viernes, 27 de julio de 2012

El Peletero/Mesas y camas


Hemeroteca peletera

Mesas y camas.

Mi antigua casa tenía tres mesas y cinco camas individuales, la actual, en cambio, posee cinco mesas y dos camas, una de ellas doble, ¿he salido ganando?

Que en una cama quepa una pareja de personas acostadas es un hecho que, sin duda, mi novia me agradecerá, cansada, la pobre, de estrecheces en las calurosas noches de verano. Tal vez por ello, y aprovechando la alegre circunstancia del momento, le he pedido también que acepte que mi prima Mari Pili comparta conmigo la vivienda a ratos o a días. Ha accedido, pero de mala gana.

Está un poco celosa a pesar que yo siempre le digo, para tranquilizarla, que solamente es mi prima, casi como una hermana, pero no sé, parece que no se fía. Me habla que entre primos, vecinos y cuñados siempre ha habido contubernios oscuros inconfesables y ocultos que nunca jamás son revelados aunque el cielo se desplome sobre nuestras cabezas, igual que si fuesen los informes secretos de algún servicio de inteligencia muy reservado que ha de preservar lo que nunca ha de saberse.

Me habla de Mario Vargas Llosa que intimó y se amistó con su tía y que ahora está casado con una prima hermana. Yo me defiendo argumentando que soy mucho peor escritor que el Premio Nóbel peruano, y ella contraataca diciendo que la calidad de la escritura no tiene nada que ver con las afinidades familiares. Tiene razón, pero... ¿qué puedo replicar?, ¿qué Mari Pili es un maniquí de madera y trapo?, no se lo creería, ¡vaya estupidez!, exclamaría enfadada y ofendida, ¿me crees tonta?, añadiría. Yo le digo que no tema nada, pero insiste con el ejemplo de las parejas de nuestros mejores amigos que acaban intercambiándose dando lugar a nuevas parejas que se relacionan con otras llegando a ser, de esa manera, las nuevas parejas de nuestros nuevos mejores amigos que, indefectiblemente, terminan también intercambiándose de nuevo y... así sucesivamente. Yo me hago el liberal y el progresista, el moderno, y le respondo con naturalidad que eso favorece la variedad genética de la especie y que lo importante, en cualquier caso, es aceptar los hechos deportivamente y que el amor, ya se sabe, va y viene como la tramontana o el levante, que antecede al poniente, y que aviva los fuegos y los escampa por la hierba seca de los claros y los bosques sedienta de agua y compañía, y que si perdemos un amor podemos ganar un amigo o una amiga, e incluso un amante, que nadie debe enfadarse por ello ni sentirse víctima de nada ni asesino de nadie, que hay que ser comprensivo con el corazón de los otros, sus sentimientos y sus entrepiernas, tener un buen talante y sonreír como lo hacía el anterior Presidente del Gobierno, igual que el mayordomo de Netol.

Disfrutar de una buena pareja es importante, pero tener unas cuantas buenas exparejas muchísimo más, son como medallas o heridas de guerra, o una reserva para los malos tiempos solitarios, nunca se sabe lo bien que puede venir una expareja cuando uno debe de hacer una mudanza del tipo que sea. La gente se ufana de ellas y las menciona más que a las actuales, siempre comenta sus idas y venidas y sus nuevos novios, la buena figura que tienen o el peso que han ganado, lo bien que les sientan las arrugas o el nuevo corte de su cabello.

Ha de saberse que la calidad humana de uno no reside en el amor presente, que se da por supuesto y que ya sabemos que es fugaz y caprichoso como la fiebre nocturna infantil, sino en los amores pasados que no los cambia ni los borra el desaliento ni el cansancio de la vida ni tampoco la desmemoria que no consigue nunca pegar los corazones rotos ni eliminar las huellas dactilares.

