22. Víctor.
Un antiguo alumno mío, Víctor Rotjciv, aseguraba, medio en serio y medio en broma, que las cuatro esquinas del mundo son la necesidad, el deseo, la voluntad y la razón, y que en el centro, afuera o adentro, arriba o abajo, se hallaba el azar, el pilar que todo lo aguantaba. También decía que la nada no tiene lados ni tampoco esquinas, ni algo que merezca ser soportado ni sostenido, y aunque no tenga horizonte ni suelo no está vacía, está, afirmaba rotundo, abandonada. Los muertos caemos sin cesar y nuestro único consuelo, concluía, es no saber que no hay fondo.
Eso es la esperanza.
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22H
-“Capítulo 2: Coco Chanel tuvo dos grandes aciertos en su vida, el primero fue ser hombre y el segundo inventar el traje chaqueta Chanel que ya era famoso antes de nacer.
El primer acierto le permitió ser una mujer más entera y más independiente, logró convertirse en una de las grandes representantes de las poderosas estirpes de “mujeres-hombre”. Perfectos hermafroditas de mente y alma que conseguían abrirse camino a través de la selva enmarañada de los prejuicios sociales y escalar así las más altas cumbres del poder, el dinero y la fama. Ellas son hermanas de los “hombre-mujer” y sólo primas lejanas de las “mujer-mujer” y aliadas de los “hombre-hombre”. En esos últimos se apoyó económicamente y sin ninguna clase de vergüenza para empezar a sobresalir y dar a conocer su nombre. Tal hazaña la logró cambiando el mundo con un simple corte de cabello, el llamado corte a lo “garçon”. Curiosamente el paso siguiente se había dado antes y no después, en una extraña aliteración temporal al rapar los cráneos femeninos. Esa depilación que se asemeja a una castración es una manera “especial” de desnudo primordial que solamente las más hermosas pueden soportar. Tú eres una de ellas, reina mía.” (El hilo. Cartas a una amiga.)
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22M
-“En muchas ocasiones Antonio T. me llevaba con él a París. Nos íbamos en avión, lo ayudaba en algunas tareas, me lucía entre sus amigos y me compraba ropa de Chanel, siempre de ella, como a ti a él también le gustaba, parecía que no hubiera ninguna otra casa más de Alta Costura en el mundo que la de Coco, yo hubiera querido algo de YSL o del joven Ungaro, pero no había manera de conseguirlo.
Siempre he sido una mujer desgarbada, flaca y demasiado alta, pero mi madre, una bailarina aficionada en su juventud, me enseñó a moverme y a que mis músculos controlaran mis huesos. Bien vestida y con el maquillaje adecuado lograba parecer guapa y algo atractiva también si no miraban mis pies de pato gigante. Antonio T. siempre decía que tenía cara de judía, labios, ojos y nariz grande y cabello áspero y negro. Algunas noches íbamos a escuchar Jazz, recuerdo aquella en la que vimos a Dexter Gordon, digo que lo vimos porque estaba sentado en la mesa de al lado como simple espectador, no recuerdo quién tocaba. Un día me emborraché o bebí demasiado y terminé diciendo frases surrealistas que Antonio T. anotó en su bloc. Cuando me lo dejó leer no me lo parecieron tanto, sólo eran palabras de borracha.”