
1 Marzo 2010
----------------------------------
Para V. con todo mi amor.
----------------------------------
Día uno.
Hace mucho tiempo que somos buenos amigos, nos vemos cada cuatro o seis meses, y aunque no es muy a menudo debería ser bastante y quizás también suficiente.
A mediados de septiembre pasado viniste y me solicitaste que  te prestara “El amante”, de Marguerite Duras, querías leerlo de nuevo.  Yo mismo te lo regalé cuando nos conocimos, quince años atrás, y ahora,  según me confiesas, lo debes de haber extraviado en algún rincón  olvidado.
Al pedírmelo me recordaste mi elogio de entonces que calificaste de “encendido”. Te respondí que aunque exagerado, y seguramente equivocado, era también adecuado para una historia esencialmente sexual entre una colegiala y un hombre maduro. Te reíste.
“A nosotros nos separaban veinticinco años”, me escuché a mí  mismo evocar en voz alta delante de ti.
Lo dije sin pensar, observando el cielo inmaculado en tu  frente y el arcobaleno dibujado en medio de tu ceño.
Recuerdo que hoy, igual que ayer, los colores saltaban de un  iris al otro adornando el gesto de tus ojos.
Al oírme sonreíste y me miraste sin dejar de sonreír ni de  mirarme.
- Es cierto,  solamente veinticinco, acababa de cumplir los dieciocho, y aunque ya era  toda una mujer fuiste mi primer hombre- me respondiste resplandeciente y  serena.
- Sí, lo eras-  reconocí.
- Me gustaría ser de nuevo tu amante- añadiste de repente, escueta, manteniendo la mirada, cabalgando mis palabras y sin más preámbulo que el de pedirme ese libro.
- Únicamente dispongo de quince días- te respondí tan lacónico como tú. Fue lo primero que se me ocurrió balbucear aparte de ser verdad. A primeros de octubre espero visitas y deberé ser un buen anfitrión y también…
- … Aunque  solamente fueran quince minutos los aceptaría igual, aunque fueran  quince pobres segundos los quiero enteros y todos para mí, dijiste sin  dejarme finalizar.
Igual que entonces, pensé, siempre terminabas quince veces o más antes que yo acabara.