Añoraré mis antiguas camas y mesas, mis ex, aunque me he cuidado bien de llevarme, al menos, dos mesas y una cama que había en la otra casa, no las podía abandonar con un “ahí os quedáis”. Una de ellas es una mesa de despacho de madera noble que he colocado en el comedor al lado de otra redonda -extensible para una santa cena- también de la misma madera, oscura y rojiza, junto a una, que tenía ya de otra antigua mudanza, de mármol rosa como si fuera una pantera fina, peligrosa y delicada, pero resistente y testaruda, todas de grandes dimensiones. Mi novia me dice que me sobran mesas y que me faltan camas y me pregunta qué demonios hace una mesa de despacho en un comedor. Yo no sé qué debo responderle, pero es verdad que con tanta mesa no se ve bien el televisor que queda escondido y medio encajonado entre los muebles y los libros. Tal vez deberé también apartar a un lado mi sillón mariposa de piel de gacela siberiana -el mítico BKF que diseñaron Antoni Bonet Y Jorge Ferrari Hardoy- si no quiero ir haciendo slalom por el salón.

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Acaba de entrar en mi tienda una chica a la que se le ha roto el pantalón por detrás. Me ha preguntado si tenía aguja e hilo para hacer un remiendo, que no podía ir por el mundo enseñando la retaguardia, le he dicho que sí, naturalmente. Su pantalón es negro, de esos anchos y cómodos que antes se llamaban babuchas, le he dado una caja con una veintena de carretes de diferentes colores para elegir. Y ahí la tengo, en el probador, con el pantalón bajado cosiéndose el descosido. Le iba a contar que una vez escribí una serie que se llamaba “La aguja en el pajar”, pero he pensado que no venía a cuento, que no era el momento más adecuado y que seguramente no le importaba lo más mínimo, las mujeres son así. En cambio, sí he querido saber cuántas camas y mesas tenía en su casa. Me ha dado una respuesta enigmática de la que deduzco, solamente, que le gusta desayunar en la cama. No he querido averiguar más, por si acaso. 

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“De ello resulta que la definición, estadística de “pobre” en EE.UU. no se corresponde con lo que aquí creemos que significa.

Veamos ahora cómo viven los 36 millones y medio de americanos que el censo clasifica como pobres. En 1995, el 41% de las familias “pobres” era propietaria de su vivienda, cuyo tamaño medio era de tres habitaciones, un baño y medio, un garaje y un porche o patio. Por si la media engaña, diré que, en todo caso, el 60% de esos hogares considerados pobres tenía dos o más habitaciones por persona. En 1995, que es el año para el que hay cifras, recogidas por-la Heritage Foundation (www.heritage.org) principalmente de las estadísticas suministradas por la Oficina del Censo y del Ministerio de Trabajo americanos, el 70% de esos hogares pobres tenía un automóvil y el 27% dos o más. Más datos. En EE.UU., el 99% de los pobres es dueño de un frigorífico, el 97% tiene televisión en color y casi la mitad de ellos tiene dos televisores de color o más aún. Un poco menos de tres cuartos de esos pobres tiene aparato de vídeo. El 64% tiene horno de microondas, la mitad equipo de estéreo, y más de un cuarto lavavajillas automático.”

(“La pobreza en Estados Unidos”, Pedro Schwartz, La Vanguardia de Barcelona, martes, 13 de abril de 1999)

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Cinco mesas y dos camas, una de ellas doble, y una prima (no de riesgo) que nunca me lleva la contraria, no es un mal balance.

martes, 24 de julio de 2012

El Peletero/La fauna peletera

 
Hemeroteca peletera.

La fauna peletera.

Siempre he sido amante de los mapas y de los globos terráqueos, de los planos de ciudades que no conozco o de otras que ya han desaparecido sepultadas por el lodo como Babilonia, “Bab Ilum”, la puerta de Dios.

En una pared de una casa tenía un viejo mapamundi político con los países coloreados.

Una vez, en mi primera juventud, recorté con unas tijeras un adhesivo transparente de color rojo pasión con el perfil de Catalunya -el mismo rojo de la cortina de la bañera que no me he comprado y que espero que mi novia me regale algún día-, y lo adherí encima para diferenciarlo de España y simular de esa manera que era un país independiente aunque fuese solamente en un mapa.

