martes, 30 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (8)


4 Diciembre 2009

La carnicera y el purgatorio.

Apareció el bigote después del olfato y el tacto, y la sonrisa antes que el estupor. La transición de reptil a mamífero no comportó otros cambios significativos que estos dos, el bigote y el estupor. Las hembras que dan leche se caracterizan por ambas cosas, oler antes que tocar y sonreír antes que entrar en un coma letárgico y casi siempre irreparable. De entre todos los mamíferos los carniceros son los que saben disimular mejor la indiferencia y el gesto .

Ella hacía lo mismo, primero sonreía y después... a su manera, con sus uñas afiladas, sus dientes caninos listos y sus bigotes peinados, me amaba.

Se acercaba trotando, alegre y contenta. Venía dispuesta a todo, pronta y preparada, con su cuchillo en una mano y mi purgatorio en la otra, quería cortar mis cabellos largos que cabalgaban ya sus hombros desnudos. Sin embargo, mi acento griego, de romano latino, la detenía un instante, apenas un segundo, la eternidad necesaria para amarnos una vez más.

Después, todo terminaba.

Y al terminar se iba, santiguándose a la manera griega, y recordando a Venecia y a Constantinopla mientras yo la llamaba Verónica.

Era de tamaño mediano y seguramente de sangre caliente. También es probable que amamantara a sus crías y que su primitiva cubierta de pelo la protegiera del invierno.

Mordía mal y nunca me escuchaba, aunque siempre me decía que yo le causaba una “einai megalos o kaimós

lunes, 29 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (7)


2 Diciembre 2009

Los siete mil soles.

El mar tiene frente y estela, y caminos que no llevan a ninguna parte. En él habitan algas verdes y azules, protozoos y tiburones de huesos inquebrantables y cartilaginosos. En sus crestas bailan focas, morsas y delfines de piel perlada.

Hubo un tiempo en el que las plantas no tenían flores y las semillas nacían descubiertas, desnudas, y morían pronto sin germinar ni crecer. Por aquel entonces el cénit y el nadir estaban en ti, yo los buscaba y tú te reías de mi repetido fracaso en hallarlos.

Yo sabía, en cambio, que el “alfa” del Delfín es 160 veces más luminosa que el Sol y que su “gamma” es una binaria naranja y verde azulada, como si fuera un alga primordial no siendo más que una estrella a medio camino de los Peces, del Toro y de Perseo.

Un día te hablaré de Pegaso, de su silla de montar, de sus alas, y si dejas de reír, también lo haré de su nariz, que en lugar de dos tiene tres agujeros y en uno de ellos caben siete mil soles.

sábado, 27 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (6)


30 Noviembre 2009

Racimos de meteoros.

Cuentan viejos locos de cuello roto de tanto observar el firmamento, que cuando ellos eran jóvenes los enjambres de meteoros poblaban el cielo, y que sus trayectorias iluminadas convergían en un punto de la bóveda celeste llamado “radiante”.

También se dice que el origen de los meteoros se halla en los cometas al romperse el hilo que los une al suelo, es entonces que acontece el milagro, no sé si el de la vida, pero sí el de la muerte, al llegar, irremediablemente, el temporal celeste que se los lleva para anidar en las Perseidas, en la Gemínidas o en las Leónidas.

Yo nací en las Dracónidas cuando pasaban cerca de las Cefeidas el día que tu cola de medusa quemó mi carne de papel, arroz y seda.

viernes, 26 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (5)


27 Noviembre 2009

La forma de las cosas que no tienen forma.

En el Universo hay un solo hecho fundamental que determina toda su fisonomía, que muestra los cimientos que lo sustentan y el destino al que irremediablemente está abocado. Este fenómeno singular no reside en la cantidad de materia oscura que contiene, ni tampoco en cuál fue la primigenia proporción de materia y antimateria que había un nano segundo después de su nacimiento, ni mucho menos la oscilación cuántica que permitió que la simetría primordial derivase en el presente caos.

