miércoles, 29 de diciembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (75)



Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

75. Tratado de peletería.
“Amante del estudio, y deseoso de prosperar y ser algo más que uno de tantos en la clase de actividad a que había comenzado a dedicarme en el ramo de Peletería, en vano busqué en mi juventud libros donde pudiera hallar los elementos necesarios para ampliar mis conocimientos en cuanto a la profesión por mi elegida. Al fin llegué a saber que tales libros los había en todos los idiomas, excepto en el nuestro, Supe también, algo más tarde, cuando ya me adentré por los recovecos de mi nuevo oficio, que las relaciones comerciales en cuanto atañe a la Peletería eran, y siguen siendo, casi exclusivamente con el extranjero, y esto me impulsó al estudio de idiomas que me permitiesen recurrir a los libros y revistas en que poder hallar cuanto pudiera convenirme para el logro de mis propósitos. Hoy, merced a los conocimientos que en ellos adquirí, junto con lo que he aprendido en mi dilatada experiencia industrial y comercial, me decido a escribir un libro de Peletería, y voy a hacerlo sin pretensiones, con el único fin de hacer algo útil a nuestra Patria y en la creencia de que no faltarán aprendices de nuestra profesión que, como yo en tiempos ya lejanos, no se conformarán con lo que pudieran aprender en sus horas de trabajo y desearán disponer de algún libro donde poder llegar a conocer algo más, pues en mis frecuentes viajes comerciales por el extranjero me he hecho cargo de la necesidad de tener, para prosperar en la Industria y Comercio de la Peletería, conocimientos más amplios que los que pueden adquirirse de la sola práctica, sin ayuda del estudio.” 
(“Tratado de Peletería”, Historia, Comercio, Industria. José Tapbioles, Barcelona, 1944)
La cita es un texto transparente y nítido, en él hallamos una voluntad sencilla y un deseo franco en un espíritu desaparecido. En sus palabras también encontramos una ambición sana y clara al menos en la forma de ser expresada, como si tuviera el mundo delante, listo para ser descubierto con el empeño del adolescente inteligente y valiente, y con la curiosidad del inventor y del viajero.

Enfrente transcribimos unos párrafos del “Manifiesto dadaísta” escrito Por Tristán Tzara en 1918, y que pertenecen al capítulo titulado “La simplicidad activa”.
“La impotencia para discernir entre los grados de claridad: lamer la penumbra y flotar en la gran boca llena de miel y de excrementos. Medida con la escala de lo Eterno, toda acción es vana (si dejamos que el pensamiento corra una aventura cuyo resultado sería infinita­mente grotesco; dato, también éste, importante para el conocimiento de la humana impotencia)”. (…)
“Todo hombre debe gritar. Hay una gran tarea destructiva, negativa por hacer. Barrer, asear. La plenitud del individuo se afirma a continuación de un estado de locura, de locura agresiva y completa de un mundo confiado a las manos de los bandidos que se desgarran y destruyen los siglos. Sin fin ni designio, sin organización: la locura indomable, la descomposición”.
Las comparaciones son ciertamente odiosas, pero también necesarias y las conclusiones son sin duda obligadas y exigidas, pero nosotros dejaremos que cada cuál extraiga las suyas si es capaz, aunque pensamos que no será muy difícil hacerlo.

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75M
-“Como muchos otros, siempre afirmabas, querido Víctor, que el Arte ha muerto, pero que sí existen objetos estéticos, y que algunos, quizás la mayoría, son pura decoración de paredes vacías, de casas abandonadas, de ciudades ociosas.

Estos objetos, indicabas, van desde una película a un reportaje o un documental, una ilustración en una revista acompañando una crítica literaria, o el mismo artículo de un periódico. Uno de los millones de poemas, buenos o malos, que se escriben a diario, un envoltorio de cualquier producto comercial, un anuncio televisivo, la forma gráfica de una marca, una canción del último grupo de moda, una receta de cocina, esos extraordinarios vestidos que cada temporada desfilan por las pasarelas de todo el mundo, un libro infantil ilustrado, un cómic o tebeo, todas ellas y muchas más, decías, son artefactos estéticos, son construcciones humanas de gran valor, pero no son Arte. Siempre fuiste un exagerado sin remedio, incluso, llegaste a concluir, que yo era uno de esos objetos bellos”. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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75H
-“Querida Verónica, el otro día, oí a unos que hablaban de Goethe y del secreto. Decían que en su obra hallamos siempre aquél que sabe algo que los demás desconocen. El que se acueste contigo, si es un buen amante, sabrá cosas de ti que tú misma ignoras, y ése será su secreto.
Un amigo, al que aprecio mucho, siempre me recuerda que las personas tenemos tres vidas, la pública, la privada y la secreta, es indudable que es así, tú formas parte de mi vida secreta, mi amada Verónica, es un lugar preeminente, el mejor”. (El hilo. Cartas a una amiga.)