jueves, 9 de julio de 2009

El peletero/Cartas de una Dama muy seria (6 de 9)


16 Julio 2008

15 de enero

Yo siempre he sabido que no hay esperanza. Lo intuía en aquellos años de noviazgo con Luis. Era una premonición, como si fuera casi un recuerdo. Tal vez algo deseado, quizás era eso también, un deseo, el deseo de que no hubiera esperanza. Un compañero de Universidad, más joven que yo, él de primero y yo a punto de licenciarme, con el que llegué a tener una corta relación siempre me lo decía, no te cases con Luis, déjalo, no vale ni la mitad del futuro que te espera con él”.

¿Quieres que me case contigo?”, le preguntaba yo.

No, solamente quiero que huyas conmigo”, me respondía, con una sonrisa que jamás he vuelto a ver excepto en tu rostro, amor mío.

¿A dónde?, ¿Dónde quieres que vayamos, vida mía?, inquiría yo.

Al fin del mundo, tonta, ¿a dónde quieres huir, si no?

¿Y qué demonios haremos en el fin del mundo?

Morirnos, claro, ¿te quieres morir conmigo?, me preguntaba sin perder nunca aquella sonrisa.

Yo no quería morirme, quería vivir. No quería morirme con nadie más. Y no sabía qué responderle. Entonces era cuando me dejaba tomar de la mano y saltándonos las clases nos íbamos a su casa en la que no había nadie, y allí, en aquel piso vacío, nos pasábamos toda la tarde haciendo el amor, o mejor dicho, imitando a alguien haciendo el amor, hasta que ya era hora de irme y de ir a recoger a Luis cuando salía de la oficina. Él ya trabajaba. Al verlo llegar le saltaba al cuello y lo besaba con pasión, con la pasión que me había enseñado mi joven amante, esa pasión sin futuro, la verdadera pasión, decía él, la que no conduce a nada más que a ella misma. Aunque yo siempre he supuesto que debe de haber otra…, otra que conduce a algo, claro, aunque no sé a qué. Luis me miraba extrañado y con una cierta aprensión y me respondía que estaba cansado.

¿Tú también querrías que huyera contigo al fin del mundo, amor mío? ¿Para qué?

En el fin del mundo o en el fondo de tu cama, te hubiera cubierto todo el cuerpo de besos cuando me ha llegado tu mail, ese en que decías:

"Sueño mil veces con tus pechos blancos y tiernos, bamboleantes para mí, caídos tal cual, sin sujetadores, me gustan tus tetas caídas, las quiero levantar yo y llevármelas a la boca para chuparlas sin parar. ¿Me las darás, mi vida? Quiero tus pechos morbosos y lechosos, llenos de toda la ternura y la sexualidad que albergan. Yo los disfrutaré y tú los disfrutarás también, estarás satisfecha de poseer estas dos maravillas cuando te los bese, te los acaricie, masajee y chupe. Te los devoraré como si me fuera la vida en ello. Quiero tus tetas pálidas, tus pezones rosaditos, tu aureola grande y desparramada, quiero contemplar tu sonrisa y tu rostro muerto de excitación al verme abocado en ellos, las mejores almohadas, la mejor fuente, tus tetas blancas que me regalas."

Ya sabes que a mis años sigo teniendo un cuerpo bastante aceptable, que todavía soy joven y que apenas estoy entrando en la madurez, pero los pechos (¿o debiera empezar a decir ya "tetas", como tú haces?) se me terminaron de estropear con el embarazo de Daniel. Eres un ángel, me haces sentir deseada a pesar de que mis pechos ya no son lo que fueron.

El otro día me olvidé de contarte también que hemos cambiado de psicólogo para Daniel, el que tenía hasta ahora no me gustaba nada. No hacía especialmente mal su trabajo, pero cuando íbamos a verlo Luis y yo no paraba de mirarme las piernas. Ya sabes que si no llevo pantalón uso una minifalda muy corta, y sabes también que las tengo muy bonitas. Es un orgullo para mí mostrarlas, pero ése no era el caso. Me hacía sentir realmente incómoda. Si el psicólogo no sabe contenerse y no mirarme es que no es un buen profesional. Así que se lo dije a Luis y le ha parecido muy bien. Hemos cambiado. Ahora lo lleva una psicóloga, todo será que se enamore de mi marido, guapo es, o de mí, guapa soy, ya lo sabes. Me río sola al pensar esas cosas, no son tan descabelladas, ¿sabes? Pero en fin, parece una buena profesional y Daniel se encuentra a gusto con ella, que es lo importante. Aunque ahora que lo pienso, la muchacha también es guapa, y el que se puede enamorar es el niño, los pequeños se enamoran con mucha facilidad. Yo misma, cuando lo era, me enamoraba casi cada semana de uno distinto. Incluso a veces sentía cierta atracción por alguna amiga, era algo muy extraño y me desazonaba. No sé, lo único seguro ahora es que estoy completamente loca por ti.

Me hablas en tu mail de una casa en el campo, cerca de una playa, de una cala pequeña solo para nosotros dos y de estar todo el tiempo desnudos, tú yo solos, bañándonos, amándonos. Sí, mi vida, estaremos todo el día desnudos, paseando, haciendo el amor como locos. Tenemos tanta hambre de caricias, de contacto, de pasión, de ternura, de locura, de todo lo que ahora podremos darnos, que el día se nos hará corto. Te amo, te amo y te deseo tanto que a veces hasta me falta la respiración, de veras.