El verdadero fenómeno básico consiste en tener o no tener el cuerpo encima de las patas. Cuando se consigue enclavar los codos y las rodillas debajo de los hombros y la pelvis logras alejarte del suelo y correr apoyándote únicamente en los dedos. El resto, andar sobre las dos extremidades traseras o tener pulgar, son simples adornos de Dios, más efectistas que efectivos, amaneramientos de su divino arte.

Isabel conseguía, si no correr con sus dedos, sí bailar montada en ellos, lo lograba subida encima de un escenario vestida con su falda de tul, o bien al cabalgarme desnuda mientras me hacía el amor como una equina desbocada de crines eternamente despeinadas. En su danza ungulada estaban contenidos el tiempo y la forma de las cosas que no tienen forma.

jueves, 25 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (4)


25 Noviembre 2009

La vida prehistórica.

“Andaban con pies planos en extremidades cortas y pesadas acabadas en garras. La cola era larga, el encéfalo pequeño y los dientes eran menos eficaces que los de un gato para desgarrar o cortar carne” (1), a pesar de ello fueron conocidos como “dientes de carnicero”, eran carnívoros primitivos.

En cambio, a los modernos se les llama “pies partidos” o “pies de aleta”, como si fueran peces en lugar de animales terrestres, husmeadores y astutos.

Nuestras gatas tienen “encéfalos mayores, un oído más fino, caninos más desgarradores, molares más trituradores y extremidades mucho más largas”(1), aunque no tanto como las de Carmencita, una auténtica mordedora lenta.

Carmencita era la amiga de Encarnita, la hija de mi tío Felipe, el que se casó dos veces, una después de otra, con la misma mujer, Juliette, francesa de Burdeos y que inauguró mi playa con el primer bikini de mi vida, el más pequeño que mis ojos han visto jamás, rojo y amarillo, “à petit pois » como si fuera la bandera de algún club deportivo:

Sur une plage il y avait une belle fille, qui avait peur d'aller prendre son bain. Elle craignait de quitter sa cabine, elle tremblait de montrer au voisin. Un deux trois elle tremblait de montrer quoi. Son petit itsy bitsy teenie weenie tout petit petit bikini, qu'elle mettait pour la première fois. Un itsy bitsy teenie weenie tout petit petit bikini. Un bikini rouge et jaune à petit pois. Un deux trois voilà ce qui arriva. Elle ne songeait qu'à quitter sa cabine. Elle s'enroula dans son peignoir de bain, car elle craignait de choquer ses voisines, et même aussi de gêner ses voisins. Un deux trois elle craignait de montrer quoi… (2)

(1) »Guía Cambridge de la vida prehistórica », David Lambert.

(2) « Itsy Bitsy Petit Bikini », Richard Anthony

miércoles, 24 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (3)


23 Noviembre 2009

Las garras de la paloma.

Los pavos, los loros, los buitres, los búhos, y los gallos acostumbran a tener picos cortos, y algunos, entre los que también se hallan los cucos, presentan un dedo externo girado hacia atrás, como si hicieran autostop o bien nos salvaran la vida o nos la condenaran, igual que los Césares en la antigua Roma cuando se moría en las arenas del Coliseo, a la vista de todos.

Abejarucos, vencejos, tucanes, pájaros carpinteros y ebanistas, alcaudones y cóndores. Picos curvos, quetzales, toderos, y pájaros cantores, aves de presa con garras que igual que capturan presas sirven también para posarse en una rama sin llegar a caerse.

Las palomas blancas, tan blancas como la Blanca Paloma, vuelan rápido y viran al rojo y al azul según la luz que se les supone atesoran.

Yo conocí a una que se llamaba Blanca y a otra que quería ser una Paloma mensajera. Ambas eran mujeres, pero ni la una era clara ni la otra una embajadora, ninguna de las dos llegaba a ser una diosa y mucho menos una virgen paridora, no eran nada de eso ni tampoco algo que se le pareciese, excepto por ese extraño dedo vuelto hacia atrás.

martes, 23 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (2)


20 Noviembre 2009

Las patas del ángel

Había días que pensaba que era un ganso pecoso de Australia, y otros una simple ave zancuda de extremidades largas. Siempre me han gustado las mujeres de piernas de jirafa, de caballo recién nacido o de grulla asilvestrada.

