miércoles, 21 de diciembre de 2011

El peletero/El cerebro y el pensamiento


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.


16. El cerebro y el pensamiento.

Desde antiguo el trabajo manual ha estado mal visto frente al que se suponía falsamente que era su opuesto, el mental. Siempre se los ha considerado diferentes cuando nunca lo han sido. La especulación libre existe, si por ello se entiende la exclusiva función del cerebro, pero no en cambio el movimiento autónomo, el gesto espontáneo sólo es la consecuencia de una enfermedad nerviosa, siendo así que se piensa que la mente no es esclava del cuerpo, suposición –y error- fundamentada en el dualismo platónico que descarna al ser y lo equipara al pensamiento puro pensando que el pensar es una función que no necesita “ser pensada”.

El cerebro es carne, es un hígado y un dedo, y los dedos son parte del estómago o los extremos de nuestras neuronas, de nuestras manos y de nuestros pies.

Pero el pensamiento, como si fuera una pulcra imagen informática y virtual, parece que no queda mancillado como lo hace nuestra piel de suciedad física, de grasa o de pintura, el que manda sólo dicta señalando con el índice. El cetro sirve para ello, es un puntero y es lo que persistentemente han querido las grandes castas de señores, de funcionarios y eunucos de Palacio, la distancia higiénica que no mancha.

Las uñas largas siempre han indicado descuido, sofisticación o una digna desocupación y holganza. Ellas son en buena parte el antecedente del bronceado de nuestros días, ellas revelan también el buen estamento social al que se pertenece, o se quiere pertenecer, y que no es otro que aquel que no trabaja y que se dedica solamente a deprimirse después de divertirse, entretenimiento y recreo, ocio y espectáculo.

La vieja sociedad estamental no ha variado esencialmente, las revoluciones solamente han permitido que nuevas personas ocuparan viejos cargos, siendo el esquema básico el mismo de siempre, la tríada del poder se ha mantenido imperturbable y sin cambios hasta nuestros días: el que manda, el que obedece y el sacerdote que legitima a los otros dos y así mismo. Tan es así que incluso la materia política tiene su antimateria y los revolucionarios perpetúan permanentemente el modelo.

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“Algunos artistas tienen la virtud de ponerte delante, no de cosas, sino del arte mismo. Estás escuchando, qué te diré yo, una zarabanda de Bach y te preguntas qué demonios es ese conjunto de sonidos que llamamos música, para qué o a santo de qué lo hemos inventado y de qué está hecho. Lees los cuatro primeros versos de "East Coker" de Eliot, dejas el libro y ¿qué es esto, te dices, qué insinúa, qué necesidad tengo de ese puñado de palabras escritas de modo extravagante y con un sentido resbaladizo? Igual sucede con el pintor Chardin cuya exposición en el museo de El Prado me parece uno de los acontecimientos más conmovedores de los últimos años. Ninguna pintura puede llegar a conocerse rectamente por fotografía, pero algunos pintores como Vermeer, Velázquez, Rembrandt o Chardin son totalmente engañosos en la reproducción. Hay que verlos a ojo desnudo, o como recomendaba Kleist, recortándose los párpados.

¿Por qué queremos ver pintados unos utensilios tediosamente domésticos? ¿Una pipa, un vaso de metal, unas uvas, un pescado muerto? O las escenas más vulgares, la madre que cose, la criada que llena de vino la damajuana. ¿Y qué tiene todo esto que ver con nuestras vidas actuales, abismalmente distantes del siglo dieciocho? Podríamos resumirlo preguntando: ¿qué se me da a mí la pintura y muy particularmente la pintura de Chardin?”

(...)

Blog de Félix de Azúa, Abre los ojos y piensa, (Publicado el 14/3/2011 a las 09:57)