viernes, 29 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (9)






9. La máquina.

Siendo pintor pinté una pasarela en un río, parecía un autómata en la mitad de un camino.

En un viejo manual escolar de anatomía se dice que: “El “pene”, o “miembro viril”, es el órgano de copulación. Su forma es cilíndrica, algo aplanada de delante atrás. Termina en su extremo con una dilatación denominada “glande” o “bálano” cuya superficies es lisa y rosada. El glande está perforado en su vértice por el “meato uretral”. (…) La función del penes es, en el acto del coito llevar la “esperma” a las partes genitales de la mujer recorridas por el óvulo y favorecer así la fecundación”. (“Atlas de Anatomía Humana, V. Muedra, S.L.)

Era otro ángel como yo, un ser empecinado y sordo, mudo y olvidadizo, sin pies ni manos, sin pecho ni espalda, sin cabeza ni alma, sólo tenía alas y dos gibas que le colgaban, un solo dedo y una boca pintada en un extremo. 

En cambio, en otro manual, de fotografía en este caso, se afirma que: “es cosa sabida que una persona de pie, en medio de la fotografía, tienen un aspecto larguirucho poco agradable. Sin embargo, si el fotógrafo se acerca más al modelo de forma que la cabeza quede en la parte superior del cuadro y los pies en el borde inferior, la cara se podrá distinguir con claridad suficiente”. (“El retrato, una guía para aficionados”, Günter Spitzing)

A su rostro le faltaban los ojos, su testa no era más que un sombrero, un ridículo capirote, al verlo me reí, parecía un payaso, un tentetieso, un bombero, un elefante loco y ciego.
Yo pienso que los ángeles no sabemos pintar ni construir máquinas, no nos parecemos a Dios ni a todo aquello que tenga nombre. No somos hijos de nadie y mucho menos de los hombres. No tenemos estirpe, no somos capaces de ser padres ni sabemos tampoco morir cuando nos convertimos en menhir. 

Los ángeles no quedamos bien en las fotografías aunque nuestra piel sea lisa y rosada.

miércoles, 27 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (8)








8. El Ángel.

Después de ser león fui gacela para regresar muerta al estado celestial de ángel ido y medio caído.
Fui zulú, apache y bedú y quise recordar al verdadero Caín matando al hermano de otro.
Fui Abel y Salomón, fui romano y bárbaro, me alabaron y me clavaron en la cruz como a un criminal y a un vulgar ladrón. 

Fui mentiroso para ver a Lucifer y a Belcebú reír, fui santo para besar a Gabriel y a mi querido Miguel, y fui de nuevo querubín para dormir con Dios y sentir su dulce perdón en el pozo de mi desmemoria seráfica.

lunes, 25 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (7)






7. El Gusano.

De gusano sabio me transmuté en una anciana loca. 

Después tomé esposa y me convertí en un Rey niño que mandaba sin ley, sin orden ni tino.
Quemé ciudades y fundé hospitales. 

Declaré guerras y escribí crónicas de mis travesías por los mares secos de la Luna.
Luego llegó el frío y la tormenta, todo se heló, y los valles y las llanuras de mi reino se hundieron bajo el peso de la nieve. 

Más tarde llegaron las ballenas, las focas y las legiones de calamares gigantes. 

Y todo terminó.

viernes, 22 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (6)






6. La Muerte.

Dios nos prohibió evitar a la muerte llegar, pero nada dijo sobre si podíamos o no convocarla y servirnos de ella. Así que para vivir mato y cuando soy yo el que ha de morir me transformo en árbol al lado de pozos, de fosas y de sepulcros, tres mirlos me acompañan, son mis ojos.
Quieto espero paciente a que estalle el color, solo y callado vigilo los caminos y veo a mis pájaros volar.

Dios nos prohibió evitar a la muerte llegar, pero nada dijo de morir ni de matar.

jueves, 21 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (5)






5. El lado izquierdo de tu boca.

Durante un tiempo fui tu uña y tu pierna derecha de mujer, luego el lado izquierdo de tu boca y después tu hijo en tu entraña loca, el monstruo al que expulsaste antes de nacer. Pasé por zorro, por oveja y por mosca de mil ojos, fui maza y cuchillo, aplasté tu corazón y abrí tu vientre vacío para ver como me mirabas sin comprender por qué morías y por qué te mataba.

miércoles, 20 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (4)






4. La Arena.

Cuando fui ángel me transformé en piedra, esa fue mi primera metamorfosis.
Luego fui calamar y después quise ser mujer para diluir mi corazón celestial en su sangre caliente y muerta. 

