Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
52. Harry G. Frankfurt.
En un sentido parecido, pero con una intención opuesta a Platón el moralista Harry G. Frankfurt afirma en su encantador opúsculo “Sobre la verdad”, que:
“El  mundo en el que vivimos, en la medida en que nuestra concepción del  mismo se asienta en la mentira, es un mundo imaginario. (…) Las mentiras  no tienen otro objetivo que perjudicar nuestra concepción de la realidad.  Por ello, su objetivo es, de manera muy real, enloquecernos. Si nos las  creemos, nuestro intelecto estará ocupado y gobernado por las  ficciones, fantasías e ilusiones que el mentiroso ha urdido para  nosotros. Lo que aceptamos como real es un mundo que otros no pueden  ver, tocar o experimentar de manera directa. En consecuencia una persona  que cree una mentira está obligada por ella a vivir “en su propio  mundo”, un mundo en el que los demás no pueden entrar y en el que ni  siquiera el mentiroso reside de verdad”.
“En  la medida en que aprendemos cuáles son nuestros lindes discernimos  nuestra forma. (…) Así, nuestro reconocimiento y comprensión de nuestra  identidad surge, y depende íntegramente, de la apreciación que tenemos de una realidad que, de manera inexorable es independiente de nosotros. (…) Sólo si reconocemos un mundo de una realidad,  hechos y verdades obstinadamente independientes, podemos reconocernos a  nosotros mismos como seres distintos de los demás y articular la  naturaleza específica de nuestras propias identidades.”
Frankfurt tiene razón y la diferencia está, obviamente, en el lugar que otorgamos y concedamos a la realidad  ocupar, todo depende de dónde la coloquemos, si delante de nuestros  ojos o en el Reino de los Cielos. Las derivadas de tal decisión son  fundamentales incluso para decidir y formular una política democrática  no regida por filósofos sabios y sin duda soberbios. 
También  acierta al afirmar que el mentiroso ni siquiera reside en su mundo, al  igual que el Diablo no tiene una naturaleza propia y vive de la  necesidad ajena. La mentira requiere también a un mentiroso que la oiga.
52M
-“Y  Van Gogh te respondió con su obra, la pintada y la escrita. Hay algo en  ti, querido Víctor, que se parece a Vincent. Te sabías sus cartas de  memoria y recordarás este párrafo:
“Me  gustaría más ganar como pintor 15 francos al mes que 1.500 francos  mensuales por otros medios, aún como comerciante de cuadros. Estoy  seguro de que podría aprender de mi profesión en París lo mismo que aquí  en el brezal; en la ciudad tendría la oportunidad de aprender todavía  alguna cosa de los demás, de aprovechar su experiencia, y esto no me es  del todo indiferente; por otra parte, trabajando aquí, creo también  poder progresar, aun sin ver a otros pintores (335)”. (La madeja. Cartas a un amigo.)
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52H
-“En  el negro relucía el ocre y tus labios rosados besaban mis ojos cerrados  que abrían sus puertas para ti, niña. Porque yo también tenía puertas y  tú lanzas y arietes para romperlas, con ellas entrabas, con ellas  reinabas en mis cuartos, en mis esquinas, entre escaleras y espejos,  entre el suelo y el cielo. ¿Tanto tiempo ha pasado ya?” (El hilo. Cartas a una amiga.)



