29 Marzo 2010
Día trece.
Mi enfermera solamente tiene un defecto, es joven, pero posee tres grandes cualidades, es inteligente, es sensible y es también bondadosa.
Así que ha entendido perfectamente el significado de mis lágrimas y mi desasosiego al pensar en Vincent y en su habitación deshabitada. Ha comprendido de una manera profunda el significado estético de la soledad y la nada y el vacío de un paisaje desolado.
“Las trampas necesitan un cebo, ¿cuál usas tú?”, le he preguntado cuando he presentido que iba a levantarse para irse.
- Yo no sé preparar trampas, ¿puede enseñarme usted?- me ha respondido apretando más fuertemente la mano que me asía.
- Serás una buena alumna- le he dicho al notar esa presión.
En realidad no puede saberse nunca qué piensa una mujer, qué pasa por su cabeza. Siempre he creído que la vida de un hombre no debe estar sometida a su influencia, ha de desarrollarse de manera independiente si quiere tener una existencia emancipada y libre. Creativa.
Un hombre debe vivir solo, la convivencia con una mujer lo somete a la prole y al heroísmo cotidiano.
- ¿De verdad cree eso?- me ha preguntado- ¿seré una buena alumna?
- Claro que lo serás, buena alumna sin duda, luego no sé.
- No me tome por lo que no soy.
- Sólo te tomo por una mujer curiosa, inteligente y perspicaz, ¿a quién necesitas engañar?, dime.
- Aparte de a mí misma a uno a quien amo.
- ¿Para qué?, ¿no lo amas lo suficiente?
- Es él el que no me ama igual.
- Si eso te importa es que no lo amas bastante ni bien.
- ¿Ni bien?
- Ni bien.
- Lo amo trece veces bien.
- Entonces te faltan dos para llegar a quince, con eso es suficiente, no es necesario acercarse a cien.