martes, 7 de julio de 2009

El peletero/Cartas de una Dama muy seria (4 de 9)


11 Julio 2008

23 de diciembre

Amor mío, Isabel, la mayor, ha recibido muy buenas notas en el colegio, estoy muy orgullosa de ella, sin embargo Daniel es un rebelde, no para quieto. Ella es encantadora, obediente y muy aplicada, pero el niño, a pesar de ser muy inteligente, siempre está nervioso. Ya sabes que desde hace seis meses asiste a unas sesiones con el psicólogo, tiene un problema de atención, quizás debido a su inteligencia. Eso dice el médico; es un muchacho simpático pero últimamente está muy ausente, se pierde en tonterías, se fija en las moscas que vuelan y no en lo que debe. Ya sé que es muy pequeño todavía, pero no es un comportamiento normal el suyo, no lo es. Tiene apenas seis años, un momento clave en su vida, está dejando de ser un bebé para convertirse en un niño. Hemos de estar muy atentos, lo que se estropee ahora no se podrá reparar nunca más. Su padre y yo nos esforzamos, pero nunca nos presta atención.

Esta es una situación que me preocupa mucho; Luis hace también todo lo que está en su mano y me apoya, ambos vamos a una, opinamos de la misma manera y nos esforzamos igual. Pero no me siento bien, la verdad es que no, estoy algo insegura respecto al esfuerzo que debo hacer para el bien de mi hijo Daniel.

A ratos me noto confundida y cansada, muy cansada. Luis me ayuda, pero solamente tú eres mi reposo y mi alegría, mi pensamiento y mis sueños. Estoy todo el día dándole vueltas a todo aquello que creo te puede llegar a satisfacer. Realizo mi trabajo con eficacia, voy al periódico, y he de viajar por todo el país aunque hace tiempo que dejé la sección internacional al tener a Daniel, y ahora solamente me ocupo de las cosas de aquí, que también son muchas. Amor mío, tú ya conoces sobradamente el encanto tan especial que tiene viajar, y especialmente al extranjero. La sensación de impunidad que te ofrece el anonimato. Fueron años apasionantes y excitantes. Todo ayudaba, incluso las personas con las que debía relacionarme, gente importante, presidentes de grandes compañías, famosos economistas, los mejores profesores de las principales Universidades del mundo, premios Nobel, y los alumnos más prometedores, futuros premios Nobel. Viajaba al centro de las decisiones y también a los más peligrosos suburbios del mundo, donde nada, ni la vida de los seres humanos es importante. Como economista creo en el “efecto mariposa” y sé que en el más anodino rincón o en el más vulgar almacén se puede estar gestando en este mismo instante una revolución económica o una crisis terrible.

La sección nacional requiere también mucho trabajo, es más periodística y menos “económica” hay días que la jornada resulta agotadora. He de mantener mis contactos, no consigues información si no tienes buenas amistades y las fomentas. La relación del periodista con su fuente es una vía de doble dirección, ambos nos usamos para nuestros intereses, es como la relación con un amante, tú lo sabes también, yo necesito información, noticias, es mi materia prima. Ellos en cambio, me necesitan a mí para que lo que quieren que se sepa se haga saber. Muchos periodistas se creen algo que no son, apenas somos voceros de los demás.

Me ocupo de todas las cosas que debo, pero solamente pienso en ti, me tienes loca y no puedo centrarme en otra cosa. He de reconocer que no puedo. Ni tampoco quiero. No te imaginas lo que ha supuesto para mí tu irrupción en mi vida. No, no lo imaginas. Probablemente tampoco lo entenderías. Pero no hace falta que lo entiendas, no te preocupes, solo quiero que estés ahí.

