lunes, 28 de junio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (3)



19 de mayo de 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.


3. Los ojos de un bebé.

Vemos y leemos y al hacerlo recordamos porque únicamente podemos ver y leer lo que ya vimos y leímos. No reconocemos otra cosa que aquello que ya conocemos. Parecemos niños que sólo piden escuchar el mismo cuento cada noche al acostarse antes de dormir.

Los ojos de un bebé buscan siempre los nuestros en una mirada recíproca.

Así pues, ¿no vemos nunca nada nuevo?, ¿cómo es eso posible sabiendo, como sabemos, que sabemos algo?, ¿cuándo lo aprendimos?, ¿en otra vida?

La distancia entre el aprendizaje y la mímesis es muy estrecha, es la que existe entre el enseñar y el domesticar. Pocos aprenden o enseñan, sólo amaestran o imitan.

Sin embargo, nadie puede dudar de la capacidad de aprendizaje del ser humano, y de otras especies afines, mucho más alto, según parece, cuanto más joven es el individuo y su cerebro, pero... ¿realmente sabemos o únicamente simulamos saberlo repitiendo las palabras de otros?, ¿sólo es posible escribir al dictado?

¿Siempre besamos los mismos labios?

Esa serie de preguntas nos conducen a un absurdo lógico al concluir de ellas que nadie sabe nada cuando la realidad y el sentido común nos indican y enseñan que no es así. La razón y la experiencia, propia o ajena, también nos demuestran lo contrario, que sí sabemos algo aunque solamente sean un par las enseñanzas aprendidas, dos y ninguna más.

Tal vez la primera es que no hay nada que saber y la segunda es que lo mejor y más apropiado es no revelar al mundo este conocimiento.

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3H
-“A mis palabras sobre la soledad y el viaje me respondiste burlona con la “Invocación” que aparece en el primer canto de la Odisea: “Te pido, ¡oh Musa!, hablarme de aquel hombre ingenioso quien luego de asolar la ciudad de Troya visitó otras muchas, conociendo el espíritu de hombres; de aquel que sobre los mares pasó tantas fatigas, luchando para sobrevivir y repatriar a sus gentes. Mas ni a pesar de todas ellas pudo realizar su propósito de salvarlos, si bien debieron la muerte a su propia necedad, pues alocados devoraron los bueyes del Sol, haciendo que el hijo del altísimo les impidiera para siempre el regreso a la patria. Ven, hija de Zeus, a contarnos algunas de sus hazañas”. (El hilo. Cartas a una amiga.)


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3M
-“Nuestro profesor estaba perfectamente al corriente de mis, por decirlo así, infidelidades contigo, nunca se opuso, ni siquiera las mencionaba, hacía como si no las viera, para él no tenían importancia, ambos no éramos nadie ni nada. Estaba casado con una mujer mil veces mejor, era el padre de una hija casi de mi misma edad, y tenía como amante a una jovencita como yo, flaca y pálida de pies grandes. 

Ya sabes que era alguien muy reconocido, escribía libros y artículos en las más importantes revistas y periódicos, daba conferencias, asesoraba a unas cuantas galerías y museos y seducía a sus alumnas, y tú solamente podías alardear de ser un simple estudiante que compartía, medio escondido, a su amante muy de vez en cuando”. (La madeja. Cartas a un amigo.)