viernes, 17 de junio de 2011

El peletero/El reglamento

Textos vírgenes o el arte de no decir nada.

Reglamento. (21)

Por el presente Reglamento se establece un régimen de Comunidad de vecinos propietarios de pisos y locales de negocio de la casa nº... de la Ronda de San Antonio de esta Ciudad, que se regirá por los siguientes artículos, sin perjuicio de lo dispuesto en el Código Civil y disposiciones legales en vigor de carácter preferente.

Artículo 4º.- El titular de un piso o local será dueño exclusivo del mismo y copropietario junto con los demás de las cosas y elementos de uso común o que sean indispensables para la seguridad, conservación y disfrute del edificio.

Artículo 6º.- La propiedad de las cosas comunes pertenece proindiviso a los titulares de los pisos y locales en proporción al porcentaje que se establece en este Reglamento la propiedad de los elementos comunes sólo es enajenable o tratable junto con la copropiedad privativa de cada departamento.

Artículo 7º.- Cada propietario podrá usar de los elementos comunes conforme a su propia naturaleza y destino siempre que con ello no se perjudique, restrinja ni menoscabe el derecho legítimo de los demás copropietarios.

“Reglamento de la Comunidad de Vecinos de la Casa nº... de la Ronda de San Antonio de Barcelona”.

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Apreciados señores, les remito, adjunto a la presente, la información que me pidieron concerniente a los capítulos del reglamento de la comunidad de vecinos de la casa sita en la R.S.A. de Barcelona, que ustedes están interesados en comprar.

He de manifestarles que dichos artículos son habituales en todos los edificios que se constituyen en comunidad de vecinos. La propiedad de los elementos comunes es proindivisa y su uso es asimismo indiscriminado para los vecinos que en ella conviven. Por consiguiente, la pretensión que me expusieron en su última carta de establecer cuotas de paso en los rellanos de la escalera, creo, carece de toda lógica y sentido común si nos atenemos a la Ley que lo impide de manera expresa y taxativa.

No obstante, si lo que ustedes pretender es dar por sentado un hecho por el hecho simple de darlo por sentado sin más requerimientos que la imposición de las cosas gracias a su peso, les diremos que sí, que la Ley de la Gravedad, que formuló el ilustre físico, Isaac Newton, les da la razón.

Es cierto, la situación es tan grave como lo puede ser su constante G, y les recuerdo que, en este caso como en otros de venideros, la vida será aún más rara que todo eso.

Ya saben, sin embargo, que nuestro piso pesa bastante por el enorme poso de papel que con los años se ha ido acumulando y depositando en capas como si fueran estratos geológicos que delatan edades, algunas tan antiguas y estrambóticas como las de Lulú, que si no son viejas sí son eternas y efímeras igual como lo es la vida de un insecto que no es capaz de inventar la rueca del tiempo, aunque, dicho sea de paso, el escarabajo pelotero esté muy cerca de lograrlo, vieja sabiduría egipcia que levantó pirámides sin redactar antes un reglamento para una comunidad de vecinos noctámbulos bien avenida.

¿Quieren ustedes convertir mi casa en una tumba?

Si así es les advierto que ya lo es, tumba y mausoleo proindiviso con espacios comunes para los fallecidos y sus fantasmas de papel que no se irán al Olimpo aunque ustedes hagan limpieza y desalojen las estancias de cachivaches y pergaminos. Tengan en cuenta que los conjuros no sirven para la letra impresa ni para los dibujos que se hicieron con aquella antigua tinta china escolar, y mucho menos para aquel niño que, sentado en una infantil silla de madera, aguardaba el regreso de su hermano enfermo de apendicitis. No se rían ni sonrían condescendientes ni tampoco sentimentales, fue y es todavía verdad, el niño sigue todavía allí, a su lado un barreño y en el suelo un laberinto de cenefas y de colores entre pieles rojas que cabalgaban por las paredes, vitrinas, espejos y las hojas verdes de un platanero que sin pedir permiso entraban por el balcón de aquel segundo piso.

