sábado, 14 de noviembre de 2009

El peletero/Meditaciones (7)



3 Abril 2009

Vell dolor, tornes, familiar, dolcissim i no em puc planyer. Captaires arcaics vetlen quatre brases insomnes
(“Els averanys”, Vicent Andrés Estellés)
Viejo dolor, regresas familiar, dulcísimo y no me puedo compadecer. Mendigos arcaicos velan cuatro brasas insomnes.
(“Los agüeros”, Vicent Andrés Estellés )
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Mi burdel preferido lo regentaba un transexual, por eso lo bautizó “La metamorfosis”.
Gregorio, así se llamaba la “Madame”, en honor de Gregorio Samsa, el protagonista del célebre relato de Franz Kafka, estaba viejo y gordo. Yo ya lo conocí en pleno despertar cínico, afirmando con disimulada convicción que él era un filósofo. Yo lo reprendía y le corregía al decirle que solamente era un moralista resentido, que su transexualidad únicamente le había conducido al mal sabor de boca del deseo satisfecho. Eres un viejo quejoso, le decía, un viejo al que sólo consuela su dolor de viejo.
Gregorio me rectificaba regañándome al recordarme mi condición de putero, de cliente, afamado ya, de burdeles y antros de la mala noche. Yo me quejaba y le puntualizaba que nunca iba de putas tan tarde, que mis horarios de funcionario me permitían desabrocharme la bragueta frente a reales hembras en mejores horas que esas en las que todos los gatos son pardos.
Él contraatacaba replicándome que las putas, putas eran y putas son, son iguales a las cuatro de la tarde que a las cuatro de la madrugada. Claro, le respondía yo, así es, por eso voy a esas horas, ya sabes que yo siempre voto a partidos de izquierda, pero mi entrepierna es burguesa y asustadiza y empalma mejor la comida con la siesta que la cena con el alba.
Sea como sea, terminaba Gregorio, el sexo siempre ayuda a una buena digestión. Eso lo decía mientras se zampaba unas almendras del campo de Tarragona. Eran los frutos de unos árboles de un amigo suyo, un nostálgico que se permitía el lujo burgués de conservar unos almendros y componer poemas cuando los contemplaba florecer. Era uno de los habituales de la “La metamorfosis”, él como yo, un tonto bucólico que sabía combinar lirismo y látigo.
A los dos nos gustaba la mazmorra, las cadenas y la condena por algún mal terrible y un pecado peor.
Gregorio tenía a unas cuantas putas expertas en las artes del bondage y la dominación. Era todo una pantomima y todo era al mismo tiempo una mentira excepto por la redención que suponía la eyaculación y el orgasmo final, algo así como una expiación por todos aquellos pecados que jamás habíamos cometido.
Incluso la humildad puede ser vanidosa, decía Gregorio.
Y tenía razón, por eso nuestra humillación era tan falsa como verdadera lo era la de un auténtico pecador. Por eso también nuestra sangre, derramada en aquellos escenarios de burdel, era tan cierta y real como lo fue la de aquellos mártires que devoraban los leones de Roma.
Escucha, me decía Gregorio. Yo lo miraba recostado en su sofá, vestido con su túnica, sus babuchas de sultán y sus gafas de culo de botella en sus enormes narices leer: “Este mártir –San Genaro- era un hombre con algunas peculiaridades femeninas. Estaba dotado de una suave belleza y padecía periódicas pérdidas de sangre. En la imaginación de la gente la sangre de su martirio está mezclada con la de la menstruación. Era hombre y mujer a la vez, y así pudo convertirse en el santo de los andróginos. En la cripta de la catedral de Nápoles que lleva su nombre, se conservaba entonces la cabeza del mártir decapitado, junto con dos botellas de su sangre, considerada como una fuente de milagros”.(1)
Alzaba sus ojos del libro y me miraba satisfecho. Yo sonreía y esperaba a que se levantase y empezase a declamar con teatrales gestos la poesía con la que comienza el cuarto libro de “La Gaya ciencia” de Nietzsche que dedicó a San Genaro:
“Que con lanza de fuego,
rompes el hielo de mi alma,
para que efervescente corra al mar,
a la más alta de sus esperanzas,
cada vez más clara,
cada vez más sana;
libre en el deber más lleno de amor,
por eso ensalza los milagros que haces tú,
¡el más bello de los eneros!” (2)
Amén, decía yo mientras aplaudía y él me saludaba con grandes y efusivos gestos, saludos y reverencias.
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(1) (“Nietzsche” Rüdiger Safranski)
(2) (“La Gaya Ciencia”, Nietzsche)

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (25)


1 Abril 2009

25. Blam.

Yo creo que las pistolas cuando las disparan hacen el ruido que les da la gana, “Bang” o “Crac”. Y se besa igual haciendo “muá” que “smack”.

