jueves, 30 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (48)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

48. La Verdad y la Muerte

Toda la filosofía de Nietzsche está fundamentada en el miedo a la muerte, su victoria y aceptación colérica y heroica, soberbia y lujuriosa, su famosa danza dionisíaca es miedo a morir. Nietzsche era hijo de un tiempo vanidoso, era un gallo decapitado, una falsa imagen de vida, una farsa grandilocuente construida con palabras que pretendían ser castillos con torres más altas que las de Babel. Pero... tenía razón. La muerte es un secreto sabido que no por sabido deja de ser un secreto, esa es la clave de todo, la verdad que no otorga poder.

La verdad que no otorga poder.

Al menos no para los humanos. ¿Qué otro saber puede ser más poderoso que saber que vamos a morir?, ¿saber que no moriremos? ¿Es lo que saben Dios, el diablo y los ángeles de sí mismos?, ¿qué no morirán? Pero para morir hay que estar vivo, ¿lo están ellos? Jesús lo estuvo para ser el chivo expiatorio de todos nosotros y morir en nuestro lugar.

Es indudable que la naturaleza de los seres celestiales e infernales posee una semejanza indudable con la de las bestias que pueblan nuestro mundo y que ignoran su condición de mortales. Los espíritus se encuentran a medio camino entre nosotros, los humanos, y ellos, los animales. Entre ambos hay esa semejanza y esa diferencia fundamental: saber. Los animales ignoran que morirán aunque puedan presentir la muerte, en cambio, los seres espirituales, divinos y semidivinos, conocen que no morirán.

La verdad que sí otorga y confiere poder es saber que vivimos.

Hablar de ellos, de esos seres descarnados, tal y como lo hacemos les da consistencia y entidad, parece que sean seres reales igual que lo somos nosotros. Los tratamos de tú, con respeto y confianza también al decir, sólo decir, cosas de ellos. Desplegar toda esa literatura fantástica es adornar nuestra condición de sepultureros, darle renombre, prestigio y dignidad. Todo lo que hacemos en esta vida, todo, comer, vivir, amar, someter, atesorar, pensar, hablar, cantar, danzar, procrear y matar es a causa de la muerte cierta, todo es por ella. La diferencia entre las civilizaciones radica en la manera en cómo entienden y encaran, cada una, la muerte, el resto es adorno, juego de pies, pantomima de manos de magos y prestigitadores.

La continuidad genética de la especie y la de nuestras tribus y patrias nos otorga una falsa sensación de permanencia e inmortalidad que es abatida de una manera absoluta en cada hecatombe, natural o provocada. Nos sentimos inmortales en nuestros hijos ¿Quién puede enfrentarse al Cosmos y a nosotros mismos? Domeñar la naturaleza está mal visto, es, dicen, un nuevo pecado de soberbia. Erradicar el mal provoca más muertes que las que pretende evitar. Se mata en nombre de Dios y de la paz, se mata en nombre de cualquier cosa. ¿Para sobrevivir hay que matar?, seguramente sí. 

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48M
-“Alguien me preguntó una vez si lo que había debajo de mi almohada era una vaca, yo le respondí que no, que eso que había debajo de mi vaca era una almohada de plumas de ganso.

En una ocasión no supe responder, con la precisión y claridad que tu siempre me pedías, a una sencilla pregunta tuya. Al oír mi contestación te callaste, una vez más, decepcionado. Ya no sé quién hablaba entonces ni quién lo hace ahora, querido Víctor, si tú o yo, si tus correos o mis recuerdos, si tus vacas o mis almohadas que tarde o temprano, puedes estar seguro, vomitarán todos sus sueños llenando la habitación de vacas con plumas de ganso”. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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48H
-“En Cork fuimos a un pub por la noche, la gente se subía al escenario, agarraba el micrófono y cantaba su canción. Parecían profesionales sin serlo, era una maravilla oír aquellas baladas celtas llenas de sentimiento, dulzura y fuerza, tan bien cantadas por gente anónima, no profesional. Cuando llegó la hora de cerrar todos se pusieron de pie y cantaron algo que parecía un himno, se me erizó la piel al escucharlos, no sé si de emoción o de temor. 

Aquella noche entró en nuestra habitación la dueña de la casa donde nos hospedábamos para recoger su dentadura postiza que había olvidado en el baño. Yo me encontraba ya en la cama leyendo, vestía sólo el pantalón del pijama y llevaba el torso desnudo; antes de irse se me acercó coqueta y acarició furtiva, rápida y apasionadamente el vello de mi pecho, sonrió, me pidió disculpas y se fue con el vaso con agua  y su prótesis metida en él mientras me guiñaba un ojo. Soltaste una carcajada, me arrebataste el libro de las manos y me bajaste el pantalón. No sabías cantar baladas celtas.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

miércoles, 29 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (47)



Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

47. El linde.

La realidad es completa, está terminada, pero tiene un linde, en su geografía hay una zona de sombra, una frontera que no es física ni tampoco espiritual, un límite mental que nos indica dónde termina. Porque la realidad termina, no es infinita, y en su lugar empieza la nada. Es un horizonte ontológico, una manera de estar, es el punto en el que una estatua te mira, ese instante en que sus ojos te atrapan y contemplas con ellos el mundo desde otro... mundo.

Cuando has mirado con unos ojos de piedra, arcilla o metal fundido y enfriado, tu propia carne deja de ser carne y el corazón tu corazón, los ojos devienen puentes que se incendian a ambos lados del camino.

