lunes, 17 de marzo de 2014

Les festes canalla


Diari d’hivern (11)

Les festes canalla.

En el darrer post em preguntava què se n’havia fet de la Júlia, si l’havia tornat a veure. Coincidírem per casualitat en unes quantes ocasions, sempre en llocs on hi havia molta gent al voltant nostre, inauguracions, estrenes, presentacions, còctels, funerals, festes canalla. Era una dona interessant perquè sabia, o feia veure que ho sabia, un munt de coses també interessants. Quina mena de coses? Molt senzill, com es guanya la vida alguna gent, què fan per sobreviure.

Sempre semblava, o al menys jo tenia aquesta sensació, que entre ella i jo, tard o d’hora, acabaríem la conversa a casa seva o a casa meva, però mai va poder ser, cada vegada ens interrompia algú que la reclamava i ella, sense fer-se de pregar, igual que aquella nit a la platja, se n’anava amb un somrís tranquil per a desaparèixer entre la gent que ballava.

Aquest és el final, però... em torno a preguntar, la història s’ha acabat?

No ho sé, no en tinc ni idea, el cas és que tot s’origina a Londres, on el Joan va passar els millors anys de la seva vida.

L’u de novembre de l’any 1949, Tot Sants, a un hospital londinenc va arribar en una ambulància un home accidentat, l’acabava de atropellar un cotxe, per sort les ferides no eren pas greus, només cops i blaus; era un jove advocat de Barcelona que tot just feia un parell de mesos s’havia llicenciat i un parell de setmanes, gràcies a una carta de recomanació d’un important pelleter barceloní, estava treballant de passant en un famós bufet de Londres. Encara no s’havia acostumat a que els automòbils anessin per la seva esquerra i en travessar un carrer va mirar cap el costat equivocat.

Era l’any 49 del segle passat, com ja hem dit, i en feia quatre que la guerra s’havia acabat. El jove barceloní es deia Joan i en aquest hospital va conèixer a una infermera que malgrat les seves dents grosses i els seus cabells sense vida era atractiva i espavilada, una anglesa anomenada Elisabeth amb la que, pocs mesos després, es va arribar a casar i... potser en aquest cas també el pobre Joan va mirar cap el costat equivocat al contraure matrimoni.

L’Elisabeth tenia una germana, la Margaret, que treballava com a secretaria en un estudi fotogràfic, M.& B. Levin Ltd., dos germans de Leipzig especialitzats en fotografia industrial i arquitectònica que es van refugiar a Londres durant la guerra i s’hi van quedar.
 
Però aquesta sí que és, naturalment, una altra història de la que tampoc sé gaire cosa tot i que n’he sentit a parlar molt a un important pelleter barceloní que va fer de banquer, samarità o assistent social d’un destacat polític català que quan necessitava diners buidava sense manies les caixes de seguretat dels bancs. Això, encara que succeïa en plena guerra civil espanyola no entrava pistola en ma com un simple atracador, ni tampoc aprofitava la nit per excavar un túnel subterrani que el conduís a la caixa forta central, sinó que ho feia d’una manera molt simple i burocràtica, el desig de qualsevol lladre i bandoler, enviava els Mossos d’Esquadra amb un decret de la Conselleria de Governació al Banc amb l’ordre de rebentar totes les caixes i endur-se el que hi havia a dins. Res més fàcil.

En el darrer post també acabàrem parlant d’un octogenari milionari que posseïa, ningú sabia com, una extensa i rica col·lecció d’art.

La policía barcelonesa citó al señor Ludwig Losbichler Gutjahr en el hotel donde reside desde hace unos 20 años, y le comunicó la novedad. El señor Losbichler escuchó con atención y dijo...

