2 Mayo 2009
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(1) Parafraseando « Les mots d’amour », de C. Dumont y M. Rivegauche, cantada por Edith Piaf.
35. El lobo.
Entonces déjame citarte una frase de “El imperio del sol”, de J. G. Ballard. Siempre me han gustado las historias de niños solos que deben arreglárselas sin la ayuda de nadie, Pere, mi padre, fue uno de ellos. Ballard dice: “En una guerra real nadie sabe de qué bando está, no hay banderas, ni comentaristas, ni ganadores. En una guerra real no hay enemigos”
Eso, peletero, es lo que siempre has puesto tú en mi boca, y yo he tenido que declamarlo porque nada podía hacer para evitarlo, pero me parece que sólo es una manera brillante, aunque demasiado dramática de desviar la atención. Si no hay enemigos es que todos somos enemigos.
Estás blando, Gordo, blando y tonto, parece que estemos intercambiando los papeles y tú seas yo, ¿qué te sucede?, ¿no te ha quedado clara mi disertación sobre las mujeres? Eso es lo que está sucediendo ahora en el mundo, querido amigo, una absoluta decepción, guerra total sin cobertura ideológica. La disputa y el dilema están en manos del legislador y los jueces, y ambos nos han engañado o no han cumplido con su deber, no han sabido o no han querido delimitar los márgenes de qué es o no es un delito. Se han acomodado y se han vendido al dinero fácil. La supervivencia escueta y limpia. Hitler quería espacio vital para su invento ario, ahora necesitamos energía vital sin coartadas, ya no quedan excusas, o razones o motivos inventados, gracias a Dios ya no quedan ideologías. La trampa más habitual en economía es falsificar billetes. Antes imprimían papel ahora alteran los balances, piden crédito respaldado con garantías hinchadas artificialmente y nadie ha sabido desenmascararlos. Gracias a nuestros legisladores ahora nadie sabe a ciencia cierta dónde termina la legalidad y empieza el delito, nuestros políticos no han impedido que se puedan vender o comprar las cosechas futuras de cualquier país como si esto fuera una casa de juego. Incluso la familia, el último reducto, lo hemos destruido hablando bien de los amigos, de la amistad y de todas esas monsergas, esos amigos que creemos elegir frente a la familia que decimos se nos impone por la genética. Muchos, al hablar así, se creen más libres, tanto despilfarro emocional para terminar amando al perro que le compraron anteayer a su hijo, ese niño que vive en casa. Todos afirman esperando que les den un premio por su sabiduría, que prefieren a los animales antes que a los humanos, pero la zoofilia sigue estando mal vista.
Siempre hablas así, hablas de lo que te da la gana, peletero, nunca respondes adecuadamente a nada, te impones avasallando al otro al hablarle de cosas que sabes que no sabe. Pero yo sé todo lo que tú sabes y yo no puedo saber más que lo que ya sabes que sé. Así que estamos empatados, pesamos lo mismo, las mismas toneladas, somos dos pares de Gordos y constantemente nos hacemos trampas, así, como puedes suponer, no se va a ninguna parte.
No sé tú, pero yo no paro de moverme. Nadie parará en ti si no te mira o te escucha, nadie sabrá que existes si no gritas improperios o cantas bien, con hermosa voz, bonitas canciones aunque sea en los pasillos del metro. Si bien, hoy en día es difícil que te escuchen, todos llevan las orejas llenas de prótesis, parece imposible imaginar un instante de sus vidas sin música. Caminan pegados a un auricular y no se dan cuenta de su estupidez andante. En el metro los ves leer en silencio y conversar en voz alta, lo público se ha convertido en íntimo y privado y viceversa. Yo sí sé a dónde voy, Gordo, te comparas conmigo y haces mal, no somos iguales ni estamos empatados. Debes saber, Gordo, que el deber de un hombre verdaderamente libre es el de traicionar a su patria y eso es lo que yo estoy haciendo y lo hago porque mi patria es solamente una, la palabra "compatriota" es para mi un insulto, una ofensa. Yo solamente tengo un compatriota, mi hermano, nadie más.