Eso que dices me recuerda también una conversación “flamenca” con unos amigos a los que yo intentaba persuadir de que los gallos franceses no dicen “quiquiriquí” sino “cocoricó”, se rieron de mí. Era gente dura que hablaba poco y contaba mal los chistes y que como tú parecían no reír nunca, pero eso les hizo gracia. Yo insistí apelando a los perros y diciéndoles que cuando ladraban no necesariamente ladraban con un “guau”, que también ladraban en catalán, se rieron más, pero yo insistí más todavía, les aseguré que en Catalunya los perros ladraban diciendo “bup”. Se desternillaron de risa acusándome con poco cariño y mucho sarcasmo de que hasta en eso éramos nacionalistas, en los ladridos de los perros. La cosa no es baladí porque todos sabemos que el catalán tiene muchas palabras con la sílaba “au” y de ahí viene que se nos hubiera calificado en otros tiempos de hablar como perros, pero la gracia estuvo cuando vi a uno de verdad que se acercaba a nosotros con su dueño. No me lo pensé dos veces, le ladré con mi “bup, bup” catalán, el perro se detuvo, me miró y me respondió. Mis amigos se quedaron atónitos, tontos no eran, pero les supo muy mal pasar por ello y darse cuenta que su castellano no reproducía tan fielmente como pensaban la realidad, su realidad, una realidad en la que los perros ladraban haciendo “guau, guau”.

Eres cruel, te mofaste de ellos que apenas eran unos pobres ignorantes. No es la primera vez que haces eso.

¿Y eso lo dice el Gordo?, ¿qué me mofé de ellos?

El Gordo dice que te mofaste de ellos, sí, y que les preparaste una trampa sabiendo que caerían en ella, te aprovechaste de lo que tú sabías y de su ignorancia y también de sus prejuicios, los humillaste sin necesidad, solamente para tu propio brillo, preparaste el camino, dejaste que se rieran, que se burlaran de ti, para, al final, dejarlos en la evidencia de su estupidez. Eres bueno preparando trampas y lo sabes, esa no era la primera ni tampoco fue la última que construiste, después de esa vinieron y vendrán más. Eso es lo que dice el Gordo y también que le gusta esta historia, y que quiere ser cursi y llamar esos no lugares “onomatopeyas”. Es una buena manera de bautizarlos.

Tienes razón, pero se lo merecían y alguien debía humillarlos, yo sabía cómo hacerlo y lo hice a gusto. Era gente dura en condiciones de dificultades físicas y vitales, acostumbrados a no pensar demasiado o hacerlo demasiado deprisa, yo solamente eché un poco de aceite en sus bielas. Una maquinaria bien engrasada ayuda a ser cursi y serlo es necesario también para la propia supervivencia. Soy bueno preparando trampas, sí, pero a mí también me gusta la cursilería, aunque ya llené el cupo en su momento, ahora solamente recuerdo que en casa nos bañaban en un barreño y en las piscinas de la Barceloneta todos parecíamos fideos dentro de una sopa, por los muchos que éramos y por lo caliente, orinada y “sopera” que ya estaba aquella agua. John Cheever escribió una historia que se llevó al cine, “El nadador”, interpretada por Burt Lancaster. En ella un hombre recorre y atraviesa a nado todas las piscinas de su condado. Es una buena historia de un navegante de un mar troceado en parcelas, ¿quién decía que al mar o al campo no se le podían poner puertas?

El mismo que dijo que no había caminos

Es para reírse, ¿verdad, Gordo?

Ya sabes que yo nunca dejo de reírme, querido peletero.

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (24)


30 Marzo 2009

24. Splash.

Un día me dijiste que uno nunca debe dejarse abatir por la pobreza ni tampoco permitir que se trasluzca en su rostro.