El confín de la realidad parece el célebre sfumato de la pintura, una niebla entre lo que acaba y empieza, una zona casi de nadie: “Nuestro peletero sabe que estas afirmaciones están urdidas con un hilo tan fino y tan frágil como la casi imperceptible línea que separa la vida de la muerte. Oasis que ningún mapa señala y que sólo una rara determinación o una extraña casualidad te permitirán recorrerlo. Si esta es tu voluntad o tu suerte, descubrirás maravillado, con el paso inseguro del funambulista, su absoluta belleza y extraña penumbra. En ella también conocerás el terror ante la inminente e inevitable caída que inexorablemente te conducirá hasta el fondo del abismo, donde el tiempo y tú seréis definitivamente derrotados.

La imperceptible línea que separa la vida de la muerte es el ojo de la aguja que ni Dios, ni el diablo pueden atravesar.” (El peletero recto).

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47M
-”Pasolini tenía un semblante especial, de reptil. El rostro siempre es una puerta difícil de franquear, que nos conforma, da forma, nos perfila y define con los demás.
Nietzsche decía que la contemplación activa de la naturaleza configuraba un enigmático paisaje que no es otra cosa que el universo interior de cada uno. Es una frase brillante y certera. La clave se halla en la palabra “activa”, ella explica el párrafo entero y, algo que a ti te gusta, lo hace más allá de simplicidades ecologistas.
Siempre me recordabas que todos terminamos teniendo el rostro que nos merecemos y que el significado de un objeto artístico es no solamente responsabilidad del autor, lo es también del espectador. Tenías razón, la obra es siempre independiente del modelo, es como un hijo que se va de casa, cuando lo ves alejarse piensas, “parece real”.
Pero en la actualidad el arte no es real, es una mera estética vacía, hoy el arte es así, y lo será por mucho tiempo.” (La madeja. Cartas a un amigo.)


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47H
-“Tienes razón se me había olvidado mi propio cumpleaños, no recordaba el día en que nací, creo que fue un 28, pero no sé de que mes.
Ya sabes que pierdo mucho la memoria, no es broma, en mi olvido me siento exilado y abandonado. No viene a cuento pero he pensado en las columnas dóricas de la Catedral de Siracusa.
A una amiga le decía hoy que el olvido y la desmemoria no son siempre una enfermedad, ya todos afirmamos que el cuerpo es sabio incluso cuando nos mata. Cualquiera alega con seguridad estúpida que la naturaleza sabe lo que se hace, pero la muerte para algo debe de servir si Dios la inventó, o quizás no fue Él y lo que Él creó fue solamente la vida, una isla en un universo de muerte, y por ella nos envidia en el más insondable misterio.
Saludos y felicidades a Cindy, creo que era alguien que conocimos, ¿no?, ¿qué es de ella? ¿Isabel continua casada con aquel judío?
Es verdad, Guadalupe se desnudaba a la mínima oportunidad, le irá mejor con el fotógrafo que con el vaquero sueco de Wyoming” (El hilo. Cartas a una amiga.)

martes, 28 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (46)

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.


46. La verdad y la vaca.

La verdad tiene que ver con la realidad, sólo con ella y su forma. Nada que se diga sobre lo que hay más allá puede ser verdadero o falso porque, sencillamente, no hay nada más allá. La realidad es un cascarón cerrado, un coto vedado, no sabemos si se parece a una pecera o es lo que hay fuera de ella, ignoramos si somos el pez que nada en ese recipiente de cristal o el humano que lo mira sin saber que no mira nada.

Sea como sea las verdades y las mentiras van a la par, nadie sabe quién gana y quién pierde, quién saca ventaja en el juego de contar la realidad. El arte, empero, se ha ganado la fama de ser el mejor instrumento de la mentira, igual que el amor, dicen, engaña y corrompe cuando habla.

Siempre se ha dicho que una vaca pintada, al igual que una cara, no es una vaca ni tampoco una cara, es cierto, una vaca pintada es sólo una vaca pintada, nada más. ¿Qué diferencia hay entre la imagen y la realidad?, la misma que hay entre dos cosas diferentes pues la primera también forma parte de la segunda, la que hay entre una montaña y el mar, entre un electrón y un protón, entre un dedal y la aguja, entre un retrato y el modelo, la que hay entre un instrumento y aquello que modula. ¿Entonces?, ¿en qué consiste el problema si es que lo hay?, ¿por qué esa endémica animadversión filosófica e incluso política respecto al arte? Nadie lo sabe, pero lo que cuenta el arte parece incomodar como solamente lo hace la verdad más que como lo hace la mentira. Muchos pueblos se pintan el rostro y el cuerpo, lo taladran, lo deforman, lo escarifican, lo tatúan, lo mutilan. ¿Es el cuerpo una tela y una palabra? 

