Diari d’hivern (11)
Les festes canalla.
En el darrer post em
preguntava què se n’havia fet de la Júlia, si l’havia tornat a veure. Coincidírem
per casualitat en unes quantes ocasions, sempre en llocs on hi havia molta gent
al voltant nostre, inauguracions, estrenes, presentacions, còctels, funerals, festes
canalla. Era una dona interessant perquè sabia, o feia veure que ho sabia, un
munt de coses també interessants. Quina mena de coses? Molt senzill, com es
guanya la vida alguna gent, què fan per sobreviure.
Sempre semblava, o al
menys jo tenia aquesta sensació, que entre ella i jo, tard o d’hora, acabaríem
la conversa a casa seva o a casa meva, però mai va poder ser, cada vegada ens
interrompia algú que la reclamava i ella, sense fer-se de pregar, igual que
aquella nit a la platja, se n’anava amb un somrís tranquil per a desaparèixer
entre la gent que ballava.
Aquest és el final,
però... em torno a preguntar, la història s’ha acabat?
No ho sé, no en tinc ni
idea, el cas és que tot s’origina a Londres, on el Joan va passar els millors
anys de la seva vida.
L’u de novembre de l’any
1949, Tot Sants, a un hospital londinenc va arribar en una ambulància un home
accidentat, l’acabava de atropellar un cotxe, per sort les ferides no eren pas
greus, només cops i blaus; era un jove advocat de Barcelona que tot just feia
un parell de mesos s’havia llicenciat i un parell de setmanes, gràcies a una
carta de recomanació d’un important pelleter barceloní, estava treballant de
passant en un famós bufet de Londres. Encara no s’havia acostumat a que els
automòbils anessin per la seva esquerra i en travessar un carrer va mirar cap
el costat equivocat.
Era l’any 49 del segle
passat, com ja hem dit, i en feia quatre que la guerra s’havia acabat. El jove
barceloní es deia Joan i en aquest hospital va conèixer a una infermera que
malgrat les seves dents grosses i els seus cabells sense vida era atractiva i
espavilada, una anglesa anomenada Elisabeth amb la que, pocs mesos després, es
va arribar a casar i... potser en aquest cas també el pobre Joan va mirar cap
el costat equivocat al contraure matrimoni.
L’Elisabeth tenia una
germana, la Margaret, que treballava com a secretaria en un estudi fotogràfic, M.& B. Levin Ltd., dos germans de
Leipzig especialitzats en fotografia industrial i arquitectònica que es van
refugiar a Londres durant la guerra i s’hi van quedar.
Però aquesta sí que és,
naturalment, una altra història de la que tampoc sé gaire cosa tot i que n’he
sentit a parlar molt a un important pelleter barceloní que va fer de banquer,
samarità o assistent social d’un destacat polític català que quan necessitava
diners buidava sense manies les caixes de seguretat dels bancs. Això, encara
que succeïa en plena guerra civil espanyola no entrava pistola en ma com un
simple atracador, ni tampoc aprofitava la nit per excavar un túnel subterrani
que el conduís a la caixa forta central, sinó que ho feia d’una manera molt
simple i burocràtica, el desig de qualsevol lladre i bandoler, enviava els
Mossos d’Esquadra amb un decret de la Conselleria de Governació al Banc amb
l’ordre de rebentar totes les caixes i endur-se el que hi havia a dins. Res més
fàcil.
En el darrer post també
acabàrem parlant d’un octogenari milionari que posseïa, ningú sabia com, una
extensa i rica col·lecció d’art.
La policía barcelonesa citó al señor Ludwig
Losbichler Gutjahr en
el hotel donde reside desde hace
unos 20 años, y le comunicó la
novedad. El señor Losbichler
escuchó con atención y dijo...
—Me querellaré contra la galería de
arte donde se efectuó la venta. La
historia del austríaco es auténticamente
asombrosa. Cuenta ochenta años
de edad y parece que tiene sesenta
y cinco. Aparenta vivir en la
austeridad más notoria y «segura qué
es propietario de una colección de
obras de arte valorada en unos
mil millones de pesetas. Las pasa
moradas en ocasiones para afrontar
sus morigerados gastos y en su
colección de óleos afirma que se
barajan firmas1 como las de Murillo, Leonardo da Vinci, Zurbarán, Benlliure, Goya, Rembrand, Rubens...”
