viernes, 27 de julio de 2012

El Peletero/Mesas y camas


Hemeroteca peletera

Mesas y camas.

Mi antigua casa tenía tres mesas y cinco camas individuales, la actual, en cambio, posee cinco mesas y dos camas, una de ellas doble, ¿he salido ganando?

Que en una cama quepa una pareja de personas acostadas es un hecho que, sin duda, mi novia me agradecerá, cansada, la pobre, de estrecheces en las calurosas noches de verano. Tal vez por ello, y aprovechando la alegre circunstancia del momento, le he pedido también que acepte que mi prima Mari Pili comparta conmigo la vivienda a ratos o a días. Ha accedido, pero de mala gana.

Está un poco celosa a pesar que yo siempre le digo, para tranquilizarla, que solamente es mi prima, casi como una hermana, pero no sé, parece que no se fía. Me habla que entre primos, vecinos y cuñados siempre ha habido contubernios oscuros inconfesables y ocultos que nunca jamás son revelados aunque el cielo se desplome sobre nuestras cabezas, igual que si fuesen los informes secretos de algún servicio de inteligencia muy reservado que ha de preservar lo que nunca ha de saberse.

Me habla de Mario Vargas Llosa que intimó y se amistó con su tía y que ahora está casado con una prima hermana. Yo me defiendo argumentando que soy mucho peor escritor que el Premio Nóbel peruano, y ella contraataca diciendo que la calidad de la escritura no tiene nada que ver con las afinidades familiares. Tiene razón, pero... ¿qué puedo replicar?, ¿qué Mari Pili es un maniquí de madera y trapo?, no se lo creería, ¡vaya estupidez!, exclamaría enfadada y ofendida, ¿me crees tonta?, añadiría. Yo le digo que no tema nada, pero insiste con el ejemplo de las parejas de nuestros mejores amigos que acaban intercambiándose dando lugar a nuevas parejas que se relacionan con otras llegando a ser, de esa manera, las nuevas parejas de nuestros nuevos mejores amigos que, indefectiblemente, terminan también intercambiándose de nuevo y... así sucesivamente. Yo me hago el liberal y el progresista, el moderno, y le respondo con naturalidad que eso favorece la variedad genética de la especie y que lo importante, en cualquier caso, es aceptar los hechos deportivamente y que el amor, ya se sabe, va y viene como la tramontana o el levante, que antecede al poniente, y que aviva los fuegos y los escampa por la hierba seca de los claros y los bosques sedienta de agua y compañía, y que si perdemos un amor podemos ganar un amigo o una amiga, e incluso un amante, que nadie debe enfadarse por ello ni sentirse víctima de nada ni asesino de nadie, que hay que ser comprensivo con el corazón de los otros, sus sentimientos y sus entrepiernas, tener un buen talante y sonreír como lo hacía el anterior Presidente del Gobierno, igual que el mayordomo de Netol.

Disfrutar de una buena pareja es importante, pero tener unas cuantas buenas exparejas muchísimo más, son como medallas o heridas de guerra, o una reserva para los malos tiempos solitarios, nunca se sabe lo bien que puede venir una expareja cuando uno debe de hacer una mudanza del tipo que sea. La gente se ufana de ellas y las menciona más que a las actuales, siempre comenta sus idas y venidas y sus nuevos novios, la buena figura que tienen o el peso que han ganado, lo bien que les sientan las arrugas o el nuevo corte de su cabello.

Ha de saberse que la calidad humana de uno no reside en el amor presente, que se da por supuesto y que ya sabemos que es fugaz y caprichoso como la fiebre nocturna infantil, sino en los amores pasados que no los cambia ni los borra el desaliento ni el cansancio de la vida ni tampoco la desmemoria que no consigue nunca pegar los corazones rotos ni eliminar las huellas dactilares.

Añoraré mis antiguas camas y mesas, mis ex, aunque me he cuidado bien de llevarme, al menos, dos mesas y una cama que había en la otra casa, no las podía abandonar con un “ahí os quedáis”. Una de ellas es una mesa de despacho de madera noble que he colocado en el comedor al lado de otra redonda -extensible para una santa cena- también de la misma madera, oscura y rojiza, junto a una, que tenía ya de otra antigua mudanza, de mármol rosa como si fuera una pantera fina, peligrosa y delicada, pero resistente y testaruda, todas de grandes dimensiones. Mi novia me dice que me sobran mesas y que me faltan camas y me pregunta qué demonios hace una mesa de despacho en un comedor. Yo no sé qué debo responderle, pero es verdad que con tanta mesa no se ve bien el televisor que queda escondido y medio encajonado entre los muebles y los libros. Tal vez deberé también apartar a un lado mi sillón mariposa de piel de gacela siberiana -el mítico BKF que diseñaron Antoni Bonet Y Jorge Ferrari Hardoy- si no quiero ir haciendo slalom por el salón.

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Acaba de entrar en mi tienda una chica a la que se le ha roto el pantalón por detrás. Me ha preguntado si tenía aguja e hilo para hacer un remiendo, que no podía ir por el mundo enseñando la retaguardia, le he dicho que sí, naturalmente. Su pantalón es negro, de esos anchos y cómodos que antes se llamaban babuchas, le he dado una caja con una veintena de carretes de diferentes colores para elegir. Y ahí la tengo, en el probador, con el pantalón bajado cosiéndose el descosido. Le iba a contar que una vez escribí una serie que se llamaba “La aguja en el pajar”, pero he pensado que no venía a cuento, que no era el momento más adecuado y que seguramente no le importaba lo más mínimo, las mujeres son así. En cambio, sí he querido saber cuántas camas y mesas tenía en su casa. Me ha dado una respuesta enigmática de la que deduzco, solamente, que le gusta desayunar en la cama. No he querido averiguar más, por si acaso. 

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“De ello resulta que la definición, estadística de “pobre” en EE.UU. no se corresponde con lo que aquí creemos que significa.

Veamos ahora cómo viven los 36 millones y medio de americanos que el censo clasifica como pobres. En 1995, el 41% de las familias “pobres” era propietaria de su vivienda, cuyo tamaño medio era de tres habitaciones, un baño y medio, un garaje y un porche o patio. Por si la media engaña, diré que, en todo caso, el 60% de esos hogares considerados pobres tenía dos o más habitaciones por persona. En 1995, que es el año para el que hay cifras, recogidas por-la Heritage Foundation (www.heritage.org) principalmente de las estadísticas suministradas por la Oficina del Censo y del Ministerio de Trabajo americanos, el 70% de esos hogares pobres tenía un automóvil y el 27% dos o más. Más datos. En EE.UU., el 99% de los pobres es dueño de un frigorífico, el 97% tiene televisión en color y casi la mitad de ellos tiene dos televisores de color o más aún. Un poco menos de tres cuartos de esos pobres tiene aparato de vídeo. El 64% tiene horno de microondas, la mitad equipo de estéreo, y más de un cuarto lavavajillas automático.”

(“La pobreza en Estados Unidos”, Pedro Schwartz, La Vanguardia de Barcelona, martes, 13 de abril de 1999)

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Cinco mesas y dos camas, una de ellas doble, y una prima (no de riesgo) que nunca me lleva la contraria, no es un mal balance.