sábado, 24 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (26)


14 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

26. La Casi muerte.

“El placer de retratar cadáveres, sean humanos, animales, o vegetales, como lo es un precioso ramo de flores, es una manera sesgada de captar un aspecto de la realidad que muchas veces se nos escapa ante la avalancha de emociones que provoca la muerte. Pero solamente es en esta oportunidad, donde tenemos la fortuna de contemplar y disfrutar de la sombra que proyecta ese secreto que se desvanece. 

No el secreto y sí la sombra.

Es ella la que palidece como si se apagara el sol. Ése que un día fue dios y que ahora no es nada más que una estrella. Así pues, el secreto permanece mientras una nube oscura huye de nosotros.

¿Es un desvanecimiento? o ¿quizás es un milagro morir? ¿Esa es su bondad? ¿O todo lo contrario? ¿La constatación más terrible de la preeminencia de las leyes físicas? ¿Su cumplimiento inexorable?

¿Es una sentencia? ¿O la muerte es una simple casualidad, una nefasta suerte? Porque yo no creo en el destino, ni que nada esté escrito. Ni siquiera creo que hayamos de morirnos. Yo no me creo eso. 

No creo que tengamos que perder la vida necesariamente, o peor, innecesariamente. Morir en vida, claro, no vivir después de morir que es otra cosa muy distinta; seguramente también un engaño, una patraña, una mentira.

Estoy seguro que casi nadie lo cree, nadie piensa que morirá, mienten cuando dicen que sí. Lo que ocurre es que no se atreven a manifestarlo en público.

La “Naturaleza muerta” es la expresión que el castellano utiliza para plasmar las cosas inanimadas, término sin duda fatalista y rotundo, poco dado a la sutileza, incluso contradictorio. Los castellanos no han sido nunca buenos filósofos. Santos sí, místicos, guerreros y artistas también, pero no filósofos.

Los anglosajones en cambio, irónicos ellos, a la “Naturaleza muerta” la llaman “still life”, “casi vida”, “aún en vida”, “todavía viva”. Parece una broma macabra, una buena ironía del mejor de los humores negros, una bilis”. (“Still Life”, el peletero). 

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26M
-“Ni tú ni él erais los únicos, pero me supo mal aquel año que me dejaste por una rubia estúpida que no sabía francés ni griego aunque hablara inglés y alemán bávaro. Podías haber elegido a una eslava, hija de esclavos y no a una valkiria robusta; las checas o las eslovacas son más delicadas, te decía. Tú me replicabas que ella era una celta ligera, pecosa y delgada. En realidad fueron dos las hijas de Europa que amaste, pero yo tuve a doscientos y los tuve a la vez. No te gustó. El sexo es extraño, pensaba, para comprenderlo debes hartarte y saciarte y tú me mirabas triste y siempre decepcionado de mí. ¿Eso es lo que piensas?, me preguntabas en tu mal griego aprendido en los hoteles, pero... ¿qué podía responderte?, ¿qué podía hacer?, ¿querías ser él o sólo estar tú?” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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26H
-“El otro día me encontré con una muchacha rubia, jovencita y bonita, me pidió 10 euros prestados, me explicó que había perdido la cartera, el pasaporte y que estaba sola en la vida, y me contó una historia triste y terrible que casi me hace llorar. Creo recordar que me dijo también que era belga, de Ostende, pero no estoy seguro, yo solamente le miraba los pechos y los ojos. Me apuntó su nombre, Lisa, su dirección y su número de teléfono que misteriosamente empezaba por 666 -tengo una testigo que podría refrendar y corroborar todo lo que digo, me perdonarás que no la cite por respeto y para salvaguardar su condición de mujer casada-. El caso es que le presté el dinero, los 10 euros y hoy, al ver que no viene a devolvérmelos he llamado al número de teléfono y me ha respondido un hombre que apenas hablaba nada, he conseguido hacerme entender y por fin me ha confesado que no conoce a ninguna Lisa, que lo sentía mucho. “Have a nice day” me ha dicho al despedirse, “you too”, le he respondido con cara flácida.

No sé, hay gato encerrado, en este caso gata, y algo me hace sospechar que está relacionado con algo. Con algo seguro. Lo que no sé es con qué, seguramente con mi cara flácida.
Tenía unos pechos bonitos la tal Lisa y los ojos también. (El hilo. Cartas a una amiga.)