sábado, 8 de marzo de 2014

La vida autèntica


Diari d’hivern (10)

La vida autèntica

Ja duien tres morts mentre l’advocadessa de la ex dona, la que havia mantingut amb el marmessor una relació amorosa molt passional, seguia fent-se la pesada i continuava demanant insistentment i a compta de la seva clienta boja, veure el testament, i ell, el marmessor, li seguia contestant el mateix, una y una altra vegada, que no tenia dret.

-    Però guapo, ja saps que sóc famosa i molt bona professional i et puc ajudar, estic molt ben relacionada, et puc dur clients bons que paguen bé, no siguis esquerp, no te’n recordes de lo bé que ens ho passàvem?, sigues bo i ensenya’m el testament, fes-ho per mi.

-    Ho sento, estimada, la teva clienta no té cap dret, ja ho saps, es la seva ex, i això, ser la ex, legalment la fa tan completament aliena al Joan com un habitant del planeta Plutó, un dels seus extraterrestres.

La meitat del pis se’l va quedar, efectivament, la Generalitat, i els 4.000 euros que hi havia al compte del Banc de Sabadell van servir per pagar els honoraris del notari i del marmessor, l’EV, que també, com ja hem dit al principi, li havia gestionat el divorci de la seva dona i que encara no havia cobrat.

A casa del Joan, en aquest petit apartament on vivia ara, després del divorci, a la Ronda Sant Pau de Barcelona, cantonada Parlament, davant dels Escolapis de Sant Antoni Abad on jo mateix vaig estudiar, hi havia també moltes més coses, cartes, documents, registres, dietaris, cassetes i cintes amb gravacions, correspondència, pel·lícules i muntanyes de fotografies sense valor artístic, fotografies de fàbriques, de naus industrials, de vaixells, d’edificis i màquines, de persones treballant, fitxes dels obrers, d’equips directius, d’oficines, fotografies registrals de coses i persones, burocràtiques, notarials. Res de tot aquest material es va inventariar i ningú el va reclamar mai. El paquet complet de capses i capses plenes de coses va anar a parar directament a les mans del marmessor, el meu amic; l’EV diu que per llançar-ho tot a les escombraries, que no hi havia res de valuós ni d’interessant, però això, naturalment, jo mai m’ho he cregut.

Aquest és el final?, aquí s’acaba tot?, el resultat són tres morts casuals i una ex dona, quasi vídua amb demència senil que creu que els nois joves, guapos i atlètics són habitants de Saturn? No hi ha res més?

I la Júlia? què se’n va fer de ella?, la vaig tornar a veure alguna vegada més?

Ja sé que la història d’aquest testament assassí pot semblar un anticlímax, una petita tragèdia quotidiana i vulgar que no va més enllà d’ella mateixa, un aleteig de gallina que no vola ni alt ni lluny i que, per tant, no du en lloc, que no té intriga ni suspens, que no ofereix res al lector, ni un coneixement de coses noves ni tampoc un de nou de coses sabudes ni, per altre banda, cap ensenyament moral ni un mínim d’interès literari. Però el seu mèrit rau,en tot cas, en el simple valor de les coses veritables i certes que han realment succeït i on jo només canvio els noms al explicar-les, gairebé tot “el peletero” consisteix en això: la veritat és sempre decebedora perquè si no ho és no és pas veritat, d’aquí es deriva el meu lema que tanta gent, sobre tot dones, m’ha criticat pensant que només era desconfiança: “no et creguis res del que et diuen i només la meitat del que vegis” Perquè?, perquè normalment és difícil resoldre el dilema que enfronta la vida real amb una vida “autèntica” , una mena de contrasentit en els termes, un vell anhel humà, un desig desmesurat que inevitablement ens condueix a la decepció i al desengany més tristos.

Des de l’estiu passat el mateix Ajuntament de Barcelona ha de procurar resoldre un cas similar i, aparentment, de molta més volada: el famós legat del encara més famós Muñoz Ramonet i la seva extraordinària col·lecció d’art que s’ha esfumat, es veu, per art de màgia; la història també d’un testament.  

