sábado, 16 de mayo de 2009

El peletero/El blog apócrifo de Lorena, una carta y una canción (3 de 8)



2 Abril 2008

España es buen trampolín para ir a donde quieras y conocer a personas interesantes que descansan. En España se descansa mucho. También se trabaja, pero se descansa más. Es un buen lugar para pasar unas vacaciones familiares o para vivir un retiro con una pensión de funcionario, o de obrero especializado y prejubilado. Para mirar pintura, comer bien, peregrinar a Santiago, tomar el sol y poco más.

Hace diez meses cumplí mis 28 años y pronto deberé soltar lastre.

Juan no creo que dé mucho más de sí. Me enamoré de él, pero darse cuenta que tu marido es un saco vaciado o una fuente seca desenamora a cualquiera. Y…

Yo soy una cualquiera, la verdad es que sí, un blog secreto debe servir para decir la verdad, ¿no?, y la verdad es que yo soy eso que cualquiera llamaría “una cualquiera”.

Me enamoré el día que Juan conoció a mi tía Isabelita, la loca de la familia, gritando y paseando trastornada y medio desnuda por el jardín de la casa que tenía en D. F.

No se inmutó, ni se asustó, ni siquiera parpadeó. La miró tranquilo, sereno y me ayudó a vestirla, calmarla y llevarla al salón para que tomara las pastillas y viera algo de T. V. En ningún momento se puso nervioso, fue afable y cariñoso, le dijo las palabras correctas y adecuadas.

Fue extraordinariamente eficaz, Isabelita se calmó.

Mientras lo vi actuar de aquella manera se me humedecieron los pantys. En aquel momento decidí que sería, si él también lo deseaba, mi esposo.

Durante un tiempo largo tuve la atención alterada, parecía llevar anteojeras de caballo, solamente pensaba en él. Aquella fue la mejor época de mi vida.

Al cabo de ocho meses de conocernos simulamos un embarazo y nos casamos. Fue necesario. Ese engaño nos facilitó mucho el permiso de mis padres para el matrimonio, yo no era mayor de edad.

De eso hace más de 13 años, toda una eternidad, una vida entera.

Juan sigue siendo un triste camarero trapicheando en timbas de póquer y haciendo de macarra. Él dice que es un agente comercial, pero su despacho es la bandeja de hojalata con la que sirve los aperitivos. No es un desprecio, no lo es, no lo digo con esa intención, pero hube de ayudarle. Tengo buen cuerpo y una cierta predisposición y gusto por el baile. Me gustó subirme a un escenario, pero ahora las lentejuelas de mi traje de baile ya me pesan una tonelada.