miércoles, 27 de julio de 2011

El peletero/El lebrel obeso (10 de 11)


El Lebrel Obeso. (10 de 11)


Steinberg nos dice que dibujar es una manera de razonar sobre papel, igual que escribir, como los calígrafos orientales él dibuja al mismo tiempo que escribe y viceversa, y tal como Rosenberg nos advierte, el arte es una forma de transformar los datos brutos, que como tales son imposibles de interpretar, en signos comprensibles y legibles.

Para leer la realidad necesitamos cantarnos a nosotros mismos la serenata de la que hablábamos en un principio a propósito de una frase del propio artista: “observar y describir el mundo, es como darse una serenata a uno mismo”, es necesario montar toda una mascarada, casi llegar a la bufonada del carnaval, no hay otra manera de lograr escapar de este cuarto oscuro en el que estamos encerrados permanentemente.

“Sabemos muy poco del aspecto físico de las gentes que amamos, los artistas y escritores del pasado que son nuestra verdadera familia. Los retratos, sobre todo los grabados, son tramposos. En las descripciones de los contemporáneos, peso y talla son raramente especificados (excepto Saint-Simon). Bendecimos a Nadar por sus maravillosas fotos, pero es necesario ver a un hombre en vida para comprenderlo verdaderamente: escala, velocidad, luminosidad, densidad, equilibrio, color... y el ojo (tan diferente del ojo fotográfico)”. (Jean Fremon, op. cit.)

¿No podemos dejar de mentir porque simplemente es imposible decir la verdad ni siquiera cuando callamos? Si así es ambas son una quimera, la verdad y la mentira, las dos, son falsas, ni se miente ni se engaña ni tampoco se cuenta la verdad, es imposible, solamente se habla haciendo dibujos de uno mismo que mostramos a los demás.

Es en este sentido que, como vuelta de tuerca, adquieren un gran significado sus “Tables”, ellas son una reinterpretación de la famosa “Valise” de Duchamp, una manera de transportar recuerdos, frascos de memoria en objetos reales o simulados. Algunos son reales o imitaciones,  lápices o pinceles falsos pero corpóreos y otros, en cambio, están simplemente dibujados, parecen dibujos de dibujos, no son objetos encontrados, están entresacados del fondo de su memoria como si fueran un álbum de fotografías.

Rosenberg nos dice que “las tablas de Steinberg son una mirada de nostalgia” y “que hacer frente al pasado del artista no significa preservar las representaciones de las cosas y los objetos de valor sino a través de las falsificaciones de ellas por las cuales son recordados y por ende falsificados”. (Harold Rosenberg, op. cit.)


El peletero/El lebrel obeso (9 de 11)


El Lebrel Obeso. (9 de 11)

El sexo y el erotismo en buena parte constituyen el mejor escenario donde se interpretan personajes inventados, todos sabemos lo importante que son en una vida sexual, sana o enferma, las fantasías eróticas, en el ser humano el sexo no debe ni puede darse a “pelo”, hay que revestirlo de algo aunque sea de palabras. A propósito de ello, Steinberg nos cuenta en un dibujo una conversación erótica que si no es habitual de hecho sí lo es de pensamiento, entrelazando los globos en los que se circunscribe el diálogo. Se cuenta que el principal órgano sexual del ser humano es el cerebro y así es en esa “viñeta” que nos muestra aquello que verdaderamente sucede, los dos globos parecen chocar como si fueran discursos impermeables el uno al otro.

Todas estas grafías y caligrafías de diálogos y monólogos nos remiten de una manera mucho más irónica a la esencia del expresionismo abstracto, dibujando esa nueva mirada paisajística de Steinberg que tiene tanto que ver con la deconstrucción de la mirada y de la palabra escrita:

“Para Steinberg, como por sus contemporáneos del Expresionismo Abstracto, el paisaje es una emanación del artista. Encontramos “steinbergs”, cielos construidos repetidamente con trazos del lápiz, zigzags y garabatos, campos compuestos de líneas paralelas y horizontales, patrones ornamentales, notas –tan arbitrarias como las onduladas líneas de Pollock.” (Harold Rosenberg, op. cit.)

Como del sueño onírico:

“Sus míticos paisajes son también configuraciones de mitos colectivos, escenas y ciudades fabricados por los sueños de sus no habitantes. En su fantasía de América están incrustados fragmentos de símbolos populares, los romances y las historias de frontera y el mal sabor de los diseñadores de automóviles, arquitectos de Hollywood, expertos en moda y peluqueros de perros.” (Harold Rosenberg, op. cit.)

Pero Steinberg no inventa de la nada, no es ningún demiurgo divino aunque quiera contemplar después a sus obras como “cosas en sí mismas”. Parte de la tradición del arte, en ella se fundamenta y como si fuera un artista manierista la redice, “la imitación puramente externa de los modelos clásicos, y, por otra, a un íntimo distanciamiento de ellos” (definición de manierismo de A. H.). (Arnold Hauser, op. cit.)

Mientras tanto, como el mismo Rosenberg afirma, las multitudes se agolpan en los límites de los precipicios y los personajes miran el vacío que hay en las propias pinturas de Steinberg como si buscaran en estos agujeros blancos la señal que dice se encuentra en la expresión natural de la pincelada de Pollock o la brocha de De Kooning, pero como los buenos paisajistas holandeses sus paisajes son horizontales y en ellos la línea del horizonte está perfectamente marcada, en el fondo el infinito y en el primer plano el abismo, a los lados varias escenas independientes, como si los protagonistas no supieran que viven en el infierno.

Eternamente, tras la nada va el lebrel, corriendo impetuoso, alocado, asustado, persiguiendo en ella algo que no existe.

El pasado es siempre una falsificación.