miércoles, 20 de mayo de 2009

El peletero/El blog apócrifo de Lorena, una carta y una canción (6 de 8)



8 Abril 2008

María siempre me decía que me fuera lejos, me lo decía cuando empezaba a beber, pero a la mañana siguiente me rogaba que me quedase. Me prometía dinero, pero nunca me lo daba, ni siquiera un regalo, un anillo o algo así. Siempre tenía las manos desnudas. Hace siglos que no uso anillos, me decía.

Siempre mentía.

No me fui, pero me iré.

Estoy dudando de si debo irme sola o acompañada. Nunca he estado sola, no lo he estado en el sentido físico. Siempre he tenido a alguien a mi lado. Primero fue mi familia, y luego a Juan. Durante un año, el tercero de conocernos, lo abandoné, no me fui, lo dejé, no me marché, me perdí. No sé qué hice, pero no podía acostarme con él. Seguíamos viviendo juntos pero dejamos de tener relaciones sexuales. No despertaba ningún interés en mí. ¿Qué sucedió?, no tengo ni idea, yo lo quería igual, lo amaba, pero no podía soportar que me tocase. No tuve ningún amante, no me acosté con nadie, un año entero sin sexo, mi deseo de él o de alguien más había desaparecido y su lugar no lo había llenado nada. Juan protestó y yo lloré por él y por mí. Solamente supe decirle que esperara y que confiara. Me dijo que sí, pero un año es mucho tiempo. Tuvo sus amantes esporádicas y ocasionales, nada serio, pero muy doloroso para mí. Estuve todo este año perdida, hasta que reaparecí. ¿Por qué?, no lo sé tampoco. Busqué a Juan al otro lado de mi cama, me tragué mi orgullo y el dolor que sentía y le perdoné sus infidelidades, pero ya era demasiado tarde.

Eso es algo muy habitual en muchas mujeres, se pierden, se van, algo las rapta, los hijos, el nido, o un fantasma, un ángel malo o un ángel bueno. O simplemente nada en especial. Nada importante, quizás una tontería. Se quedan ensimismadas en un estado que ni ellas aciertan a entender y que los demás deben de intentar comprender.

Pero es difícil, normalmente cuando regresan nadie las espera.

El mal ya está hecho. Las que retornan, las que volvemos, no entendemos qué sucede ni qué ha sucedido. Pensamos que no ha sucedido nada y precisamente esto es lo grave. Yo sabía que Juan me engañaba, me dolía pero seguí a su lado. Casi todas hacen lo mismo, esperan.

Le seguí siendo fiel durante más de un año. En este tiempo fue él quien no me tocó.

En el Nefertiti tampoco sucedía nada, ni cuando las camas estaban llenas de gente o cuando estaban vacías. Ni en el Nefertiti donde conocí a María ni en la Sala de Fiestas en la que ahora trabajamos. En el hotel estaban los huéspedes y además de esos el pianista del restaurante y un guitarrista que cantaba boleros, y las parejas de enamorados, que con las manos unidas se miraban a los ojos mientras oían las canciones. Los conserjes, las mujeres que limpiaban, los otros camareros que eran compañeros de Juan, mis compañeras de ballet que trabajaban de escorts para él, ganándose así un sobresueldo, las otras con esos que decían ser sus novios, las otras con esas que decían ser sus novias y los demás que eran gays.

También estaban los maridos.

Luego estaban las mujeres de los maridos.

Pero ninguna tenía un labio partido como el de María.