Atentamente.

Demóstenes Vilanova del Bell Puig, niño.

El peletero/La bata blanca


Textos vírgenes o el arte de no decir nada.

La bata blanca (20)

Reglas para tomar bien las medidas.

Las medidas de talle, espalda, caída y sisa se tomarán muy ajustadas, procurando al tomarlas, más bien quitar medio centímetro que darlo de más; la de cintura, tomarla todo lo más prieta que se pueda; la de cuello, pecho y vuelta, natural.

Para evitar el peligro de las exageraciones que podrían surgir, hijas tal vez de la falta de práctica en el modo de tomar las medidas, detallaremos algunos ejemplos de reglas generales, y hasta algunos excepcionales (1); pero téngase en cuenta que las que aquí presentamos no han de utilizarlas, únicamente servirán de guía y consulta en caso necesario.

(1) Las jóvenes menores de trece años no están incluidas en estas reglas.

Cuello
Una persona regular, 35 ó 36 centímetro; una gruesa 40 centímetros; y si lo es en extremo, 45; una delgada, de 32 a 34.

Talle
Una persona de cuerpo regular, tendrá de talle 38 a 40 cm.; si es alta de estatura y cuerpo más largo de lo regular, tendrá de 40ª 43 cm.; siendo de estatura y cuerpo corto, de 35 a 37 cm. El talle delantero acostumbra a ser más largo que en la espalda, en la generalidad de las personas, sin embargo, se dan casos en que es igual al de la espalda y a veces más corto. Lo regular es que un tipo bien formado y no exagerado de pecho, tenga 4 ó 5 cm. más de talle por delante que en la espalda.

Espalda
Un cuerpo regular tendrá de espalda de 34 a 36 cm.; si es muy delgada la persona, tendrá de 32 a 33 cm.; si es muy gruesa, de 38 a 40; téngase en cuenta que la que tenga este úñtimo número ha de ser muy gruesa, y debe ser una exageración de gordura la que llegue a tener más.

Caída
Las personas que tienen los hombros regularmente caídos, tendrán 4 ó 5 cm. menos de caída que la de talle de la espalda.
Las que tengan los hombros extremadamente caídos, tendrán 6 cm. menos que las que tengan el talle.

Sisa
De sisa acostumbra a tener, una persona regular, 14 ó 15 cm.
Si es en extremo delgada, 13 cm.
Si es, por el contrario, muy gruesa, 16 ó 17 cm, y hasta 18 si tuviese un exceso de gordura.

Vuelta de Tórax
Regular, de 88 a 92 cm.
Para una muy delgada, de 80 a 86 cm.
Para una gruesa de 98 a 110 cm.
Para 120 cm, ha de serlo en extremo.
Y colosal, para 130cm.

Cintura
Las medidas de cintura de una persona regular, son de 70 a 72 cm., y de 60 a 65 la de una delgada; a 75 cm, es medio gruesa, y si tiene 80 cm., la podemos calificar de gruesa, y lo es en extremo la que llega a tener 90 cm, y en algunos casos una cintura puede llegar hasta 100 cm.

Caderas
Delgada, de 92 a 95 cm. Regular, de 98 a 105. Gruesa, de 110 a 120, y muy gruesa, de 125 a 140.

Pecho
Es de regular desarrollo la que tiene de 48 a 50 cm. En extremo poco desarrollada, la que tiene de 44 a 46 cm.; y ha de ser bastante desarrollada, la que de pecho tenga de 54 a 56 cm.; desarrollo colosal debe tener la que exceda de 60 cm. de pecho; sin embargo hay tipos extremados que pueden medir hasta 70.”

Modistería. Corte Sistema Martí”, Dª Carmen Martí de Missé.

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Querida Enriqueta,

He de darte las gracias más fervorosas por transcribirme, y remitirme en una carta certificada con acuse de recibo, la copia de tan interesante capítulo, y bella fotografía, que había extraviado entre mis innumerables notas y papeles.