Sin embargo, los patos, y la mayoría de las aves marinas, son paticortos aunque muestran algunos de los mejores picos de todo el universo femenino. Las hembras oceánicas, como las pardelas, tienen los brazos delgados, los pies grandes y los agujeros de la nariz profundos como si fueran unos orificios tubulares. Yo prefiero los colimbos por humildes, pero las más bellas entre todas son las garzas y los ibis sagrados con sus bocas en forma de flecha y su cuello de azagaya lista para disparar palabras.

Marta parecía usar zancos, cuando se calzaba los zapatos de fiesta tocaba el cielo. Yo siempre la admiraba desde el suelo, y aunque la pobre no volaba mis dedos ni la rozaban.

Tenía el pico negro y la lengua dura de mujer, pero todavía conservaba los dientes como si no quisiera olvidar su pasado de pájaro joven.

lunes, 22 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (1)


18 Noviembre 2009

Los cocodrilos del alba

Los cocodrilos del alba eran unas criaturas pequeñas con aspecto de lagarto.

Tenían extremidades delgadas, cuerpo y cola desarrollada, cráneo de diseño anticuado, dos aberturas detrás de cada ojo y dientes dentro de la boca, no fuera de ella. Algunas planeaban de árbol en árbol con alas de piel tensada entre costillas enormemente largas.

Otras buscaban el mar.

Yo conocí a una que se llamaba Esther, difusa, despeinada y morena de piel muy blanca. Sus ojos siempre tenían el aspecto de haber llorado, hinchados y rojos, como sus labios cojos, que dibujaban una “M” amplia y gruesa. Me enamoraron su muy corta minifalda y sus piernas interminables y pálidas, sin color, suaves y con las incipientes varices muy bien señalizadas.

En el rostro tenía alguna espinilla, el cuello y los antebrazos eran largos y delgados igual que sus dedos finos de relojera. Vivía en la playa esperando que llegara el día de irse mar adentro.

Con su escote fino, su cuerpo estirado y sus mandíbulas estrechas, y ribeteadas de afilados dientes, podía atrapar cualquier pez o bestia marina. Con sus colmillos frontales lo agarraba para tragárselo sin masticar.

sábado, 20 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Recuerdos.


16 Noviembre 2009

Recuerdos

“Sus mil dedos golpeaban los cristales y el agua los esmerilaba de gris y de plata”. Sin ramas y sin brazos, sin manos para acariciarte llevaba el timón mirando al frente, las nubes crecían en el horizonte que no terminaba nunca de llegar, mientras, mi barca se hundía tras cada legua de más. “No temas”, me decías, “te espero en mi casita del fondo del mar”.

“Tras las nubes, y el viento que las arrastra, vendrá la tormenta, pensabas”. El levante trae agua y el mistral polvo, decías, la lluvia y el torrente arrastran las almas convertidas en sueños que navegan solas sin saber a dónde ir. Mis palabras son los remos y mi vela son tus faldas que penden de mi madero muerto, verga seca, tronco hueco de tu luna llena.

“Quizás ella muera también, de pena, y sin duda de frío”, recordaba haber pensado cuando agonizabas sola. ¿Por qué te estás yendo si yo todavía no he llegado?, ¿por qué te mueres cuando aún no he vivido?, espera a morir conmigo que no puedo vivir sin ti.

“Entre las escamas el verde, entre el metal, tú, y con el aroma de las nubes negras” la tempestad y el aletear sin alas, el espasmo de sábanas y los besos sin fin.

“Lluvia y truenos, y si hay suerte… relámpagos”, luces y resplandores y anillos inmortales en tus pechos de mil colores.

viernes, 19 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Réquiem.


13 Noviembre 2009

Réquiem

En algún lugar del tiempo, en el brillo de aquellas hojas imperecederas de mi platanero sigue trinando un jilguero.

Con sus ojos de niño travieso mira el mundo y escucha sorprendido mi propio cuento. Con su boquita de piñón le digo que le quiero y que su cara de peletero desmemoriado la reconocen mis gatas que confunden la vida con el amor. Ellas, que no saben si comen o aman, miran cómo canta. Ellas, que solamente tienen dos ojos y un corazón, no quieren mirar nada más que su carita de mirón.

