30 Octubre 2009
Primero llegaste tú, a la que llamé A. Luego vino B y más tarde C. Ahora está apareciendo por el horizonte una D, y asoma también, tímidamente la cabeza, una E que no se atreve todavía a lucir su bello porte de mayúscula.
Antes hubo la caja baja entera, y, como ya sabéis, todo el alfabeto griego. Con él aprendí a escribir, entre platos rotos, lagos helados, habitaciones vacías y hoteles demasiado llenos.
Es hora de terminar y pasarme al alfabeto chino o hebreo.