A su lado había otro atlas, en blanco y negro, de los pueblos indígenas de Norteamérica, desde Alaska hasta la frontera de Colombia, desde los mayas hasta los pies negros algonquinos. Y en otra pared de otra habitación de otra casa una carta marina del Cabo de Creus junto al plano de la Barcelona preolímpica.

Entre ellos guardaba uno, plastificado y enmarcado, de la fauna peletera de la antigua URSS que adornó durante muchos años un recibidor. Me lo habían regalado en alguna feria peletera. Tenía un buen tamaño y todo el mundo que lo veía se quedaba consternado como si en su cerebro se hubiera producido alguna clase rara de cortocircuito.

He esperado hasta el último día para deshacerme de él y abandonarlo al lado de un container municipal de la basura.

Nada más depositarlo en el suelo se me acercó un hombre joven marroquí, se lo quedó mirando embelesado, me preguntó si lo tiraba, le dije que sí. Se mantuvo pensativo unos segundos contemplándolo, absorto. Le pregunté si lo quería, me respondió afirmativamente. Le pedí que antes de llevárselo me dejara fotografiarlo. Se fue a buscar a un amigo que estaba charlando con otros. Mientras hacía la foto llegó con su compañero, se lo mostró complacido, ambos sonrieron satisfechos.

Les pregunté que para qué lo querían. Para venderlo, me respondieron, tenían una parada en el mercado de los Encantes viejos de Las Glorias.

¿Sabéis que es?, les pregunté.

No lo sabían. Se lo expliqué.

¿Es antiguo?, me preguntaron.

Sí, muy antiguo, les dije, muchísimo. Y se lo llevaron.

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“La Rusia histórica, el antiguo gran ducado de Moscovia, equivale sólo a doce de los treinta y cuatro distritos administrativos antes citados. Muchos de los habitantes de las repúblicas autónomas pertenecientes a la federación a menudo ni siquiera saben hablar ruso; basta con una visita a Yakutia para comprobarlo. Y, sin embargo, en las tierras de los yakutios —un territorio bastante más grande que el de Europa— se encuentran los más importantes yacimientos de oro y de diamantes, que continúan en poder de Rusia. No es de extrañar, pues, que los yakutios protesten; son algo más de un millón, su país es de una pobreza estremecedora, pero sus sentimientos nacionalistas están ya muy fuertemente desarrollados. Y éste no es más que uno de los muchos conflictos que sacuden a la República Rusa.” (“Mientras existían los soviets”, Ryszard Kapuscinski. La Vanguardia de Barcelona, 24 de noviembre de 1.992)

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Mi mapa de la fauna peletera de la antigua URSS era feo y kitsch, pero cada vez que lo miraba con atención y cuidado aprendía alguna cosa nueva y necesaria que antes no sabía que no sabía.



miércoles, 18 de julio de 2012

El Peletero/La crisis


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La crisis.

“Más que saber dónde finalizará la actual cuesta abajo bursátil, la crisis iniciada el pasado 7 de octubre interesará como fenómeno sociológico. La crisis ha revelado las insuficiencias y las pequeñeces de un mercado bastante mal organizado institucionalmente y cuyas reglas reclaman una revisión urgente, no siempre forzada por la angustia, como ha sucedido con el famoso límite de los descensos, que ha sido reformado el pasado lunes de manera imprevista.”

(...)

“En estos últimos mese, y al calor de una Bolsa que crecía de forma ininterrumpida, muchos inversores han entrado en el mercado de forma nada selectiva, independientemente de la calidad objetiva de los valores comprados.

La rentabilidad en función de los dividendos, que en cualquier Bolsa del mundo ha sido y es la guía fundamental de toda decisión de inversión, se ha visto desplazada por las expectativas de carácter exclusivamente especulativo.

Este tipo de conductas ha conducido a la sobrevaloración de algunos títulos que carecen de la más mínima consistencia objetiva y que en estos momentos van a resultar muy difíciles de realizar.

