sábado, 14 de noviembre de 2009

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (24)


30 Marzo 2009

24. Splash.

Un día me dijiste que uno nunca debe dejarse abatir por la pobreza ni tampoco permitir que se trasluzca en su rostro.

Eres un sentimental, Gordo. Debió de ser una concesión facilona a la psicología dominante en los libros de autoayuda y en los blogs.

¿Recuerdas, peletero, cuando Pere perdió sus hojas de afeitar en su primer viaje a New York y tuvo que ir a una barbería? Entró en la primera que vio y no lo quisieron rasurar porque era blanco y la barbería era solamente para negros, él respondió que le daba igual, que no tenía ningún problema quién lo afeitase. Le replicaron que muy bien, pero que a ellos sí que les importaba a quién afeitaban. En todo caso, si un negro los veía afeitar a un blanco se les terminaba el negocio. Pere se fue pensando que vivía en un mundo raro, pero que el que se avecinaba sería peor. Todavía conservas fotografías en las que se ve las Torres gemelas a medio construir.

Sí, las tomó Pere en ése que fue su primer viaje a los USA. Hoy el periódico publica, dándole la misma importancia gráfica, dos noticias diferentes, la decimocuarta guerra de Georgia y la proeza de un nadador norteamericano.

Te habías olvidado de las piscinas. Un olvido imperdonable, las piscinas vacías es otro de los iconos claves de Ballard y de ese retrato que hace del presente, es otro símbolo del aquí y de nuestro ahora. Piscinas vacías, la imagen de la desolación, de una sequía interior devastadora. El siglo XX ha sido eso, la constatación, en el cuerpo y en la mente, del fracaso, no de la derrota, del fracaso. Eso ya lo decías en la “Poesía fría” a propósito del héroe. Derrota y fracaso.

Sin embargo David Hockney pinta piscinas llenas de agua, azules, revestidas con azulejos y casi siempre vacías o con algún que otro bañista, atónito de no hacer nada más que bañarse en un remedo de paz, de mar y bañera. Ellos dos, Ballard y Hockney unen “Crash” y “Splash”, ambas son un nuevo gesto, una de sus pinturas se titula así, “The big splash”. Lo que no sé es si ese gesto es genuino o puro manierismo, un sesgo, a la manera de…, de otra cosa.

¿Recuerdas la vieja piscina de Corbera de Llobregat?, vacía y con sus charcos verdes, llenos de musgo y de algas, con toda su fauna disfrutando de su vida corta, cazando y comiendo. Sapos, arañas, escarabajos, ratas, pequeñas serpientes, a todos les habían dado su oportunidad.

Era una fauna modesta, pequeña de tamaño. El trampolín estaba roto, creo, o no había trampolín, no estoy seguro. Se hallaba en el camino que llevaba a unos chalets antiguos, uno de ellos tenía un pequeño bosque de pinos y otro, todavía en tiempos de su propietaria, estaba lleno de gatos y apestaba a orín de felino manso. Alguien quería matarlos a pistoletazos. La dueña hedía más que ellos. Tú sabes de armas, Gordo, aunque matas aplastando, conoces bien el ruido de las pistolas, ese estampido seco, limpio, sin reverberación, yo lo recuerdo así. Como al que cae.

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