viernes, 23 de octubre de 2009

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (5)


4 Febrero 2009

Saul Steinberg, que aparece junto a una de sus obras, titulada “La Masque”, en la fotografía que encabeza este post, afamado y brillante artista gráfico, judío de origen rumano, nos explicaba también en el número 30 de “repères, cahiers d’art contemporain”, su punto de vista de las cosas de este mundo, y del arte en particular, en una interesante y muy amena entrevista que le realizó Jean Fremon, aprovechando su extenso conocimiento de otros artistas y pintores, y gracias también a su peculiar humor judío, tan inteligente como cínico y sarcástico.

Solamente citaré un par de reflexiones a cuenta de lo que nos interesa destacar.

A propósito de Barnett Newman, Steinberg nos dice que siempre se preocupaba por la dignidad física del artista y que procuraba dar consejos para mantenerla y no permitir su deterioro. Para ello recomendaba llevar siempre corbata y no dejarse jamás fotografiar riendo. Es curioso que eso lo dijera alguien que pintaba abstracción aunque fuera enmarcada en el llamado “expresionismo abstracto”, un casi, pero muy bello y logrado oxímoron.

Como todo el mundo puede darse cuenta, ese es un consejo que hoy en día nadie sigue, la corbata está en desuso y todos ríen en las fotografías “incluso o excepto” los que no saben posar o no son fotogénicos. Todos ríen y nadie sabe por qué.

Sobre Picasso, Steinberg dice que el genial malagueño pensaba que lo esencial para un artista es parecerse a sí mismo, ¿eso qué es, cómo se consigue?, intentando que su trabajo se le parezca, afirmaba el genio, o dicho de otra manera, que el rostro de un artista sea una especie de autorretrato, y que para ese artista, su propio rostro se convierta en un ensayo crítico de su obra, dice Steinberg que decía Picasso. Esa es una manera bastante alambicada y fatua de afirmar aquello tan sabido de que a cierta edad uno termina por tener el rostro que se merece, sea artista, comerciante, bandolero o taxidermista.

Steinberg continúa afirmando también que hay muchas cosas en la vida que no parecen ellas mismas. Nada más alarmante que un galgo obeso, dice. Es igual para las personas, afirma que ellas no consiguen parecerse a sí mismas excepto con la condición de llevar una vida “lógica”.

Yo no estoy muy seguro de que sea así, me temo que la lógica en la vida, que no la lógica de la vida, te diluye en tus propios componentes, en una especie de implosión, de sopa o de niebla espesa que no permite verte en el espejo, mejor dicho, algo sí ves, pero no sabes qué demonios es, casi como lo que les ocurre a los recién nacidos que ven pero no saben qué es lo que ven. Eso no tiene nada que ver con parecerse a sí mismo, a no ser que al lograrlo termines como algunas gigantes rojas que después de implosionar y de explotar no acaban convertidas en un grandioso y memorable agujero negro y sí en una tonta y triste enana marrón, en ese proceso vital que los físicos llaman de manera magistral, “la secuencia principal”.

Es en estos casos cuando las personas terminan mirándose al espejo sin reconocer nada, y al igual que con los sonámbulos uno no debe jamás comunicarles la verdad, so pena de provocarles un mal irreparable, un vahído, algo así como un “ictus veritatis”, que les conduzca directamente y sin preámbulos allí.

¿A dónde? Allí, ¿a dónde sino?