La Bolsa española ha atravesado una etapa meramente cuantitativa, en donde no importaba lo que se compraba, sino la acumulación de revalorizaciones alimentadas exclusivamente por la especulación” (“Nada será igual al final de la caída bursátil”, Madrid, Diario 16, 28 de octubre de 1987)


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Normalmente la gente tiene en casa básculas finas digitales, tan planas como una hoja de papel, te subes encima de ellas, las pisas, y en una pantallita aparecen unos números que marcan el peso de tu pobre cuerpo que han de comerse los gusanos.

Yo, en cambio, tengo una de construcción mecánica marca Soler del año 1977, de tecnología analógica clásica, muy clásica, con doble romana de barras de acero inoxidable, ajustadas y calibradas. Tiene forma de L con plataforma, de 115 cm. de alto, 40 de ancho y 60 de profundidad, puede pesar hasta 140 Kg.

Como estoy de mudanzas y no me cabe en el baño de la nueva casa he decidido regalarla y he pensado que a B le podía ser útil.

Hoy ha venido M a llevársela. M es el socio de B, mi amigo que restaura coches históricos, especialmente ingleses y que hasta el día de hoy pagaba el 18 % de IVA porque su actividad no era considerada “cultural” como lo es la de los bailarines, músicos, actores y demás artistas. Ahora, sin embargo, con la subida del impuesto hasta el 21 para todos, al igualarse a ellos o ellos a él, no sabe si considerarse artista o pensar que los bailarines, músicos, actores y demás artistas, han sido, hasta el día de hoy, unos privilegiados que, como antes los hidalgos, vivían de graciosas exenciones fiscales.

Dicen que la cultura no es ninguna mercancía, es posible, es una frase bonita que pronunció en su día el que fue presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, no obstante, eso no la exime que se pueda comerciar con ella. Tampoco lo es el cuerpo humano, pero ya sabemos todos que con él se ha comerciado siempre.

M es un muchacho que mide dos metros y debe de estar cerca de los 200 kilos de peso, así que la balanza no le va a servir de mucho excepto como acicate para adelgazar. Aunque es bastante ligera, a pesar de sus dispositivos metálicos, me he sentido débil y poca cosa al ver cómo M la levantaba igual que una pluma y la colocaba dentro de su furgoneta sin esfuerzo ninguno.

Es curioso como un artilugio mecánico que puede medir la fuerza de una masa en reposo ejerza, ella misma, menos fuerza que la que es capaz de  medir. Es una paradoja poética que me lleva a pensar en las personas y su manera de ser, en la fuerza que ejercen sobre los demás o la resistencia que son capaces de soportar de ellos, porque todos somos una variedad curiosa de muelle, que, a veces, se dispara sin avisar, causando una espiral de consecuencias, afortunadas o no, imprevisibles.

Hay personas muelle, otras, en cambio, son palancas, y muchas no más que un simple peso muerto.

viernes, 13 de julio de 2012

El Peletero/Las inversiones inmobiliarias


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Las inversiones inmobiliarias.

El lunes vinieron a empaquetar libros, trastos y jarrones, alguna que otra máscara y pájaros de barro, juguetes rusos y calaveras mejicanas. Ya llevo más de cuarenta bolsas industriales de basura llenas de recuerdos que irán directamente al vertedero, calculo que deben quedarme unas diez más, mis camisas nepalíes, un samovar turco y un par de buitres que cacé yo mismo en las selvas de Nueva Dehli.

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“Las compras de inmuebles españoles por extranjeros se han multiplicado por dos en los cuatro últimos años. En 1989, según estimaciones oficiales, podrían superar la barrera de los 300.000 millones de pesetas. Durante los seis primeros meses, las entradas netas de dinero para la adquisición de inmuebles en España han alcanzado los 154.836 millones de pesetas, cifra que supone ya un aumento del 16,5 por ciento respectó a la del primer semestre del pasado año. Estas cifras no incluyen, en cualquier caso, las inversiones de carácter inmobiliario que realizan empresas extranjeras en España mediante la adquisición de empresas españolas cuya finalidad básica es la tenencia y administración o enajenación de inmuebles. Se refieren solamente a la compra de pisos o viviendas unifamiliares.

