Hemeroteca peletera.
La crisis.
“Más que saber dónde finalizará la actual cuesta abajo
bursátil, la crisis iniciada el pasado 7 de octubre interesará como fenómeno
sociológico. La crisis ha revelado las insuficiencias y las pequeñeces de un
mercado bastante mal organizado institucionalmente y cuyas reglas reclaman una
revisión urgente, no siempre forzada por la angustia, como ha sucedido con el
famoso límite de los descensos, que ha sido reformado el pasado lunes de manera
imprevista.”
(...)
“En estos últimos mese, y al calor de una Bolsa que
crecía de forma ininterrumpida, muchos inversores han entrado en el mercado de
forma nada selectiva, independientemente de la calidad objetiva de los valores
comprados.
La rentabilidad en función de los dividendos, que en
cualquier Bolsa del mundo ha sido y es la guía fundamental de toda decisión de
inversión, se ha visto desplazada por las expectativas de carácter
exclusivamente especulativo.
Este tipo de conductas ha conducido a la sobrevaloración
de algunos títulos que carecen de la más mínima consistencia objetiva y que en
estos momentos van a resultar muy difíciles de realizar.
La Bolsa
española ha atravesado una etapa meramente cuantitativa, en donde no importaba
lo que se compraba, sino la acumulación de revalorizaciones alimentadas
exclusivamente por la especulación” (“Nada será igual al final de la caída
bursátil”, Madrid, Diario 16, 28 de octubre de 1987)
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Normalmente la gente tiene en casa básculas finas digitales,
tan planas como una hoja de papel, te subes encima de ellas, las pisas, y en
una pantallita aparecen unos números que marcan el peso de tu pobre cuerpo que
han de comerse los gusanos.
Yo, en cambio, tengo una de construcción mecánica marca
Soler del año 1977, de tecnología analógica clásica, muy clásica, con doble
romana de barras de acero inoxidable, ajustadas y calibradas. Tiene forma de L
con plataforma, de 115 cm.
de alto, 40 de ancho y 60 de profundidad, puede pesar hasta 140 Kg.
Como estoy de mudanzas y no me cabe en el baño de la nueva
casa he decidido regalarla y he pensado que a B le podía ser útil.
Hoy ha venido M a llevársela. M es el socio de B, mi amigo
que restaura coches históricos, especialmente ingleses y que hasta el día de
hoy pagaba el 18 % de IVA porque su actividad no era considerada “cultural”
como lo es la de los bailarines, músicos, actores y demás artistas. Ahora, sin
embargo, con la subida del impuesto hasta el 21 para todos, al igualarse a
ellos o ellos a él, no sabe si considerarse artista o pensar que los bailarines,
músicos, actores y demás artistas, han sido, hasta el día de hoy, unos
privilegiados que, como antes los hidalgos, vivían de graciosas exenciones
fiscales.
Dicen que la cultura no es ninguna mercancía, es posible, es
una frase bonita que pronunció en su día el que fue presidente de la Comisión Europea,
Jacques Delors, no obstante, eso no la exime que se pueda comerciar con ella.
Tampoco lo es el cuerpo humano, pero ya sabemos todos que con él se ha
comerciado siempre.
M es un muchacho que mide dos metros y debe de estar cerca de los
200 kilos de peso, así que la balanza no le va a servir de mucho excepto como
acicate para adelgazar. Aunque es bastante ligera, a pesar de sus dispositivos
metálicos, me he sentido débil y poca cosa al ver cómo M la levantaba igual que
una pluma y la colocaba dentro de su furgoneta sin esfuerzo ninguno.
Es curioso como un artilugio mecánico que puede medir la
fuerza de una masa en reposo ejerza, ella misma, menos fuerza que la que es
capaz de medir. Es una paradoja poética
que me lleva a pensar en las personas y su manera de ser, en la fuerza que
ejercen sobre los demás o la resistencia que son capaces de soportar de ellos, porque
todos somos una variedad curiosa de muelle, que, a veces, se dispara sin avisar,
causando una espiral de consecuencias, afortunadas o no, imprevisibles.
Hay personas muelle, otras, en cambio, son palancas, y
muchas no más que un simple peso muerto.