lunes, 19 de diciembre de 2011

El peletero/La libertad


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

15. La libertad

Se cuenta que una cosa es el Arte y otra muy distinta lo que se piensa que es. Así es también aquello que se dice del artista, que de mago pasa por ser semidivino y de dios a un mero trabajador. Cada época y cada país ha considerado el mundo, y a sus habitantes, como mejor ha sabido sometiéndolos a todos a prejuicios como si los llenara de cadenas para retenerlos y evitar que echaran a correr.

Los artistas han pasado de ser esforzados labriegos a seres inspirados por los dioses, únicos artífices que dictaban lo que debía escribirse o pintarse igual que lo hacen los dueños con sus marionetas y muñecos parlanchines. De esta manera, Dios, o el diablo, termina siendo el verdadero artista que presta sus habilidades y sus poderes al pobre humano que así se ve transformado en genio y en un ser superior al resto de sus semejantes. Según parece, y dictan los Padres de la Iglesia, al igual que la fe, y la gracia, el arte tampoco se obtiene ni con el buen hacer ni con el esfuerzo continuado, sólo se recibe de quién tiene el don de darlo.

El arquitecto, músico o pintor, siempre ha anhelado vivir por encima del dinero sabiendo que tal propósito, quimera de locos, únicamente se consigue siendo más rico que el rico que te paga por tu trabajo.

En aquellos años lejanos que finalizan la Edad Media e inician nuestra modernidad empezó a forjarse la idea del “arte libre” y del artista no sometido a la demanda del ignorante pagano, que dicen todos que vive con su alma henchida de vanidad y su bolsa llena de oro fatuo como el fuego de San Telmo, frío y vano. Pero el artesano y el orfebre, el nuevo artista -que más tarde se consolidó en el Romanticismo-, persigue también, igual que esos nuevos ricos, “El carro del heno” (¿1516?), tesoro huero que a todos seduce y pervierte y que arrastra a cualquiera en su secreta y notoria codicia, en su público deseo.

Se cree y se airea, como sábanas lavadas y extendidas para secar, que la libertad creadora dará buenos frutos, sin embargo, otros, entre los que nos encontramos, afirman todo lo contrario, que el buen hacer sólo aparece cuando sirve a una empresa y a un cliente que paga y exige resultados fehacientes, que da libertad de la misma manera que marca el camino y el destino, que dice lo que quiere y que manda que se haga.

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“Sea la tercera propiedad de la Pintura el ser libro abierto, y historia y escritura silenciosa, pues en ella leen así doctos como imperitos, los sucesos de la sacra y humana historia; la constancia de los mártyres; la austeridad de los penitentes; la mediación de los confesores; el retiro de los anacoretas; la observancia de los religiosos; y el ejemplo en la expresión de todo linage de virtudes y documentos morales; siendo este medio de especialísima utilidad al vulgo de los idiotas, pues por él leen, como ya diximos, en el libro abierto de la Pintura lo que no aciertan á leer en los libros por cuya causa, próvida nuestra madre la iglesia de todo espiritual alimento para sus hijos, mandaba en su primitivo origen se colocasen en los templos, como hoy se practica, las historias sagradas, vidas y martirios de los santos.

De que procede también el especioso renombre de ser idioma universal, como notamos en el capítulo 6. parrafo 3. pues no solo entienden su lenguage los de una nación, sino los de todas; porque su estilo es italiano, francés, español, alemán, turco griego, chino, caldeo, y todos los demás del universo: imponderable excelencia de esta arte, y digna de superior aprecio, pues con tanta diversidad de gentes, naciones, y lenguas, se explica con un solo idioma!”. “El museo pictórico y escala óptica” (1715-1724), Antonio Palomino (1655-1726)