(...)

Es a partir del año 1985 cuando las compras de inmuebles españoles por extranjeros se han acelerado dada la buena evolución del turismo en los años anteriores y la fuerte revalorización inmobiliaria que se ha producido en el mercado español. La mayor parte de estas adquisiciones de inmuebles se destina a su utilización turística, casi siempre como segunda residencia, a pesar de que más del 75 por ciento de las adquisiciones son realizadas por personas jurídicas y no por particulares, debido a motivaciones fiscales. Medios oficiales consideran, sin embargo, que estas cifras están bastante infravaloradas y que en realidad la inversión extranjera en la compra de inmuebles en España superará al menos en un 20 por ciento las cifras oficiales debido ala costumbre, motivada por razones fiscales, de escriturar las ventas y, por lo tanto, las transacciones de dinero, por valores inferiores a los que se cruzan en las operaciones de compraventa de inmuebles en la práctica. Las diferencias entre los valores oficiales de las operaciones y los reales entran a veces en España por otros conductos o simplemente se quedan en el extranjero, según las mismas fuentes. Aunque no existe una cuantificación fiable de precios de venta oficiales y reales, la cuantía de las mismas podría rondar cada año los 100.000 millones de pesetas por un no residente) son mínimas”. (“La inversión extranjera en inmuebles se ha doblado en cuatro años”, Primo González, La Vanguardia de Barcelona, 16 de agosto de 1989)

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La casa está inhabitable y he de sentarme encima de las cajas si no quiero hacerlo en el suelo. He reservado un colchón para poder tumbarme y dormir los cuatro días que me quedan antes de largarme.

La nueva casa estará, del mismo modo, inhabitable hasta que vaya colocando las cosas poco a poco. Ayer compré las cortinas que habré de mojar primero porque encojen un 4 % según el manual de instrucciones, tenderlas en las mismas barras donde irán colgadas para que no se arruguen y tomen la forma conveniente.

Ha sido también una semana de hospitales y enfermos, de urgencias y angustia.

Ha sido la peor semana de mi vida del peor año de mi vida.

Creo que tardaré unos tres meses en ordenarlo y recolocarlo todo en su nuevo lugar y hacer, al mismo tiempo, una nueva limpieza añadida, otra revisión, una selección ampliada y más precisa de lo que conservo y de todo aquello que no puedo guardar ni llevar conmigo y que también habré de abandonar.

¿Y luego?

Me gustaría tomarme unas vacaciones, solo. Una de esas vacaciones de las que desconoces su duración y su término, una semana o siete años.

Colgar el teléfono.

Quizás realice un viaje en el tiempo, hacia el pasado, para conocer a mi familia de jovencitos, de niños. A Veni, a Pere, a Rosita, a Albert, paseando por la Ronda la víspera de Reyes, verme a mí también jugando en la playa de Badalona. A mis tías en los bailes coqueteando con los chicos, a mis tíos coqueteando con ellas.

Tal vez regrese a Grecia para hacerme una foto con alguien.

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“A las siete de la tarde, un coche amarillo se detuvo ante la casa. Del amarillo de una furgoneta de correos francesa. Pero el coche llevaba matrícula española. El capó tenía trozos de cinta adhesiva pegados. Pintados de amarillo. No del mismo amarillo exactamente. No obstante, el coche estaba aparcado donde nunca había aparcado un coche anteriormente. Era un lugar en el que se podía hacerlo. No obstruía nada. Pero nadie había visto ese sitio antes. La conductora llevaba vaqueros y una polvorienta camisa negra con botones blancos. Venía de Galicia.