Se lo digo, y al oírme, mi peletero sorprendido se despierta de su sueño eterno, de su quimera de pieles, cebollas y trigo, que terminará llevándoselo. Muriendo entre camillas, estertores y baldosas de hospital, le cuento que es famoso y que unas que no conoce, y que no conoceré yo, también le quieren y le quieren besar como hago yo.

Desde algún lugar del mundo, a través de aquella luz que entraba por el balcón, con el fulgor y con el resplandor de mis palabras, llegan mis gatas para acompañarle, les he pedido que vinieran y han venido todas, con ellas se va esperando a la primera, a la bienvenida que no puede vivir sin él, y que muy pronto, dos meses después, lo acompañará humilde, iluminando el camino de Alejandro con su luz de mandarina y su reguero de amor y compañía.

jueves, 18 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Antes.


11 Noviembre 2009

Antes

Antes estabas sentada en tu silla de madera de respaldo alto y recto. Mirabas desde el balcón el cielo, las casas del otro lado de la calle y suspirabas por un horizonte que no podías ver, escondido tras los montes que rodean la ciudad.

En tu regazo apoyabas un libro a medio leer, mantenías las piernas juntas y el índice de tu mano izquierda marcaba el punto en la hoja setenta y seis. Hablaba de una gata que jugaba con un cordel que confundía con una serpiente.

Su dueño afirmaba que la dulce bestia no había visto nunca ninguna, así que debía de habérsela inventado, pero tú sabías que la reconocería nada más verla, que ese tipo de cosas los animales las saben desde antes de nacer.

En el balcón apenas cabían dos sillas, en una estabas tú y en la otra no había nadie. Vestías una sencilla camisa blanca sin mangas y una falda corta gris plata. El otoño despuntaba y ya hacía fresco, y te habías cubierto con una armilla de fina lana azul marino con dibujos amarillos.

Igual que tus cabellos castaños los zapatos eran pardos, marrones, oscuros y terrosos, planos, de estar por casa, casi unas zapatillas, cómodas y ligeras.

Las uñas sin pintar.

Y por entre tus pestañas, unas nubes que pasaban rápidas ensombrecían los tejados de las casas y el recuerdo de unos ojos que te miraron… sin llegarte a ver.

En ellos, en los ojos y los techados, había amplias terrazas planas, italianas, sin cubierta, donde la ropa tendida y recién lavada ondeaba blanca y ruidosa, abierta y atronadora.

Las sábanas y las faldas, las camisas y los pantalones, junto con los pañuelos inmaculados, limpios de colores, golpeaban el aire como si aplaudieran mancos a la nada y al verdadero arte que es el tiempo que no pasa. Su sombra era un nervio de gata saltarina tratando de matar a una serpiente invisible y vaga.

Tras las nubes y el viento que las arrastra vendrá la tormenta, pensabas, y la gata deberá refugiarse debajo de algún mueble, sorprendida y quizás atemorizada por algo que ella ignora, que es nada más que nada revestida de más nada.

Lluvia y truenos, y si hay suerte… relámpagos.

Las macetas la huelen, el barro cocido cambia de color, se oscurece cuando acechan el agua y la borrasca, crees que recuerdan su pasado de tierra mojada, de fango, de sopa espesa, de cosa blanda. ¿Es su cuerpo actual una cárcel?, ¿una jaula? Para las flores es su casa. De pequeña te olvidabas de sus tonos y fragancias y dibujabas adornos y lagartijas en las vasijas y tiestos. Tu madre te decía que estabas loca y tú soñabas con estarlo.

Te hubiera gustado tener un jardín con malas y buenas hierbas, con tilos y moreras, con manzanos y cerezos, pero te conformabas con las flores que peinan la barandilla de hierro colado que protege tu balcón, y que suponías que algún marido celoso había forjado en las entrañas de algún volcán… en erupción.

Jacintos y lilas, rododendros y lirios, mirtos y narcisos, y un poco de menta para dar olor a las manos.

