martes, 20 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (22)



22. Víctor.

Un antiguo alumno mío, Víctor Rotjciv, aseguraba, medio en serio y medio en broma, que las cuatro esquinas del mundo son la necesidad, el deseo, la voluntad y la razón, y que en el centro, afuera o adentro, arriba o abajo, se hallaba el azar, el pilar que todo lo aguantaba. También decía que la nada no tiene lados ni tampoco esquinas, ni algo que merezca ser soportado ni sostenido, y aunque no tenga horizonte ni suelo no está vacía, está, afirmaba rotundo, abandonada. Los muertos caemos sin cesar y nuestro único consuelo, concluía, es no saber que no hay fondo.
Eso es la esperanza.

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22H
-“Capítulo 2: Coco Chanel tuvo dos grandes aciertos en su vida, el primero fue ser hombre y el segundo inventar el traje chaqueta Chanel que ya era famoso antes de nacer.

El primer acierto le permitió ser una mujer más entera y más independiente, logró convertirse en una de las grandes representantes de las poderosas estirpes de “mujeres-hombre”. Perfectos hermafroditas de mente y alma que conseguían abrirse camino a través de la selva enmarañada de los prejuicios sociales y escalar así las más altas cumbres del poder, el dinero y la fama. Ellas son hermanas de los “hombre-mujer” y sólo primas lejanas de las “mujer-mujer” y aliadas de los “hombre-hombre”. En esos últimos se apoyó económicamente y sin ninguna clase de vergüenza para empezar a sobresalir y dar a conocer su nombre. Tal hazaña la logró cambiando el mundo con un simple corte de cabello, el llamado corte a lo “garçon”. Curiosamente el paso siguiente se había dado antes y no después, en una extraña aliteración temporal al rapar los cráneos femeninos. Esa depilación que se asemeja a una castración es una manera “especial” de desnudo primordial que solamente las más hermosas pueden soportar. Tú eres una de ellas, reina mía.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

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22M
-“En muchas ocasiones Antonio T. me llevaba con él a París. Nos íbamos en avión, lo ayudaba en algunas tareas, me lucía entre sus amigos y me compraba ropa de Chanel, siempre de ella, como a ti a él también le gustaba, parecía que no hubiera ninguna otra casa más de Alta Costura en el mundo que la de Coco, yo hubiera querido algo de YSL o del joven Ungaro, pero no había manera de conseguirlo.

Siempre he sido una mujer desgarbada, flaca y demasiado alta, pero mi madre, una bailarina aficionada en su juventud, me enseñó a moverme y a que mis músculos controlaran mis huesos. Bien vestida y con el maquillaje adecuado lograba parecer guapa y algo atractiva también si no miraban mis pies de pato gigante. Antonio T. siempre decía que tenía cara de judía, labios, ojos y nariz grande y cabello áspero y negro. Algunas noches íbamos a escuchar Jazz, recuerdo aquella en la que vimos a Dexter Gordon, digo que lo vimos porque estaba sentado en la mesa de al lado como simple espectador, no recuerdo quién tocaba. Un día me emborraché o bebí demasiado y terminé diciendo frases surrealistas que Antonio T. anotó en su bloc. Cuando me lo dejó leer no me lo parecieron tanto, sólo eran palabras de borracha.” 

¿Son azules las naranjas?, ¿o son tan cuadradas como lo es una manzana? Yo no te ofrecí ninguna, querido Víctor, no fuiste mi Adán, aunque cada vez que partías una lo hacías al través para ver mi estrella”. (La madeja. Cartas a un amigo.)