(…)

Cenamos. Fuera empezó a llover, con fuerza. Insistimos en que se quedara a dormir. Le mostré dónde se podía lavar y dormir. Se paró ante un dibujo enmarcado en la pared de la cocina y lo miró. No lo miró fijamente. Simplemente miró el dibujo de unas figuras con algunas palabras a su alrededor. Las palabras eran una cita de Eumínides sobre las Furias exigiendo venganza, y otra del Evangelio según san Juan: "... mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde".

No dijo nada ni hizo ningún gesto.

(...)

Llovió durante toda la noche. A la mañana siguiente dijo que tenía que ponerse en camino a Kassel. Antes dé marcharse, ¿podía hacer una foto?
Estábamos tomando café en la cocina.

¿Vio mi cámara?, preguntó.

No.

¿No la vio anoche?

Señaló con la cabeza hacia su mochila que estaba en el suelo, cerca de la puerta. Detrás de la mochila había una caja que ciertamente había visto debido a su color plateado. Del tamaño aproximado de una caja de herramientas. Tenía zonas reparadas con cinta aislante negra. No me había preguntado qué llevaría en ella. Quizá pinturas. O manzanas. O sandalias y loción bronceadora.

¡Como la cámara original -dijo-, como la primera! Y me dio la caja. No pesaba nada. Los laterales estaban hechos de madera contrachapada.
No hay suficiente luz aquí, dijo, salgamos al exterior.
Fuimos hasta los ciruelos, donde hay una mesa sobre él césped, y allí miró al cielo, todavía nublado. Entre dos minutos y tres, calculé en voz alta, y puso la caja cuidadosamente en el borde de la mesa. En el centro de uno de sus lados alargados había una tirita blanca rectangular, como la que te pones en una pequeña ampolla o quemadura. Esta tirita estaba enmarcada por cinta aislante negra. Con dedos cautelosos retiró la tirita y dejó al descubierto una abertura, un agujero. Entonces me cogió la mano.

Los dos nos quedamos de pie mirando a la cámara. Nos movimos, por supuesto, pero no más que los ciruelos al viento. Los minutos pasaron. Mientras estábamos allí, reflejamos la luz, y lo que reflejamos pasó por el agujero negro hasta la cámara oscura.

Será nuestra, dijo, y esperamos expectantes.

(“Una mujer y un hombre junto a un ciruelo”, John Berger, El País, domingo 3 de septiembre de 1995)

martes, 10 de julio de 2012

El Peletero/La crisis de la izquierda


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La crisis de la izquierda.

“Yo no amo a nadie”, me dice, con una sonrisa irónica, Félix, un cubano que trabaja en el bar donde voy a tomar el café después de almorzar. Tiene 28 años y nació, precisamente, en 1984, el de la famosa obra de Orwell que pronosticaba la aparición de un ojo de Dios que sabría todo de nosotros.

Félix es un muñeco hinchable, una almohada, siempre está contento y alegre, es simpático y un buen compañero para los demás camareros que trabajan con él.

Félix no es guapo ni demasiado atractivo, pero tiene el culo prieto y gusta tanto a los hombres como a las mujeres que lo persiguen con verdadero furor, aunque él prefiere, sin duda, a los primeros.

Félix, a pesar de ser un buen compañero, es un tiburón blanco, una hiena, no tiene piedad, dice que se le acabó un día en la playa de Varadero.

El mismo año en que nació, y en la misma playa, estábamos Albert y yo contemplando cómo dos muchachitas preciosas nos hacían, a nosotros dos solamente, cabriolas gimnastas en la arena. A la puerta del Hotel estaba nuestro Lada soviético que nos dejó tirados en un campo de cañas mientras caía una lluvia tropical.  

¿Qué tiene que ver un homosexual cubano despiadado, dos jovencitas de piel canela, ágiles y dulces, con la crisis de la izquierda?

¿Qué tiene que ver Varadero y el progreso, la gimnasia y los tiburones blancos?