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46M
-“¿Te acuerdas de aquella amiga a la que pregunté si le gustaba una casa y me respondió que no lo sabía y que no le importaba saberlo porque no viviría jamás en ella? Pues hoy me ha vuelto a ocurrir con otra conocida. Es algo parecido a no saber si una mujer o un hombre te gustan porque te gusta otro, eso a mí no me ha sucedido nunca, ni cuando estaba enamorada he dejado de mirar a otros hombres. Creo que tenías razón, hay personas que solamente saben y les importa la silla en la que se sientan, nada más.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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46H
-“Me preguntas por el color de la carne, ¿el color de la carne?, no sé, me gusta más hablar de la piel que de la carne. En ella hay de todo un poco, creo, algo de eso y algo de aquello, está el arcobaleno representado, pero domina el gris y el rojo sangre, a veces el azul de las varices y ese blanco feo de la carne muerta y callosa, dura como uñas. Sí, la vida es un coto vedado al igual que nuestra piel.
Yo, cuando hablo de una playa, no puedo dejar de pensar en la nuestra, aunque sea una de tus mares helados del Norte o una de postal del Caribe, siempre pienso en ti y en nuestra playa donde murió Pasolini, y donde morimos tú y yo.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

lunes, 27 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (45)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

45. Mirar y morir.

Siempre se ha sabido que en el goce de mirar vemos morir, la muerte, el arte y el deseo son sinónimos recíprocos del existir que nunca es eterno y siempre es fugaz y su final anunciado.
Marie-José Baudinet afirma en “La invisibilidad de la pintura”, que “El placer de ver es el placer del cuerpo entero”, al ser el ojo un orificio que nos abre a todo, el ojo de nuestra aguja. 

La historia de la pintura coincide con una historia del cuerpo como objeto del trabajo y del placer, y que su conocimiento, en la obra de arte, disuelve su materialidad, la hace invisible, la convierte en “el sitio inalcanzable y roto del cuerpo en éxtasis, desorganizado por el reflejo. (…) La visibilidad es un elemento constitutivo del placer, cuando mantiene una relación corporal con el sujeto… La invisibilidad real del arte no es inmediata para nadie. La invisibilidad pictórica no es más que el resultado de una elaboración de la mirada en el reconocimiento de las figuras del deseo.”

Esa invisibilidad es la manifestación anticipada de la muerte, es su aspecto. En toda imagen hay algo que no vemos porque no está, no siendo, sin embargo, algo que le falte, igual que ocurre con los brazos de “La Venus de Milo”, que no le faltan pero no están. 
Hablemos pues de la muerte.

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45M
-“Querido Víctor a una amiga mía le acaba de desaparecer la casa de su infancia, se ha ido vaciando con fallecimientos y traslados a residencias para ancianos, en ella estudió y vivió su niñez rodeada de sus tíos y primos, de sus padres y hermanos, todo se le muere y la suya parece tu casa abandonada, ¿recuerdas? Las cosas se van y con ellas el mundo y lo hacen como si parte de nuestro cuerpo se perdiera, mutilado. Nunca más regresará, se escapa como lo hacen los buenos poetas porque lo importante siempre se nos sigue escapando. 

Al final, sólo queda nuestra soledad, incluso sabemos que ella también terminará por escaparse.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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45H
-“Querida Verónica, dices que no te había hablado de mi enfermedad, me lo recriminas, estás enfadada. Discúlpame, yo pensaba que sí, que te lo había contado, pero es que a veces olvido mi cuerpo y no recuerdo con quién hablo ni de qué hablo. La vida, en muchas ocasiones, es un coto vedado, como una pintura, todo está en ella y fuera de ella no hay nada, nada más que la luz. Mi ojo sólo ve leonas en sueños, mujeres lejanas que fantasean, princesas indias mudas, profesoras y alumnas que no quieren ser lo que son y ángeles sin alas ni olor ni dolor. Confundo sus nombres y ya no sé quién es cada cual ni cada una.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (44)

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

44. Teodoro Van Babel.

¿Qué relación existe entre un tirano y Dios? ¿Qué tiene todo eso que ver con el arte y la pintura? No lo sabemos, pero en el capítulo dedicado a “La invención” del famoso libro de Joan Fuster, “El descrédito de la realidad”, el autor valenciano nos cita a Kandinsky cuando el ilustre abstracto proclamaba que “Hoy, un punto dice más en pintura que una figura humana”

Nos gusta Fuster cuando afirma sin pudor ni miedo que los abstractos se desprenden “no sólo de la realidad exterior, sino también de la realidad interior; tanto de la del mundo de los sueños, como de la del mundo sensible. No pretenden pintar “retratos” –ni saben pintar imágenes: en el fondo, son pintores sin imaginación-. Ni “retratos” de las cosas que se ven, ni “retratos” de las cosas que se sueñan. El cuadro es una superficie plana que han de llenar de espacios coloreados, de puntos y líneas que no son más que eso, puntos y líneas -¿con resonancias dramáticas?-.
¿La puerta número 9 de “El Garaje hermético” qué separa?, ¿la realidad o los sueños? Sin duda los sueños también forman parte de la realidad, la pregunta tiene trampa, está mal formulada, es mejor así: ¿La memoria de qué lado de la puerta está?, ¿en el asteroide “Flor” o en la estación “Ópera” del metro de Paris?”.

Tal vez debamos recordar en este momento al pintor flamenco Teodoro Van Babel y las palabras que escribió de él nuestro amigo peletero. 

Teodoro Van Babel fue un pintor con dos dispares habilidades, la del retrato y la de la composición simbólica.

La primera queda bien probada en la variedad de retratos que realizó a lo largo de su vida. De entre todos ellos es obligado resaltar los que hizo a su propia hermana Silvia, a su esposo y a los hijos de ambos.

A pesar de que Silvia tuvo que emigrar a Londres para casarse con un comerciante inglés, Teodoro logró retratarlos a todos desde la distancia, sin verlos siquiera, utilizando para ello únicamente la memoria, la intuición y las descripciones de su hermana. Todos inacabados, pues nunca llegó a finalizar ninguno de esos retratos familiares en los que a veces él también se incluía.