Eres un sentimental, Gordo. Debió de ser una concesión facilona a la psicología dominante en los libros de autoayuda y en los blogs.

¿Recuerdas, peletero, cuando Pere perdió sus hojas de afeitar en su primer viaje a New York y tuvo que ir a una barbería? Entró en la primera que vio y no lo quisieron rasurar porque era blanco y la barbería era solamente para negros, él respondió que le daba igual, que no tenía ningún problema quién lo afeitase. Le replicaron que muy bien, pero que a ellos sí que les importaba a quién afeitaban. En todo caso, si un negro los veía afeitar a un blanco se les terminaba el negocio. Pere se fue pensando que vivía en un mundo raro, pero que el que se avecinaba sería peor. Todavía conservas fotografías en las que se ve las Torres gemelas a medio construir.

Sí, las tomó Pere en ése que fue su primer viaje a los USA. Hoy el periódico publica, dándole la misma importancia gráfica, dos noticias diferentes, la decimocuarta guerra de Georgia y la proeza de un nadador norteamericano.

Te habías olvidado de las piscinas. Un olvido imperdonable, las piscinas vacías es otro de los iconos claves de Ballard y de ese retrato que hace del presente, es otro símbolo del aquí y de nuestro ahora. Piscinas vacías, la imagen de la desolación, de una sequía interior devastadora. El siglo XX ha sido eso, la constatación, en el cuerpo y en la mente, del fracaso, no de la derrota, del fracaso. Eso ya lo decías en la “Poesía fría” a propósito del héroe. Derrota y fracaso.

Sin embargo David Hockney pinta piscinas llenas de agua, azules, revestidas con azulejos y casi siempre vacías o con algún que otro bañista, atónito de no hacer nada más que bañarse en un remedo de paz, de mar y bañera. Ellos dos, Ballard y Hockney unen “Crash” y “Splash”, ambas son un nuevo gesto, una de sus pinturas se titula así, “The big splash”. Lo que no sé es si ese gesto es genuino o puro manierismo, un sesgo, a la manera de…, de otra cosa.

¿Recuerdas la vieja piscina de Corbera de Llobregat?, vacía y con sus charcos verdes, llenos de musgo y de algas, con toda su fauna disfrutando de su vida corta, cazando y comiendo. Sapos, arañas, escarabajos, ratas, pequeñas serpientes, a todos les habían dado su oportunidad.

Era una fauna modesta, pequeña de tamaño. El trampolín estaba roto, creo, o no había trampolín, no estoy seguro. Se hallaba en el camino que llevaba a unos chalets antiguos, uno de ellos tenía un pequeño bosque de pinos y otro, todavía en tiempos de su propietaria, estaba lleno de gatos y apestaba a orín de felino manso. Alguien quería matarlos a pistoletazos. La dueña hedía más que ellos. Tú sabes de armas, Gordo, aunque matas aplastando, conoces bien el ruido de las pistolas, ese estampido seco, limpio, sin reverberación, yo lo recuerdo así. Como al que cae.

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (23)


27 Marzo 2009

23. El poder y el idiota.

Es cierto, el Estado colombiano no es lo suficientemente fuerte para ello.

No puede controlar todo el territorio, no tiene suficiente capacidad para ello. El poder sufre de “horror vacui”, no hay espacios libres de él, no existen áreas vírgenes o vacías. El poder es uno, otra cosa es quién lo detenta.

No es ésa una cuestión baladí.

Naturalmente que no. En política hay que ser imparcial pero jamás neutral.

Pero no ser neutral no significa que formes parte de un club como si fuera un equipo de fútbol, ¿no?, y que aplaudas siempre lo que hace, sea eso lo que sea.

Si eso ocurre es el primer paso para justificar el asesinato, las cárceles ilegales y la razón de estado.

¿Qué distingue entonces a Robespierre de Stalin?

Ambos están en las antípodas el uno del otro, pero las consecuencias para los demás son las mismas. El francés era un fundamentalista del bien, un alma pura, un puritano y un fanático de la libertad y de la igualdad, un hombre justo que anhelaba construir un nuevo orden moral sin importarle el precio que se debía pagar.

¿Y Stalin?

Stalin era una bestia, el burócrata perfecto, era el poder destilado, en estado puro. Hay muchos como él y como Robespierre, sólo están esperando su oportunidad.

¿Hitler era distinto?