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“El tema de la crisis de la izquierda tradicional no se lo ha inventado la nueva derecha, aunque lógicamente sea su principal agente difusor. Está ahí, evidente como los paisajes más evidentes, tanto en situaciones de aparente prepotencia histórica (la instalación en el Gobierno de varios partidos socialistas europeos) como de claro retroceso de influencia política (en el caso de los partidos comunistas). Los partidos socialistas europeos parecen haber sido convocados para resolver la crisis del capitalismo, con la garantía de su mayor o menor capacidad de pacificación obrera; y los partidos comunistas, situados dentro del terreno del posibilismo liberal, dudan entre llevar a sus últimas consecuencias la pérdida de sus raíces leninistas o recuperar sus esencias asumiendo el modelo soviético, no totalmente, pero sí como punto de referencia.”

(...)

“Pero difícilmente la izquierda puede quejarse de la ofensiva de la nueva derecha y de la grave neutralidad apolítica de la juventud o de las masas cuando no ha sabido ni siquiera espabilar al intelectual orgánico colectivo que tenía más cercano y ha tolerado, por vía activa o pasiva, que se convierta en un idiota orgánico colectivo, idiota perfecto, porque ni siquiera sabe que lo es.

(...)

Al fin y al cabo, la izquierda nació históricamente para ganar la batalla del progreso, y si la izquierda realmente existente no sirve, las necesidades humanas la sustituirán por otra. Incluso pueden cambiarle el nombre. Pero me parece que no se trata de una simple cuestión nominal.”

(“La crisis de la izquierda”, Manuel Vázquez Montalbán, El País, domingo, 6 de mayo de 1984)

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Félix me dice que nunca recuerda sus promesas y que por esa causa no cumple ninguna jamás, pero que a pesar de ello todos se las demandan, una y otra vez, como si tampoco recordaran, o no quisieran recordar, que él nunca recuerda, ni cumple, sus promesas.

miércoles, 4 de julio de 2012

El Peletero/El desierto


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El desierto.

Yo también tengo mi Moby Dick al que persigo de forma compulsiva para que se me lleve a las profundidades como si fuera un pendiente o un sonajero, un simple adorno no más importante que una medalla de segunda clase.

El verano ofende, avanza, cada vez hace más calor y la humedad de Barcelona podría competir con la del Trópico. Hace dos meses y medio que no veo el mar y eso es mucho tiempo aunque ahora, la verdad, estará demasiado concurrido, ya se sabe que en nuestra época la felicidad tiene forma de playa caribeña o californiana, un desierto de arena longitudinal, un lugar inhóspito para cualquier pescador de hace tres décadas.

Mi felicidad, sin embargo, también se encontraba en una playa, estaba en Badalona y en Gavà, al Norte y al Sur de Barcelona, y en los pinares que bordeaban todo el litoral, un lugar demasiado sencillo para merecer la atención debida.

“En 1842, Herman Melville desembarco del ballenero en el que viajaba y se quedó en una de las islas del archipiélago de las Marquesas. De lo que allí le aconteció a lo largo de cuatro meses en los que fue rehén de una tribu de caníbales, se ocupó en un libro titulado Taipí. De lo que le sucedió después, cuando tras ser rescatado por otro ballenero, se vio obligado a vagar por los mares del Sur a merced de un capitán moribundo y de un segundo de abordo empeñado en no dar respiro a una tripulación famélica y enferma, trata este volumen que, aunque continuación del anterior, puede leerse independientemente. El retrato de sus compañeros de travesía, las observaciones sobre las costumbres de los nativos y colonos de las islas Sociedad y la narración de las anécdotas y aventuras diversas en que se vio involucrado pueblan unas páginas en las que un Melville todavía joven empieza a barruntar el infinito azar que se oculta tras la palabra destino”. (Herman Melville en los Mares del Sur, Omú, Herman Melville. M.G.T. El Páis, 4 de diciembre de 1999)

La panadería de toda la vida, en la que siempre compraba el pan, ha despedido a todos los empleados y ha cerrado. Me lo ha contado hoy uno de ellos, una chica pakistaní. Iba a preguntarle cómo son las playas de su país, pero no me he atrevido, he pensado que era una pregunta estúpida y que no venía a cuento.