(seguir
leyendo)
En los archivos de Jacques
Seligmann&Cie, una de las galerías de arte más prestigiosas del
siglo XX, en la sección “Gente interesante: España” (People of interest: Spain),
aparece, entre otros personajes de dudosa catadura, la tarjeta de visita de un
marchante: Ludwig Losbichler Gutjahr, apartado 706, Barcelona. La investigación
sobre este nombre comenzó por las siguientes razones: (seguir
leyendo)
És sorprenentment curiós
la semblança amb un altre afer molt recent que també ha sortit als diaris. El 4
de novembre del passat any, fa quatre dies, la Vanguardia de Barcelona
publicava que:
BERLÍN, Agencias. “Un descubrimiento
excepcional. Monumental. Casi 1.500 obras de maestros como Picasso, Matisse,
Klee, Kokoschka o Chagall, obras
confiscadas por los nazis o vendidas por judíos perseguidos, han sido
descubiertas en el apartamento de un octogenario en Munich, según publicó ayer
la revista alemana Focus. Según el semanario, que afirma haber llevado acabo
una gran investigación, estos cuadros de grandes maestros del siglo XX, entre los cuáles también figuran
los pintores expresionistas alemanes Emil Nolde, Franz Marc, Max Beckmann y Max
Liebermann, tendrían un valor de alrededor de mil millones de euros. Los
cuadros habrían sido descubiertos por la policía alemana en el año 2011, pero
el hallazgo nunca habría se habría hecho público hasta el artículo aparecido
en Focus. Tras el descubrimiento de los
cuadros por la policía, una experta en el llamado arte degenerado, Meike Hoffmann, profesora de la
Universidad Libre de Berlín, habría buscado el origen de las obras y sus
propietarios o sus descendientes, según Focus. Según el semanario alemán, el
padre del octogenario fue un célebre coleccionista alemán, Hildebrand Gurlitt, que habría comprado las obras durante los años
treinta y cuarenta”. (Seguir
leyendo)
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Què fa alguna gent per a
sobreviure? Alguns s’enlairen en globus.
Continuarem la propera
setmana.
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Diario de invierno (11)
Las fiestas canalla.
En el último post me preguntaba qué había sido de Julia, si la
había vuelto a ver. Coincidimos por casualidad en unas cuantas ocasiones,
siempre en lugares donde había mucha gente alrededor nuestro, inauguraciones,
estrenos, presentaciones, cócteles, funerales, fiestas canalla. Era una mujer
interesante porque sabía, o hacía ver que lo sabía, un montón de cosas también
interesantes. ¿Qué tipo de cosas? Muy sencillo, cómo se gana la vida alguna
gente, qué hacen para sobrevivir.
Siempre parecía, o al menos yo tenía esa sensación, que entre ella
y yo, tarde o temprano, acabaríamos la conversación en su casa o en la mía,
pero nunca pudo ser, cada vez nos interrumpía alguien que la reclamaba y ella,
sin hacerse de rogar, igual que aquella noche en la playa, se iba con una
sonrisa tranquila para desaparecer entre la gente que bailaba.
Este es el final, pero... me vuelvo a preguntar, ¿la historia ha
terminado?
No sé, no tengo ni idea, el caso es que todo se origina en Londres,
donde Juan pasó los mejores años de su vida.
El uno de noviembre de 1949, Todos los Santos, a un hospital londinense
llegó en una ambulancia un hombre
accidentado, lo acababa de atropellar un coche, por suerte las heridas no eran
graves, sólo golpes y moretones; era un joven abogado de Barcelona que apenas
hacía un par de meses se había licenciado y un par de semanas, gracias a una
carta de recomendación de un importante peletero barcelonés, estaba trabajando
de pasante en un famoso bufete de Londres. Todavía no se había acostumbrado a
que los automóviles circularan por su izquierda y al atravesar una calle miró
hacia el lado equivocado.
Era el año 49 del siglo pasado, como ya hemos dicho, y hacía
cuatro que la guerra había terminado. El joven barcelonés se llamaba Juan y en ese
hospital conoció a una enfermera que a pesar de sus dientes grandes y sus
cabellos sin vida era atractiva y desenvuelta, una inglesa llamada Elisabeth
con la que, pocos meses después, se llegó a casar y... quizás en este caso
también el pobre Juan miró hacia el lado equivocado al contraer matrimonio.