Sí, Hitler no era nadie ni era nada. No tenía ninguna cualidad, era transparente, no se distinguía del fondo, se confundía con la pared pintada de rojo o gris. Hitler casi no existía, su madre casi no lo parió. Su destino era haberse muerto en una calle cualquiera de Viena o Munich de inanición o frío, o quizás de hambre como un vulgar homeless. Pero…

¿Pero?

Un día le dieron un tambor y lo usó. Hitler era el antónimo de los benditos de los que habló Jesús en el Sermón de la Montaña, un santo al revés. Esa clase de gente existe. Un maldito, un imbécil maligno, un idiota cruel, un estúpido siniestro. Amartilló el tambor y las ratas le siguieron.

¿Todo un pueblo?

He dicho las ratas, no todo un pueblo.

No, no lo has dicho.

No lo he dicho.

No. Javier Cercas afirma que el nazismo nació para perder, que esa era su voluntad en lo más hondo del pozo que lo dio forma. Ninguno de los que lo idearon creyó nunca en su éxito, ni se quiso vencer ni triunfar. Que su propósito era ser una ideología de la derrota, de la hecatombe, del fin. Y antes o después llegamos al gulag soviético y sus corolarios.

No te olvides de aquel muchacho tan simpático que se llamó Pol Pot.

No me olvido, Gordo, no me olvido. No me olvido ni de él ni de sus “The Killing Fields”, y tampoco me olvido de los barcos cárcel que nunca recalan en ningún puerto ni me olvido de Guantánamo. No debemos olvidar nada, pero no podemos recordarlo todo.

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (22)


25 Marzo 2009

22. Disponible.

Ahora que lo dices recuerdo tu “educación hindú”, esa metáfora del disimulo y el eufemismo, ¿te has dado cuenta que muchos de los letreros que colocan las agencias que venden y alquilan pisos y casas? Antes, esos letreros decían: “piso en venta”, “piso en alquiler”, igual que en los USA: “to sell”, “to let”, en cambio ahora dicen “piso disponible”, ¿disponible?, ¿para qué?

¿Qué diría Ballard de esa disponibilidad, Gordo?

No tengo ni la más remota idea pero seguramente Ballard se reiría de sí mismo, él siempre estuvo disponible, nunca se encontró cómodo en esa Inglaterra y en aquella comunidad británica de Shanghai que añoraba la hipócrita época victoriana y que vivía apartada del resto de población de la ciudad en un gueto de lujo para millonarios.

No deja de ser una paradoja que se pasaran tres años internados en un campo de concentración y que estuvieran a punto de ser llevados al matadero. Los salvó la bomba atómica y la rendición inmediata de Japón. También es una ironía en un pacifista como Ballard.

Esa siempre ha sido la política de algunos países, los anglosajones y los musulmanes entre ellos. La multiculturalidad es una variante del “club”, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Crear espacios separados donde cada cual puede desarrollarse y vivir según sus usos y creencias y donde nunca se mezclan los unos con los otros, todo lo contrario a la interculturalidad que se quiere implantar en España frente a ese aluvión imparable, excepto por una crisis económica descomunal, de inmigración que viene en busca de un mejor futuro.

La famosa Córdoba fue eso, ¿no? Ese tópico de ciudad tolerante y bien avenida entre las tres religiones del Libro lo era porque cada cual vivía en su casa, separado de los demás, aunque solamente una de ellas mandaba y cobraba impuestos más altos a las otras dos.

No seas tan exigente, fue un verdadero espacio de multiculturalidad, a eso algunos lo llaman tolerancia y libertad, siempre ha sido así, incluso en la antigüedad. La gente normalmente no se mezclaba, se soportaban felices o se aniquilaban los unos a los otros, pero no se combinaban los genes, los fluidos corporales tal vez, los genes no. ¿América preguntas? Eran indios. ¿No tengo razón, dices? Claro que no la tengo, pero eso es lo de menos.

Quienes sí conocen bien esas técnicas son los judíos, ellos han sido sus víctimas más castigadas y ahora construyen muros que los protejan de los hombres bomba palestinos. Fueron la víctima perfecta de la jaula perfecta, Auschwitz, el mejor cordero para el mejor lobo. Por cierto, tú eres judío, ¿verdad?