Y un jilguero en su caja.

Antes estabas sentada leyendo, pero ahora descansas mirando al viento. Ya caen las primeras gotas, son gordas y pesadas, son ruidosas, feas como manchas, te salpican las piernas y los brazos desnudos, son goterones sucios y rellenos de polvo.

El viento arrecia y la luz se apaga en una gris claridad, argentina y rala. El jilguero calla y algún pétalo cae y revuela, y si abrieras el libro las hojas huirían de tus dedos como lo hicieron las palabras de tu boca cuando besaste, aquella vez, a tu amante tierno.

Para no regresar jamás.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/El bosque.


9 Noviembre 2009

El bosque

Había todo un bosque en un solo árbol de tronco pálido y grueso, de ramas altas que podía tocar con mi mano de niño travieso. De hojas planas de un verde intenso y claro. Arriba se hallaba el sol y debajo la vida. El ruido, y las sombras frescas de clorofila, acompañaban al deslucido mate de las baldosas y al gris brillante del adoquín que cubría la calle.

También había los amarillos y los azules de tus vestidos que lucías al pasear. El castaño suave y el rubio radiante de tus cabellos, el cielo de tus brazos, y el viento en aquellos lazos de colores que prendían y pendían de algún mechón.

Entre la selva las esmeraldas, entre las ramas tus frutos, y entre tus ojos el ceño y tu mirada de pirata que nunca me miró de tan alto que estaba mi balcón.

El pastel, el beige, el marrón, el chocolate, los tornasoles en el aire, y en las copas de los árboles flores. Aquel ligero resplandor, las lentejuelas debajo de tu falda, chispas y perlas en tu ropa interior, blanca y pequeña, con remates y algún que otro dolor.

Corazones bordados, pistilos y corolas, labios y pétalos, ojos abiertos, polen, limaduras y cenizas, y todo el oro en polvo pintado en tu corazón.

¿Cómo se pinta el oro?, me preguntabas. Y yo te confesaba que no lo sabía, y al responderte lloraba al pensar en la otra vida, en aquella que hube de vivir sin ti antes de nacer, ¿la recuerdas?, te preguntaba a mi vez, y tú, en lugar de responder cantabas como si fueras mi jilguero o mi gata blanca que nunca tuve, no la tuve a ella ni te tuve a ti.

Ni mañana ni tampoco ayer.

martes, 16 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Entonces.


6 Noviembre 2009

Entonces

En aquellos años los árboles todavía alcanzaban nuestro balcón, por entre los barrotes de hierro negro entraban sin pedir permiso. Sus ramas altas y jóvenes nos ofrecían unas hojas tan grandes como manos abiertas, limpias y verdes. Con ellas jugábamos a vender pescado, cuchillos de plata envueltos con periódicos y escarcha, fauces monstruosas de dientes más afilados que los de mi gata, ojos de pez, de ciego que han visto la oscuridad metálica del mar, y que ahora, una vez muertos, miran atónitos y boquiabiertos a mi jilguero cantar.

Al terminar el invierno los podaban, parecían salir del esquilador, con el flequillo bien recortado y sin lana, con las uñas pulidas y las manos vacías, huesudas y abiertas en demanda de alguna limosna y un poco de nada.

Añoraban su sombra, su baile quieto y su antiguo y joven verdor.

En aquel tiempo, mucho antes de nacer, yo era un simple muchacho feliz y asustado al ver a mis plataneros bailar, agitarse cuando soplaba el levante cargado de mar. La lluvia caía, brotaba y se derramaba, era un torrente celeste que empapaba a titanes iracundos de cien extremidades. Sus mil dedos golpeaban los cristales y el agua los esmerilaba de gris y de plata.

Entre las escamas el verde, entre el metal, tú, y con el aroma de las nubes negras mi amor por ti.

Eso era entonces, cuando te mostrabas dulce y altiva como yo te quería, cariñosa y esquiva, con la cabeza alta, de perfil, y sin mirarme mirar a la jaula, y sin oírme escuchar el himno de las alas, la danza de las manos, las hojas y las ramas.

