miércoles, 22 de diciembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (72)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

72. La Vanguardia.

Pero ahora debemos regresar al presente. 

En un tiempo lejano el ser humano perforó un muro construyendo en él la primera ventana abierta al mundo. A su través vio lo que tenía delante de sus ojos.

Siglos después consideró que debía cerrar la abertura, tapiar de nuevo la pared y cerrar la ventana. Así nació la vanguardia y una nueva era de oscuridad, llena, paradójicamente, de luz, de colores y de formas sin pasado que colmaban una extraña ansia de conocimiento y de libertad.
Desde los experimentos precubistas de Cezanne, pasando por la abstracción de Kandinsky y la infinitud de “ismos”, llegamos hasta nuestros días.

Las nuevas “propuestas” proliferaron por doquier al mismo tiempo que sus manifiestos que los justificaban y trataban absurdamente de explicar. Eran más panfletos que tratados y con ellos se proclamaron las nuevas estéticas y los nuevos dogmas como si fueran profecías que anunciaran un nuevo mundo, una nueva era, una nueva civilización incluso y un nuevo hombre que debía edificarla sobre un pasado ya completamente inútil, carcomido y nefasto. 

Dadaísmo, surrealismo, futurismo, neoplasticismo, expresionismo abstracto, constructivismo, suprematismo, serialismo, racionalismo, creacionismo, situacionismo y miles más. Todos formaron parte y fueron protagonistas también de esa nueva civilización que nacía con la industria y la anhelada emancipación de las masas. “Al igual que la política del proletariado, las vanguardias artísticas postularon el abandono de la memoria, la liquidación de las formas de experiencia del pasado, la destrucción de sus símbolos y sus estilos, en nombre de un orden civilizatorio radicalmente nuevo.” (“La linterna mágica”, Eduardo Subirats)

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72H
-“Ya sabes, querida Verónica, que en buena parte te conocí en un burdel que había a la orilla de un lago. Hay momentos casi secretos que yo no desvelaré y que forman parte de la historia escondida de cualquier serrallo, ésa que nunca debe mostrarse a desconocidos. Si alguien quiere saberla que vaya de putas y trate de averiguarla, que pague por sexo. Eso es algo que todo el mundo, en algún momento de su vida, debería hacer, pagar por sexo, es muy instructivo, es una de las mejores maneras de conocerse a sí mismo, mejor que mirarse en un espejo”. (El hilo. Cartas a una amiga.)

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72M
-“Escúchelo paciente y atento, continuaba mi profesor, luego recrimínelo un poco por cosas secundarias, no mucho, lo suficiente para que sea creíble el que después le dé la razón en lo importante. Dígale que lo comprende, que sabe de qué le está hablando y que se pone en su lugar, sea empática. No haga comentarios sobre su cuerpo, no se le ocurra hablar de su belleza ni de sus ojos ni de sus labios, pero si le ofrece la oportunidad pregúntele algo personal, si le gusta la ciudad donde vive, por ejemplo. Procure también acompañar sus palabras con leves gestos de manos que las dibujen como si el que las escucha fuera algo sordo, la mímica siempre seduce, es imperceptiblemente persuasiva. Y sonría, poco, pero sonría siempre de manera tan sutil que sólo sonrían los ojos, la boca úsela únicamente para hablar.

En este sentido, cuando vaya a despedirse, ofrézcale sólo la mano, no lo bese, la gente besa demasiado hoy en día, sólo hay que ver los concursos televisivos llenos de besuqueos y abrazos enfervorizados, y mucho menos en los labios, es hollywoodiense y puede confundirlo.  Piense que en realidad siempre hay muy pocas razones para besar.

Tenga en cuenta que si usted es un hombre y ella una mujer la escenificación es básicamente la misma. Al irse tampoco la bese ni la toque, mantenga siempre una prudente distancia de medio metro entre ambos, no hacer nada es la mejor manera de hacer algo, ella o él no olvidarán jamás lo que usted no hizo.”. (La madeja. Cartas a un amigo.)