—Me querellaré contra la galería de arte donde se efectuó la venta. La historia del austríaco es auténticamente asombrosa. Cuenta ochenta años de edad y parece que tiene sesenta y cinco. Aparenta vivir en la austeridad más notoria y «segura qué es propietario de una colección de obras de arte valorada en unos mil millones de pesetas. Las pasa moradas en ocasiones para afrontar sus morigerados gastos y en su colección de óleos afirma que se barajan firmas1 como las de Murillo, Leonardo da Vinci, Zurbarán, Benlliure, Goya, Rembrand, Rubens...” (seguir leyendo)

En los archivos de Jacques Seligmann&Cie, una de las galerías de arte más prestigiosas del siglo XX, en la sección “Gente interesante: España” (People of interest: Spain), aparece, entre otros personajes de dudosa catadura, la tarjeta de visita de un marchante: Ludwig Losbichler Gutjahr, apartado 706, Barcelona. La investigación sobre este nombre comenzó por las siguientes razones: (seguir leyendo)

És sorprenentment curiós la semblança amb un altre afer molt recent que també ha sortit als diaris. El 4 de novembre del passat any, fa quatre dies, la Vanguardia de Barcelona publicava que:

BERLÍN, Agencias. “Un descubrimiento excepcional. Monumental. Casi 1.500 obras de maestros como Picasso, Matisse, Klee, Kokoschka o Chagall,  obras confiscadas por los nazis o vendidas por judíos perseguidos, han sido descubiertas en el apartamento de un octogenario en Munich, según publicó ayer la revista alemana Focus. Según el semanario, que afirma haber llevado acabo una gran investigación, estos cuadros de grandes maestros del  siglo XX, entre los cuáles también figuran los pintores expresionistas alemanes Emil Nolde, Franz Marc, Max Beckmann y Max Liebermann, tendrían un valor de alrededor de mil millones de euros. Los cuadros habrían sido descubiertos por la policía alemana en el año 2011, pero el hallazgo nunca habría se habría hecho público hasta el artículo aparecido en  Focus. Tras el descubrimiento de los cuadros por la policía, una experta en el llamado arte degenerado, Meike Hoffmann, profesora de la Universidad Libre de Berlín, habría buscado el origen de las obras y sus propietarios o sus descendientes, según Focus. Según el semanario alemán, el padre del octogenario fue un célebre coleccionista alemán, Hildebrand Gurlitt, que habría comprado las obras durante los años treinta y cuarenta”. (Seguir leyendo)

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Què fa alguna gent per a sobreviure? Alguns s’enlairen en globus.

Continuarem la propera setmana.

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Diario de invierno (11)

Las fiestas canalla.

En el último post me preguntaba qué había sido de Julia, si la había vuelto a ver. Coincidimos por casualidad en unas cuantas ocasiones, siempre en lugares donde había mucha gente alrededor nuestro, inauguraciones, estrenos, presentaciones, cócteles, funerales, fiestas canalla. Era una mujer interesante porque sabía, o hacía ver que lo sabía, un montón de cosas también interesantes. ¿Qué tipo de cosas? Muy sencillo, cómo se gana la vida alguna gente, qué hacen para sobrevivir.

Siempre parecía, o al menos yo tenía esa sensación, que entre ella y yo, tarde o temprano, acabaríamos la conversación en su casa o en la mía, pero nunca pudo ser, cada vez nos interrumpía alguien que la reclamaba y ella, sin hacerse de rogar, igual que aquella noche en la playa, se iba con una sonrisa tranquila para desaparecer entre la gente que bailaba.

Este es el final, pero... me vuelvo a preguntar, ¿la historia ha terminado?

No sé, no tengo ni idea, el caso es que todo se origina en Londres, donde Juan pasó los mejores años de su vida.

El uno de noviembre de 1949, Todos los Santos, a un hospital londinense llegó en una ambulancia  un hombre accidentado, lo acababa de atropellar un coche, por suerte las heridas no eran graves, sólo golpes y moretones; era un joven abogado de Barcelona que apenas hacía un par de meses se había licenciado y un par de semanas, gracias a una carta de recomendación de un importante peletero barcelonés, estaba trabajando de pasante en un famoso bufete de Londres. Todavía no se había acostumbrado a que los automóviles circularan por su izquierda y al atravesar una calle miró hacia el lado equivocado.

Era el año 49 del siglo pasado, como ya hemos dicho, y hacía cuatro que la guerra había terminado. El joven barcelonés se llamaba Juan y en ese hospital conoció a una enfermera que a pesar de sus dientes grandes y sus cabellos sin vida era atractiva y desenvuelta, una inglesa llamada Elisabeth con la que, pocos meses después, se llegó a casar y... quizás en este caso también el pobre Juan miró hacia el lado equivocado al contraer matrimonio.

