19 Abril 2010
Día veinte.
- No te rías, yo me encargo de todo, de la comida y de la logística, tú no debes preocuparte de nada, solamente has de encargarte de mí, ser de nuevo mi hombre, sabes hacerlo, no es demasiado difícil, ya lo has hecho en otras ocasiones, sólo necesitas no caerte de tu propia cama.
- Es verdad, es fácil, muchos lo han sido antes o al mismo tiempo que yo.
- ¿Tienes celos?
- No exactamente, no son celos.
- ¿Qué son entonces?
- Recuerdos.
- Casi es lo mismo.
- Tengo celos de mí, yo también fui uno de ellos. Cuando hay muchos no todos caben, hay que soltar alguno para dejar que los nuevos entren. Parecen lastre.
- O al revés.
- ¿Humo? ¿Conmigo qué haces?, ¿me dejas entrar y echas fuera alguno?, ¿uno viejo?, ¿o me cierras la puerta y no permites que mi recuerdo, ni mi carne, entren en ti?
- Depende.
- ¿De qué?
- No es de qué, es de quién, depende de ti, yo elijo a mis amantes, pero no soy la responsable de mis recuerdos, lo son los demás, lo eres tú.
- ¿Quieres parecer una cínica?, ¿por qué simulas serlo?
- Por eso te gusto, ¿no?
- No es verdad, no lo eres, no eres cínica, ni me gustas cuando pretendes serlo, pero las consecuencias son las mismas o peores, por eso nunca te pedí que te casaras conmigo.
- Si lo hubieras hecho te habría aceptado sin dudarlo.
- ¿Quién se hará cargo de las sábanas?
- Nadie.
- ¿Quién se ocupará de ti?
- Nadie.
- ¿Tienes miedo de morir?
- Sí.
- Pero antes moriré yo.
- Sí.