¡He deseado tanto hacer el amor en una playa! Y ahora será contigo. Ya sé que esa es una fantasía de muchos hombres y mujeres, pero me da igual. Me dará igual también la hora, que sea de día o de noche. O a todas horas. Una de ellas al atardecer, me gustan los atardeceres. Y otra también de noche, bajo las estrellas. Sueño con ello, mi cielo, ten por cierto que lo haremos, y será la experiencia más hermosa de nuestras vidas. El destino nos va a compensar al fin. Te quiero tanto, tanto...

Dices que eres un fauno y yo digo que soy su ninfa, que deseo a mi fauno con el pene erecto, besárselo, lamérselo, succionárselo, hacerlo morir de placer, ser suya, enteramente suya, que no haya un solo átomo de mí que sienta que no le pertenece por completo. No dejaremos de besarnos y acariciarnos todo el tiempo, de hacer todas las locuras que siempre soñamos o incluso esas que nunca supimos que existen, saldrán solas de nuestra pasión y nuestro deseo. Nos faltará el aire, amor mío,nos moriremos ambos de felicidad porque nos estallará en el pecho.

Sí vida mía, es cierto, esta noche, mientras te pensaba, he estado contigo, en tu casa y en tu cama, te lo aseguro, y he vivido cada momento imaginado contigo. Y no era mentira lo que te decía en mi mail, me corrí. Solo de imaginarme a tu lado haciendo el amor me mojé, me hormigueaba todo, y la sensación de calor en mi sexo era tremenda. Tenía las piernas estiradas y apoyadas en una banqueta. Solo tuve que cruzarlas, unir y apretar los muslos y...

Ya te dije que a Luis le gusta la filosofía, últimamente lee a Cicerón, y hace bien. El orador afirma: "La templanza es el dominio firme y moderado, impuesto por la razón, sobre la concupiscencia y demás ímpetus desordenados"

Luis también dice que gracias a ella la vida se ordena hacia la armonía y perfección del interior del hombre y la mujer, y que si la moderación no nos liberase de la esclavitud de los placeres carnales nuestra conducta se regiría por los instintos, y eso nos acercaría a los animales. Y a él no le gustan los animales. No se puede negar que es cierto, en realidad es una obscenidad, ¿verdad?, parece tan pornográfico como una buena felación, o como un pollo asado recién salido del horno, humeante y pringoso, lleno de grasa. Me río cariñosamente de él, y él me dice esas cosas para hacerme reír, pero hay momentos en los que pienso que quiere enviarme alguna clase de mensaje subliminal. Quiere que sepa algo, creo que es algo que él sabe y yo no, quiere que entienda algo, y yo no lo capto. Y eso me hace sentir muy incómoda. Es posible que no tenga ninguna voluntad de captarlo, que tanta armonía no case bien con mi hígado más que con mi corazón. Tampoco me atrevo a preguntar, no por nada, pero si pregunto lo más probable es que me responda y eso puede ser peligroso, ya sabes, lo peor de una respuesta siempre es la pregunta, así es que mejor callar y procurar comprender. O no hacerlo, a veces es más saludable.

Yo lo comprendo todo, soy economista y racional, sabes también que me gusta la ciencia y siempre estoy informada sobre las noticias que salen sobre ella, ahora que hay tantas. Yo lo comprendo todo y mucho más que me gustaría entender. Pero a mediodía, ni por la mañana ni al atardecer, ni cuando el sol se levanta y ni cuando se cae del otro lado, solamente cuando está alto, en pleno “Ángelus”, cuando la claridad es blanca como el hielo, es entonces cuando me derrumbo y maldigo a esa estrella que me ilumina para nada. Parezco la mujer vampiro, he de refugiarme bajo cubierto como si cayera piedra. He de huir del sol que me ofusca. No entiendo ni por qué me llamo cómo me llamo. Es un instante, apenas dura unos minutos, pocos, nadie se da cuenta, ni Luis lo sabe. Solamente he de cubrirme la cabeza, si es con hormigón, mejor.

A Luis lo adoro, lo quiero, pero le gusta la filosofía platónica, es mi esposo querido y amado, muy amado, pero tú eres mi tesoro escondido, mi corazón deseado, mi cesta de las manzanas. Quiero tenerte frente a mí y que se me entrecorte la respiración anticipando tus manos en mi cuerpo, tu boca dentro de la mía. Me gusta sentir que podría romperme en mil pedazos de tanto amarte, necesito poder romperme de alguna otra manera distinta a la habitual. No es necesario que me hunda en la inmundicia ni que salte del séptimo piso, sólo quiero amarte y ser cursi cuando pienso en ti, cariño. Me gusta serlo.

La semana próxima Luis tiene que irse a Nueva York por trabajo y me ha pedido que lo acompañe, me ha hecho mucha ilusión, hace un par de años que no he estado en la “gran manzana”, será una semana inolvidable, eso queremos los dos que sea. ¡Estoy muy contenta! ¡Soy tan feliz y te quiero tanto, amor mío!