Elisabeth tenía una hermana, Margaret, que trabajaba como
secretaria en un estudio fotográfico, M.& B. Levin Ltd. Dos
hermanos de Leipzig especializados en fotografía industrial y arquitectónica
que se refugiaron en Londres durante la guerra y se quedaron.
Pero esta sí que es, naturalmente, otra historia de la que tampoco
sé gran cosa aunque he oído hablar mucho a un importante peletero barcelonés
que hizo de banquero, samaritano o asistente social de un destacado político
catalán que cuando necesitaba dinero vaciaba sin reparos las cajas de seguridad
de los bancos. Aunque sucedía en plena guerra civil española no entraba
pistola en mano como un simple atracador, ni tampoco aprovechaba la noche para
excavar un túnel subterráneo que lo condujera a la caja fuerte central, sino
que lo hacía de una manera muy simple y burocrática, el deseo de cualquier
ladrón y bandolero, enviaba los Mossos con un decreto de la Consejería de
Gobernación al Banco con la orden de reventar todas las cajas y llevarse lo que
había dentro. Nada más fácil.
En el último post también acabamos hablando de un octogenario
millonario que poseía, nadie sabía cómo, una extensa y rica colección de arte.
La policía barcelonesa citó al señor Ludwig
Losbichler Gutjahr en
el hotel donde reside desde hace
unos 20 años, y le comunicó la
novedad. El señor Losbichler
escuchó con atención y dijo...
—Me querellaré contra la galería de
arte donde se efectuó la venta. La
historia del austríaco es auténticamente
asombrosa. Cuenta ochenta años
de edad y parece que tiene sesenta
y cinco. Aparenta vivir en la
austeridad más notoria y «segura qué
es propietario de una colección de
obras de arte valorada en unos
mil millones de pesetas. Las pasa
moradas en ocasiones para afrontar
sus morigerados gastos y en su
colección de óleos afirma que se
barajan firmas1 como las de Murillo, Leonardo da Vinci, Zurbarán, Benlliure, Goya, Rembrand, Rubens...”
(seguir
leyendo)
En los archivos de Jacques
Seligmann&Cie, una de las galerías de arte más prestigiosas del
siglo XX, en la sección “Gente interesante: España” (People of interest: Spain),
aparece, entre otros personajes de dudosa catadura, la tarjeta de visita de un
marchante: Ludwig Losbichler Gutjahr, apartado 706, Barcelona. La investigación
sobre este nombre comenzó por las siguientes razones: (seguir
leyendo)
Es sorprendentemente curioso el parecido con otro asunto muy
reciente que también ha salido en los periódicos. El 4 de noviembre del pasado
año, hace cuatro días, la Vanguardia de Barcelona publicaba que:
BERLÍN, Agencias. “Un descubrimiento
excepcional. Monumental. Casi 1.500 obras de maestros como Picasso, Matisse,
Klee, Kokoschka o Chagall, obras
confiscadas por los nazis o vendidas por judíos perseguidos, han sido
descubiertas en el apartamento de un octogenario en Munich, según publicó ayer
la revista alemana Focus. Según el semanario, que afirma haber llevado acabo
una gran investigación, estos cuadros de grandes maestros del siglo XX, entre los cuáles también figuran
los pintores expresionistas alemanes Emil Nolde, Franz Marc, Max Beckmann y Max
Liebermann, tendrían un valor de alrededor de mil millones de euros. Los
cuadros habrían sido descubiertos por la policía alemana en el año 2011, pero
el hallazgo nunca habría se habría hecho público hasta el artículo aparecido
en Focus. Tras el descubrimiento de los
cuadros por la policía, una experta en el llamado arte degenerado, Meike Hoffmann, profesora de la
Universidad Libre de Berlín, habría buscado el origen de las obras y sus
propietarios o sus descendientes, según Focus. Según el semanario alemán, el
padre del octogenario fue un célebre coleccionista alemán, Hildebrand Gurlitt, que habría comprado las obras durante los años
treinta y cuarenta”. (Seguir
leyendo)
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¿Qué hace alguna gente para sobrevivir? Algunos despegan en globo.
Continuaremos la próxima semana.