martes, 30 de marzo de 2010

El peletero/Los cocodrilos del alba (8)


4 Diciembre 2009

La carnicera y el purgatorio.

Apareció el bigote después del olfato y el tacto, y la sonrisa antes que el estupor. La transición de reptil a mamífero no comportó otros cambios significativos que estos dos, el bigote y el estupor. Las hembras que dan leche se caracterizan por ambas cosas, oler antes que tocar y sonreír antes que entrar en un coma letárgico y casi siempre irreparable. De entre todos los mamíferos los carniceros son los que saben disimular mejor la indiferencia y el gesto .

Ella hacía lo mismo, primero sonreía y después... a su manera, con sus uñas afiladas, sus dientes caninos listos y sus bigotes peinados, me amaba.

Se acercaba trotando, alegre y contenta. Venía dispuesta a todo, pronta y preparada, con su cuchillo en una mano y mi purgatorio en la otra, quería cortar mis cabellos largos que cabalgaban ya sus hombros desnudos. Sin embargo, mi acento griego, de romano latino, la detenía un instante, apenas un segundo, la eternidad necesaria para amarnos una vez más.

Después, todo terminaba.

Y al terminar se iba, santiguándose a la manera griega, y recordando a Venecia y a Constantinopla mientras yo la llamaba Verónica.

Era de tamaño mediano y seguramente de sangre caliente. También es probable que amamantara a sus crías y que su primitiva cubierta de pelo la protegiera del invierno.

Mordía mal y nunca me escuchaba, aunque siempre me decía que yo le causaba una “einai megalos o kaimós