Siendo ella fui madre y conocí a hombres y a caballos.

Montada en sus lomos recorrí las estepas y traspasé ríos, y cuando llegué al mar, cansada y vieja, deseé convertirme en arena, pero primero tuve que ser una perla y matar a mi dueña, a mi coraza de carey, a mi nácar y a mi reina.

martes, 19 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (3)



3. La Mano.

Quise ser tu mano para acariciar tu sexo, quise ser tu sexo para sentir tu mano, pero terminé manco luchando por un carro de heno. 

Así que con sólo cinco dedos pinté retratos y dibujé senos sin un papel ni siquiera un lienzo.

lunes, 18 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (2)



Las Memorias de Caín

2. La rosa y los mil peces.

Cuando fui perro te ladraba y te husmeaba y en tu sexo me enganchaba dándote la espalda.

Cuando fui gato iba y venía y cuando fui leopardo ni te miraba. 

Pero una vez fuiste la rosa entre mil peces cuando yo fui el macho y tú la ventana.

viernes, 15 de octubre de 2010

El peletero/Las memorias de Caín (1)



1. Clavos de carpintero.

Un hombre sentado y una mujer de pie. Un anciano en una cama y una niña, quieta a su lado, que sostiene su mano. 

Las sillas, de respaldo alto y de madera oscura barnizada, están tapizadas de terciopelo verde musgo y de blanco sucio. Hay un crucifijo en la pared, encima de la cabecera metálica. En la mesilla de la derecha un jarrón de cristal claro contiene una rosa recién marchita, a su lado hay unas estampas de santos y de vírgenes que parecen mirar más la luz que entra como un meandro por la ventana que al huésped que yace en el lecho.

Es temprano y es invierno, el sol está bajo y las cortinas de hilo, algo descorridas y abiertas, han tomado el color de la crema; más tarde aparentarán el tono mortecino de las sábanas viejas, medio marfil y medio hueso, pero eso será después, en el crepúsculo, cuando empiece a anochecer. 

El hombre sentado solloza, la mujer de pie está incómoda, casi irritada, y la niña quieta sonríe porque es un fantasma que sólo puede ver el anciano moribundo.

Yo, Caín, ángel ido, en una de mis metamorfosis, era la cama de metal. En ella durmieron, convalecieron, fornicaron, parieron y fallecieron tres generaciones. Terminé fundido en un horno, convertido en un montón de clavos de carpintero.

miércoles, 6 de octubre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (50)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

50. El doble y el espejo.

Cuentan que el significado de imagen en el arte siempre ha oscilado entre dos conceptos no iguales aunque extrañamente complementarios: el doble y el espejo.

La tradición que nace con el mito de Plinio la considera como “lo mismo en estado de copia”, según parece es el mejor simulacro posible al ser un duplicado verdadero, el único que podemos conseguir con las artes mágicas de la pintura. La imagen conseguida es “otro”, otro él, otro yo, un Golem, un ídolo, otro ser igual, el monstruo del Doctor Frankenstein. 

La duplicación es una extraña garantía frente a la muerte, una rara manera de elaborar una copia de seguridad y con ella pervivir. Es otra forma de procrear y perpetuarse, de engendrar y parir para eludir morir. 

Las imágenes siempre han estado relacionadas con la muerte, con el culto a los muertos y con las diferentes prácticas funerarias. La una y la otra, la imagen y la muerte, son intercambiables, la primera no es sólo un doble, es también un sustituto del fallecido, su efigie. Así pues todas las artes que construyen y erigen imágenes no son otra cosa que prosopopeyas de la muerte y de los seres que la habitan o la habitarán. Viven en nuestro mundo, las podemos tocar y observar, pero ellas ven lo que nosotros no vemos.

La muerte es una petrificación, un phalos erecto, una peculiar manera que tiene la vida de reordenarse y recolocar de nuevo las cosas en el lugar que les corresponde, equilibrando los pesos y las masas y el territorio que ocupan, reestableciendo el protocolo que se ha visto alterado por esa propensión infantil al movimiento de los entes. 