34. La Máscara.
Fíjate, peletero, que la democracia y la moral luteranas se fundamentan en todo lo contrario. El héroe enmascarado, sea “Batman” o el “Zorro”, terminan siempre por volverse locos o escarnecer y oprimir más al que pretenden defender. Siempre se confunde el pañuelo que tapa y esconde los ojos de la Justicia, cegándola, con la máscara. Ambos iconos se parecen, están muy cercanos, pero en esa pequeña distancia que los separa hay un verdadero abismo, un océano enorme que ningún puente puede atravesar.
Una máscara es una justicia tramposa, Gordo, eso es lo que es. La autora de este Artículo nos dice y que repito: “La máscara consagra al héroe. Siempre y cuando sepa quitársela a tiempo”.
Eso es lo que es.
Pero, al mismo tiempo, permíteme reconocer que es enternecedor saber que luego encontramos junto a Superbarrio, la llamada “Legión de la Justicia”, “Casero Culero”, “El ecologista universal”, “Contaminación infernal”, “Superanimal”, “Matador”, “Supergay”, y que su momento de gloria anual es “la gran fiesta de quince”, ese día tan especial que en el Caribe, y más allá, dan a los quince años de las niñas. También nos enteramos en este interesante artículo de que el persistente “Comandante Marcos”, aquel mal simulacro de guerrillero cubano o colombiano, se ha convertido en otro mal simulacro de luchador mejicano y que empezó a llamársele, gracias a su pasamontañas, “Cabeza de Media”, y que ahora ya, al no tener la valentía de quitarse la máscara al temer perder su sombra si así lo hiciera, los mejicanos bromistas lo apodan, “Cara de trapo”.
Parece un cómic para niños, historias de superhéroes. En ninguna de ellas los lobos aúllan de verdad.
33. Los milagros.
Discúlpame, no lo tomes a mal, no quería hacerte daño, te lo preguntaba porque te aprecio, pero a veces…
No te sepa mal, Gordo. Déjame hablar de otra cosa hablando de lo mismo. En la sección “Babelia” del periódico español, “El País”, apareció el domingo 6 de septiembre un magnífico artículo titulado, “El poder de la máscara”, de la colombiana Laura Restrepo, a cuenta de México y de las máscaras rituales y de otras. La señora Restrepo afirma con mucho acierto que: “La máscara consagra al héroe. Siempre y cuando sepa quitársela a tiempo”. Y la semana pasada vi en Madrid un letrero que decía:
¡LOS MILAGROS NO EXISTEN!
Para todo lo demás…
“Santería Milagrosa”
Tiene la solución.
-Trabajo, endulzamientos, amarres, rituales, dinero-
¡Consúltate ya!
Todo este texto estaba ilustrado con unas imágenes de una “santera y un “santero” a la manera estereotipada del Caribe, -una especie de mezcla de iconografía yoruba y brujos adivinadores de cartas. Los dos personajes estaban sentados en el suelo junto a cartas astrales, ampolla de ron, etc. y con un pañuelo en la cabeza ella y un casquete él.
¿Qué quieres dar a entender, peletero?
Nada en especial, me hace gracia eso de que los milagros no existen, pero que para todo lo demás puedes hallar soluciones o consejos en “Santería milagrosa”, eso es un perfecto oxímoron. Date cuenta, “¡para todo lo demás!”.
En México, Albert, Eloisse y yo, oímos a un vendedor ambulante tratando de vender un corta-patatas y en su sainete decía que era “para evitar la rutina diaria de cortarse los dedos todos los días”, una inocente y hermosa tautología.
Laura Restrepo, en ese espléndido artículo de “El País”, nos cuenta que uno de los grandes luchadores mejicanos afirmó: “mi máscara es mi alma y mi personaje es mi sombra”. También nos cuenta la derrota de Black Shadow en manos del legendario Enmascarado de Plata, alias “El Santo”. En esa pelea, “El Santo” le arranca la máscara a su rival, al hacerlo muestra a todos su cara, esa desnudez de su faz, su “vera faz”, hubiera debido ser la deshonra final del perdedor, pero sucedió todo lo contrario, se convirtió en su éxito al mostrar a todos su bello y hermoso rostro de hombre y su inmaculada sonrisa blanca con su perfecta y sana dentadura.