Los años pasaban, las personas cambiaban y los retratos nunca se terminaban. El resultado que nos ha quedado, después de capas y capas de pintura es el de unos bocetos, donde los personajes parecen no tener ni edad ni peso. Fantasmas provisionales que no consiguen traspasar el espejo.” (“El ojo y el negro-1 El peletero)

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44M
-“Mi amiga Paulina se quejaba el otro día de su vida, y que teme perder al hombre que la cuida y que dice querer, afirma con ironía que no había pensado terminar enamorada de un enfermero. Le pregunté directamente cómo hacían el amor ya que ella está medio paralizada. Me miró sorprendida y me respondió airada algo obvio, “hacemos el amor como podemos, como todo el mundo, ¿no?”. Tenía razón, todo el mundo hace lo que puede. Me quedé pensando y recordé cosas de su juventud y de la mía, y me callé.

¿Cómo hacíamos el amor tú y yo, Víctor?, ¿cómo podíamos?, ¿como lo hace todo el mundo? Sé cómo lo hacías tú, lo que ignoro de verdad es cómo lo hacía yo.” (La madeja. Cartas a un amigo.)
 
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44H
-“Querida Verónica, hoy he ido al oftalmólogo, mi ojo izquierdo se encuentra mejor, pero todavía no está curado, no veo bien con él, está todo borroso y desenfocado como cuando uno se despierta de un sueño y se encuentra al lado a una leona o a una princesa india desmelenada.
El médico me ha dicho que todavía tengo la córnea hinchada por culpa del herpes, me ha recetado unas gotas nuevas con cortisona, espero no perder visión.

La tuya debe de ser buena, pero si me vieras no me verías de los kilos que he adelgazado desde la última vez que me viste, no me reconocerías, estoy flaco y se me caen los pantalones, circunstancia que, y según cómo, es oportuna y pertinente, pero que en otras resulta inconveniente. Sin embargo parece que a las mujeres de aquí les gusta, son bastante perezosas en la cama y no tienen ni la gracia ni la gentileza de desnudarte así que tengo doble trabajo, desnudarme yo y desnudarlas a ellas.

Ya sabes que todos miramos la carne de maneras diferentes, en eso se basa la pintura, en el color que se elige para ella. ¿El amor?, el amor es verde y en ocasiones amarillo, en según que momentos se esconde en el blanco y en otros en el negro, pero poco más. Un poco de gris le iría bien.

¿Cómo hacíamos el amor?, mal, como todo el mundo. Eres una mentirosa, tú mejor que nadie sabías cómo y qué hacías en tu cama cuando había más gente.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

lunes, 13 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (43)

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

43. Moebius.

Hemos hablado de Benoit Peeters y François Shuiten, dos grandes maestros de contar historias dibujándolas, pero nosotros queremos caer en lo inevitable y hablar de Jean Giraud, alias Moebius, en el preciso y terrible momento en que el ingeniero Barnier se da cuenta de su error fatal al hacer entrar en resonancia el proyector de partículas con el calibra-niveles y destruir así, no sólo una bonita nave cablera, si no también provocar que los tres niveles del asteroide Flor se descompensen irremediablemente, al igual que nuestros escritos y toda la realidad que los sostiene.

El ingeniero Barnier, sin embargo, es una chica y lleva un abrigo de piel, la indumentaria peletera no es un detalle baladí y sí una casualidad poética que debemos mencionar. Al mismo tiempo, el enmascarado arquero del destino efectúa un disparo certero y atinado. Madame Kowalsky, Jerry Cornelius y el Mayor Grubert lo saben. Nosotros, gracias a Moebius, también.
“El Garaje hermético” es la obra maestra del cómic universal. Como “El Quijote” lo es de la literatura, ambas no tiene parangón, y, como la obra de Cervantes, es también él un folletín que quiere ridiculizar las viejas y noveleras historias, en este caso, de ciencia ficción. Como el Hidalgo de la Mancha, el Mayor Grubert, su protagonista, también viste ropas y vestimentas fuera de lugar y antiguas, en la obra de Moebius parece, con su salakov, un trasnochado explorador africano de las viejas épocas imperiales europeas en África. 

En “El Garaje...” encontramos también el viejo conflicto del que ya llevamos tiempo hablando, nosotros y el resto de la humanidad, el que siempre mantiene el ser humano con la realidad. Es el combate con Dios, es su lucha también, la de Él con nosotros, sus hijos, su creación, sus obras pictóricas. Cualquier artista verdadero tiene un asunto que resolver con sus personajes, y sin duda Dios lo tiene. El Mayor Grubert igualmente y con él Moebius y todos nosotros con nosotros mismos, nuestro mejor personaje. 

El Mayor Grubert, en el asteroide “Flor”, construye un Universo paralelo del que es amo y señor, tan real como lo puede ser el que nosotros ocupamos. Él es su dueño y lo habita a su manera indescifrable y propia. Es un mundo cerrado, es una piscina y una pecera de la que nadie, ninguno de sus moradores, excepto él, puede escapar.

