El Valle del Silencio (y 6)
Uno.
A los seis que huyeron por el río les esperaba una patrulla emboscada que acabó ametrallándolos, todos los demás se salvaron, incluido él.” (Bienvenida)
Dos.
Al pasar delante de mí se detuvieron y se me acercaron. Empezó a llover.
No sucedió nada de importancia, sólo un intercambio simpático de palabras. Me desearon buena suerte y se fueron.” (La sonrisa más bonita del mundo)
Tres.
Era un pequeño cementerio rural, coqueto y bonito. Le hice un par de fotografías.
Más pasmados que antes seguimos caminando en silencio cuando Silvia volvió a señalar, “mirad, una calavera”, dijo de nuevo. Era un castaño retorcido, en su tronco se esculpía una forma que recordaba un cráneo humano, o eso pensamos todos. Ahora quiero creer que sólo vimos un árbol viejo.
Llegamos a Peñalva de donde habíamos partido, nos fuimos a la fuente y luego a la cantina, a abrevar como caballos sedientos.
En la entrada de la taberna nos encontramos con las dos muchachas cantoras, su acordeón diatónico y el niño, una de ellas miró a Marià y él le correspondió con la mirada, ambos se miraron de una manera que no describiré, la otra chica se agachó para acariciar al chiquillo en un plié en la quinta perfecto.
Nos subimos al automóvil y regresamos a casa.
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“El hombre conoce lo invisible a través de lo visible. Por el presente conoce el futuro”. Hipócrates (De regimen I, 12)
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