Todos las conocen y todos las han practicado en menor o mayor medida. Los famosos guetos, las juderías, el “encapsulamiento”, la reserva india, los parques naturales, los suburbios residenciales fuera de las grandes ciudades, para ricos o para pobres. “Soweto”, los lavabos públicos con los letreros “White people” y “black people”, la selva brasileña y sus aborígenes enlatados y también la colombiana con sus FARC que pronto serán un espectáculo para turistas.

No seas tan exagerado, el gobierno colombiano no puede controlar todo el territorio, no es capaz.

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (21)


23 Marzo 2009

21. La ciudad y el paisaje.

¿Y esos no lugares?

Áreas comerciales, aeropuertos, túneles del metro subterráneo, gasolineras, estaciones de tren y autobuses, circuitos de carreras de automóviles, motocicletas o caballos, estadios o canchas de cualquier deporte y los maravillosos y apacibles campos de golf.

Las playas, los solárium, las cabinas de UVA, las salas de los gimnasios, las habitaciones de los burdeles, los supermercados, las áreas de descanso de las autopistas, las saunas y los lavabos públicos.

Las cabinas de teléfono, los aparcamientos de automóviles, los recintos feriales, las cárceles, los laboratorios espaciales, Las Vegas, las azoteas de los rascacielos, los basureros y el salón del televisor.

Y ahora también las sorprendentes playas tropicales en espacios cerrados y lejanos de los trópicos donde imitan el oleaje del mar, las pistas de esquí en pleno verano y esos horrendos zoológicos, secuelas inevitables de los exitosos acuarios y peceras domésticas. Y los parques de atracciones donde reproducen “hábitats” históricos en el peor mal gusto que se pueda imaginar. Yo creo, y ya sabes que lo digo por una cuestión personal, por mi condición peletera, que los peores son esos zoológicos que se construyen con el argumento perfecto, la salvaguarda del patrimonio genético del planeta. Frente a ello no hay réplica posible fuera de la que se puede hacer desde la lejanía temporal y mental, esa sensibilidad distinta que conlleva una moral diferente y un umbral del dolor de otra clase, una piedad que no tiene nada que ver con esa solidaridad de escuela de primaria y de Instituto impartida por un profesorado frustrado y deseoso de una jubilación anticipada a los 55 años y por la que estarán dispuestos a mentir más que lo que ya mintieron en su momento para evitar hacer el servicio militar.

Residencias, hospitales, tanatorios, hoteles, moteles. Lugares de paso que no son caminos y que no son tampoco exactamente genuinos al querer disimular su condición en otra cosa.

Incluso las cuevas y las grutas, o al menos algunas. Esas que dicen que son las “capillas sixtinas” del arte rupestre ya deben permanecer cerradas a las visitas por culpa de la contaminación química de la propia apertura. En su lugar se muestran ahora al turista unas sustitutas que simulan perfectamente a las reales. Incluso parece que también la misma gruta de la Virgen de Lourdes ha sido beneficiaria de una mejora. En ella, según nos contaba el otro día un amigo tuyo, hay estalactitas y estalagmitas traídas de otras cuevas y pegadas con cemento para tratar de darle así una fisonomía más adecuada y más “verdadera”

El peletero/Meditaciones (6)



