jueves, 10 de noviembre de 2011

El peletero/Marco (4 de 5)

4.
Entre palabra y palabra se desgrana nuestra conversación, ese diálogo tranquilo y tan estimulante como lo es hablar de lo que ya se sabe con alguien desconocido, una relación de cliente a orfebre que casi es una metáfora; entre ambos se establece una analogía mientras la escucho, pinto, dibujo y coloreo lo que me dice procurando ser el mejor alumno de un aula en la que sólo estamos ella y yo.

A veces sus pesos y medidas, sus palancas y sus apoyos me recuerdan a los de un arquitecto o a las de un fino ingeniero, pero en otras ocasiones creo estar entre las cucharas y las ollas de una cocinera voluptuosa que sonriendo da a probar a su comensal una muestra de la mejor sopa de pescado.

En ocasiones señala su propio cuerpo resaltando con sus manos sus volúmenes y me manifiesta la falta de arrugas y verrugas, y en una ocasión me mostró, incluso, su sexo abierto únicamente para que lo viera y lo pudiera oler y dibujar mejor, igual que si fuera, decía, las flores de Venus, el origen del mundo, allá donde su marido quiere regresar cuando muera porque cuenta que antes del feto hubo un coito, el de sus padres queridos que ya han fallecido y que, como todos, copularon como cualquiera.

No poda esa flor, la deja crecer y reverberar, no se depila ese centro del universo como la mayoría, en eso su señor es anticuado y prefiere la exhuberancia de los impenetrables y profundos bosques germanos, llenos de pinos y castaños, que los desiertos de los caldeos más llenos de pozos secos que de oasis húmedos y fragantes.

Le gusta que la mujer se pose encima, y asegura, sin atisbo de duda, que ellas cabalgan mejor al no tener nada que les cuelgue entre las piernas. No le digo que no, respondo, pero las ubres bailan si no se las aprisiona, sueltas pueden desequilibrar al más estancado. Me dice que sí riéndose, que los pechos sueltos de una mujer, bailando como peonzas, desequilibran al más pintado, parsimonioso y desapasionado. Pero también prefiere la postura del perro y entrar y salir de dentro de cualquier agujero aunque sea la famosa cueva de los vientos y ella misma la parte masculina y su esposo una pobrecita virgen asustada. 

En esa clase de disertaciones y diálogos se desarrolla nuestra relación artística y pornógrafa en la que trato siempre de satisfacer a la señora usando solamente la plática y la maestría de mi corta lengua hablada y mis pobres manos que exclusivamente retienen, entre su índice y su pulgar, un sencillo pincel o, también, un tosco y grueso carbón negro, más negro que el negro que se pueda pintar o imaginar en esas entrepiernas que escupen rayos, truenos y el fuego de más de mil vesubios, calderas y fogones.

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Dicen que el mundo no se puede explicar y que la lengua que usamos para describirlo es una invención, una quimera, siempre se habla sobre lo que no existe, se cuenta lo que no sucedió, se pintan los sueños y se describe solamente un universo irreal, por ello Gala y yo repetimos lo mismo, hablamos del sexo de su matrimonio, una excusa, algo que sólo vive para nosotros en esa pequeña estancia íntima de mi estudio, un coto vedado, nuestra particular anacoresis común.

Han ido pasando los años, le he pintado decenas de tablas y advierto, de una manera simple y sencilla, que he visto a Gala tan desnuda como la podría haber contemplado si yo hubiera sido su esposo o su amante diario. Ella y yo, aunque no nos conocemos ni nos conoceremos jamás, hemos estado jugando a conocernos hablando de una extraña fontanería que no conduce el agua a ninguna parte como afirmaban, en sus famosos diálogos estoicos, Augustus y Fidelius, padre e hijo, que igualmente conversaban sobre amores no consumados como lo hacemos Gala y yo, platicando solamente.

Hablando de los otros hablamos de nosotros, y... Gala me ha estado mintiendo, no me ha contado la verdad, o al menos no de una forma correcta, su esposo murió unos años antes de venir a verme el primer día, y sus dos hijos fallecieron al poco de nacer. Vive sola con unos pocos esclavos viejos.

Conmigo ha construido una sencilla farsa a medias, revivir a su marido en nuestras entrevistas cuando de él sólo queda una máscara mortuoria de cera. Tampoco tuvo ninguna juventud disipada ni le gusta el teatro ni la música especialmente más que lo que gusta a cualquiera, no yace ahora ni lo hizo antes con ninguna mujer ni con ningún esclavo ni amante ocasional.

Todo ha sido una simulación para continuar viviendo a su lado gracias a mí.

La única realidad es que sólo ha tenido, y ha conocido, a un hombre en su vida, él, su esposo que la desposó; es cierto también que le fue absolutamente fiel y que siempre lo amó como siempre ha dicho, con ternura y pasión, con dulzura y energía, con absoluta decisión.

Podría parecer, entonces, que sólo habla de oídas, que las fantasías que me pide en mis pinturas las ha escuchado, o visto, en otros, pero no es cierto, sabe bien lo que cuenta y conoce perfectamente y por sí misma cada uno de los detalles que describe mucho mejor que mis putas que no recuerdan ni siquiera una décima parte de la mitad de lo que han hecho con los hombres con los que han estado durante el día.

Así es, Gala es viuda y lo es desde hace mucho, la mujer de un solo hombre; su esposo murió en las guerras de los emperadores hispanos y ella lo añora y lo revive conmigo en mis dibujos, lo sé desde casi el principio y ella sabe que lo sé, su amor y su devoción la traicionaron, y sus palabras la delataron, en ellas encontré la verdad.

Yo, Marco, sólo soy un pretexto, un instrumento, su mejor espejo, no me importa, ¡qué más da!, yo también tengo a mi cocinera, a mi Esther, a la única mujer de mi vida y a la que siempre he sido fiel igualmente, a mi niña que recuerdo cada día y cada noche de cada día sin olvidarme de ninguna.

Gala y yo no nos hemos tocado ni rozado nunca, hemos, en cambio, conversado y nos hemos contemplado en mis tabletas de madera que he pintado y de las que emergen unas imágenes que hacen realidad nuestros pensamientos igual que si un dios, al apiadarse de nosotros, abriera una ventana para juzgar nuestros corazones, simples manzanas de un jardín secreto, verdes y maduras, que habremos de comer como caníbales para poder sobrevivir.

Noli me tangere”, dicen que le dijo Jesús a Magdalena cuando le vio resucitado, no soy el que era, no debes ni puedes tocarme.

Durante este largo tiempo he ido dibujando en secreto su retrato, su bello rostro de ojos almendrados y de sonrisa esbozada que da a entrever que sabe aquello que ha de saber y que es únicamente lo que de nosotros depende. A ese deber nos hemos sometido los dos porque siempre hemos sabido que el daño del mundo es consecuencia de alguna clase de traición y de promesa no cumplida, en los tratos y en las infidelidades y lealtades rotas nace el rencor y la venganza, ella patricia y yo liberto hemos sido como dos hermanos o dos hermanastros, los tratos siempre justos y creo que, a pesar del teatro que nos hemos ofrecido, jamás nos hemos mentido.