26 Mayo 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas  sobre arte y pintura.
6. El Arte y el aire.
Imitamos,  siempre imitamos, aunque sea “l’air du temps”, no podemos evitar ser  hijos de nuestro tiempo aunque lo rechacemos y reneguemos de él. 
Resiguiendo  a Hegel sabemos que el espíritu de una época influye en los productos  artísticos y en sus artífices, y también en las demás personas que lo  disfrutan o lo sufren. Nadie ni nada puede escaparse al tiempo que le ha  tocado vivir, su sombra lo impregna todo y a todos nos modula y nos da  parte de nuestra forma. Así pues, es una evidencia reiterada afirmar que  el arte es también un hecho social al manifestarse y emerger en una  familia de seres humanos, sus obradores, personas únicas, y aunque no  siempre independientes ni autónomas, ni tampoco emancipadas ni libres,  sí iguales, dignas y diferentes.
El  arte parece ser un camino de doble vía, muda y se transforma según el  momento porque cambia quien lo hace y también quien lo mira. Sin  embargo, y para ser más precisos, el arte, como cualquier otro  artefacto, permanece, y al hacerlo es también como una corriente, como  un río, siempre igual y al mismo tiempo diferente. Con todo, cualquiera  nos habla de los bañistas, de los peces que en él viven y que anhela  pescar e incluso de los meandros y saltos de agua, pero nadie nunca nos  habla del río.
“Todas las formas son semejantes, y ninguna es  igual a las otras. Si bien su coro guía hacia una ley oculta”. Goethe. Citado por Claude  Lévi-Strauss en su “Elogio de la Antropología”.
Esa  ley oculta es el arte.
Sabemos  de los artistas que ya fallecieron, conocemos sus vidas, sus obras y su  momento sin explicarnos que su mano y sus pinceles, su arpa y su pluma,  viajan en una barquita dejándose ir por el curso del río, porque en realidad  no cambia el autor, que termina por morir y ser enterrado, y sí el  espectador que siempre es otro y nunca el mismo.
La  obra permanece, da igual que fuera Miguel Ángel el pintor, la Capilla  Sixtina la sigo contemplando yo, y después de mí lo hará mi hija.
¿Es  el espectador también su autor?
-“Querida  Verónica, te advierto cariñosamente que no deberías leer tanto a  Ortega, sus reflexiones sobre el amor y las mujeres parecen en ocasiones  más una venganza que una especulación sincera y desapasionada. Me  respondes sarcástica afirmando que siempre hay una buena razón para  vengarse de una mujer. ¿Así lo afirmas, tú, querida mía, que también lo  eres?, te pregunto, y me contestas que sí, que tú también eres una  venganza.”
“Era Mona Lisa una criatura satánica, hermana de la serpiente, que  a su vez fue hermana de Eva; operaba en forma de tentación. Pero al  enseñar a cada hombre lo absurdo de su limitación, al mostrarle que el  universo es más comprensivo que su oficio, que su sistema, que su  temperamento, que su pueblo, realizaba una influencia socializadora  incitando a cada cual a desear a ser el prójimo. El descontento es la  emoción idealista, nos arroja de nuestro círculo de realidad”, “La  Gioconda” Ortega y Gasset. (El hilo. Cartas a una amiga.)
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6M
-“Siempre  me reprochaste en silencio mi relación con Antonio T., nuestro  profesor. Aunque te enfadaste conmigo cuando se inició luego callaste,  pero nunca pudiste ocultar tu tristeza y la decepción que sentiste por  mí. No te lo reprocho, ya sé que mi “asalto” a su fortaleza la efectué  con poco estilo, no fue nada elegante ni discreta, es verdad, parecía  una vulgar “groopie” en celo ofreciéndose a su héroe, al cantante de  moda. En aquellos momentos llegué a contar hasta seis las alumnas que  como yo lo esperábamos al salir de clase; más tarde supe también que  unas cuantas lo llamaban por teléfono invitándole a cualquier cosa; si  alguna se cansaba de insistir aparecían siempre otras en su lugar. Él  siempre iba picoteando a pesar de estar bien casado con una mujer  excelente.” (La madeja. Cartas a un amigo.)


