martes, 10 de julio de 2012

El Peletero/La crisis de la izquierda


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La crisis de la izquierda.

“Yo no amo a nadie”, me dice, con una sonrisa irónica, Félix, un cubano que trabaja en el bar donde voy a tomar el café después de almorzar. Tiene 28 años y nació, precisamente, en 1984, el de la famosa obra de Orwell que pronosticaba la aparición de un ojo de Dios que sabría todo de nosotros.

Félix es un muñeco hinchable, una almohada, siempre está contento y alegre, es simpático y un buen compañero para los demás camareros que trabajan con él.

Félix no es guapo ni demasiado atractivo, pero tiene el culo prieto y gusta tanto a los hombres como a las mujeres que lo persiguen con verdadero furor, aunque él prefiere, sin duda, a los primeros.

Félix, a pesar de ser un buen compañero, es un tiburón blanco, una hiena, no tiene piedad, dice que se le acabó un día en la playa de Varadero.

El mismo año en que nació, y en la misma playa, estábamos Albert y yo contemplando cómo dos muchachitas preciosas nos hacían, a nosotros dos solamente, cabriolas gimnastas en la arena. A la puerta del Hotel estaba nuestro Lada soviético que nos dejó tirados en un campo de cañas mientras caía una lluvia tropical.  

¿Qué tiene que ver un homosexual cubano despiadado, dos jovencitas de piel canela, ágiles y dulces, con la crisis de la izquierda?

¿Qué tiene que ver Varadero y el progreso, la gimnasia y los tiburones blancos?

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“El tema de la crisis de la izquierda tradicional no se lo ha inventado la nueva derecha, aunque lógicamente sea su principal agente difusor. Está ahí, evidente como los paisajes más evidentes, tanto en situaciones de aparente prepotencia histórica (la instalación en el Gobierno de varios partidos socialistas europeos) como de claro retroceso de influencia política (en el caso de los partidos comunistas). Los partidos socialistas europeos parecen haber sido convocados para resolver la crisis del capitalismo, con la garantía de su mayor o menor capacidad de pacificación obrera; y los partidos comunistas, situados dentro del terreno del posibilismo liberal, dudan entre llevar a sus últimas consecuencias la pérdida de sus raíces leninistas o recuperar sus esencias asumiendo el modelo soviético, no totalmente, pero sí como punto de referencia.”

(...)

“Pero difícilmente la izquierda puede quejarse de la ofensiva de la nueva derecha y de la grave neutralidad apolítica de la juventud o de las masas cuando no ha sabido ni siquiera espabilar al intelectual orgánico colectivo que tenía más cercano y ha tolerado, por vía activa o pasiva, que se convierta en un idiota orgánico colectivo, idiota perfecto, porque ni siquiera sabe que lo es.

(...)

Al fin y al cabo, la izquierda nació históricamente para ganar la batalla del progreso, y si la izquierda realmente existente no sirve, las necesidades humanas la sustituirán por otra. Incluso pueden cambiarle el nombre. Pero me parece que no se trata de una simple cuestión nominal.”

(“La crisis de la izquierda”, Manuel Vázquez Montalbán, El País, domingo, 6 de mayo de 1984)

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Félix me dice que nunca recuerda sus promesas y que por esa causa no cumple ninguna jamás, pero que a pesar de ello todos se las demandan, una y otra vez, como si tampoco recordaran, o no quisieran recordar, que él nunca recuerda, ni cumple, sus promesas.