martes, 30 de noviembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (63)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
63. La evocación.

El eje que vertebra toda la pintura, y el arte en general, es el tiempo poético, que es una forma también poética de nombrar a la evocación. Nos encontramos ya lejos de la vieja clasificación entre artes espaciales o temporales. 

Ese tiempo presenta una característica curiosa que no es otra que la de hallarse todo él, pasado, presente y futuro, fuera ya del tiempo. 

Sin embargo, según sea la técnica que usemos nos permite la ilusión de fijar un instante como si tuviera lugar en el mismo momento, la ilusión del presente. Eso es así en las artes escénicas, en las cinematográficas, incluida, como máximo representante, la televisión y demás artilugios informáticos y electrónicos de reproducción de imágenes. 

También es factible figurar todo lo contrario, que los hechos acontecen fuera del recuerdo o del deseo, la abstracción pretende tal proeza, e incluso pensamos que llega a conseguirla con obras como el “Cuadrado negro” de Malévich, una pintura que al carecer de referentes simbólicos positivos pretende situarse más allá del sentido al obtenerlos en su ausencia. Arte nihilista al querer hablar callando. 

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63H
-“Querida Verónica, ¿qué rostro tienen la verdad y la mentira?, ¿el de una fotografía?, ¿el de la indiferencia?, ¿el del miedo?

Hitler siempre señaló lo que iba a hacer, a todos advirtió y nadie, excepto cuatro íntimos, le creyó del todo. Alguien dirá en su descargo que al menos fue un hombre sincero.

Sin embargo, Hitler hablaba de objetivos y de estrategia, nunca se ensuciaba las manos en la fangosa y farragosa táctica. Jamás dijo algo sobre “La solución final” y los detalles que la acompañaban, dejaba que los ministros de su Gobierno interpretaran sus silencios y sus medias palabras como si sus objetivos y sus fines fueran el viento, y ellos, los capitanes, las velas que debían atraparlo. (El hilo. Cartas a una amiga.)

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63M
-“Muchas veces me recordabas, querido Víctor, la película “400 golpes” de François Truffaut, en ella el protagonista, un niño de unos 13 años, responde a su profesor que su madre ha fallecido cuando éste le pregunta por qué ayer no se presentó en la escuela. La muerte de una madre no puede ser mentira, decías, nadie osaría usarla para escabullirse de un castigo que más pronto que tarde recibirá si el fallecimiento es falso, y además lo hará por partida doble, por no asistir a clase, hacer novillos, y por usar esa terrible mentira. No se puede mentir sobre la muerte de tu madre, pero si lo haces debes saber que todo el mundo te creerá, ése, y no otro, es el verdadero drama del mentiroso, que le crean. ¿Es así también con las verdades?” (La madeja. Cartas a un amigo.)