Esta tarde he de ir con Luis al colegio del niño, es una de esas entrevistas rutinarias, pero seguramente la tutora nos hablará de las dificultades y problemas que ven en Daniel. También nos quieren ver a nosotros, al matrimonio. Va a ser como una especie de evaluación, o al menos así lo siento, una de tantas a las que te ves continuamente sometida para demostrar que vales lo que cuestas. No me importa demasiado aparentar o ser un simulacro sofisticado de una prostituta del barrio rojo de Amsterdam, carne para comer, fuerza bruta o materia gris expuesta en el mercado de trabajo. No me importa exhibirme, eso satisface también mi vanidad, pero cada vez soporto menos la evaluación constante y continuada. El examen perpetuo. A estas alturas de mi vida me he tenido que desnudar en demasiadas ocasiones. No tengo remilgos, ya he demostrado quién soy y qué valgo.

Pero es también normal, yo entiendo que la tutora concierte esta entrevista; hay muchas familias desestructuradas, verdaderos infiernos en la tierra, y los hijos, siempre los más débiles, terminan siendo los más perjudicados. Por suerte este no es nuestro caso, Luis y yo no somos una pareja perfecta porque esto sencillamente no existe, pero nadie podrá decir que damos mal ejemplo a nuestros hijos. Luis es un padre excelente y yo me esfuerzo en todo lo que puedo, tú ya me conoces y sabes que soy también una buena madre. Daniel es un niño demasiado inteligente, es algo que me hace sentir orgullosa como madre, pero ése es el origen de sus dificultades, y naturalmente me inquieta muchísimo. Hay que encauzar y potenciar esa inteligencia. Si hay que gastarse más dinero o dedicarle más horas lo haremos; Luis, naturalmente, está dispuesto a sacrificarse por él, y yo, no hay que dudarlo, también. Pero tampoco debemos hacer una montaña de algo que todavía no es ni un pequeño montículo. Al menos todavía no, estoy confiada, soy una mujer optimista y entusiasta, pero a veces no puedo evitar ver las nubes encima de mi cabeza. Nubes enormes, gigantes, verdaderos colosos de tez oscura, inhumana, grises, informes como el puño de algún Titán iracundo. Amenazantes. ¿Por qué el futuro siempre es un peligro? Dímelo, amor mío, ¿por qué no estás a mi lado todavía?, ¿por qué no vienes?, ¿no te das cuenta que todo mi ser quiere y necesita vaciarse en ti?, quiere y necesita ser tu vaso, tu copa de la que bebas siempre que tengas sed. ¿No te das cuenta?

Ven.

Amor mío, me gustaron mucho los vídeos que me enviaste, eran excitantes, pero en todos básicamente el placer lo recibía ella, y yo quiero saber qué es lo que te lo produce a ti, cómo te gusta que te hagan el amor, las caricias, todo. Una vez me preguntaste si me gustaría que me pusieras un collar, y te dije que sí. También sé que te excita la idea de que orine sobre ti, y lo haré, seguro que puedo hacerlo. Ese es el tipo de cosas que quiero saber, tus fantasías, tus deseos, todo aquello que te estimula, que te hace hervir la sangre, y cómo te gusta que te lo hagan. Estoy dispuesta a ser la estela oscura de la bala de plata que te mate, que te haga morir de amor entre mis brazos.

No hace falta que te diga que jamás he probado los juegos de dominación light, pero lo poco que sé de ellos me parecen muy excitantes, no solo por la estética sino por el nivel de entrega que implican, por todo el juego que pueden dar. Ya lo creo que me gustará que me pongas esa correa, que tires de ella y me hagas caminar a cuatro patas como una perrita, que la uses para alejarme y acercarme a tu pene. Me volverás loca de deseo y de excitación, mi rey, nunca he probado algo tan estimulante. Me gustará que me ates las manos, o que las ates en cruz en la cama o donde sea, que me vendes los ojos, que te masturbes sobre mí y me cubras entera con tu semen, que me hagas masturbarme para ti. Y lo del balcón, ¡hacer el amor en el balcón! Con la cortina corrida, por supuesto, no sea que la policía nos ponga las esposas. No, para eso nos las ponemos nosotros, ¿verdad? Desde que leí eso de colocarse esposas no paro de pensar en cómo será, qué se sentirá.

