Hemeroteca peletera
La crisis de la izquierda.
“Yo no amo a nadie”, me dice,
con una sonrisa irónica, Félix, un cubano que trabaja en el bar donde voy a
tomar el café después de almorzar. Tiene 28 años y nació, precisamente, en
1984, el de la famosa obra de Orwell que pronosticaba la aparición de un ojo de
Dios que sabría todo de nosotros.
Félix es un muñeco hinchable,
una almohada, siempre está contento y alegre, es simpático y un buen compañero
para los demás camareros que trabajan con él.
Félix no es guapo ni
demasiado atractivo, pero tiene el culo prieto y gusta tanto a los hombres como
a las mujeres que lo persiguen con verdadero furor, aunque él prefiere, sin
duda, a los primeros.
Félix, a pesar de ser un buen
compañero, es un tiburón blanco, una hiena, no tiene piedad, dice que se le
acabó un día en la playa de Varadero.
El mismo año en que nació, y en
la misma playa, estábamos Albert y yo contemplando cómo dos muchachitas
preciosas nos hacían, a nosotros dos solamente, cabriolas gimnastas en la
arena. A la puerta del Hotel estaba nuestro Lada soviético que nos dejó tirados
en un campo de cañas mientras caía una lluvia tropical.
¿Qué tiene que ver un
homosexual cubano despiadado, dos jovencitas de piel canela, ágiles y dulces,
con la crisis de la izquierda?
¿Qué tiene que ver Varadero y
el progreso, la gimnasia y los tiburones blancos?
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“El tema de la crisis de
la izquierda tradicional no se lo ha inventado la nueva derecha, aunque
lógicamente sea su principal agente difusor. Está ahí, evidente como los
paisajes más evidentes, tanto en situaciones de aparente prepotencia histórica
(la instalación en el Gobierno de varios partidos socialistas europeos) como de
claro retroceso de influencia política (en el caso de los partidos comunistas).
Los partidos socialistas europeos parecen haber sido convocados para resolver
la crisis del capitalismo, con la garantía de su mayor o menor capacidad de
pacificación obrera; y los partidos comunistas, situados dentro del terreno del
posibilismo liberal, dudan entre llevar a sus últimas consecuencias la pérdida
de sus raíces leninistas o recuperar sus esencias asumiendo el modelo
soviético, no totalmente, pero sí como punto de referencia.”
(...)
“Pero difícilmente la
izquierda puede quejarse de la ofensiva de la nueva derecha y de la grave
neutralidad apolítica de la juventud o de las masas cuando no ha sabido ni
siquiera espabilar al intelectual orgánico colectivo que tenía más cercano y ha
tolerado, por vía activa o pasiva, que se convierta en un idiota orgánico
colectivo, idiota perfecto, porque ni siquiera sabe que lo es.
(...)
Al fin y al cabo, la
izquierda nació históricamente para ganar la batalla del progreso, y si la
izquierda realmente existente no sirve, las necesidades humanas la sustituirán
por otra. Incluso pueden cambiarle el nombre. Pero me parece que no se trata de
una simple cuestión nominal.”
(“La crisis de la
izquierda”, Manuel Vázquez Montalbán, El País, domingo, 6 de mayo de 1984)
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Félix me dice que nunca
recuerda sus promesas y que por esa causa no cumple ninguna jamás, pero que a
pesar de ello todos se las demandan, una y otra vez, como si tampoco
recordaran, o no quisieran recordar, que él nunca recuerda, ni cumple, sus
promesas.