Eso nos recuerda a “La Torre” de la que ya hemos hablado y esa “contracara” de Kafka y su posible error de apreciación. ¿Debemos entrar en el Castillo? O... ¿debemos huir de él?
El Mayor Grubert deberá intentar escapar después de la revuelta que los habitantes de “Flor” promueven en su contra para conseguir su libertad. Tiene varias vías para hacerlo, una de ellas es de emergencia y que debe utilizar a escape para no ser atrapado por sus perseguidores. Una puerta en la que hay pintado un número, el 9, y que conduce a... la estación de “Ópera” de París en una “conexión” imposible pero cierta. Así logra huir de sus hijos que quieren acabar con él, y así los abandona, huérfanos de padre y Dios. ¿Qué harán cuando se encuentren solos y dueños de su destino raro? Elegir a un tirano, a uno de entre ellos, a alguien vulgar. Primero se decapita a los reyes y luego se los sustituye por tiranos, siempre ha sido así.

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43M
-“Me alegra que te gusten mis poesías, Víctor, seguirán dos más. No sé si mis poemas son aceptables y correctos, pero la buena poesía que hay en todo buen arte necesita siempre un esfuerzo, nada es fácil, nada se da por sí mismo, siempre hemos de intentar dar la vuelta de tuerca necesaria para comprender las cosas mejor, yo lo intento aunque soy mayor para según qué, escribir requiere mucho esfuerzo.

Como tú también pienso que el arte críptico es un mal arte fuera de se nos escapen algunas claves que necesiten de la erudición del experto. La oscuridad da una patina falsa de calidad, mezclar palabras sin ton produce una falsa sensación de profundidad cuando lo que sucede es que no se sabe construir frases y sólo se pergeñan “cadáveres exquisitos”, que no son más que un buen divertimento estético, muchos los practican y otros se devana los sesos después buscando significados ocultos, enigmáticos y casi verdaderos. 

Recuerda “El perro andaluz”, de Buñuel, un “cadáver exquisito” tras el cuál se han querido ver cosas que no existen porque nadie pretendió que las hubiera. 

El arte debe ser claro, no en el sentido de fácil: “el cielo es azul y el mar es inmenso”, si lo hacemos fácil lo convertimos en mediocre. El arte no debe ser elitista, pero gustar a muchos no es una buena señal, tú siempre lo has destacado. Gustar a pocos tampoco. El buen arte va más allá del entretenimiento, aunque se puede hacer arte del entretener. Nuestras fotos desnudos eran algo más que entretenimiento, ¿no?” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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43H
-“Fuiste la flor que siempre deseé, fuiste un ramo entero de Fantin. Te quise guapa, fresca, joven y anciana, bella y contenta por el mañana en el que yo ya no estaré ni seré siquiera un dulce atardecer. ¿Te fijaste en esas dársenas imposibles de Lorrain?, siempre me llevaban a los puertos grises desde donde zarpaban las naves de los elfos que iban hacia las tierras imperecederas. ¿Recuerdas nuestra travesía?, ¿la llegada de Ulises a Itaca y tu bienvenida? 

Fuiste la espina, sin mí o con otros, quizás sola, fuiste la rosa, la única que pude y supe pintar. Fuiste mi vida, la escalera, el espejo roto y la madera, fuiste la pared, la ventana y toda aquella esquina, fuiste mi novia, fuiste mi india, fuiste la niña que rapté siendo pirata en los mares de la china.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

viernes, 10 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (42)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

42. El Cómic.

Las estampas japonesas, con Kiyonaga Tisú, Hiroshima, Utamaro... son, permítaseme utilizar la expresión muy poco ortodoxa, la “línea clara” de la Historia de la pintura mundial, en una voluntaria y premeditada alusión al universo del cómic. Universo grafico, literatura dibujada en publicaciones baratas y populares que nacieron en las páginas específicas de las ediciones dominicales de los periódicos norteamericanos de primeros del siglo XX para lectura infantil y que todos los adultos también leían. 

Alex Raymond, Milton Caniff, Al Foster, Hogarth, Al Capp, Hill Eisner, Windsor McCay, George Herryman, Shultz, Breccia, Hugo Pratt, Hergé, Jijé, Uderzo, Goscinny, Robert Crumb, Tardi, Ambrós, Bilal, Jesús Blasco, Iranzo, Víctor Mora, Max, Nazario, Yves Chalana, Charlier, Giraud, Moebius, Manara, Crepax, Shuitten, Druillet, Liberatore, Escobar, Benejam, Ibáñez, Vázquez, Cifré, Jorge, Peñarroya, Coll. 

Y miles más.

De Chu Ta hemos leído que su abuelo y su padre ejercían como reputados pintores y calígrafos. La clave del arte de construir imágenes en una superficie se halla en la caligrafía, pintar y dibujar igual que se escribe, entendiendo por escribir el acto que al mismo tiempo es físico y mental. Todos los que han practicado oficios manuales entienden y conocen el significado básico y trascendente de usar las manos. 

“Con el pulgar y el índice se debe asir la cuchilla para cortar. Mientras tanto, el dedo meñique ha de apoyarse en la piel, inmovilizándola con la suficiente fuerza para que no se desplace ni se mueva. La otra mano la sujeta y la tensa desde el otro extremo, levantándola ligeramente del tablero en el punto donde la cuchilla ya está cortando. Así evitamos aplastar el pelo y cortarlo. Pues ése es el fin, cortar solamente el cuero y ni uno solo de los pelos.
La luz por debajo de los ojos, iluminando únicamente las manos que son las que trabajan.” (“Con el pulgar y el índice”, El peletero) 

Eso que para nosotros resulta obvio y evidente ha sido erradicado de las escuelas contemporáneas por la pedagogía moderna en uno de los actos más estúpidos y mediocres del pensamiento humano de todos los tiempos. Todavía no se han dado cuenta de su error y estulticia. Desgraciadamente nunca lo harán.

