sábado, 19 de julio de 2008

El peletero agradecido/Liberatore



6 de septiembre de 2006

Gaetano Liberatore, llamado Tanino Liberatore, es hijo de esta Europa rara, vieja y perezosa, incómoda consigo misma. Una Europa nihilista y enferma tanto del complejo de Estocolmo como del complejo de Peter Pan. De esta Europa que llama a los automóviles, motocicletas de cuatro ruedas y a las motocicletas, automóviles de dos ruedas.

Tanino Liberatore es un okupa. Okupa las viñetas de sus cómics con el ánimo atormentado del que lleva un arma encima, dispuesto a usarla si es necesario, sin perder jamás su cínica sonrisa de ciberfreak. Sus protagonistas son niños, seres deformes y robots o artistas conceptuales que consideran la cima del Arte el hecho de estrellarse con su automóvil con ellos dentro. Ballard ya nos lo describió con magnífico detalle en su espeluznante “Crash”.

Es la estética del Spray, “del caballo”, de la fornicación metálica, de la pantalla de rayos catódicos y de la chatarra en medio de la carretera mientras oímos desde el suelo y tapados con una manta, la sirena de las ambulancias. Tanino Liberatore nos enseña sus tatuajes y sus escarificaciones, las prótesis y sus miembros amputados. Es la ética de la fotocopia y la de la máquina estropeada. Una metáfora “heavy” de la parte oscura de nuestra época.

Lubna es una niña púber, capaz de arrancarle la cabeza de un mordisco a quien haga falta. Ella es la dueña de Ran Xerox, un robot musculado de perfecta apariencia humana, de labios azules y gafas de nadador. Su extrema violencia y la devoción incondicional por su dueña son los ejes fundamentales de su bien programado software. Ran depende de Lubna y la sirve como toda buena máquina sirve a su dueño, mejor que un perro y mucho mejor que un amigo. Siempre que puede, le lleva a su dueña -gran consumidora de toda clase de productos químicos- un buen surtido de las mejores drogas. Y obediente como es, fornica con ella cada vez que se lo pide como si fuera una batidora licuando metralla.

La técnica de Liberatore es excelente, precisa, el dibujo poderoso y los colores son de neón, instrumentos al servicio de sus venenosas historias con gángsteres adolescentes que coleccionan muertos y arte banal. Todo ello en una Roma donde las autopistas sobrevuelan sus siete colinas.

Ran puede perder la tapa de sus sesos y colocarse en su lugar el culo de una olla a presión y quedarse tan ancho, sin duda es una ventaja que nosotros no tenemos. ¿Verdad o mentira?