Me moriré de vergüenza cuando hagamos el amor frente a un espejo, me moriré, pero empiezo a darme cuenta de que me excita esa vergüenza, y también vernos como dos animales en celo; me excitan a mí misma mis propios gemidos y mucho más cuando lo hemos hecho por teléfono. Me excita mi cuerpo incluso más que el tuyo. Por eso sé que cuando estemos juntos, cuando nos miremos en el espejo, lo haremos con los ojos de otros, ese reflejo es una prueba de cargo que certifica nuestra deriva ajena, nuestra huida de la tierra, nuestro nirvana. Ese es el poder del sexo, el mejor simulacro que existe de la muerte, cuando terminas siendo otro, o bien otra cosa, un potro de cuero, un mango de hierro, la boca del Hades o simplemente el ser amado, amado siempre por siempre desconocido. El verdadero miedo. El buen sexo no es el que produce placer, es el que te llena de terror, amor mío, terror a ti y de ti, ángel desconocido, mi vida y mi muerte soñada.

Penetraré tu ano, sí amor mío, como me decías que te gustaría que hiciera, sí, y mientras tanto tu pene estará en mi boca, y te daré tanto placer que de verdad morirás en ella, y no dejaré de mirarte mientras te caes en mí. Exhausto a mi lado te besaré entero, mientras te veo resucitar como el mismo Jesucristo.

Al quererte me liberas de horrores vividos antes de nacer. Al hacer el amor contigo me devoro yo más a mí misma que a ti. Me siento confundida, clavada en una cruz donde esos clavos no han sacado a otros. ¿Debería ir a un psicólogo?, ¿pedir hora a un psiquiatra?, ¿al mismo que trata a mi vecina?, a ella y a millones de mujeres y hombres, ¿debería hacerlo, mi vida? Hoy día cualquier persona normal tiene su psicólogo o psiquiatra de cabecera, excepto quizás las madres africanas, que ni siquiera saben lo que es. Una compañera del periódico dice diéndose que es porque se mueren antes. Pero si te tengo a ti creo que ya no es necesario, ¿verdad? ¿Crees que soy ingenua?, ¿cínica tal vez?

¿Crees que estoy loca?

¿Loca por quererte sin la medida que necesita el sentido común? Tú no eres parte del sentido común, afortunadamente. Eres quien me permite seguir dentro de sus límites. Al evocarlos contigo sé dónde me hallo sin engañarme en bondades bobaliconas o en simplonas verdades de mujer acobardada.

Luis me llama muchas veces loca cuando se enfada conmigo. No es que lo crea de verdad, nunca ha tenido la desfachatez ni la falta de tacto de recomendarme un psiquiatra. Pero no me gusta esa expresión. Me inhabilita, como si perdiera mis derechos de persona, como si hubiera cometido un delito. Es peor estar loco que ser un asesino. A los criminales se les respeta el “habeas corpus”, a los locos no. Cuando nos enfadamos se va, desiste y se encierra en su despacho. Incluso en algunas ocasiones se ha ido a la casa que tenemos al lado del mar. O se va de viaje, dice. Se marcha sin despedirse y no llama por teléfono. Al cabo de un tiempo, pueden ser días, regresa. Naturalmente siempre termina regresando, tiene una familia, una familia que cualquiera desearía, y a mí esas idas no me preocupan. Al fin y al cabo, siempre nos estamos yendo. Aunque tampoco sé bien para qué, si al final terminamos volviendo.

Me gustaría parar, detenerme y descansar y eso es lo que hago al escribirte y abrirte en canal con mi hacha de matarife, para comerme directamente tus vísceras sin cocinar. Eres mi pescado crudo, mi sushi. Ahora tengo algo que morder, mis dientes están menos doloridos. Tu eres un hombre y no sangras y yo llevo faca.

Gracias también por tu apoyo, vida mía, y por tus consejos, los seguiré, puedes estar seguro que me sirven de mucha ayuda, eres un encanto, te quiero, te quiero mucho.

Yo soy tu vocera, cielo mío, y tú eres mi noticia.