Las cosas perfectas, como todo el mundo sabe, son inmóviles.

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Al pasar el ecuador del curso las lecciones y la correspondencia entre V & V sufrirán una interrupción de alrededor un mes para permitir un descanso a sus alumnos y profesores.
En su lugar se publicarán otros textos que espero sean también de su agrado y merezcan su aprobación. Gracias anticipadas. Antonio T.

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50M
-“Querido Víctor, fui mi doble y mi espejo, gemela de mi misma.
Fui famosa y una prostituta barata, daba mi poco amor a cambio de nada y de todo.
Quería ser yo y fui otra, tú me desnudaste y me vestiste con tu propia piel que nunca llegué a traspasar.

Ahora te digo que ahora soy yo y que antes era otra, que ahora te amo cuando no te amé entonces.

Fui portada de Vogue y me acosté con mil hombres en una sola cama. 

¿Tú también fuiste ellos y ellos tú? Tú no fuiste nadie.

A todos los engañe aunque les dijera entre lágrimas que no los amaba suficiente porque se lo decía después de haberlos amado con menos que nada, con poco. 

En cambio, a ti te digo que te amo mucho y sé que no me crees porque tú no eres ni tu doble ni tampoco tu espejo. Tú lo eres todo. 

En aquellos años, en el que el mundo me albergaba, yo te quería poco. Y ahora, que el tiempo y el mundo me han abandonado, te sigo queriendo igual aunque crea que te quiero mucho.
Hoy, y desde hace siglos, ya no estás conmigo, me fui de tu lado, me marché, te aparté de la tierra, y mi vida sin ti se alejó del tiempo y de mí.

Escríbeme y dime que vives aunque sea con otra. Responde al menos alguna de mis preguntas locas, cuéntame mentiras, dime que me quieres, háblame de tu ojo enfermo, ¿todavía no está curado?, ¿qué te dice el oftalmólogo?, ¿serás un pirata filipino?, ¿quién está contigo?, ¿quién acaricia tu cuerpo?, ¿qué labios besas?, ¿los de siempre?
¿Todavía amas a tu Verónica?”. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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50H
-“Entonces tu me leías en voz alta mis propias palabras, yo escuchando desnudo y acostado entre tus piernas y tú de pie, encima de aquella cama tan enorme de Antonio T., tal y como Dios te trajo al mundo, en todo tu esplendor, alta, salvaje, griega, esbelta, heroica, magnífica, soberbia, bella, sensual, poderosa, emperadora y declamando exageradamente como una griega interpretando a Antígona que:

“Le Dejeuner sur l’herbe” es una pintura extraña y ambigua, y lo es por la convivencia nada inocente de elementos iconográficos distintos y discordantes. Hombres vestidos junto a mujeres desnudas y medio desnudas. Todos ellos disfrutando de una jornada de clima apacible, de la conversación agradable, del no hacer nada o buscando tréboles de cuatro hojas por entre las hierbas del bosque. La mujer desnuda, sentada a la izquierda de la tela, mira al pintor. En el arte ésta ha sido siempre una pulsión satisfecha o reprimida según el caso: la necesidad de Dios. Su proximidad, su calor o su extrañeza, lejana, y escondida. La mirada de esta mujer representa la soledad del mundo.” (“El peletero campestre”, el peletero)

¿La soledad del mundo?, terminabas por preguntarme desde lo alto. Su mirada, te respondía, es una petición, una súplica y una pregunta y su pregunta es un ansia igual que la tuya, no sabes ni supiste nunca quién eras ¿y pretendes que alguien, te lo diga? ¿Quieres que sea yo?
Eres tu imagen, tu propia efigie, no eres nadie.

Sí, todavía sigo amando a mi Verónica” (El hilo. Cartas a una amiga.)

lunes, 4 de octubre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (49)

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

49. La Vida.

Es curiosa la enfermiza predisposición humana a detestar nuestro patrimonio, la vida, la única que tenemos y conocemos. Si sabemos que moriremos sabemos también que vivimos, y esa vida, perdón por la blasfemia, es la envidia del Cielo.

Incluso el ser humano se permite asegurar que la Creación es nefasta y que mejor sería que no existiera y, en una alabanza nihilista y perversa de la muerte y dando por supuesto algo indemostrable, que la verdadera vida empieza después de morir.

