jueves, 30 de julio de 2009

El peletero/La poesía horizontal/Traum

25 Septiembre 2008

Quan el poeta canta és millor emmudir i escoltar, com quan em mira el pare.

Mut.

Com jo mateix,
que al llevar-me i obrir els ulls em vaig adonar que encara eres al meu costat.

Més tard,
al despertar,
veié que ja te’n havies anat.

Fou llavors quan vaig recordar el somni,
aquell en el que jo em despertava,
i et veia adormida a la meva esquerra,

abandonada en un creuament de cames i de camins en el que somiaves que jo em despertava,
i descobria que ja no eres amb mi.

Només hi havia la teva silueta en els llençols del llit,
el pes del teu cos, el petit sot,
aquella olor calenta,

d’aixella i de pit,
i aquell so tant rar, de cony que fuig.
Allò teu i tu us en havíeu anat.

Això veié,
al despertar,
ho veié mentre somiava,

mentre somiava el retorn del mar.

(El peletero, “Traum” 16 d’agost de 2008 )


Cuando el poeta canta es mejor enmudecer y escuchar, como cuando papá me mira.

Mudo.

Como yo mismo,
cuando al levantarme y abrir los ojos me di cuenta de que todavía estabas a mi
lado.

Más tarde,
al despertar,
vi que ya te habías ido.

Fue entonces cuando recordé el sueño,
aquél en el que yo me despertaba.
y te veía dormida a mi izquierda,

abandonada en un cruce de piernas y de caminos en el que soñabas que yo me despertaba
y descubría que ya no estabas conmigo.

Solamente había tu silueta en las sábanas de la cama,
el peso de tu cuerpo, el pequeño hoyo,
aquel olor caliente,

de axila y de seno,
y aquel sonido tan raro, de coño que huye.
Aquello tuyo y tú os habías ido.

Eso vi,
al despertar,
lo vi mientras soñaba,

mientras soñaba el retorno del mar.

(El peletero, “Traum”, 16 de agosto de 2008)




Aquest és un llit sense capçal,
















però és la paret la que fa aquesta funció si l’arracones a tocar.

És un llit baix, potes i somier junts, tot en un mateix moble, allò que en diuen un catre.

D’amunt, el matalàs.

El conjunt és dur, no és un llit tou, però s’hi dorm bé i millor.

És fàcil també de moure i de retirar per netejar el terra de sota, passar-hi l’escombra i fregar.

I és còmode per col•locar els llençols, les mantes y el cobrellit, aquell dels fils daurats que em va regalar la mare.

És un llit doble però és un llit petit, pensat en un primer moment només per a mi, per a ningú altre, per a mi sol.

Encara que si hi ha qui ho vol, algú més pot allitar-se amb mi per dormir la migdiada, o fins i tot la nit sencera sí també cal.

A més, si ho desitja i no li dol, pot fer l’amor amb mi, no pas per deler o fam de carn i cos masculí,

no,

ni tampoc per amor,

tampoc,

només per aprofitar una tarda desdibuixada, o un parell de nits abandonades.

Unes d’aquestes que són massa fosques, nits de cap de setmana, o d’entre setmana,

perquè tant és un dilluns depressiu, que un divendres esperançant per fornicar, il•luminant al fer-ho la raconada aquella de la paret,

just allà on no hi arriba mai la llum de la tauleta ni la del matí, quan el dia despunta somnàmbul després de la son i la il•lusió que tot s’ho en duu.

En la imatge que mostro, el llit es veu irisat com jo mateix en les fotografies que els pares em feien de petit.

En ella no es veu del tot la tauleta de nit, de metall i de cristall, de peu i cama dura i de cap trencadís.

És una fotografia que ja és vella tot i que només té un any i mig de vida.

En ella jec invisible,

no se’m veu,

no obstant això,

allí hi sóc,

mort i nu.


Esta es una cama sin cabecero,

pero es la pared la que cumple esa función si la arrinconas contra ella hasta tocarla.

Es una cama baja, patas y somier juntos, todo en el mismo mueble, aquello que llaman un catre.

Encima el colchón.

El conjunto es duro, no es una cama blanda, pero en ella se duerme bien y mejor.

Es fácil también retirarla para limpiar el suelo que hay debajo, pasar la escoba y fregar.

Y es cómoda para colocar las sábanas, las mantas y el cubrecama, aquel de hilos dorados que me regaló mamá.

Es una cama doble, pero es una cama pequeña, pensada en un primer momento solamente para mí, para nadie más, para mí solo.

Aunque si hay quien así lo quiere, puede encamarse conmigo para dormir la siesta, o incluso toda la noche entera si es necesario.