El País del 18 d’agost del 2013 publicava: “Esta historia familiar no es como las demás. Este es el relato de una asombrosa colección de arte de incalculable valor propiedad de un industrial del franquismo barcelonés de turbio pasado. El de cuatro hijas desheredadas de ese fenomenal tesoro a favor del Ayuntamiento de Barcelona.(…)

Es curiós que el testament fos redactat en alemany: “En el testamento, escrito en alemán en 1988 y que ni siquiera hace mención a la existencia de las hijas, Muñoz Ramonet legó a Barcelona el edificio y todo lo atesorado en su interior en el momento de la muerte.(...) Lo que Jaume Ciurana, concejal del Ayuntamiento de Barcelona, encontró tras abrir la intimidante verja y atravesar la isla verde del jardín de 3.000 metros cuadrados en plena agitación urbana, dista mucho de lo que le habría satisfecho hallar. Las joyas más importantes de la colección de arte —y eso incluye goyas, rembrandts, grecos o murillos— no están en el legendario palacete, que recientemente sirvió de escenario para el rodaje de la película Blancanieves, de Pablo Berger. En las paredes vacías se sucedían las marcas de lo que estuvo y ya no está. (Seguir leyendo)

Cuando Julio Muñoz Ramonet huyó en 1986 de la justicia española se refugió en un hotel de la ciudad Suiza de Bad-Ragaz, en las montañas donde vivían Heidi y sus amigos. Llegó a este exilio de cinco estrellas tras ser acusado de crear un agujero de 4.000 millones de pesetas en la contabilidad de la Compañía Internacional de Seguros. En marzo de 1991, el juez Garzón solicitó 11 años de cárcel para él, acusándolo de estafa y falsedad. A los dos meses falleció. Su cuerpo fue repatriado al palacete de Muntaner en Barcelona, donde tantas veladas gloriosas vivió. El lugar donde conservaba uno de sus bienes más preciados: su extraordinaria colección de arte.” (Seguir leyendo)

Aquesta és una història més entre moltes, sense anar més lluny, fa 36 anys, el dissabte 11 de novembre del 1978, la Vanguardia de Barcelona, a la seva pàgina 21, publicava que: En Barcelona vive un pobre-millonario”.

 

“Tiene 80 años y posee una colección artística valorada en más de mil millones de pesetas. Interpol ha contestado. El delito del que un austríaco residente en Barcelona acusaba a una súbdita suiza, ha prescrito. La policía barcelonesa citó al señor Ludwig Losbichler Gutjahr en el hotel donde reside desde hace unos 20 años, y le comunicó la novedad. El señor Losbichler escuchó con atención y dijo... (seguir leyendo)

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Diario de invierno (10)

La vida auténtica

Ya llevaban tres muertos mientras la abogada de la ex mujer, la que había mantenido con el albacea una relación amorosa muy pasional, seguía haciéndose la pesada y seguía pidiendo insistentemente i a cuenta de su clienta loca, ver el testamento, y él, el albacea, le seguía respondiendo lo mismo, una y otra vez, que no tenía derecho.

- Pero guapo, ya sabes que soy famosa y muy buena profesional y te puedo ayudar, estoy muy bien relacionada, y conseguirte clientes importantes que pagan bien, no seas huraño, ¿no te acuerdas de lo bien que nos lo pasábamos?, sé bueno y enséñame el testamento, hazlo por mí.

- Lo siento, querida, tu clienta no tiene ningún derecho, ya sabes, es su ex, y eso, ser la ex, legalmente la hace tan completamente ajena a Juan como un habitante del planeta Plutón, uno de sus extraterrestres.

La mitad del piso se lo quedó, efectivamente, la Generalitat, y los 4.000 euros que había en la cuenta del Banco de Sabadell sirvieron para pagar los honorarios del notario y del albacea,  EV, que también, como ya hemos dicho al principio, le había gestionado el divorcio de su mujer y que aún no había cobrado.

En casa de Juan, en este pequeño apartamento donde vivía ahora, después del divorcio, en la Ronda Sant Pau de Barcelona, esquina Parlament, frente a los Escolapios de San Antonio Abad donde yo mismo estudié, había también muchas más cosas, cartas, documentos, registros, dietarios, cassetes y cintas con grabaciones, correspondencia, películas y montañas de fotografías sin valor artístico, fotografías de fábricas, de naves industriales, de barcos, de edificios y máquinas, de personas trabajando, fichas de los obreros, de equipos directivos, de oficinas, fotografías registrales de cosas y personas, burocráticas, notariales. Nada de este material se inventarió y nadie lo reclamó nunca. El paquete completo de cajas y cajas llenas de cosas fue a parar directamente a las manos del albacea, mi amigo, EV dice que para echarlo todo a la basura, que no había nada de valioso ni interesante, pero eso, naturalmente, yo nunca me lo he creído.