La muerte es la pérdida de la identidad y la individualidad que conlleva. La muerte es una aniquilación de la singularidad que cada uno de nosotros representa para sí mismo y para los demás. La vida, sea lo que sea, es sin duda una emergencia y nosotros somos su atributo más importante, que, paradójicamente, ella no necesita ni tampoco demanda. ¿La vida exige ser pensada?, ¿o es al contrario?, ¿el pensamiento requiere de la vida? Entre estas dos preguntas se halla cualquier icono, cualquier gesto expresado, cualquier cosa vista, mostrada y contada.

En la muerte hallamos el abismo fundamental de la vida que nos separa de los otros. La muerte es la muralla definitiva al ser siempre y únicamente nuestra muerte, el placer y el dolor son intransferibles, la vida también; la muerte es la evidencia más clara de nuestra irremediable soledad, es una extraña y terrible sinrazón.

¿Entonces qué es un rostro pintado en una superficie?, ¿por qué se parece al modelo?, ¿qué hay en él que se deja atrapar por un pincel?, ¿por qué podemos ser vistos? ¿Quién nos dará sepultura?, ¿quién escribirá nuestro nombre en la lápida?

En la muerte perdemos el nombre y regresamos allí de donde vinimos al nacer. Si nos preguntamos a dónde vamos también deberíamos indagar de dónde partimos, ambos interrogantes no tienen respuesta, pero seguro que es la misma para ambos.

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49M
-“Creo que ya te conté que un antiguo y viejo amigo partió hace mucho de viaje por África. Al fallecer su esposa no pudo ni quiso permanecer en una casa vacía y hacerse cargo de un hijo que no era suyo y que ella había tenido con otro. Se lo endosó a su cuñado o a sus suegros, hizo las maletas y se largó. Todavía no ha vuelto y hace casi cuatro años que dejó de escribir, aunque muy de vez en cuando recibo sobres africanos con dibujos suyos, cartas hechas de papel, cada una desde un lugar distinto, eso es todo lo que sé de él. Ya no las acompaña ninguna palabra y ya no las respondo porque siempre me las devuelven con la consabida frase de “remitente desconocido”. Son dibujos de paisajes y retratos de mujeres y hombres africanos anónimos para mí. Están realizados con lápices de colores y, ocasionalmente, me envía también alguna que otra acuarela. 

No sé por qué te cuento eso y tampoco sé por qué sigo hablándole a una pared. Antes me escribías el doble que yo a ti y yo la mitad que tú a mí, ahora sólo escribo yo el 100 % y tú nada.
Me sorprenden esos ríos sucios, grises y marrones debajo de un cielo todavía más ocre que el barro; esparcidos por el papel hay manchas de verde, pequeñas salpicaduras negras, rojas, y amarillas también, supongo que son los vestidos de las africanas con sus hijos a cuestas, y, desde algún rincón del cielo, un estallido de azul y blanco que me ciega.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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49H
-“Dices que cuando hago mi mala filosofía soy ateo y materialista, pero yo afirmo que si la digestión es la función del estómago, el pensamiento lo es del cerebro. Que si no hay cerebro no hay nada. No me gustan los psicólogos y sí los neuropsiquiatras que recetan pastillas. No creo en Platón ni en almas ni en el más allá, ni en Dios ni en el cielo, el pasado no existe igual que el futuro, solamente la flecha del tiempo que marca que algo cae. ¿Hacia dónde?
¿Hacia dónde? Si respondo a la pregunta deberé decirte que este “Tiempo pequeño” que te he enviado en el que medio hablo también de ti en la figura de la mujer del balcón, la otra mitad es mi madre, son solamente palabras escritas en un papel, nada más, que su valor está en ellas mismas para el que sepa hallarlo, son ensoñaciones, mezcolanzas de recuerdos, imaginaciones y sueños. Son también deseos y viejas esperanzas muertas que por estarlo las trato con el mismo respeto y amor de entonces, cuando estaban vivas y adornaban mi vida igual que lo hacen hoy.
Por eso pude escribir “Réquiem”, tú conoces sus claves. Gracias a vosotras rescaté a alguien de la oscuridad, fue un instante, sucedió entonces y sucede cada día de mi vida.” (El hilo. Cartas a una amiga.)