2 Diciembre 2009
Los siete mil soles.
El mar tiene frente y estela, y caminos que no llevan a ninguna parte. En él habitan algas verdes y azules, protozoos y tiburones de huesos inquebrantables y cartilaginosos. En sus crestas bailan focas, morsas y delfines de piel perlada.
Hubo un tiempo en el que las plantas no tenían flores y las semillas nacían descubiertas, desnudas, y morían pronto sin germinar ni crecer. Por aquel entonces el cénit y el nadir estaban en ti, yo los buscaba y tú te reías de mi repetido fracaso en hallarlos.
Yo sabía, en cambio, que el “alfa” del Delfín es 160 veces más luminosa que el Sol y que su “gamma” es una binaria naranja y verde azulada, como si fuera un alga primordial no siendo más que una estrella a medio camino de los Peces, del Toro y de Perseo.
Un día te hablaré de Pegaso, de su silla de montar, de sus alas, y si dejas de reír, también lo haré de su nariz, que en lugar de dos tiene tres agujeros y en uno de ellos caben siete mil soles.