Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
60. Todo se nos sigue escapando.
Recordando a Wittgenstein, nuestro filósofo austriaco, hemos de pensar que si el mundo es todo aquello que hace al caso, también lo será todo lo que, acertado o no, digamos de él, dando por entendido también que todo lo dicho no existía, o no había sido dicho antes de decirlo. Y que “decir” se puede decir hablando, escribiendo, tocando el piano, interpretando un personaje en un escenario, bailando o pintando. Así pues, consideramos, convencidos, que la realidad encuentra en la pintura uno de los mejores instrumentos para emerger ante los ojos del humano, que, esforzado, con más o menos tino y con el ánimo alegre o doliente, usa los pinceles para recubrir superficies vacías con el anhelo de llenarlas, de dar significado a la vida y a la nada. Por esa razón John Berger afirma, y repite su hija Katya, que la vida “acoge” al arte aunque todo se nos siga escapando.
En este punto de nuestra larga perorata regresamos al origen cuando citaba a mi amigo decir que: “el poeta es un hacedor y que su poesía es una aportación en lo real y no una falta ni una desaparición”.
Y por enésima vez recordaremos a Wallace Stevens cuando concluye también que la lengua es un ojo, aforismo intercambiable al señalar que el ojo ve, mira y también habla.
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60H
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60M
-“Ya lo sé, querido Víctor, sé que una chaqueta de piel puede ser un fetiche y una variante simbólica del tatuaje. No es necesario que te cite la lista de famosos asesinos en serie, caníbales y despellejadores, como aquel Anófeles Malull que decapitaron en la Francia de la posguerra por fabricarse una levita de piel humana.
Solamente te recordaré a Marlon Brando y la película “Fugetive kind”, que aquí titularon “Piel de Serpiente”. En ella, mi admirado y deseado “Melón Blando”, se enamoraba de una muy atractiva Anna Magnani, cautiva de un ogro feroz y cruel, te parecías a él, a Brando quiero decir, con tu chaqueta de piel marrón.
La fuerza de los dos personajes era arrebatadora.
Él, guapo, joven, libre, desarraigado, con su enorme y destartalado automóvil y su chaqueta de serpiente como si fuera su segunda piel. Ella, prisionera, fuerte y dulce, escondiendo entre sus pestañas toda su vida de ojos negros abiertos”. (La madeja. Cartas a un amigo.)