¿Este es el final?, ¿Ahí se acaba todo?, ¿el resultado son tres muertos casuales y una ex mujer, casi viuda, con demencia senil que cree que los chicos jóvenes, guapos y atléticos son habitantes de Saturno? ¿No hay más?

¿Y Julia?, ¿qué fue de ella?, ¿la volví a ver alguna vez más?

Ya sé que la historia de este testamento asesino puede parecer un anticlímax, una pequeña tragedia cotidiana y vulgar que no va más allá de ella misma, un aleteo de gallina que no vuela ni alto ni lejos y que, por tanto, no lleva a ninguna parte, que no tiene intriga ni suspense, que no ofrece nada al lector, ni un conocimiento de cosas nuevas ni tampoco uno nuevo de cosas sabidas ni, por otro lado, ninguna enseñanza moral ni un mínimo de interés literario. Pero su mérito radica, en todo caso, en el simple valor de las cosas verdaderas y ciertas que han realmente sucedido y donde yo sólo cambio los nombres al explicarlas, casi todo "el Peletero" consiste en esto: la verdad es siempre decepcionante porque si no lo es no es verdad, de ahí se deriva mi lema que tanta gente, sobre todo mujeres, me ha criticado: "no te creas nada de lo que te dicen y sólo la mitad de lo que veas". ¿Por qué?, porque normalmente es difícil resolver el dilema que enfrenta la vida real con una “vida auténtica", una especie de contrasentido en los términos, un viejo anhelo humano, un deseo desmedido que inevitablemente nos conduce a la decepción y al desengaño más tristes.

Desde el verano pasado el propio Ayuntamiento de Barcelona debe enfrentar y procurar resolver un caso similar y, aparentemente, de mucha mayor envergadura: el famoso legado del todavía más famoso Muñoz Ramonet y su extraordinaria colección de arte que se ha esfumado, se ve, por arte de magia; la historia también de un testamento.

El País del 18 de agosto de 2013 publicaba: : “Esta historia familiar no es como las demás. Este es el relato de una asombrosa colección de arte de incalculable valor propiedad de un industrial del franquismo barcelonés de turbio pasado. El de cuatro hijas desheredadas de ese fenomenal tesoro a favor del Ayuntamiento de Barcelona.(…)

Es curioso que el testamento fuese redactado en alemán: “En el testamento, escrito en alemán en 1988 y que ni siquiera hace mención a la existencia de las hijas, Muñoz Ramonet legó a Barcelona el edificio y todo lo atesorado en su interior en el momento de la muerte.(...) Lo que Jaume Ciurana, concejal del Ayuntamiento de Barcelona, encontró tras abrir la intimidante verja y atravesar la isla verde del jardín de 3.000 metros cuadrados en plena agitación urbana, dista mucho de lo que le habría satisfecho hallar. Las joyas más importantes de la colección de arte —y eso incluye goyas, rembrandts, grecos o murillos— no están en el legendario palacete, que recientemente sirvió de escenario para el rodaje de la película Blancanieves, de Pablo Berger. En las paredes vacías se sucedían las marcas de lo que estuvo y ya no está. (Seguir leyendo)

Cuando Julio Muñoz Ramonet huyó en 1986 de la justicia española se refugió en un hotel de la ciudad Suiza de Bad-Ragaz, en las montañas donde vivían Heidi y sus amigos. Llegó a este exilio de cinco estrellas tras ser acusado de crear un agujero de 4.000 millones de pesetas en la contabilidad de la Compañía Internacional de Seguros. En marzo de 1991, el juez Garzón solicitó 11 años de cárcel para él, acusándolo de estafa y falsedad. A los dos meses falleció. Su cuerpo fue repatriado al palacete de Muntaner en Barcelona, donde tantas veladas gloriosas vivió. El lugar donde conservaba uno de sus bienes más preciados: su extraordinaria colección de arte.” (Seguir leyendo)

Esta es una historia más entre muchas, sin ir más lejos, hace 36 años, el sábado 11 de noviembre de 1978, la Vanguardia de Barcelona, en su página 21, publicaba que: "En Barcelona vive un pobre millonario ".

“Tiene 80 años y posee una colección artística valorada en más de mil millones de pesetas. Interpol ha contestado. El delito del que un austríaco residente en Barcelona acusaba a una súbdita suiza, ha prescrito. La policía barcelonesa citó al señor Ludwig Losbichler Gutjahr en el hotel donde reside desde hace unos 20 años, y le comunicó la novedad. El señor Losbichler escuchó con atención y dijo... (seguir leyendo)