sábado, 5 de julio de 2008

El peletero loco



10 de julio de 2006

El peletero loco se levantaba cada mañana muy temprano, quería ser el primero en salir, pasear solo, disfrutar de las calles vacías, claras y poco iluminadas. Desayunaba siempre en el mismo café, no leía el periódico y miraba sólo el humo de su taza y el de la pipa que acababa de llenar y encender de perfumado tabaco. Estaba completamente loco pero no se le notaba en absoluto. Un poco más tarde se encerraba en su taller, allí disponía aún de dos horas para pensar en sus cosas, antes de que sus empleados empezasen a llegar. Estaba completamente loco pero no se le notaba en absoluto.

A la hora convenida se ponía a trabajar y a la hora convenida se iba a su casa. Cenaba, miraba el humo de la sopa y el de la última pipa del día con su tabaco picante y aromático y recordaba plácidamente ensimismado algo importante que no sabemos ni podemos imaginar. Los domingos y festivos hacia vida social y sexual. Aunque sin mucho entusiasmo sus amigos y amigas le querían y le apreciaban, estaba completamente loco, sí, pero ellos no se lo notaban, era buen compañero y amante, y aunque a veces ausente y desmemoriado, el humo, el olor y la forma de sus pipas le conferían un aspecto familiar y confortable, y en un rincón poco iluminado y en silencio su estampa se desvanecía suave y agradablemente. En silencio y casi a oscuras nadie se daba cuenta que soñaba con cosas tan importantes que no sabemos ni podemos imaginar.

A la mañana siguiente cuando todos aún dormían salía a pasear por calles vacías, claras y aún poco iluminadas.