Además, si lo desea y no le duele, puede asimismo hacer el amor conmigo, aunque no por deleite o hambre de carne y cuerpo masculino,

no,

ni tampoco por amor,

tampoco,

solamente para aprovechar una tarde desdibujada, o un par de noches abandonadas.

Una de esas que son demasiado oscuras, noches de fin de semana, o de entre semana,

porque da igual un lunes depresivo, que un viernes esperanzado para fornicar, iluminando al hacerlo la esquina aquella de la pared,

justo allí donde no llega nunca la luz de la mesita ni la de la mañana, cuando el día despunta sonámbulo después del sueño y la ilusión que todo se lo lleva.

En la imagen que muestro, la cama se ve irisada, como yo mismo lo estoy en las fotografías que mis padres me hacían de pequeño.

En ella no termina de verse clara la mesita de noche, de metal y cristal, de pie y de pierna dura y de cabeza quebradiza.

Es una fotografía que ya es vieja a pesar de sólo tener un año y medio de vida.

En ella yazgo invisible,

no se me ve,

no obstante eso,

allí estoy,

muerto y desnudo.

El peletero/Una vida normal (y 6)


19 Septiembre 2008

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El tío viudo y sin hijos murió, y la herencia se repartió. Ella obtuvo la mitad y los dos sobrinos un 20 por ciento cada uno. La tía americana recibió el 10 por ciento restante.

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La última bofetada fue de órdago. De lleno en mi mejilla. Mientras me recuperaba intentando esconder mi sonrisa llegaron los insultos. Su veneno mental tampoco había menguado, pensé mientras me frotaba el rostro.

Le había llegado mi demanda del juzgado y el embargo preventivo de su nueva riqueza caída del cielo. Yo me había dado prisa, pero la justicia es y sería lenta. Todo el mundo tendría ahora tiempo suficiente de entrar en la batalla. Primero su poca pero muy codiciosa familia, y luego, en un largo goteo, aparecerían los otros acreedores aquí y allá. Todos con la mano abierta esperando recoger algo.

No sé como terminará todo esto, espero que mi abogado pesimista no tenga razón y acabe yo en la cárcel y ella encerrada en un centro de salud, mientras unos terceros disfrutan de “mi” dinero.

He de reconocer que me importa muy poco lo que a ella le pueda acontecer a partir de ahora, ha vivido a mi costa demasiados años, le financié sus absurdos negocios y hasta hoy he evitado que terminara por pudrirse del todo. Tampoco sé si esto me puede beneficiar o perjudicar ahora que casi la mando a pedir limosna. Mi abogado se cura en salud y se mantiene precavido, aunque él ya sabe que sólo cobrará si gano, no tengo dinero suficiente para satisfacer sus asombrosos honorarios. Yo estoy dispuesto a luchar hasta donde haga falta y sinceramente, no creo que me encierren en la cárcel, que me condenen a ella es posible, que me encierren no. En realidad no tengo otra cosa que hacer en la vida que recuperar mi dinero perdido inexorablemente dentro de la cabeza sin fondo de esa loca.

Que no recupere mi dinero es también muy posible y, sinceramente, es lo más probable, tanto como que ella termine encerrada, a cargo de ese par de sobrinos avariciosos, o peor, en manos de la caridad y sanidad pública, en una de esas instituciones para dementes. Algo de ello sucederá, seguro que sí, las cosas no serán muy distintas de este panorama siniestro que estoy dibujando. Ése será el fin de una historia triste donde paradójicamente el dinero, si algo ha sido, es todo menos vulgar, yo sé el dolor que ha causado y el tiempo que le hemos dedicado. Una vida entera intentando sobrevivirla y generando ilusiones que han terminado por llenar un pozo negro de decisiones equivocadas. Esta es una realidad difícil de aceptar, pero tan cierta como que su pérdida o su ganancia no son ni triviales ni intrascendentes, el dinero nunca lo es. Nada de eso significa tampoco haberlo derrochado, ni a él ni al tiempo que se nos ha proporcionado para malgastarlo. Él nos lo ha dado todo y él también nos lo ha quitado, bendito sea.

El final está aún por decidir. No nos libraremos de su sentencia, ni tampoco de su recuerdo salvaje cuando llegue, ni de ver entonces, que entre nuestras manos y nuestros ojos, no nos quede nada más nada que nada ni haya tampoco nada más nada que nada que mi estúpida cara en ese maldito espejo del lavabo que me ilumina cada mañana con toda su crueldad.

Y claridad.

Nada, ni siquiera una triste espera.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Nada.