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42M-
“Querido Víctor, uno de los protagonistas masculinos de “El mundo según Garp”, de John Irving, un muchacho joven, besa a una mujer que no lleva su dentadura postiza. Creo que si se ha de usar una de esas prótesis es mejor quitársela para los besos profundos, ¿no?
En una película argentina uno de los personajes hace pulseras de los alambres dentales de un niño.

Un día te vi cambiar el agua de las que conservas de tus padres ya fallecidos, las podían necesitar en cualquier momento, afirmaste al ver mi cara de estupefacción. ¿Todavía lo haces? Y una noche mejoraste un verso diciendo que escribir un poema es estar, a la vez, dentro y fuera de ti. Como besar”. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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42H
-“Son cuatro, no tres los agujeros de mi cinturón que ya me he comido en cuatro meses, uno por mes. Es verdad, no como y se me marcan los pómulos, he adelgazado. Por las noches no paro de llorar, me emborracho y bailo solo oyendo música mientras escribo como un loco. ¿Quién puede detenerme? Me hago fotos en el ascensor en las que reluzco con el metal, Doris Day canta a su hijo que será será y Sabina que llueve sobre mojado. Si te dijera, amor mío, que todo es verdad, no te mentiría.

¿Quién puede detenerme? 

Kandinsky tal vez.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (41)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

41. Dibujar.

¿Qué diferencia hay entre pintar y dibujar? 

Existe una respuesta fácil y obvia que nosotros no mencionaremos, nos limitaremos a hablar de un paisajista chino, Chu Ta (1626-1705), una de las figuras claves de la historia de la pintura China, y heredero de su larga tradición sin ser esclavo de ella. Fue descendiente de una familia de sangre real, de la dinastía Ming. Su entorno propició su interés por la pintura, su padre y su abuelo eran reputados pintores y calígrafos. Desde muy pequeño manifiestó a todos sus aptitudes por la poesía, la caligrafía y el grabado. En 1644 la rebelión Manchú de 1664 y el consecuente control y censura política de los artistas le llevaron a rebelarse prohibiéndose a sí mismo hablar. Durante años permaneció voluntariamente mudo, comunicándose con los demás sólo con los imprescindibles gestos. Refugiado en una comunidad budista vivió una vida monacal.

Recordaremos también a Zao Wou-Ki y al Premio Nóbel de literatura, Gao Xingjian, excelente pintor al mismo tiempo que escritor. Gao Xingjian honora su oficio, precisamente, al aceptar ser heredero de esa gran escuela pictórica, que, junto con la japonesa, diluye las diferencias entre la pintura y el dibujo. Sus paisajes son también manchas, dejando entrever, de la manera más sutil posible, que la naturaleza la conforman manchas. Más tarde, algunas abstracciones de Moteherwell  nos lo recordarán también. Al igual que algún “joven” contemporáneo, como Fernando Zobel, que también quiere emular a Turner.

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41M
-“Siempre usabas la metáfora del prisma para hablar de las personas, como si sus rayas negras fueran sus arrugas. 

Los seres, igual que las cosas, tienen una composición química, decías, según sea una u otra “absorben” la luz en una determinada frecuencia, el resto la “expulsan”, esa luz que “rechazan” es el color que decimos que tienen, si entonces la descomponemos en un espectro veremos unas líneas finas en negro colocadas en distintos lugares, entre los colores. Esas rayas negras nos indican su composición química. Es un método muy usado en astronomía para conocer la composición de estrellas y astros.

Tú fuiste esa luz que expulsé, mi color. ” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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41H
-“Vuelo de noche sorteando montículos y cordilleras nevadas, esperando el oro del amanecer como Saint-Exupéry, bailo con las brisas y los vientos que caen por las laderas hasta las planas, ¿quién las pintará bañadas de blanco y ocre? Nadie las mira desde tan alto, nadie quiere caer y despeñarse, nadie es capaz de decir adiós.” (El hilo. Cartas a una amiga.)


lunes, 6 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (40)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

40. Guardi.

Existe el paisaje campestre, el urbano y la marina también. Pero el mar no se puede pintar, así que no hablaremos de él. En su lugar lo haremos de algo más importante y sutil, la “vedutta”. Primero recordaremos a Lorrain y a sus escalinatas que llegaban al mar, para después señalar a Guardi, el verdadero pintor de Venecia. De una Venecia pobre y pálida, de Iglesias ya antiguas y poco ventiladas, carcomida toda por el salitre y la esperanza de un pasado muerto definitivamente. Sus “veduttas” son el retrato de un cadáver.

En la palabra “vedutta” está contenida lo que se ve y lo que se muestra, lo mirado y lo visto. En ella hallamos el acto sublime y tranquilo de la vista satisfecha. La “vedutta” es una actitud quieta, contemplativa, hedonista y estoica al mismo tiempo, es el estar de un verdadero caballero que sabe enfermar con el color adecuado. La “vedutta”, tanto para el que la pinta como para el que la observa, es el primer síntoma de sufrir del “síndrome de Stendhal”, la enfermedad que causa la contemplación de la belleza.