Elisabeth tenía una hermana, Margaret, que trabajaba como secretaria en un estudio fotográfico, M.& B. Levin Ltd. Dos hermanos de Leipzig especializados en fotografía industrial y arquitectónica que se refugiaron en Londres durante la guerra y se quedaron.
  
Pero esta sí que es, naturalmente, otra historia de la que tampoco sé gran cosa aunque he oído hablar mucho a un importante peletero barcelonés que hizo de banquero, samaritano o asistente social de un destacado político catalán que cuando necesitaba dinero vaciaba sin reparos las cajas de seguridad de los bancos. Aunque sucedía en plena guerra civil española no entraba pistola en mano como un simple atracador, ni tampoco aprovechaba la noche para excavar un túnel subterráneo que lo condujera a la caja fuerte central, sino que lo hacía de una manera muy simple y burocrática, el deseo de cualquier ladrón y bandolero, enviaba los Mossos con un decreto de la Consejería de Gobernación al Banco con la orden de reventar todas las cajas y llevarse lo que había dentro. Nada más fácil.

En el último post también acabamos hablando de un octogenario millonario que poseía, nadie sabía cómo, una extensa y rica colección de arte.

La policía barcelonesa citó al señor Ludwig Losbichler Gutjahr en el hotel donde reside desde hace unos 20 años, y le comunicó la novedad. El señor Losbichler escuchó con atención y dijo...

—Me querellaré contra la galería de arte donde se efectuó la venta. La historia del austríaco es auténticamente asombrosa. Cuenta ochenta años de edad y parece que tiene sesenta y cinco. Aparenta vivir en la austeridad más notoria y «segura qué es propietario de una colección de obras de arte valorada en unos mil millones de pesetas. Las pasa moradas en ocasiones para afrontar sus morigerados gastos y en su colección de óleos afirma que se barajan firmas1 como las de Murillo, Leonardo da Vinci, Zurbarán, Benlliure, Goya, Rembrand, Rubens...” (seguir leyendo)

En los archivos de Jacques Seligmann&Cie, una de las galerías de arte más prestigiosas del siglo XX, en la sección “Gente interesante: España” (People of interest: Spain), aparece, entre otros personajes de dudosa catadura, la tarjeta de visita de un marchante: Ludwig Losbichler Gutjahr, apartado 706, Barcelona. La investigación sobre este nombre comenzó por las siguientes razones: (seguir leyendo)

Es sorprendentemente curioso el parecido con otro asunto muy reciente que también ha salido en los periódicos. El 4 de noviembre del pasado año, hace cuatro días, la Vanguardia de Barcelona publicaba que:

BERLÍN, Agencias. “Un descubrimiento excepcional. Monumental. Casi 1.500 obras de maestros como Picasso, Matisse, Klee, Kokoschka o Chagall,  obras confiscadas por los nazis o vendidas por judíos perseguidos, han sido descubiertas en el apartamento de un octogenario en Munich, según publicó ayer la revista alemana Focus. Según el semanario, que afirma haber llevado acabo una gran investigación, estos cuadros de grandes maestros del  siglo XX, entre los cuáles también figuran los pintores expresionistas alemanes Emil Nolde, Franz Marc, Max Beckmann y Max Liebermann, tendrían un valor de alrededor de mil millones de euros. Los cuadros habrían sido descubiertos por la policía alemana en el año 2011, pero el hallazgo nunca habría se habría hecho público hasta el artículo aparecido en  Focus. Tras el descubrimiento de los cuadros por la policía, una experta en el llamado arte degenerado, Meike Hoffmann, profesora de la Universidad Libre de Berlín, habría buscado el origen de las obras y sus propietarios o sus descendientes, según Focus. Según el semanario alemán, el padre del octogenario fue un célebre coleccionista alemán, Hildebrand Gurlitt, que habría comprado las obras durante los años treinta y cuarenta”. (Seguir leyendo)

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¿Qué hace alguna gente para sobrevivir? Algunos despegan en globo.

Continuaremos la próxima semana.