Ajena a mí y a todo, a mi alma, a mis ojos y a mi gata, a mi nube blanca y a mi esplendor.

Así, olvidada, te amaba. Así, amada, nunca te olvidé.

lunes, 15 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Mucho antes.


4 Noviembre 2009

Mucho antes

Desde mucho antes de morir mi jilguero, cuando dejó de cantar, la gata ya estaba triste y mustia. Se mostraba esquiva conmigo y maullaba a la jaula suplicando un trino.

Anticipaba el final buscando desde el balcón un aliento, un soplo, esperando al viento, que arrastra las nubes entre el cielo y el suelo, escuchaba un río.

Ahora, que mi pájaro ha muerto, se ha quedado abatida y doliente. Acurrucada en su rincón se mantiene quieta y hecha un ovillo. Lleva ya demasiados días sin comer y le ha bajado la temperatura. El veterinario afirma que quizás ella muera también, de pena, y sin duda de frío.

Los animales saben esa clase de cosas, pensé. Consiguen ver nada más abrir los ojos, como si fueran un mirlo disfrazado de Dios o de demonio. Cada vez que miran, el mundo se les aparece por primera vez.

Huelen el temor de los demás, su ansia, su necesidad y su sed, también su muerte, la de los otros y, sin duda, la suya propia. Olfatean los humores, las menstruaciones, los sudores, las corrientes que recorren los intestinos y las venas, las lágrimas que millones de ojos derraman cada noche de cada día. Las bestias del paraíso deben convivir también con su propio miedo, que nunca los abandona.

Todo eso lo saben desde mucho antes de nacer, me digo, una vez más, sin hablar y mientras escucho atento, con mi oreja pegada a tu abdomen y a tu ombligo, tu jadeo, el torrente subterráneo que recorre tus miembros, desde la cabeza hasta los dedos de tus pies.

Te ausculto como si fueras a parir un jilguero.

En tu vientre busco un ritmo, pero solamente oigo un tono, un rumor, un murmullo sofocado y continuo, un devenir sin compás ni cadencia, parece un derrame, una hemorragia a punto de estallar como si hubieras de darme a luz a mí mismo.

Parezco tu hijo, pero no soy ningún dios ni tampoco un mirlo, mis plumas no son negras, ni mis escamas las de un pez, y siempre que te miro es como si te viera por última vez.

sábado, 13 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Dedicatoria.


4 Noviembre 2009

El tiempo pequeño/Dedicatoria

Para mis gatas, una paisa, una sevillana, una caleña, una barcelonesa palentina, una madrileña, una salmantina bilbaína, y una berciana catalana. Todas son trinas y ninguna es maula. Para mis lagartijas, para mis Evas y mis niñas a las que siempre dije no, y las que siempre me dijeron no. Siempre un te quiero y siempre un adiós necesario y sincero. Para mis sargantanas, rápidas y quietas, que, peinando o enseñando, adivinando o escribiendo, hablando o callando, escuchan el canto. Para ellas con todo mi cariño.

viernes, 12 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (y 16)


30 Octubre 2009

Primero llegaste tú, a la que llamé A. Luego vino B y más tarde C. Ahora está apareciendo por el horizonte una D, y asoma también, tímidamente la cabeza, una E que no se atreve todavía a lucir su bello porte de mayúscula.

Antes hubo la caja baja entera, y, como ya sabéis, todo el alfabeto griego. Con él aprendí a escribir, entre platos rotos, lagos helados, habitaciones vacías y hoteles demasiado llenos.

Es hora de terminar y pasarme al alfabeto chino o hebreo.

jueves, 11 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (15)


28 Octubre 2009

Te he escrito para decirte que quería ir a verte, que necesitaba estar de nuevo contigo. Y tú me has advertido que mejor que no porque no te hallaría en casa, que estarías de viaje unos cuantos días, por trabajo, pero que si de todas formas insistía en ir me dejarías la nevera llena y bien provista, y la cama con sábanas limpias.