Francesco Lázaro Guardi aprende de Tiépolo, su pincel es fino y su pincelada es pequeña, como si tuviera miedo de romper lo que pinta si lo pintara grueso. Venecia ya está rota, pero Guardi seguirá siempre entero entre sus colores pardos y terrosos y sus azules entre el gris y el blanco.
Hay ciudades que las baña el mar sin ser nunca sus hijas. Otras, en cambio, se asientan en el suelo por pura casualidad, Venecia es, sin duda una de las primeras, pero hay otras que no necesitan de ningún canal para que la luz que reverbera las ilumine. Thessaloniki es una de ellas, Alejandría es otra, Nápoles y Barcelona no. Aunque la primera tenga su bahía y la segunda su montaña ninguna es hija del agua. Como si unas fueran ciudades pintadas y las otras dibujadas. 

“No me lisonjeo de poder comunicar a V.E. novedad de grande importancia en las invenciones que contribuyen a la perfección de las artes y manufacturas y economía de sus fábricas, porque aquí se contentan y presumen haber hecho milagros, cuando en sus tejidos de seda, de lana, de lino, llegan a imitar mediocremente las estofas, los paños, las telas, las lonas, etc. que se fabrican en Inglaterra, en Holanda, en Francia y en Germania. En lo que más se han adelantado es en las fábricas de cristales y espejos soplados, que todos convienen en que son mucho más claros, naturales y vistosos que los llaman de “de getto”, y aunque muy inferiores en la grandeza, pues los mayores que aquí se logran son de ocho cuartas de alto y cinco de largo, y si alguno se acerca a las nueve cuartas y cinco y media, pasa por una maravilla de la casualidad, y no del arte, que no prescribe reglas seguras para conseguirlo, y se hace de un aprecio y valor exorbitante”

“Don José de Montealegre, embajado de España en la Serenísima República el año de 1759.”

El texto es de la época de Tiépolo, pero es ilustrativo leerlo para saber algo de Venecia, luego, con Guardi, su luz se confundirá con la tierra y el cristal del sol se venderá a los turistas.

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40M
-“Por enésima vez he visto con mi amiga Paulina “La misión”, una muy buena película. La vimos por primera vez a las pocas semanas de estrenarla, luego, a los pocos días, ella tuvo el “ictus” que le paralizó más de medio cuerpo y la dejó imposibilitada y dependiente para casi todo, parecía que su vida se había despeñado por una de aquellas enormes cataratas americanas.
No sé si a ti también te ocurre, que al ser hija del Mediterráneo me trastorna tanta agua, tanta humedad, tantas montañas y tan altas, tanta naturaleza desbordada. 

Paulina olvidó leer y escribir y no ha conseguido aprender de nuevo, todavía no puede andar ni vestirse ni lavarse ni cocinar ni casi comer sin ayuda. La suya también es una naturaleza desbordada, dice con ironía de sí misma.

En otro tiempo nos robábamos los novios, siempre conseguía los mejores, los suyos eran muchísimos más y más altos y más guapos que los míos, juncos espigados con dedos largos o muchachos fuertes con tupés engominados y gafas oscuras. Sin embargo, a ti te admiraba de un modo muy especial, creo que era porque, de una manera u otra, siempre la hacías callar. En realidad pienso que estaba muerta de envidia, por eso decía que eras mi perro faldero. Ahora ella tiene el suyo, uno que la cuida y dice que la quiere y la que está muerta de envidia soy yo. Me gustaría saber qué demonios hacen en la cama, pero también sé que ni ella ni yo hemos olvidado aquellos novios que nos robábamos”. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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40H
-“Cuando te envié la reseña de la última novela de Inma Monsó se me olvidó decirte que me había sorprendido leer que la literatura formaba parte de su época de zombie, como si fuera el resultado de una no vida. Yo me siento igual, ya sabes qué ha sido la mía en estos últimos muchos años, una tempestad de Turner. En el colegio no podía jugar deportes de equipo, mi físico pequeño no aguantaba las embestidas de mis compañeros, así que me hice jockey, montaba a caballo y ganaba carreras. Cuando llegaba a la meta seguía cabalgando solo, más allá, a trote, buscando la línea aquella de árboles que bordeaban el canal de casa, allí estaba ella, esperándome: “Parecía un animal salvaje, desnuda y de pie, fiera. Nuestra ropa en el suelo, el sol alto y cayendo, mi falo enhiesto y subiendo, y mis dedos bailando en su seno, entrando y saliendo de su vientre para robarle picas, corazones, tréboles y diamantes.” (“Filosofía corta-3”, el peletero).

Ahora solamente vuelo como un jilguero que ha perdido su nido y su platanero. No paro de llorar, vuelo bajo arrastrando con mi peso nubes cargadas de noche y de luz, pura ceniza, plata negra.”
(El hilo. Cartas a una amiga.)

viernes, 3 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (39)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

39. La Torre.

Indudablemente la arquitectura es también un pecado de soberbia y a propósito de ella mi amigo peletero escribió un interesante texto poético usando una historia publicada en cómic, escrita por Benoit Peeters y dibujada por François Schuiten. Es un relato kafkiano y en buena parte es la cara opuesta de “El castillo” de Kafka. En la segunda un hombre pide entrar, en el relato de Bernoit alguien quiere salir, escapar. Dice así: “La soberbia es una torre que atraviesa el cielo como la luz de una antorcha. En ella se guarda un cofre con todos los secretos del mundo. La llave de este cofre pende del cinto de un anciano desmemoriado.

