18 Noviembre 2009
Los cocodrilos del alba
Los cocodrilos del alba eran unas criaturas pequeñas con aspecto de lagarto.
Tenían extremidades delgadas, cuerpo y cola desarrollada, cráneo de diseño anticuado, dos aberturas detrás de cada ojo y dientes dentro de la boca, no fuera de ella. Algunas planeaban de árbol en árbol con alas de piel tensada entre costillas enormemente largas.
Otras buscaban el mar.
Yo conocí a una que se llamaba Esther, difusa, despeinada y morena de piel muy blanca. Sus ojos siempre tenían el aspecto de haber llorado, hinchados y rojos, como sus labios cojos, que dibujaban una “M” amplia y gruesa. Me enamoraron su muy corta minifalda y sus piernas interminables y pálidas, sin color, suaves y con las incipientes varices muy bien señalizadas.
En el rostro tenía alguna espinilla, el cuello y los antebrazos eran largos y delgados igual que sus dedos finos de relojera. Vivía en la playa esperando que llegara el día de irse mar adentro.
Con su escote fino, su cuerpo estirado y sus mandíbulas estrechas, y ribeteadas de afilados dientes, podía atrapar cualquier pez o bestia marina. Con sus colmillos frontales lo agarraba para tragárselo sin masticar.