Te he respondido que sí, que aunque no estés iré igualmente y que quiero un pez espada y una dorada en el congelador, y una docena de yogures de frutas del bosque al lado de la leche desnatada. Y que las sábanas han de ser rojas y negras, me recuerdan tu juventud anarquista y la primera noche que pasamos juntos en tu antigua casa, la que sólo tenía una habitación y dos ventanas.

Te he pedido también que cambies las flores del jarrón blanco, siempre se te olvida hacerlo. Ya sabes que me gustan mustias y secas, es verdad, pero reconozco que es una preferencia malsana, caprichosa y decadente, de un hombre viejo, como yo.

Te he preguntado dónde guardas las velas que enciendes cuando te pones romántica, he insinuado que quizás las precise, que tal vez llame a una antigua amiga, pero sólo ha sido para molestarte, en realidad no las necesitaré, tampoco iré a tu casa, así que el pez espada y la dorada te los deberás comer tú, que sé que no te gustan, y los yogures tirarlos porque ya habrán caducado cuando regreses.

En cuanto a las sábanas tienes suerte, porque ellas no caducan jamás.

miércoles, 10 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (14)


26 Octubre 2009

Nada más que una mujer, solamente una mujer, me dices que eres tratando de seducirme. Te pregunto qué significa ser una mujer, simplemente una mujer. Te ríes y me besas mientras desatas mi cinturón. ¿No lo sabes?, me preguntas al bajarme los pantalones y ver que no llevo calzoncillos. No, no lo sé, quiero que tú me lo expliques, te pido. No me miras a la cara, y mucho menos a los ojos cuando veo que sonríes y te arrodillas. Vas a hacer algo que me gustaría que hicieras, pero te detengo, me subo los pantalones y me los abrocho de nuevo. Mejor escríbeme una carta, ya sabes dónde vivo, te digo cuando me voy y te dejo en el suelo, arrodillada. Creo que exclamas algo a mis espaldas, algún insulto o quizás cosas peores.

martes, 9 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (13)


23 Octubre 2009

Ayer noche viste un fantasma, una piedra grande, informe y pálida que varaba el camino. Yo no reparé en ella y pasé como si no existiera, te extrañaste cuando no me detuve, la atravesé como humo. No puedo pasar, me dijiste un poco asustada, hay una piedra enorme que me impide seguir. ¿De qué piedra me hablas?, te pregunté irritado. ¿No la ves?, insististe.

Es curioso, siempre vemos cosas distintas, hablamos idiomas que no se parecen y describimos los sucesos y los objetos de maneras nunca comparables. Tampoco nos gusta lo mismo, por eso a veces nos agrada besarnos y contarnos lo que cada uno sabe en esas noches pálidas como las piedras que barren el paso.

Yo no sé, ni sabré nunca, nada de ti y tú tampoco de mí. Nos acompañan fantasmas diferentes que algún día, no lo dudes, nos secuestrarán para no soltarnos nunca más.

lunes, 8 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (12)


21 Octubre 2009

El otro día vi tu ropa roja tendida en la galería. La habías lavado por la mañana y por la tarde ya estaba seca, planchada y guardada. Me gustaba su olor a sexo y a sudor. Pero nada más levantarte la metiste toda en la lavadora y a mí me echaste de la cama para cambiar las sábanas. Luego te duchaste y, mientras te secabas con aquella toalla también roja me preguntaste la hora, pero yo ya me había ido y no pude responderte.

No había traído muda, nunca pienso en este tipo de cosas y la ropa de tu marido me viene demasiado grande.

sábado, 6 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (11)


19 Octubre 2009

Primero salisteis los dos, y después yo, corriendo detrás, escondido.

Te vi marchar abrazada a un hombre. Le besaste y te reíste. Le hablabas y le seguías besando. Ya estabais lejos cuando doblasteis la esquina. No quise seguiros.

Ahora, treinta y siete años después y mientras vemos amanecer, estamos los dos callados, abrazados y besándonos también. Es la tercera noche que pasamos juntos y me cuentas no sé qué que no entiendo. Lo dices sonriendo y segura, con un aire de sorpresa y placer, como si acabaras de descubrir el mar.

El mar.

No me has reconocido y ni siquiera me recuerdas, no sabes quién soy, en realidad nunca supiste que te vi marchar abrazada a aquél. No tenías por qué saberlo.

