14 Abril 2010
Día dieciocho.
Mi asistenta sanitaria es bella, tiene un cuerpo joven y bien formado.
Es de mediana estatura, morena, y muestra y me enseña un pequeño pubis depilado y unos pechos caídos lo necesario y justo para que su respiración provoque en ellos el temblor que luego causa el corrimiento de las famosas placas tectónicas del planeta, los terremotos y los célebres tsunamis, esos desplazamientos abruptos de los océanos que tantas muertes ocasionan.
Me recuerda a Pier Angelli, una encantadora actriz italiana que hacía honor a su nombre.
A mí me gustan más “magiorattas”, más mujeronas, por así decirlo, pero no desprecio el sabor de especia escondida que ocultaban las “Madonas” de Rafael, santas y ninguna virgen.
- ¿Para qué sirve una mentira?- me ha preguntado.
- Para restablecer el equilibrio- le he respondido.
- ¿Entonces?, ¿la verdad qué utilidad posee?
- No tengo ni idea.
- ¿Cuál debe ser el cebo?
- Tú misma.