lunes, 17 de mayo de 2010

El peletero/Quince días (2 de 23)


3 Marzo 2010


Día dos.


- ¿Y tu marido?- te pregunté nada más que para disimular mi sorpresa y por dar un poco de consistencia a la conversación.


- No te preocupes por él, por el respeto que le profeso nunca le cuento nada que no deba saber.


- ¿Qué deberías contarle que no haces?


- Mi vida, ¿qué si no? Ya es suficiente con que sepa el nombre que consta en mi pasaporte, ¿no te parece?, el otro, el verdadero, el que tú me pusiste, no lo saben ni mis padres que me bautizaron.


- ¿Por qué no se la cuentas?, dos personas que se quieren deberían compartir sus vidas, ¿no?


- Todo lo contrario, ésa es una convención romántica que nunca conduce a nada bueno, la realidad de la vida es muy diferente.


- ¿Cuál es, según tú, esa realidad de la vida?


- ¿Cuál?, ya lo sabes, incluso mejor que yo. Para dormir es preferible hacerlo en camas separadas, para vivir también. La vida es como la cama y la cara, cada uno debe de tener la suya propia.


Antes de casarte me regalaste “Chérie”, de Colette. Es una historia amorosa entre una cortesana madura, una mujer de una edad cercana a la mía actual, con un joven muchacho, bello y vigoroso. También es casualidad que ahora se haya realizado una versión filmada de la novela.


La escritora francesa siempre consiguió retratar y describir con la precisión necesaria, sin sensiblerías y a través del sexo, una historia sentimental, llena de verdad, amor y dolor asumido con la ironía que solamente los seres libres son capaces de expresar.


La relación entre ambos termina cuando él, veinticinco años más joven que ella, se dispone a contraer matrimonio.


“Igual que hiciste tú, al casarte me dejaste”, te recordé. “Ninguna historia de amor finaliza cuando los amantes se separan”, me replicaste entonces. “Algún día regresaré a por ti”, creí que intentabas decirme al irte.

O quizás lo imaginé.


- Recuerda que todavía nos llevamos veinticinco años, el tiempo transcurrido no ha recortado la diferencia que nos separa, no lo hará hasta que yo me muera, entonces me alcanzarás- le dije procurando no parecer ridículo.


- A ti y a mí nunca nos han separado los años vividos, solamente los que no hemos estado juntos, todo lo que no hemos compartido.


- Siempre te ha gustado ser melodramática, dime, ¿por qué me pides de nuevo ser mi amante?, ¿es una broma? Somos buenos amigos, no lo estropees ahora con sexo.


- No es ninguna broma. El porqué es asunto mío, tú solamente debes responder sí o no.


- ¿Qué harás después de estos quince días que digo que te daré?


- No lo sé, quizás aguarde a que se vayan esas visitas que esperas y que según parece son incompatibles conmigo dentro de tu cama. ¿Realmente lo son?, ¿no cabemos todos en ella?


- No, no cabéis, tengo una cama pequeña, ya lo sabes, es la misma que tenía hace quince años y que todavía conservo. Es tan estrecha que todo el mundo termina cayéndose de ella, por eso he colocado una alfombra en el suelo, para amortiguar el golpe. En ella nos conocimos, ¿recuerdas?