de nuestra vida, solamente es posible hacerlo si realmente lo es: el último día de nuestra vida. Sin embargo, cada uno se dice adiós a sí mismo de diferentes maneras, algunos buscan que el ruido les impida pensar, otros, en cambio, prefieren el silencio y ver llegar tranquilos el sol que los matará.

El amanecer es más asesino que la misma muerte.

------------

Eso ocurrió en su juventud, ahora, afirma rotunda, es una mujer fiel y tranquila, considera que las relaciones lésbicas que dice que practica, de vez en cuando, no cuentan como faltas ni engaños ni mucho menos tampoco como actos adúlteros; por ser entre mujeres piensa que no van más allá de un simple juego inocente, casi infantil, y que en ellos no hay traición ni deslealtad.

Es muy escrupulosa en los detalles gráficos e iconográficos que constituyen el ensueño pornográfico que me solicita que pinte, una simulación, naturalmente, un invento, una representación exagerada de sucesos que creemos observar en los demás o en otras pinturas que hemos visto, una mera y sencilla mimesis convencional pues deseamos solamente los deseos de los otros, fornicamos viendo cómo lo hacen aquellos que lo hicieron antes que nosotros en el teatro o encima de la mesa del triclinium, los coitos reales son siempre normalmente banales, rápidos, sin imaginación ni demasiado interés ni estético ni escenográfico fuera del mérito o el vicio de abrir algún que otro cuarto trastero.

Acude con ganas a mi estudio privado y en él tenemos, y tejemos, unas conversaciones largas, amenas y muy interesantes sobre gestos y ademanes, posturas y miradas insinuantes; ella siempre dice que le hubiera gustado ser una hetaira, una obra de arte en movimiento y éxtasis, una dama especial, bella, culta y elegante para hombres únicos, excelentes, inolvidables, esa clase de guerreros que saben, y lo saben bien, que solamente tienen la vida que perder.

En realidad pinto a su dictado las cosas que me sugiere que son muchas y que yo, de manera educada y atenta, también le propongo. No es remilgada y no distingue la convención y el prejuicio entre el dar y el tomar, y la diferencia sexual y moral que existe entre el amo y el sometido, y sí, en cambio, la social, gracias a la cuál, me dice, perdura el orden del Imperio y de las castas.

Siempre me pide que las mujeres que pinto, y en contra de lo habitual, muestren debida y deliberadamente los pechos al aire como si fueran sábanas que se deban aventar, no le gustan las fajas que las buenas costumbres les obligan a llevar aprisionándolos y sometiéndolos.

Es muy incisiva en las expresiones de los rostros en el momento del orgasmo y en el retraimiento que luego acontece, piensa que en ese rictus doloroso, y un poco bobo, se encuentra algún secreto que desearía desvelar y encontrar. Me pregunta si yo sé algo sobre ello y le respondo, con cara de inocencia, que no, que lo ignoro, que no tengo ni idea, que desconozco esos escondites lascivos del alma, pero si como pintor le puedo contar las mil historias que me describen las putas que venden mis dibujos, como hombre pienso que todo es mentira y que todos cuentan más de lo que saben y desconocen, y descaradamente el doble de lo que han visto. No quiero parecer delante de ella más sabio ni tampoco más ignorante de lo que soy, así que como siempre es mejor que las palabras no empeoren los silencios me callo y escucho.

Hay ocasiones en que la acompañan unos esclavos que sin mucho arte me ofrece como modelos y que practican unas cópulas raras y malabares de puros gimnastas, yo prefiero sus palabras, pero parece toda una maestra en morfología erótica y en geografía carnal y sensual, me recuerda a los médicos y embalsamadores egipcios que se han hecho famosos en Roma, sus lecciones de anatomía están muy concurridas por la población, son todo un espectáculo que compite con el del circo y bien merecería que alguien las pintara algún día en honor al detalle y al conjunto teatral que representan con los intestinos al aire y el gremio de galenos a su alrededor.

Siempre quiere que los penes estén bien pintados y bien colocados, las vulvas perfectamente perfiladas y en su sitio correspondiente, y que las felaciones no dejen lugar a dudas pues es una destreza que agrada mucho a su esposo y que ella, afirma también, practica con entusiasmo y pasión sin permitir que ni una gota del preciado semen se pierda o caiga al suelo. Yo le respondo que hace bien y le pregunto, sólo para pintar adecuadamente las expresiones de los rostros, si mientras tiene el miembro dentro de su boca la lengua la deja quieta o la mueve como las alas de un moscardón que recuerden el temblor y la vibración de las cuerdas de una lira, le digo que las mujeres semitas son muy diestras en esas artes que necesitan de la lengua y del idioma. Me responde que así lo hace al final, que vibra igual que la lengüeta de una flauta, pero que empieza solamente soplando como si de una buccina se tratara, y que, sin duda, suena mejor, más fina y más profunda, cuando no se olvida de acariciar los testículos de su esposo que ya no deben de colgar como badajos inertes y mudos sino, pegados al culo, parecerse más a los huevos duros de codorniz que a los de gallina.

martes, 8 de noviembre de 2011

El peletero/Marco (2 de 5)

2.
Desde entonces vivo solo, prefiero que sea así, no depender de nadie aunque no tenga qué comer; el recuerdo de Esther me continúa acompañando y con él tengo más que suficiente para seguir hablando conmigo mismo. Con todo, y de manera sorprendente, he conseguido, más bien que mal, mantenerme junto a un par de esclavos que limpian mi propia casa, cocinan y elaboran los pigmentos y los aglutinantes que utilizo para pintar y satisfacer a mis clientes que quieren ver pintados, en las paredes de sus mansiones austeras de patricios sobrios y justos, los palacios que tendrían si fueran reyes etruscos o sátrapas babilonios.

