lunes, 23 de marzo de 2009

El peletero/Poesía fría-El primer paso (1 de 4)



27 Diciembre 2007

ALGO

Estábamos tan cuerdos
que vivíamos de cualquier cosa
y en cualquier lugar.

Nunca éramos dueños
del suelo que pisábamos,
ni del aire que respirábamos.

Descalzos o vestidos,
siempre teníamos los ojos llenos,
tanto si estaban abiertos como cerrados.

Indiferentes al cielo y al polvo,
vivíamos y dormíamos,
como si fuéramos unos reyes sin reino.


(“El cielo y el Polvo”, texto apócrifo perteneciente a las “Crónicas de los Reyes Mellizos”, rescatadas por Saverio Cuchiao di Tommasso “Il pellicciaio”)

Este poema se desprende de la antigua leyenda etíope de dos niños de piel blanca y hermanos mellizos, que llegaron al antiguo y primer reino cristiano de África: Etiopía. Eso sucedió en tiempos del Rey Lalibela, en pleno siglo XIII.

También se supone que los dos mellizos eran supervivientes de la trágica “Cruzada de los niños” que tuvo lugar el año 1212.

Se cuenta que viniendo de Europa, llegaron hasta Etiopía bajando (¿o subiendo?) a pie todo el curso del Nilo después de pasar de mano en mano como esclavos y de servir a mil dueños.

Un sacerdote etíope los rescató y los acogió. Les dio cobijo y alimentó. Con él descansaron y se recuperaron. No se sabe cuál aprendió la lengua de quién, el caso es que el sacerdote escribió y dejó constancia de su viaje, de sus fortunas y de sus penalidades. Las “Crónicas de los Reyes Mellizos” de las que se sabe poco, se guardan junto al Arca de la Alianza que allí se conserva vigilada por la devoción de sus guardianes y de todo un pueblo.

El presente poema no está certificado, es por tanto apócrifo, no podemos garantizar su autenticidad. Pero aquí está, para todo aquél que lo quiera leer.

Ésa es una leyenda famosa en toda Europa que llegó a ella en los inicios del siglo XV. En la cabecera reproducimos una pequeña tabla pintada por nuestro querido Teodoro Van Babel. Siempre fue un gran admirador de esta historia tierna de dos hermanos caminando juntos, remontando un río hasta sus mismas fuentes que surgen de las propias entrañas de la tierra, como si fuera una mujer fértil, o bajan de las montañas nevadas igual que un hombre a punto de fertilizar a su amada.

A través de las cartas a su hermana Silvia, Teodoro, destaca siempre las virtudes de la verdadera fraternidad. No se nos escapa, sin embargo, el deseo quizás de Teodoro de haber tenido un hermano, un varón. En muchas de sus cartas a Silvia se pregunta, (refiriéndose tanto a hembras como a varones) “¿Qué es un hermano?, ¿un padre?, ¿un hijo?, ¿un amigo?, nada de todo eso, es algo diferente”. Por eso, y por su irreverencia, siempre afirmaba que Jesús los tuvo, sino de María, sí adoptados, pues los hermanos también se pueden adoptar, igual que los padres. No solamente los hijos se adoptan, también los sobrinos y los tíos, y por supuesto los abuelos, siempre los más desamparados, tanto como los niños, sino más.

Los dos Reyes mellizos siguen caminando, todavía no han llegado al último cruce del camino.

Muchos de los poemas y relatos que hablan de ellos están recogidos de manera desordenada, sin clasificar ni fechar en lo que se conoce como “Giornale di un pellicciaio” (Diario de un peletero), que al final ha terminado abreviándose simplemente en “Il pellicciaio” (El peletero). Ese peletero según parece era amigo de Teodoro y de Silvia Van Babel, Saverio Cuchiaio di Tommasso.

Al final de uno de esos versos apócrifos podemos leer:

“Mientras tanto la gente se aparta cuando pasamos. La brisa es suave, los árboles se balancean y el polvo del camino enrojece todavía más el crepúsculo que nunca termina, impidiendo a la noche llegar.”

(Fragmento de: “El peletero / Y su hermano” poema que los expertos afirman pertenece a “Crónicas de los Reyes Mellizos”)

Hemos de mencionar también que otros expertos se decantan por el fraude, y aseguran que todos los textos son una pura invención de Saverio Cuchiaio di Tommasso. Algunos incluso van más allá y afirman además que el mismo Saverio es una invención de Silvia.

A nosotros, la verdad, nos da igual, como diría Saverio cuando se enfadaba, “nos importa una higa”. Que dicho también al margen, y sin venir a cuento, bien maduritas y recién caídas del árbol son muy sabrosas.