Hemeroteca peletera
Mesas y camas.
Mi antigua casa tenía tres
mesas y cinco camas individuales, la actual, en cambio, posee cinco mesas y dos
camas, una de ellas doble, ¿he salido ganando?
Que en una cama quepa una
pareja de personas acostadas es un hecho que, sin duda, mi novia me agradecerá,
cansada, la pobre, de estrecheces en las calurosas noches de verano. Tal vez
por ello, y aprovechando la alegre circunstancia del momento, le he pedido también
que acepte que mi prima Mari Pili comparta conmigo la vivienda a ratos o a días.
Ha accedido, pero de mala gana.
Está un poco celosa a pesar
que yo siempre le digo, para tranquilizarla, que solamente es mi prima, casi
como una hermana, pero no sé, parece que no se fía. Me habla que entre primos,
vecinos y cuñados siempre ha habido contubernios oscuros inconfesables y ocultos
que nunca jamás son revelados aunque el cielo se desplome sobre nuestras
cabezas, igual que si fuesen los informes secretos de algún servicio de
inteligencia muy reservado que ha de preservar lo que nunca ha de saberse.
Me habla de Mario Vargas
Llosa que intimó y se amistó con su tía y que ahora está casado con una prima
hermana. Yo me defiendo argumentando que soy mucho peor escritor que el Premio
Nóbel peruano, y ella contraataca diciendo que la calidad de la escritura no
tiene nada que ver con las afinidades familiares. Tiene razón, pero... ¿qué
puedo replicar?, ¿qué Mari Pili es un maniquí de madera y trapo?, no se lo
creería, ¡vaya estupidez!, exclamaría enfadada y ofendida, ¿me crees tonta?,
añadiría. Yo le digo que no tema nada, pero insiste con el ejemplo de las
parejas de nuestros mejores amigos que acaban intercambiándose dando lugar a
nuevas parejas que se relacionan con otras llegando a ser, de esa manera, las
nuevas parejas de nuestros nuevos mejores amigos que, indefectiblemente,
terminan también intercambiándose de nuevo y... así sucesivamente. Yo me hago
el liberal y el progresista, el moderno, y le respondo con naturalidad que eso
favorece la variedad genética de la especie y que lo importante, en cualquier
caso, es aceptar los hechos deportivamente y que el amor, ya se sabe, va y
viene como la tramontana o el levante, que antecede al poniente, y que aviva
los fuegos y los escampa por la hierba seca de los claros y los bosques
sedienta de agua y compañía, y que si perdemos un amor podemos ganar un amigo o
una amiga, e incluso un amante, que nadie debe enfadarse por ello ni sentirse
víctima de nada ni asesino de nadie, que hay que ser comprensivo con el corazón
de los otros, sus sentimientos y sus entrepiernas, tener un buen talante y
sonreír como lo hacía el anterior Presidente del Gobierno, igual que el
mayordomo de Netol.
Disfrutar de una buena pareja
es importante, pero tener unas cuantas buenas exparejas muchísimo más, son como
medallas o heridas de guerra, o una reserva para los malos tiempos solitarios,
nunca se sabe lo bien que puede venir una expareja cuando uno debe de hacer una
mudanza del tipo que sea. La gente se ufana de ellas y las menciona más que a
las actuales, siempre comenta sus idas y venidas y sus nuevos novios, la buena
figura que tienen o el peso que han ganado, lo bien que les sientan las arrugas
o el nuevo corte de su cabello.
Ha de saberse que la calidad
humana de uno no reside en el amor presente, que se da por supuesto y que ya
sabemos que es fugaz y caprichoso como la fiebre nocturna infantil, sino en los
amores pasados que no los cambia ni los borra el desaliento ni el cansancio de
la vida ni tampoco la desmemoria que no consigue nunca pegar los corazones
rotos ni eliminar las huellas dactilares.
Añoraré mis antiguas camas y
mesas, mis ex, aunque me he cuidado bien de llevarme, al menos, dos
mesas y una cama que había en la otra casa, no las podía abandonar con un “ahí
os quedáis”. Una de ellas es una mesa de despacho de madera noble que he
colocado en el comedor al lado de otra redonda -extensible para una santa cena-
también de la misma madera, oscura y rojiza, junto a una, que tenía ya de otra
antigua mudanza, de mármol rosa como si fuera una pantera fina, peligrosa y
delicada, pero resistente y testaruda, todas de grandes dimensiones. Mi novia
me dice que me sobran mesas y que me faltan camas y me pregunta qué demonios
hace una mesa de despacho en un comedor. Yo no sé qué debo responderle, pero es
verdad que con tanta mesa no se ve bien el televisor que queda escondido y
medio encajonado entre los muebles y los libros. Tal vez deberé también apartar
a un lado mi sillón mariposa de piel de gacela siberiana -el mítico BKF
que diseñaron Antoni Bonet Y Jorge Ferrari Hardoy- si no quiero ir haciendo
slalom por el salón.
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Acaba de entrar en mi tienda
una chica a la que se le ha roto el pantalón por detrás. Me ha preguntado si
tenía aguja e hilo para hacer un remiendo, que no podía ir por el mundo
enseñando la retaguardia, le he dicho que sí, naturalmente. Su pantalón es
negro, de esos anchos y cómodos que antes se llamaban babuchas, le he dado una
caja con una veintena de carretes de diferentes colores para elegir. Y ahí la
tengo, en el probador, con el pantalón bajado cosiéndose el descosido. Le iba a
contar que una vez escribí una serie que se llamaba “La aguja en el pajar”,
pero he pensado que no venía a cuento, que no era el momento más adecuado y que
seguramente no le importaba lo más mínimo, las mujeres son así. En cambio, sí
he querido saber cuántas camas y mesas tenía en su casa. Me ha dado una
respuesta enigmática de la que deduzco, solamente, que le gusta desayunar en la
cama. No he querido averiguar más, por si acaso.
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“De ello resulta que la definición, estadística de
“pobre” en EE.UU. no se corresponde con lo que aquí creemos que significa.
Veamos ahora cómo viven los 36 millones y medio de
americanos que el censo clasifica como pobres. En 1995, el 41% de las familias
“pobres” era propietaria de su vivienda, cuyo tamaño medio era de tres
habitaciones, un baño y medio, un garaje y un porche o patio. Por si la media
engaña, diré que, en todo caso, el 60% de esos hogares considerados pobres
tenía dos o más habitaciones por persona. En 1995, que es el año para el que
hay cifras, recogidas por-la Heritage Foundation (www.heritage.org)
principalmente de las estadísticas suministradas por la Oficina del Censo y del
Ministerio de Trabajo americanos, el 70% de esos hogares pobres tenía un
automóvil y el 27% dos o más. Más datos. En EE.UU., el 99% de los pobres es
dueño de un frigorífico, el 97% tiene televisión en color y casi la mitad de ellos
tiene dos televisores de color o más aún. Un poco menos de tres cuartos de esos
pobres tiene aparato de vídeo. El 64% tiene horno de microondas, la mitad
equipo de estéreo, y más de un cuarto lavavajillas automático.”
(“La pobreza en Estados Unidos”, Pedro
Schwartz, La Vanguardia
de Barcelona, martes, 13 de abril de 1999)
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Cinco mesas y dos camas, una de
ellas doble, y una prima (no de riesgo) que nunca me lleva la contraria, no es un
mal balance.