Con toda la modestia que lo define frente a otros instrumentos artísticos, mucho más potentes y con más prestigio, el cómic, con su encanto sencillo, nos abre él también las puertas a misterios tan profundos como los mismísimos cimientos de Babel. En el “comic book” que escribió Benoit Peeters y dibujó François Schuiten, titulado “La Torre”, se nos muestra cómo uno de los encargados del mantenimiento y conservación de una gigantesca construcción, que se eleva imperturbable hacia los cielos, ha quedado incomunicado y aislado. Este obrero, que allí vive solo en una pequeña cabaña entre enormes muros de piedra, preocupado exclusivamente en su labor de vigilancia y reparación, llega a perder el contacto que periódicamente establecía con sus otros compañeros y superiores. Ellos están también distribuidos en otras zonas de La Torre y con el mismo deber que él, evitar que se deteriore y colapse. 

Hace ya demasiados meses que no recibe respuestas a los mensajes que envía a través de palomas, esperando ánimos o alguna orden. Aislado en su zona de trabajo malvive como un náufrago perdido en un mar de piedras, arcos, bóvedas, contrafuertes, túneles, escaleras, rampas y arbotantes. Tanto tiempo hace que no tiene contacto con nadie que decide abandonar su puesto de vigía y marcharse. Todos los indicios señalan de forma inquietante que los demás se han ido, no tiene más remedio que abandonar su puesto, se dice después de mucho dudar. ¿Habrá que regresar?, supone. Pero regresar ¿a dónde?, no lo sabe. La Torre es su casa, toda su vida ha vivido en ella, reparándola y cuidándola y antes que él su padre y el padre de su padre. No puede imaginar otro lugar. No existe nada fuera de ella. Su horizonte se ha vaciado.
Lentamente va descendiendo. Piedras y solamente piedras va encontrando. La Torre es un mundo completo, sino es ya “Todo el Mundo”. Seres extraños y solitarios habitan rincones de la mole, ajenos al Orden que la construyó y la administraba. Nadie la ha visto entera. Las imágenes completas que de ella se tienen son fabulosas y fantásticas, meramente imaginadas. Su perfil y su tamaño son un mito ya indemostrable.
Pero unos cuantos siglos antes, Pieter Brueghel el Viejo, ya nos había pintado, con una precisión notarial, lo que algunos milenios atrás los hombres habían imaginado y algunos habían empezado ya a prefigurar en la vieja Sumer con sus zigurats: “La Torre de Babel”.
A las afueras de una industriosa ciudad flamenca a la orilla del mar, Brueghel erige una torre a medio construir que ya toca las nubes. En ella trabajan los obreros con sus poleas y sus grúas medievales, levantando cada peldaño, uno después del otro. Esta obra impúdica y desvergonzada contrasta con los siervos arrodillados, sumisos, humillados frente al rey que acaba de llegar para inspeccionar las obras. Postrados ante él no osan mirarle, no deben levantar la cabeza en su presencia. Pero más tarde, paradójicamente, sí deberán mirar al cielo para seguir construyendo muros cada vez más altos. 

Mientras los humos salen oscuros de las chimeneas de las casas, la torre los sigue imperturbable en su parsimoniosa ascensión al limbo.” (“El peletero y la Torre”, El peletero)
“La callejuela” y la “Vista de Delft”, son, en cambio, dos piezas distintas a “La torre de Babel”. Dos obras maestras de Vermeer, modestas, frías, sólo casas, edificios y un río. Y una mujer. Y un solo color. Son dos pinturas verdaderamente monoteístas.

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39M
-“Querido Víctor siempre me recordabas aquella canción que decía que nuestro amor fue como un niño perdido y sin norte, sólo un espejo de cosas bellas. Yo te pedía que llorases si querías llorar, que esperases a mañana para morir, pero tú me respondías que el dolor dura para siempre si se convierte en una canción. (“Em dius que el nostre amor” Joan Vergés - Toti Soler)”

Siempre fuiste el mejor, mi amado Víctor, pero cuando se ha tenido en la cama a Antonio, nuestro profesor, a Luigi, aquel italiano de Zaragoza, o a Nacho, el que estudiaba ruso, se ve el mundo de otra manera. ¿De cuál?, de forma más sencilla, nada tiene mucha importancia ya, pero tú te empeñabas en darle importancia a todo."  (La madeja. Cartas a un amigo.)

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39H
-“Ella, sentada de izquierda a derecha, nos está esperando. Con aire altivo no se sorprende de nuestra visita, ya sabe quienes somos y a qué hemos venido. Manet la pintó con un fondo oscuro, como la piel de su sirvienta, para que así, las sábanas blancas de su cama acojan debidamente el sonrosado de su carne. Este contraste de colores, claridades y oscuridades consigue proporcionar tanto volumen a su cuerpo desnudo que acaba por sobresalir del cuadro y permitirnos a nosotros, espectadores deslumbrados, tocarla. Su mano izquierda se posa sobre su muslo derecho ocultándonos el vello de su pubis, si es que aun lo conserva. Más recatada en su postura que la Maja de Goya, es, sin embargo, más descarada por su mirada directa y desafiante. Inquisidora nos observa y examina, y según sea lo que le demos ella nos dará, simulando darse para que le demos más de lo que ya le hemos dado, que es más de lo que nos ha pedido, que ya es mucho. (…) Ese es el trato, pues hay trato. Amor tratado para que parezca que no hay trato o para que parezca que no hay amor que de todo hay en los salones de Olimpia, esa mujer que consigue estar erguida estando tumbada, sin ni siquiera mirar las flores que la esclava le lleva de un admirador.” (“El peletero y el sexo”, el peletero) (El hilo. Cartas a una amiga.)