20 Marzo 2009

“Tres pets feu Salomó: lo primer en barba de aquell qui•s desfà per maridar sa fiyla” (Libre de tres)
“Tres pedos hizo Salomón: el primero en la barba de aquel que suspiraba por maridar su hija”
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Mi burdel preferido lo regentaba un transexual, por eso lo bautizó “La metamorfosis”.
Gregorio, así se llamaba la “Madame”, en honor de Gregorio Samsa, el protagonista del célebre relato de Franz Kafka, estaba viejo y gordo. Yo ya lo conocí en esa etapa final que sobreviene a las personas de cierta edad, ancianas. Es una época caracterizada por el pasmo y la estupefacción, no es éxtasis ni embeleso y sí un cierto asombro, una ligera enajenación, un desencanto, una sospecha, la certeza del fracaso, una desilusión.
Gregorio era un hombre refinado, tenía gusto por las cosas y las personas y fomentó la perversión del coleccionista. El burdel que dirigía ya era en sí mismo una colección, las putas lo eran y los clientes también. No un harén y sí una recopilación variable, fluctuante y cambiante.
En las épocas que tuvo dinero, buena parte se lo gastó comprando antigüedades, pequeñas piezas llenas de encanto, figuras que en su lejanía le llamaban como lo haría un enamorado llorón, uno que busca su antiguo amor perdido, fantasmas de jade, de mármol, de bronce verde, como si el liquen lo hubiera atrapado en un sudario de terciopelo.
Gregorio siempre afirmaba que en los objetos están contenidos esfuerzos, esperanzas, sueños y alegrías, que las cosas materiales son todo un cajón de sastre lleno de botones de antiguos vestidos y trajes, hilos que cuelgan de las agujas que los remendaron y zurcieron.
La belleza es una sirena, decía riendo, no hay mejor muerte que sucumbir a su canto.
A Gregorio le gustaba Etruria y ese arte escaso que permanece de su pasado, de allí tenía algunas pocas piezas modestas. Excepto las famosas pinturas de sus necrópolis poca cosa permanece, quedan ellas, sus murales y los nombres de los lugares, “Tarquinia”, “Vulci”, “Volterra”... Tumbas que mostraban en sus paredes escenas de banquetes y amor. Mujeres amantes de sus hombres amados a los que servían predispuestas. Como geishas, dirían los cursis, como hetairas recordarían los que no han ido nunca de putas. Lo hacían como señoras y dueñas, amas y propietarias, una de las mejores mil maneras de ser puta y mujer, decía Gregorio que no era ni puta ni mujer.
La “Etrusca” era una puta florentina un poco boba, morena y bastante peluda, de cabello hirsuto y cara de caballo guapo, al igual que su ánimo, que también era alegre y gozoso, de potro feliz. No tenía esa enigmática sonrisa característica de las estatuas etruscas y sí otra de llana y fácil como su cuerpo, abundante, salvaje, equino y animal. Era medio analfabeta, poco refinada, nada cultivada y tenía un Monte de Venus más poblado que los bosques de Umbría. La pelambrera le bajaba, en un fino hilo, directamente de su ombligo como si fuera un camino ribeteado de juncos y cañas de río, maleza negra que explotaba y florecía en el monte de la diosa y seguía impertérrito y exuberante por los lados de ese mar negro y rojo, para llegar, desvergonzado y húmedo, oloroso y humeante, a las mismísimas puertas del infierno, a la cueva de los vientos fétidos, a la trompeta de los diablos lenguaraces que siempre esperan otros labios y otras lenguas que los calmen.
Fui su cliente en numerosas ocasiones, me gustaban esos pechos de italiana que aunque no napolitana prometían todo lo que daban, y que yo tomaba como si fuera el que pagaba, que eso era lo que yo era, el pagano feliz por simular amar a toda una mujer que me hablaba en un italiano que parecía un catalán raro. Me decía sudorosa “ti amo” y también que “il tuo cuore sa cosa voglio da te” y me reclamaba, con los ojos mirando las cortinas “rosse” de la habitación, mi sincero “t’estim” mallorquín.
Fue la única de mis putas que me pedía eso mientras mi lanza vertía en su mano mi tembloroso corazón blanco.
¿Cuantos años viviste en Italia?, querido Gregorio, le preguntaba a mi amigo. Media vida, me decía sin prestarme atención. ¿Tanto?, no puede ser, no fueron tantos años, le replicaba yo. ¡Y tú qué sabes!, bibliotecario tonto, me respondía mientras escuchaba embelesado a uno de sus niños que más quería, Mássimo Ranieri, cantar “Rose rosse”: “Rose Rosse per te, ho comprato stasera, e il tuo cuore lo sa cosa voglio da te. D'amore non si muore e non mi so spiegare perche' muoio per te. Da quando ti ho lasciato Sara' perche' ho sbagliato ma io vivo di te.”
¿Por qué me llamas bibliotecario tonto?, le preguntaba a Gregorio.
Porque eso eres, hijo de Salomón, un bibliotecario tonto que no sabe que “ormai non c'e' piu' strada che non mi porti indietro amore sai perche'. Nel cuore del mio cuore non ho altro che te. Forse in amore le rose non si usano piu'.Ma questi fiori sapranno parlarti di me.” (1). Me cantaba gesticulando como lo hubiera hecho una Madonna de Rafael y riéndose de mí y en mis propias narices peludas.
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(1) “Rose rosse”, Mássimo Ranieri)