Treinta y siete años sin ti no se olvidan en tres noches, pero ya es tarde para una cuarta.

viernes, 5 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (10)


17 Octubre 2009

Te han partido la cara mil veces y tú has roto otros tantos corazones. Te han cortado el brazo izquierdo entero y te falta el pie derecho. Eres una tullida y una tuerta con un ojo de cristal. Y a tus entrañas le faltan la mitad de las vísceras. Exhibes orgullosa varios muñones y unas cuantas cicatrices en lugar de dedos, labios y besos. No encuentro tu lengua ni tus senos.

Eso es lo que me das, todo aquello que los otros han despreciado.

Con eso me quedo, con apenas unas ruinas del reino que ellos tomaron y saquearon.

jueves, 4 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (9)


15 Octubre 2009

Afirmaba segura que tú pensabas que yo todavía te quería. Me enfadaba con ella cuando se lo oía decir. Insistía y yo todavía me enfadaba más. Lo repetía cientos de veces convencida de ello. En cualquier caso eso no tenía ninguna importancia porque la verdad es que yo ya no te quería ni tú a mí tampoco, “da igual lo que piense”, le respondía contundente. “Entonces sé consecuente y déjala”, me pedía, ¿o eras tú quién me pedía que la dejara a ella cuando afirmabas segura que yo todavía la quería?, recuerdo que me enfada contigo cuando te oía, insistías y todavía me enfadaba más. Lo repetías cientos de veces convencida de ello. En cualquier caso eso no tenía ninguna importancia porque la verdad es que yo ya no la quería ni ella a mí tampoco, “da igual lo que piense”, te respondía contundente. “Entonces sé consecuente y déjala”, me pedías, ¿o era ella quién me pedía que te dejara cuando me rogaba llorando que no la abandonara, que podía ser capaz de cualquier cosa? Era en aquel momento cuando sí trataba de ser consecuente y me iba al cine, solo, a ver alguna película en blanco y negro. Hay días que no soporto el color. O viceversa.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (8)


13 Octubre 2009

Cada día te veo pasar por delante de mi tienda, tras los cristales recorres una y otra vez el mismo camino, desfilas mil veces arriba y abajo. Unos días vienes desde la derecha, otros en cambio apareces por la izquierda.

Eres amarilla y verde, eres negra y roja. Hace un tiempo fuiste blanca. Ahora te tiñes el pelo, pero antes usabas pantalones estrechos.

Pasas y me miras o te detienes curiosa para contemplar las fotos y los vestidos. Te vas rápida y decidida, igual como llegaste, resuelta y siempre satisfecha.

Algunos días compras y otros solamente preguntas mientras me observas.

Al irte quizás me perdones algún terrible pecado que jamás he cometido.

martes, 2 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (7)


13 Octubre 2009

Hacemos el amor y me miras, me miras mientras nos acariciamos y me miras luego. Esperas algo de mí que no te doy.

No puedo explicarte que:

“Busco algo de África en el jardín,

entre el laurel y el baobab,

como hacía cuando era niño,

pero aquí hay gente, y ya no se puede,

están regando tus rosas,

no está el león, quién sabe dónde está.” (1)

No puedo hacerlo, no eres el jardín ni el laurel ni tampoco el baobab, ni siquiera son tus rosas las que están regando.

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(1) Azzurro,

lunes, 1 de marzo de 2010

El peletero/Amor rápido (6)


7 Octubre 2009

Juan y yo te conocimos en la misma cama y al mismo tiempo. No sé si éramos tres o había alguien más por allí, no recuerdo aquella primera vez.

Me estuviste llamando durante un tiempo, querías repetir no sé qué. Me hablabas de cosas que no entendía, te reías y me preguntabas otras sin ni siquiera esperar mi respuesta. Me recordabas a la amiga que nos presentó, que no paraba de hablar sin decir nada. He de reconocer que cuando te desnudabas callabas, eso me convencía para quedarme, pero después me iba rápido, no quería oír de nuevo lo mismo de siempre.

A Juan le ocurría igual contigo, él también se iba rápido.