La señora Restrepo nos cuenta también con un encanto magistral, su entrevista con “Superbarrio Gómez”. Al leerla envidiamos la suerte de los mejicanos al poder tener cerca de ellos un auténtico superhéroe de verdadera carne y huesos, tan real como nosotros. Su máscara, nos dice que responde al principio de “Fuenteovejuna”: “adquisición de atributos, protección de la colectividad en contra de los beneficios individuales, rostro de todos y de ninguno”.
Eso es, querido amigo, el viento es quizás la única cosa en este mundo que no tiene sombra ni rostro, el viento solamente es la atmósfera desplazándose a causa de las diferentes presiones que se producen en superficie.
Solamente en superficie, peletero.
Sí, pero que cuando combina el calor con la humedad, la evaporación con bajas presiones y la condensación del vapor de agua marina, puede llegar a derribar los árboles más poderosos de la tierra.
Sí, y aunque su andar sea sinuoso y serpentino puede provocar inundaciones, abatir diques, levantar casas, coches, transportar a una niña al reino de “Oz” y lo peor, el más terrible de todos los males que puede causar, es llevarse por los aires a las pobres vacas que pastaban tan tranquilas en su establo. Para, al final, terminar siendo unas meras tormentas tropicales y luego una simple borrasca que indefectiblemente nos llega a Europa, cansada y diluida. Nada.
Gracias, Gordo, por ayudarme a completar el proceso.
De nada. Aunque falta lo fundamental.
¿El qué?
Te aprecio, peletero, lo sabes, pero hay momentos en que siento lástima por ti.
Si lo dices de esa manera nadie comprenderá a qué te refieres. Termina lo que tengas que decir. Yo solamente hablaba de viento y aire, de bajas y altas presiones y si me apuras, hasta de globos aerostáticos hinchados a base de soplar sin llegar nunca a silbar. ¿De qué hablas tú?, si puede saberse.
¿También te decepcionó Upepo? ¿No la decepcionaste tú también?
Yo creo que eres un exagerado como lo es tu propia gordura, ni vientos ni tempestades, apenas un soplido que no apaga ni una triste cerilla. No sé de quién me hablas, Gordo, pero ya que lo dices, claro que la decepcioné, por supuesto que sí, no fue ésa mi intención, pero seguro que es como dices y así sucedió. Si quieres que te dé la razón te la doy, ya sabes que soy un resentido, pero también soy un buen sarcástico. Tú eres mi sarcasmo. Eres como yo quiero que seas, no tienes voluntad.
31. Jane.
Es como hablar de tu gordura, Gordo. Ballard hizo reproducir una pintura perdida de Paul Delvaux para su uso y disfrute exclusivamente. Representa una mujer con un vestido largo de color burdeos que mira fijamente y con atención su reflejo en un espejo en el que aparece desnuda. Ballard dice que su observación “lo transporta a un maravilloso mundo soñado”, y que supone que “habla de algo profundo de la psicología femenina…, deseo, nostalgia, esperanza”. No lo puedo evitar, Gordo, esa frase de “algo profundo de la psicología femenina”, me hace reír, no me burlo, pero me decepciona. Son declaraciones hechas al “The Sunday Telegraph Magazine” el 13 de noviembre de 2005. La cita de antes y que calificas de demasiado larga pertenece a una novela de Paul Bowles. Es sin duda hija de la tan famosa y renombrada de Albert Camus, “El extranjero”, pero quizás en el deseo de superarla, Bowles la hizo más contundente, más demoledora y devastadora. Es una verdadera caída en seco, sin ramas o toldos que paren y amortigüen tu desplome. Al final, el ruido del golpe de tu cuerpo contra el suelo es el mismo que el disparo de una pistola, sin eco, directo al tímpano. ¿Conociste a su esposa, Gordo?, ¿a Jane Bowles, escritora como él? Es un interesante caso de dos muy buenos escritores y esposos, ambos homosexuales.
Sí, la conocí.
¿Leíste su novela, “Dos damas muy serias”?
Sí, la leí. ¿Por qué te ríes de eso que dice Ballard?
Es una risa como la tuya, una risa que no se oye, una decepción.
¿Las mujeres te decepcionan?
¿Sabes swahili, Gordo? ¿Sabes cómo se dice “viento” en esa lengua?”
Sí, lo sé. Se dice upepo.