La sastrería, y el maravilloso mundo del vestir, es, en buena parte también, una lección de anatomía real aunque algunos vistan muñecas, maniquís de escaparate o ángeles de pasarela, garzas sin alas de picos largos y pieles blancas.

El agua de la lluvia siempre ensucia, más que empaña, los cristales de las ventanas y de las gafas que nos permiten ver.

Sin embargo, y a pesar de ello, todavía recuerdo con ternura, nostalgia y un poco de ardor emocional, que no estomacal, nuestro aprendizaje juvenil en aquella vetusta academia de corte y confección del barrio del Raval, Riera Alta con la calle del Carmen.

Cuando nos quedábamos solos, al terminar las clases, y entre medio de los patrones que debíamos dibujar y recortar para el día siguiente, te gustaba que te tomara las medidas desnuda mientras yo permanecía vestido con mi bata blanca, igual que un médico o Balenciaga. Entre ellos no había demasiada diferencia, uno auscultaba los corazones y el otro recosía las mangas, aquellas malditas “manches” que nunca terminaban de estar bien colocadas.

Calculando sisas con mis escuadras y cartabones, y bajando o subiendo escotes en los bocetos de mi libreta, aparecías de improviso, tal cual Dios te trajo al mundo, y me decías circunspecta: “Señor, tómeme las medidas, haga el favor, he dejado mi ropa en el vestidor para que le sea más fácil realizar su trabajo, la sastrería es una variante de la topología, sólo cambia el terreno que hay que mensurar, ¿no cree, caballero?”

Yo no me inmutaba, sólo te respondía continente y en tu mismo tono: “Como usted quiera, señora, pero acérquese más, por favor, que mi cinta métrica no llega tan lejos, sólo mide distancias cortas pues más parece un pequeño estetoscopio que un largo periscopio, y los topógrafos, como usted bien dice, debemos pisar el terreno que medimos, ¿no le parece?

Con mi cinta métrica de sastre apuntaba, o simulaba que lo hacía, la distancia que había de tus hombros a tus muñecas, la circunferencia de tu nuca, el contorno de tus caderas, el perímetro de tus muslos separándolos lo necesario, tu cintura y los centímetros que había entre tus pezones y de ellos a tus rodillas.

A veces cambiábamos, querías que lo hiciéramos al revés, que te tomara las medidas desnudo mientras tú permanecías vestida aunque con pocos botones abrochados. Con mi amarilla cinta métrica de sastre recorría tu cuerpo, palmo a palmo y dedo a dedo. Pero tú no perdías ojo y no parabas de mirar mi puntero afilado que cada vez más tieso se moría por escribir las medidas en mi libreta de notas.

Todavía la conservo, en algún cajón debe de estar guardada, allí anoté, en sus hojas gastadas y entre innumerables esbozos de vestidos y cuerpos, tus medidas y dimensiones.

La bata blanca, sin embargo, te la quedaste tú, espero que la hayas lavado y que la uses cada vez que te venga en gana o te hagas un vestido a medida en la sastrería de la esquina, la topografía no es precisamente una actividad aséptica, es un trabajo de campo, no de laboratorio, y hay que protegerse del polvo y en ocasiones del fango también, tal vez por ello yo ya no ejerzo, me he retirado para dedicarme a la astronomía en un monasterio benedictino y ahora mido, con mi flamante telescopio, cuerpos celestes, estrellas refulgentes y agujeros negros que, aunque oscuros y muy profundos, ni manchan ni salpican.

Es curioso, pero al mirar al cielo, y a su vasto despeñaperros, pienso que la vida será muy pronto aún más rara que todo eso, ¿no te parece?

¿Has adelgazado o sigues redondita?

Gracias de nuevo.

Demóstenes, sastre peletero.

Pd. Fíjate, querida amiga, que el brazo de Daniele está levantado marcando una sola línea con su hombro, es el ángulo áureo del cuerpo. Hay otro entre las piernas que debe medir aproximadamente lo mismo, el cociente entre el segundo y el primero indica si se es pájaro o pajarito.