Mi reputación es buena, si bien me conocen pocos, no soy un pintor popular, solamente un mero artesano que ha de usar sus manos para trabajar. Procuro ser honrado en lo que ofrezco por las monedas que pido; vivo de una manera aceptable en mi pequeña y barata casa que poseo, pero no habría podido comprármela en las subastas públicas de deudores si no hubiera tenido algo parecido a una actividad paralela, medio secreta, y discreta, que me proporciona un suplemento económico, regular y muy importante; realizo pequeñas tablas eróticas y pornográficas para disfrute de aquellos que necesitan ver a otros fornicar para levantar su propio ánimo y miembro como si al mirarlas les proveyeran de las alas que ya no tienen y que seguramente nunca tendrán.

Reparto mis tabletas obscenas por los burdeles y prostíbulos de la Suburra, al lado de casa; son las mismas putas las que me las venden a cambio de una pequeña comisión y alguna que otra historia que me cuentan de voluptuosidades inconfesables, orgasmos desorbitados y posturas imposibles. Sus relatos, verdaderos o falsos, están llenos de mujeres perdidas y de hombres depravados, o bien de todo lo contrario, de honestas matronas y honrados varones que necesitan dejar de serlo para encontrarse a sí mismos transitando por calzadas peligrosas y desconocidas. La muerte siempre acecha y en la lascivia queremos creer que hallamos una manera de engañarla, ese juego bien explicado de entradas y salidas da lugar a mil anécdotas y enredos entre listos y tontos y en los que nadie, ni los unos ni los otros, consigue sobrevivir indemne y sin heridas.

Sus historias parecen ser también una escuela de la vida, una señal fidedigna y fiel del alma que se expresa a través del cuerpo, una manera de enfrentar y vencer el miedo, pero... Cuentan que comemos de la misma manera que besamos, que hablamos, cantamos y bailamos, que reímos y lloramos igual que copulamos, que nuestros gestos nos revelan como libros desenrollados, pero no es verdad, nada de todo ello es cierto fuera de la perspicacia y la sagacidad del ojo de la Medusa que con su astucia y clarividencia ve más allá de lo que se puede mirar y que no es nada que los pobres humanos podamos ver.

Dicen igualmente que las palabras y los silencios cuentan cuentos y patrañas que no están en ellos, son la música de las manos y los gestos, si quisiéramos verdaderamente conocerlas deberíamos arrancarles la piel a las mismas lenguas y a los labios que las pronuncian, desnudar las palabras porque el verbo calla cuando Venus danza y mis rameras saben de lo que hablan, ellas contemplan el mundo desde una atalaya que se eleva por encima de las nubes al encontrarse más abajo de los ombligos. Todo el mundo miente aunque diga la verdad y mucho más en los asuntos de Eros que en los de Plutón, el sexo es barroco como un capitel corintio o estoico a veces como uno dórico, nuestro mundo se adorna con palabras del segundo y con gestos del primero según le vaya, es un intento de revestir de buen gusto lo que de por sí nunca lo tendrá.

Pero nadie escucha, las voces entran por una oreja y salen por la otra, nadie presta atención y otros callan y no dicen nada porque hay cosas difíciles de entender porque no son fáciles de explicar.

Algunas prostitutas quieren pagarme con sus servicios, pero yo siempre he pensado que su carne no es comestible en el estricto sentido de la palabra y más prefiero un besugo al horno, un pollo de corral asado y un par de coles hervidas para mí, y mis dos esclavos, que su marisco que no se pesca en ningún mar ni río, ni llena mi olla ni alimenta tampoco nuestros estómagos.

Yo también sé de lo que hablo, si bien parezca uno de esos estoicos o impasibles cristianos que se enorgullecen de su celibato. He pintado muchos de los lupanares de la ciudad, sus habitaciones, sus paredes interiores y los muros que dan a la calle para anunciarlos, las cuevas de las famosas lobas romanas que han alimentado a todos sus ejércitos; en su día, de niño, bebí de esas ubres y percibo su olor a distancia, esa humedad extraña y ese olor dulce a despensa cerrada que como una trompeta muda reclama hombres para sí, y reconozco, sin lugar a dudas, el acorde de sus voces, ese timbre y esa manera curiosa de doblar la lengua hacia dentro cuando no pretenden contar todo lo que saben o no quieren confesar que se creen por conveniencia, o por ignorancia, todo lo que les cuentan.

La mayoría de los destinatarios de estas tabletas son hombres, jóvenes y mayores, muchos adolescentes y bastantes ancianos, aunque también hay alguna que otra mujer solitaria a la que le gusta verse pensando que es ella la reina de la orgía. Sea como sea mi mejor cliente es realmente una que se llama Gala que dice que compra mis dibujos para su esposo al que parece le faltan las fuerzas para alzar su propio vuelo y su propia espada.

Mis dibujos estimulan el deseo azorado y vergonzante de los clientes que así se deciden y pagan más de lo que habían pensado en gastar al salir de casa. Anudo, en una sola imagen, pasado, presente y futuro, en ellas, en el deseo que alimentan mis dibujos pornográficos, ven posible vivir ahora de un recuerdo, propio o ajeno.

Porque los recuerdos no son sólo nuestros, algunos los regalan y otros los roban.