jueves, 22 de enero de 2009
El peletero/El silencio
5 Septiembre 2007
Jordi Balló es hoy en día uno de los expertos en cine y en cultura de la imagen con el criterio más sólido que podemos hallar en nuestro país. Leer sus libros y sus artículos, que semanalmente publica la Vanguardia de Barcelona, nos permite también disfrutar de sus análisis siempre certeros.
El publicado el viernes 24 de agosto, nos expone un problema que ha recorrido la historia de la humanidad y que ahora, a inicios del siglo XXI, se nos presenta de forma cruda y en todo su esplendor. El “horror vacui” icónico que padecemos, o disfrutamos, es ya una característica plena de nuestra civilización planetaria, que se desarrolla paralela al fenómeno verdaderamente patológico que es el vacío de la mirada.
Vacío que indudablemente comporta graves consecuencias para las personas y las comunidades que ellas forman.
En este caso, el artículo de Jordi Balló no nos habla de cosas solas y sí de lugares. Lugares en los que hay cosas que significan algo, ellas y el espacio que ocupan y cómo lo ocupan, creando una representación. Una manera de mostrar para encauzar la mirada, y conseguir de esta forma saber.
Citemos sus palabras:
“(…) ¿cómo encontrar el goce individual ante una representación? Algo que nos inquiete, que nos interpele, que nos haga salir de nosotros mismos, que produzca una forma de sabiduría emocional, que nos devuelva al éxtasis del viajero que descubre algo inesperado.”
Ése es el problema tal y como nos lo expone; para añadir a continuación:
“Da la impresión de que esta confrontación sólo puede producirse a través de la ocultación, de lo contrario de la publicidad y de la promoción. Es decir, de todo lo que no sea un icono representativo. Es ahí, en los confines de lo que no está a la vista, donde se puede reconstruir una reconciliación entre cultura y paisaje que produzca saber”
Y añade algo muy importante:
“Estos lugares existen”
Nosotros también sabemos que existen y en algunos de ellos hemos estado. Él cita uno que nosotros todavía no hemos visitado.
“Para mi, en Catalunya, este lugar por excelencia está en Portbou, junto al memorial construido por Dani Karavan a la memoria de Walter Benjamin, enterrado en el cementerio que está al lado. Sé por experiencia propia el impacto que esta visita produce en personas que no esperan la intensidad de este lugar que deviene el fin de la civilización, el lugar de la dignidad frente a la barbarie”.
Hasta aquí el diagnóstico; después una intuición, y ahora, aquello que debe hacerse:
“Y nunca olvidaré lo que dijo Antoni Marí en una amplia reunión convocada por diferentes instituciones para dar a conocer mejor el legado de Benjamin y para impulsar futuras acciones: “No hay que hacer nada, sólo preservar el silencio””.
La tentación de citar a Wittgenstein es grande, pero para ser realmente fieles a él y al espíritu del artículo del Sr. Balló, no diremos nada más.
Pediremos perdón por haber roto el silencio.
Y nos callaremos.
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